jueves, mayo 19, 2016

Escuelas de filosofía



Escuelas Griegas

Cínicos. 

Miembros de una  escuela de filósofos griegos fundada durante la 2ª mitad del siglo IV a. de C. Diógenes de Sínope suele ser considerado como el fundador de la escuela aunque también se asigna esa función con la misma categoría a Antístenes, un discípulo de Sócrates.

Los cínicos afirmaban que la civilización, con todos sus problemas, era algo artificial y antinatural y que debía considerarse con desprecio. Proponían en consecuencia un retorno a la vida natural, que ellos equiparaban a una existencia simple, y afirmaban que la felicidad completa sólo puede lograrse a través de la auto-suficiencia, ya que la independencia es el verdadero bien y no las riquezas o la lujuria. Por esto puede deducirse que los cínicos eran unos ascetas que consideraban la vida de abstinencia como una auténtica liberación. Es obvio que proponían la no satisfacción de los apetitos naturales, como tampoco la de los artificiales.

Crates de Tebas, discípulo de Diógenes, tuvo alguna influencia sobre Zenón de Citio, el filósofo de Chipre fundador del estoicismo. La diferencia básica de actitud entre las dos escuelas es que los cínicos miraban con desprecio el mundo exterior, material, con desprecio mientras que los estoicos lo contemplaban con indiferencia. Aunque los cínicos no constituyeron una escuela filosófica importante, sin embargo atrajeron la atención por sus excentricidades y por su insolencia. Su nombre quedará asociado a los de quienes recelan de la naturaleza humana y de sus intenciones.

Cirenaicos

Miembros así denominados por la ciudad de Cirene (Libia), lugar de origen de su fundador, Aristipo. Éste, discípulo de Sócrates, defendía que el conocimiento es indisociable del comportamiento de los individuos y, asimismo, imposible de desligar de los placeres físicos inmediatos. La escuela cirenaica vivió su momento de mayor esplendor durante el siglo IV a. de C.pero su influencia disminuyó en el transcurso del siguiente.

Su importancia en la historia de la filosofía occidental radica en que sus teorías constituyeron la expresión más extrema del hedonismo y fueron precursoras de la más sofisticada visión de la sensualidad propugnada por el epicureísmo.

Epicureísmo.

Sistema de filosofía basado sobre todo en las enseñanzas del filósofo griego Epicuro. La doctrina más conocida y más discutida por los modernos tratadistas del epicureísmo es que el placer constituye el bien supremo y la meta más importante de la vida.

Se prefieren los placeres intelectuales a los sensuales, que tienden a perturbar la paz del espíritu. La verdadera felicidad, según enseñó Epicuro, consiste en la serenidad que resulta del dominio del miedo, es decir, de los dioses, de la muerte y de la vida futura. El fin último de toda la especulación epicúrea sobre la naturaleza es eliminar esos temores.

La física epicúrea es atomista, en la tradición de los filósofos griegos Leucipo y Demócrito. Epicuro consideró que el universo era infinito y eterno y que consistía sólo en cuerpos y espacio. De los cuerpos, algunos son compuestos y otros son átomos, o indivisibles, elementos estables de los que están formados los compuestos. El mundo, tal y como es visto por el ojo humano, se nutre de las rotaciones, colisiones y agregaciones de esos átomos, que desde una perspectiva individual sólo poseen forma, tamaño y peso.

En biología, Epicuro anticipó la doctrina moderna de la selección natural. Afirmó que las fuerzas naturales dan origen a organismos de diferentes clases y que sólo las clases capaces de superarse a sí mismas y reproducirse han sobrevivido.

Sostenían las sensaciones son provocadas por un continuo flujo de imágenes o ídolos abandonadas por los cuerpos e impresionadas en los sentidos. Considera que todas las sensaciones son fiables de una forma absoluta, el error surge cuando la sensación está interpretada de modo impropio.

Cree que el alma está compuesta de pequeñas partículas distribuidas por todo el cuerpo. Epicuro enseñó que la disolución del cuerpo en la muerte conduce a la disolución del alma, que no puede existir fuera del cuerpo; y por ello no hay vida futura posible. Dado que la muerte significa la extinción total, no tiene sentido ni para los vivos ni para los muertos, porque 'cuando somos, la muerte no es, y cuando estamos muertos, no somos'.

Las virtudes cardinales del sistema de ética epicúreo son la justicia, la honestidad y la prudencia, o el equilibrio entre el placer y el sufrimiento. Epicuro prefería la amistad al amor, por ser aquella menos intranquilizadora que éste.

Su hedonismo personal mostró que sólo a través del dominio de sí mismo, la moderación y el desapego puede uno alcanzar el tipo de tranquilidad que constituye la felicidad verdadera. A pesar de su materialismo, Epicuro creía en la libertad de la voluntad. Sugirió que incluso los átomos son libres y se mueven de cuando en cuando con total espontaneidad; su idea se asemeja al principio de incertidumbre de la mecánica cuántica.

Epicuro no negó la existencia de dioses, pero mantuvo con fuerza que como 'seres felices e imperecederos' podían no tener nada que ver con los asuntos humanos, aunque gozaran contemplando la vida de los buenos mortales.

La verdadera religión descansa en una contemplación similar por parte de los humanos de las vidas ideales de los dioses elevados e invisibles.

Las enseñanzas de Epicuro fueron establecidas con tanta firmeza y veneradas de tal modo por sus seguidores, que sus doctrinas, a diferencia de las del estoicismo, su principal rival filosófico, permanecieron intactas como una tradición viva.

Sin embargo, el epicureísmo cayó en descrédito en gran parte debido a la confusión, que aún persiste, entre sus principios y los del hedonismo sensual proclamado con anterioridad por los cirenaicos. A pesar de todo, la filosofía epicúrea tuvo muchos discípulos distinguidos: entre los griegos el gramático Apolodoro y entre los romanos el poeta Horacio, el estadista Plinio el Joven y sobre todo el poeta Lucrecio. El poema De rerum natura (De la naturaleza de las cosas) de Lucrecio es la principal fuente de conocimiento del epicureísmo.

Desapareció como escuela a principios del siglo IV d.C. Fue reactivada en el siglo XVII por el filósofo francés Pierre Gassendi. Desde entonces, el epicureísmo ha atraído a numerosos seguidores y se considera una de las escuelas de filosofía y ética más influyentes de todos los tiempos.

Escepticismo (examinar).
t
En la filosofía occidental, doctrina que niega la posibilidad de alcanzar el conocimiento de la realidad, como es en sí misma, fuera de la percepción humana. Por extensión gradual de su significado, la palabra escepticismo significa también duda de lo que es generalmente aceptado como verdad. Todo el escepticismo filosófico, al final, tiene que ver con la epistemología; es decir, que está basado en las ideas sobre el ámbito y la validez del conocimiento humano.

Escepticismo griego. 

Los sofistas griegos del siglo V a. de C.fueron en su mayoría escépticos. Su punto de vista se refleja en sus máximas “el hombre es la medida de todas las cosas” y “nada existe, y si algo existe, no puede ser conocido”. Así, el sofista Gorgias proclamó que todas las afirmaciones relativas a la realidad son falsas y que, aunque fueran verdad, su veracidad no podía nunca ser probada. Otro sofista, Protágoras de Abdera, enseñó que los seres humanos sólo pueden conocer su percepción de las cosas, no las cosas en sí.

Los principios del escepticismo fueron formulados por primera vez por los pirronistas, una escuela de la filosofía griega que tomó el nombre de su fundador Pirrón de Elis. Pirrón, cuyo primer interés era la ética, mantuvo que los seres humanos no pueden conocer nada de la naturaleza real de las cosas y que, en consecuencia, una persona sabia no debía expresar sus opiniones. Timón de Flainte, discípulo de Pirrón, llevó el escepticismo a su conclusión lógica al afirmar que se pueden dar razones tan buenas a favor como en contra de cualquier proposición filosófica.

Los miembros de la Academia Media (la escuela que se desarrolló en el siglo III a de C.a partir de la Academia de Platón) y de la Academia Nueva (siglo II a. C.) de Carnéades fueron más sistemáticos pero menos radicales en su escepticismo que los pirronistas. Carnéades mantenía que ninguna idea podía ser probada de manera concluyente, pero que algunas podían ser mostradas como más probables que otras. El escéptico más importante del último periodo de la antigüedad fue el filósofo griego Enesidemo, que hizo una clasificación de diez razones en apoyo de la posición escéptica y el físico griego del siglo III d.C. Sexto Empírico, que resaltó la observación y el sentido común en oposición a la teoría.

Escepticismo modernoLos sofistas griegos del siglo V a.C. fueron en su mayoría escépticos. Su punto de vista se refleja en sus máximas “el hombre es la medida de todas las cosas” y “nada existe, y si algo existe, no puede ser conocido”. Así, el sofista Gorgias proclamó que todas las afirmaciones relativas a la realidad son falsas y que, aunque fueran verdad, su veracidad no podía nunca ser probada. Otro sofista, Protágoras de Abdera, enseñó que los seres humanos sólo pueden conocer su percepción de las cosas, no las cosas en sí.

Los principios del escepticismo fueron formulados por primera vez por los pirronistas, una escuela de la filosofía griega que tomó el nombre de su fundador Pirrón de Elis. Pirrón, cuyo primer interés era la ética, mantuvo que los seres humanos no pueden conocer nada de la naturaleza real de las cosas y que, en consecuencia, una persona sabia no debía expresar sus opiniones. Timón de Flainte, discípulo de Pirrón, llevó el escepticismo a su conclusión lógica al afirmar que se pueden dar razones tan buenas a favor como en contra de cualquier proposición filosófica.
Los miembros de la Academia Media (la escuela que se desarrolló en el siglo III a.C. a partir de la Academia de Platón) y de la Academia Nueva (siglo II a.C.) de Carnéades fueron más sistemáticos pero menos radicales en su escepticismo que los pirronistas. Carnéades mantenía que ninguna idea podía ser probada de manera concluyente, pero que algunas podían ser mostradas como más probables que otras. El escéptico más importante del último periodo de la antigüedad fue el filósofo griego Enesidemo, que hizo una clasificación de diez razones en apoyo de la posición escéptica y el físico griego del siglo III d.C. Sexto Empírico, que resaltó la observación y el sentido común en oposición a la teoría.
Durante el Renacimiento  la influencia del escepticismo clásico se reflejó sobre todo en los escritos del ensayista filosófico francés del siglo XVI Michel de Montaigne. El mayor exponente del escepticismo moderno fue el filósofo empirista escocés David Hume. En sus obras Tratado sobre la naturaleza humana (1739-1740) y Ensayo sobre el entendimiento humano (1748), Hume puso en duda la posibilidad de demostrar la verdad de las ideas sobre el mundo externo, las relaciones causales, los acontecimientos futuros, o de las entidades metafísicas, como el alma y Dios. El filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant, a la vez que intentaba superar el escepticismo de David Hume, negaba la posibilidad de conocer las cosas en sí mismas o de alcanzar el conocimiento metafísico. En el siglo XIX, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche negó la posibilidad de la total objetividad y del conocimiento objetivo, en ningún campo. El filósofo estadounidense del s. XX Jorge Ruiz de Santayana, pretendiendo haber dado un paso más allá del escepticismo de Hume, mantuvo en su obra Escepticismo y fe animal, que la creencia en la existencia de cualquier cosa, incluido en uno mismo, obedece a un impulso natural pero irracional. Se pueden encontrar rasgos de escepticismo en otras escuelas modernas de filosofía, incluyendo el pragmatismo, la filosofía analítica y el existencialismo.

Escuela eleática

Corriente griega de filosofía que tuvo su apogeo en los siglos VI y V a. de C. El pensamiento eleático se opone tanto a la filosofía materialista de la escuela jónica como a la teoría del flujo universal formulada por el filósofo griego Heráclito. Según los eleáticos, el universo es en esencia una unidad inmutable, que, siendo infinita en tiempo y espacio, está más allá de la cognición proporcionada por los sentidos humanos. Sólo a través de la reflexión filosófica, afirmaban, se puede alcanzar la verdad última. Las observaciones sensoriales ofrecen tan solo una visión limitada y distorsionada de la realidad. El nombre de eleática viene de la ciudad griega de Elea, al sur de Italia, el hogar de Parménides y Zenón, máximos expo-nentes de la misma escuela. Los eruditos difieren en si la escuela fue fundada por Jenófanes o Parménides. Muchas de las doctrinas eleáticas se basaron en las enseñanzas de Jenófanes, mientras que Parménides desarrolló sus doctrinas dentro de un sistema de metafísica. La filosofía eleática sirvió como base para el sistema metafísico de Platón.

Estoicismo. 

Escuela fundada en Atenas hacia el 300 a. C. por Zenón de Citio. Opuesta al epicureísmo en su  modo de  considerar la  vida y el  deber.  Fue  la filosofía más influyente en el Imperio romano durante el periodo anterior al ascenso del cristianismo. Los estoicos, como los epicúreos, ponían el énfasis en la ética considerada como el principal ámbito de conocimiento, pero también desarrollaron teorías de lógica y física para respaldar sus doctrinas éticas. Su contribución más importante a la lógica consistió en acuñar el silogismo hipotético como un método de análisis.

Sostenían que toda realidad es material, pero que la materia misma, que es pasiva, se distingue del principio activo o animado, logos, que concebían tanto como la razón divina y también como un tipo sutil de entidad material, un soplo o fuego que todo lo impregna, tal como el filósofo griego Heráclito había supuesto sería el principio cósmico.

De acuerdo con los estoicos el alma humana es una manifestación del logos. Mantenían que vivir de acuerdo con la naturaleza o la razón es vivir conforme al orden divino del universo. La importancia de esta visión se aprecia en la parte que el estoicismo desempeñó en el desarrollo de una teoría de ley natural, que influyó poderosamente en la jurisprudencia romana.

La base de la ética estoica es el principio, procla-mado antes por los cínicos, de que el bien no está en los objetos externos, sino en la condición del alma en sí misma, en la sabiduría y dominio mediante los que una persona se libera de las pasiones y deseos que perturban la vida corriente.

Las cuatro virtudes cardinales de la filosofía estoica son: sabiduría, valor, justicia y templanza, una clasificación derivada de las enseñanzas de Platón.

Un rasgo distintivo del estoicismo es su vocación cosmopolita. Todas las personas son manifesta-ciones de un espíritu universal y deben, según los estoicos, vivir en amor fraternal y ayudarse de buena gana unos a otros. Mantenían que diferencias externas, como la clase y la riqueza, no tienen ninguna importancia en las relaciones sociales. Así, antes del cristianismo, los estoicos reconocían y preconizaban la fraternidad de la humanidad y la igualdad natural de todos los seres humanos.

Peripatéticos.

Alumnos y seguidores de Aristóteles. El nombre puede derivarse de la costumbre de Aristóteles de caminar (peripatein) mientras hablaba, o del peripatos (paseo cubierto) del Liceo, la zona de jardines que se encontraba a las afueras de Atenas donde él enseñaba. Los aristotélicos llegaron a desarrollar algunos puntos de su lógica y de su metafísica, pero se interesaron más por estudiar la naturaleza y popularizar el estudio de la ética. Muchos dedicaron su tiempo a organizar y explicar los escritos de su maestro. Los más destacados y originales fueron: Teofrasto de Lesbos, amigo de Aristóteles y cofundador de la escuela que escribió Caracteres, un libro compuesto por 30 bocetos éticos; Eudemo de Rodas, que se interesó sobre todo por los aspectos éticos del aristotelismo; Estratón de Lampsaco, quien defendió el mecanicismo en la naturaleza y negó la existencia de una divinidad trascendental; y Andrónico de Rodas, que editó muchas de las obras de Aristóteles. Luego están los peripatéticos tardíos que se inclinaron hacia el eclecticismo y se orientaron hacia el estoicismo.

Sofistas.

Del griego sophi, 'experto', 'maestro artífice', 'hombre de sabiduría'. En su origen, nombre aplicado por los antiguos griegos a los hombres eruditos, tales como los Siete Sabios de Grecia; en el siglo V a.C., nombre que se daba a los maestros itinerantes que proporcionaban instrucción en diversas ramas del conocimiento a cambio de unos honorarios convenidos con antelación.

Personas que compartían puntos de vista filosóficos mucho más amplios que los de una escuela, los sofistas popularizaron las ideas de varios filósofos anteriores; pero, basándose en su interpretación de ese pensamiento filosófico anterior, casi todos ellos concluyeron afirmando que la verdad y la moral eran en esencia materias opinables. Así, en sus propias enseñanzas tendían a enfatizar formas de expresión persuasivas, como el arte de la retórica, que facilitaba a los discípulos técnicas útiles para alcanzar el éxito en la vida, en especial en la vida pública.

Los sofistas gozaron de popularidad durante un tiempo, sobre todo en Atenas; sin embargo, su escepticismo de la verdad absoluta y la moral suscitó a la postre fuertes críticas. Sócrates, Platón y Aristóteles pusieron en tela de juicio los fundamentos filosóficos de las enseñanzas de los sofistas. Platón y Aristóteles les censuraron por aceptar dinero. Más tarde, fueron acusados por el Estado de carecer de moral. Como consecuencia, la palabra sofista adquirió un significado despectivo, al igual que el moderno término sofisma, que puede ser definido como astuto y engañoso o como argumentación o razonamiento falsos. No obstante, diversas corrientes filosóficas han reivindicado el sofismo como un espíritu crítico, desde mediados del siglo XX. Autores tan dispares como el apátrida de origen rumano, Emil Michel Cioran, el español Fernando Savater y diversos teóricos del postmodernismo han elaborado el gran elogio doctrinal del sofismo.

En último extremo, los sofistas fueron de importancia menor en el desarrollo histórico del pensamiento filosófico occidental. Fueron, sin embargo, los primeros en sistematizar la educación. Entre los principales sofistas del siglo IV a de C.destacan Protágoras, Gorgias, Hipias de Élide y Prodicus de Ceos.

Puntos de convergencia entre ellos:

a. Representan un notable giro filosófico como consecuencia de las nuevas necesidades intelectuales planteadas por la democracia. Se centraron así en problemas de índole práctica como la política, la moral, la religión, la educación, el lenguaje, etc.

b. Adoptan una actitud relativista y escéptica. Esto se refleja en el abandono de la physis... ¿para qué seguir discutiendo sobre aquello que nunca se llegará a conocer en términos de verdad?. Pero además, se muestran relativistas en relación a los problemas humanos ya que observan que distintos pueblos poseen leyes y costumbres diferentes.

c. No representan un conjunto sistemático de pensadores ni tampoco buscan principios universales para operar de modo deductivo al estilo de Parménides.

d. Han tenido enorme influencia en la vida ateniense. Pusieron en tela de juicio la polis en su sentido tradicional, realizando una labor crítica de las instituciones e impulsando nuevas ideas. Estas ideas (y los instrumentos enseñados por los sofistas, la oratoria y el arte de la discusión) se prestaban a todo tipo de manipulaciones por los ambiciosos de la época. La figura del sofista, aparece en consecuencia, con notable ambigüedad.


Filosofía Occidental.
Doctrinas, Movimientos y Escuelas


Ateísmo

Ateísmo (del griego, a, no; theos, Dios), doctrina que niega la existencia de la divinidad. El ateísmo se diferencia con claridad del agnosticismo, doctrina que afirma que la existencia de una deidad nunca podrá ser probada o refutada. Mucha gente ha sido llamada atea de forma impropia sólo porque rechazaba alguna creencia popular en la trascendencia. Para los romanos, los primitivos cristianos eran ateos porque negaban a los dioses romanos. Los partidarios de varios grupos cristianos han aplicado el término a cualquiera poco dispuesto a aceptar los dogmas de su doctrina. Así, un librepensador, como el filósofo francés y escritor Jean-Jacques Rousseau, el escritor francés Voltaire, o el filósofo político anglo-americano y escritor Thomas Paine, aunque suscrito a una forma de deísmo, pueden con frecuencia ser considerados como ateos. La filosofía sankhya, uno de los grandes sistemas del pensamiento hindú, el budismo y el jainismo han sido todos descritos como doctrinas ateas porque todas ellas niegan un dios personal.

Con el desarrollo del conocimiento científico y la consecuente explicación del fenómeno forma         lment considerado sobrenatural, éste se ha convertido en una tendencia filosófica más natural y aceptada.

Conceptualismo

Teoría que se encuentra a medio camino entre el nominalismo y el realismo medieval o lógico.

Sostiene que aunque los universales (abstracciones o ideas abstractas)  no tienen existencia en el mundo externo, existen sin embargo como ideas o conceptos en la mente y que allí implican algo más que meras palabras. Esta teoría está en abierta oposición al nominalismo que defiende que las abstracciones (universales) son simples ruidos guturales sin ninguna materialidad y que sólo los objetos individuales y concretos tienen existencia real. El conceptualismo fue adoptado por el filósofo escolástico francés Pedro Abelardo.

Deísmo

Filosofía religiosa racionalista que prosperó en los siglos XVII y XVIII, de forma muy acusada en Inglaterra. Los deístas mantenían que un cierto tipo de conocimiento religioso (a veces llamada religión natural) es o inherente a cada persona o resulta accesible a través del ejercicio de la razón, pero negaban la validez de las afirmaciones basadas en la revelación o en las enseñanzas específicas de cualquier credo.

El deísmo surgió como corriente religiosa y filosófica importante en Inglaterra. Los deístas más destacados del siglo XVII fueron Edward Herbert, John Toland y Charles Blount: todos ellos defendían una religión racionalista y criticaban los elementos supranaturales o irracionales de las tradiciones judías y cristianas. A principios del siglo XVIII, Anthony Collins, Thomas Chubb y Matthew Tindal radicalizaron el ataque racionalista sobre la ortodoxia intentando desacreditar los milagros y misterios de la Biblia.

Aunque estos desafíos a las interpretaciones tradicional y ortodoxa del cristianismo provocaron general desaprobación, los deístas colaboraron mucho en configurar el clima intelectual de Europa en el siglo XVIII. Su énfasis en la razón y su oposición al fanatismo y la intolerancia influyeron de manera notable en los filósofos británicos John Locke y David Hume. En Francia, Voltaire llegó a ser un verdadero defensor del deísmo e intensificó la crítica racionalista de sus predecesores a las Escrituras. Sin embargo, mantuvo la opinión de los deístas británicos de que existe una divinidad. Otras versiones del deísmo, algunas de ellas próximas al ateísmo, fueron defendidas por varias personalidades destacadas del Siglo de las Luces.

El deísmo fue también influyente en EU a finales  del s. XVIII: Benjamín Franklin, Thomas Jefferson y George Washington defendieron posiciones deístas. Los deístas estadounidenses más destacados fueron Ethan Allen y Thomas Paine.

El deísmo europeo y estadounidense desempeñó un importante papel tanto al someter la religión tradicional a la crítica racionalista como al fomentar el desarrollo de la filosofía racionalista. Algunos elementos de las ideas de los deístas han sido adoptados por el unitarismo, modernismo y otras tendencias religiosas modernas.


Determinismo. 

Doctrina filosófica que afirma que cualquier acontecimiento, mental o físico, responde a una causa, y así, una vez dada la causa, el acontecimiento ha de seguirse sin posible variación. Esta teoría niega cualquier posibilidad al azar o a la contingencia. Se opone con la misma radicalidad al indiferentismo o indeterminismo, que mantiene que en aquellos fenómenos relacionados con la voluntad humana, los acontecimientos precedentes no determinan de un modo definitivo los subsiguientes. Dado que el determinismo es aceptado en líneas generales como verdadero para considerar todos los acontecimientos si se exceptúan los relacionados con la voluntad, la doctrina es de la mayor importancia en su aplicación a la ética.

Eclecticismo(del griego 'escoger'). 

En filosofía y arte, la formulación de sistemas de pensamiento por la selección de doctrinas de otros sistemas ya desarrollados con anterioridad. Los pensadores eclécticos combinan lo que consideran doctrinas más válidas, aunque a menudo estas doctrinas no formen una unidad integral. Estuvo bastante extendido entre los griegos, a partir del siglo II a de C.Esa época estuvo marcada por un declinar en el espíritu de indagación intelectual que había motivado a los grandes filósofos griegos, tales como Platón y Aristóteles, a desarrollar cosmologías unificadas en su búsqueda de la verdad. Los últimos filósofos griegos, como Antíoco de Ascalón, que compaginó el estoicismo y el escepticismo, y Panecio, que basó su pensamiento en el platonismo y el estoicismo, adoptaron las doctrinas que más les satisfacían. Los pensadores romanos, que nunca desarrollaron un sistema filosófico independiente, fueron muy eclécticos: Cicerón, por ejemplo, incorporó a su pensamiento teorías procedentes del estoicismo, del escepticismo y de los peripatéticos, sin considerar su desunión esencial.

Entre los primeros filósofos cristianos, Clemente de Alejandría y Orígenes desarrollaron sus sistemas mediante la selección de elementos tomados de la metafísica griega y relacionándolos con ideas judeocristianas ya expresadas en el Nuevo y el Antiguo Testamento. Más tarde, el Maestro Eckhart, un teólogo y místico alemán, formuló un sistema de filosofía cristiana basado en Aristóteles y sus comentaristas árabes medievales, en el neoplato-
nismo y en las doctrinas hebreas.
Empirismo

En filosofía occidental, doctrina que afirma que todo conocimiento se basa fundamen- talmente en los datos de la experiencia, mientras que niega la posibilidad de ideas espontáneas o del pensamiento a priori.

Hasta el siglo XX, el término empirismo se aplicaba a la idea defendida sobre todo por los filósofos ingleses de los siglos XVII, XVIII y XIX. De estos filósofos ingleses, John Locke fue el primero en dotarlo de una expresión sistemática, aunque su compatriota, el filósofo Francis Bacon, había anticipado algunas de sus conclusiones. Entre otros empiristas también se cuentan David Hume y George Berkeley. Opuesto al empirismo es el racionalismo, representado por pensadores como el francés René Descartes, el holandés Baruch Spinoza y los filósofos de los siglos XVII y XVIII Gottfried Wilhelm Leibniz y Christian von Wolff.

Los racionalistas afirman que la mente es capaz de reconocer la realidad mediante su capacidad para razonar, una facultad que existe independiente de la experiencia. El pensador alemán I. Kant intentó lograr un compromiso entre el empirismo y el racionalismo, restringiendo el conocimiento al terreno de la experiencia, a posteriori, y por ello coincidía con los empiristas, pero atribuía a la mente una función precisa al incorporar las sensaciones en la estructura de la experiencia. Esta estructura podía ser conocida a priori sin recurrir a métodos empíricos, y en este sentido Kant coincidía con los racionalistas.

En los últimos años, el término empirismo ha adquirido un significado más flexible, y ahora es utilizado en relación con cualquier sistema filosófico que extrae todos sus elementos de reflexión de la experiencia. En Estados Unidos William James llamó a su filosofía empirismo radical y John Dewey acuñó el término de empirismo inmediato para definir y describir su noción de la experiencia.

El término leyes empíricas se aplica a aquellos principios que expresan las relaciones que, según se aprecia, existen entre los fenómenos, sin que impliquen la explicación o causa de los fenómenos mismos.


Escolasticismo. 

Movimiento filosófico y teológico que intentó utilizar la razón natural humana, en particular la filosofía y la ciencia de Aristóteles, para comprender el contenido sobrenatural de la revelación cristiana. Principal corriente en las escuelas y universidades de Europa durante la edad media (especialmente desde mediados del siglo XI hasta mediados del siglo XV), su ideal último fue integrar en un sistema ordenado el saber natural de Grecia y Roma y el saber religioso del cristianismo. El término “escolástica” también se utiliza, en un sentido más amplio, para expresar el espíritu y métodos característicos de ese momento de la historia de la filosofía occidental o cualquier otro espíritu o actitud similar hacia el saber de otras épocas. En su origen “escolástico” designaba a los maestros de las escuelas monásticas o catedralicias medievales, de las que surgieron las universidades, pero acabó por aplicarse a cualquiera que enseñara filosofía o teología en dichas escuelas o universidades.

Características. 
Los pensadores escolásticos sostuvieron una amplia variedad de ideas tanto en filosofía como en teología. La unidad de todo el movimiento provino de una serie de metas, actitudes y métodos aceptados de un modo general por todos sus miembros. Su principal preocupación no fue conocer nuevos hechos sino integrar el conocimiento ya adquirido de forma separada por el razonamiento de la filosofía griega y la revelación cristiana. Este interés es una de las diferencias más características entre la escolástica y el pensamiento moderno desde el renacimiento.

El objetivo esencial de los escolásticos determinó algunas actitudes comunes, de las que la más importante fue su convicción de la armonía fundamental entre razón y revelación. Los escolásticos afirmaban que el mismo Dios era la fuente de ambos tipos de conocimiento y la verdad era uno de Sus principales atributos. No podía contradecirse a Sí mismo en estos dos caminos de expresión. Cualquier oposición aparente entre revelación y razón podía deberse o a un uso incorrecto de la razón o a una errónea interpretación de las palabras de la revelación. Como los escolásticos creían que la revelación era la enseñanza directa de Dios, ésta tenía para ellos un mayor grado de verdad y certeza que la razón natural. En los conflictos entre fe religiosa y razonamiento filosófico, la fe actuaba siempre como árbitro supremo y la decisión de los teólogos prevalecía sobre la de los filósofos. Desde inicios del s. XIII, el pensamiento escolástico puso mayor énfasis en la independencia de la filosofía en su ámbito propio. A pesar de todo, la filosofía estuvo al servicio de la teología, subordinada porque los teólogos utilizaban la filosofía para comprender y explicar la revelación. Esta postura escolástica chocó con la “teoría de la doble verdad” del filósofo y físico hispanoárabe Averroes. Su teoría mantenía que la verdad era accesible tanto a la teología como a la filosofía pero que tan sólo esta última podía alcanzarla en su totalidad. Por lo tanto, las llamadas verdades de la teología servían, para la gente común, de expresiones imaginativas imperfectas de la verdad auténtica, sólo accesible por la filosofía. Averroes sostenía que la verdad filosófica podía incluso contradecir, al menos de una forma verbal, las enseñanzas de la teología.

Como resultado de su creencia en la armonía entre fe y razón, los escolásticos intentaron determinar el ámbito preciso y las competencias de cada una de las facultades. Muchos de ellos,  como san Anselmo  primeros escolásticos, como el teólogo italiano san Anselmo, no lo consiguieron y estuvieron convén-cidos de que la razón podía probar algunas doctrinas procedentes de la revelación divina. Más tarde, en el momento de esplendor de la escolás-tica, el también italiano santo Tomás de Aquino estableció un equilibrio entre razón y revelación. Sin embargo, los escolásticos posteriores a santo Tomás, empezando por el teólogo y filósofo escocés Juan Duns Escoto, limitaron cada vez más el campo de las verdades capaces de ser probadas a través de la razón e insistieron en que muchas doctrinas anteriores que se pensaba habían sido probadas por la filosofía tenían que ser aceptadas sobre la base única de la fe. Una de las razones de esta limitación fue que los escolásticos aplicaron los requisitos para la demostración científica, recogidos al principio en el Organon de Aristóteles, de una manera mucho más rigurosa que lo había hecho cualquiera de los filósofos anteriores. Esos requisitos eran tan estrictos que el propio Aristóteles rara vez fue capaz de aplicarlos en detalle más allá del campo de las matemáticas.

Esta tendencia desembocó de forma teórica en la pérdida de confianza en la razón natural humana y en la filosofía, y así lo asumieron los primeros reformadores religiosos protestantes, como Lutero. 

Los escolásticos se sometieron a las autoridades, tanto en filosofía como en teología. Estas eran los grandes maestros del pensamiento de Grecia y Roma y los primeros padres de la Iglesia. Los escolásticos medievales se impusieron a sí mismos pensar y escribir mediante el estudio único e intensivo de los autores clásicos, a cuya cultura y saber atribuían certezas inmutables. Tras alcanzar su plena madurez de pensamiento y producir los primeros trabajos originales de filosofía, siguieron citando a las autoridades para dar peso a sus propias opiniones, aunque a estas últimas llegaban en muchos casos de manera independiente. Críticas posteriores concluyeron de esta práctica que los escolásticos eran meros compiladores o repetidores de sus maestros. En realidad, los escolásticos maduros, como santo Tomás de Aquino o Juan Duns Escoto, fueron muy flexibles e independientes en su utilización de los textos de los clásicos; a menudo con el fin de armonizar los textos con sus propias posiciones, ofrecieron interpretaciones que eran difícilmente conciliables con las intenciones y motivos inspiradores en los clásicos. El recurso a la cita de éstos fue, en muchos casos, poco más que un ornamento estilístico para empezar o finalizar la exposición de las propias opiniones e intentaba demostrar que las ideas del exegeta eran continuidad del pasado y no simples novedades. La novedad y la originalidad de pensamiento no eran perseguidas de forma deliberada por ninguno de los escolásticos, sino más bien minimizadas lo más posible.

Los escolásticos consideraron a Aristóteles la máxima autoridad filosófica, llamándole de modo habitual El Filósofo. Algunos de los más grandes escolásticos, entre ellos santo Tomás, conocieron sus obras a través de traducciones latinas realizadas en la península Ibérica. El pensamiento del teólogo cristiano san Agustín de Hipona fue su principal referente teológico, tan sólo subordinado a la Biblia y a los concilios ecuménicos de la Iglesia. Los escolásticos se adhirieron con mayor intensidad y sin ninguna crítica a las doctrinas emitidas por la jerarquía eclesiástica al admitir las opiniones de Aristóteles en materia de ciencias empíricas, como la física, la astronomía y la biología. Su aceptación sin crítica debilitó a la escolástica y fue una de las principales razones de su desdeñoso rechazo por parte de los investigadores y sabios del renacimiento y tiempos posteriores.

Métodos

Uno de los principales métodos de la escolástica fue el uso de la lógica y del vocabulario filosófico de Aristóteles en la enseñanza, la demostración y la discusión. Otro importante método fue enseñar un texto por medio de un comentario de alguna autoridad aceptada. En filosofía, esa autoridad era atribuida de un modo casi mecánico y procedimental a Aristóteles. En teología, los textos principales fueron la Biblia y el Sententiarum libri quatuor (Cuatro libros de sentencias) del teólogo y prelado italiano del siglo XII Pedro Lombardo, una recopilación de las opiniones de los primeros padres de la Iglesia sobre problemas de teología. Los primeros escolásticos empezaron asumiendo como ortodoxia intelectual el contenido de los textos que estaban comentando. Poco a poco, conforme la práctica de la lectura fue desarrollando su propio poder de crítica, introdujeron muchos comentarios suplementarios sobre algunos puntos que el propio texto no cubría o no había resuelto de forma adecuada. A partir del siglo XIII, esos comentarios suplementarios, que expresaban el pensamiento personal de los maestros, se convirtieron en la parte más amplia y trascendente de los textos, resultando así que la explicación literal del texto era reducida a un simple pasaje de cada exégesis.

Además de los comentarios, fue importante la técnica de la discusión por medio del debate público. Cada profesor de una universidad medieval debía comparecer varias veces al año ante el cuerpo docente y los alumnos, reunidos en asamblea, en un debate para defender los puntos cruciales de sus propias enseñanzas frente a todo aquel que las pusiera en duda. Las ideas de la lógica aristotélica se empleaban tanto en la defensa como en el ataque. En el siglo XIII el debate público se convirtió en un instrumento educativo flexible para estimular, probar y comunicar el progreso del pensamiento en la filosofía y en la teología. Desde mediados del siglo XIV, sin embargo, la vitalidad del debate público decayó y se convirtió en un rígido formalismo. Los participantes se sentían menos interesados en el contenido real que en pequeños puntos de la lógica y nimias sutilezas del pensamiento. Este tipo degradado de debate influyó mucho en la ulterior mala reputación de la escolástica y determinó que muchos pensadores modernos lo consideraran un mero mecanismo lógico pedante y artificial.

Principales filósofos.

Autores más representativos de la 1ª escolástica  (s. IX al XII) san Anselmo; el filósofo y teólogo Pedro Abelardo; y Roscelino de Compiègne, considerado fundador del nominalismo, Por lo que se refiere a pensadores judíos del mismo periodo, el filósofo y físico Maimónides intentó armonizar la filosofía aristotélica con la revelación divina del judaísmo, amparado por un espíritu similar al de los escolásticos cristianos. La alta escolástica conoció su edad de oro durante el siglo XIII, cuando aparecieron algunas de las más insignes figuras del movimiento: santo Tomás de Aquino, autor de la obra cumbre del escolasticismo, la monumental Summa Theologiae (1265-1273); el filósofo y teólogo alemán san Alberto Magno, miembro, al igual que santo Tomás, de la Orden de Predicadores; el monje y filósofo inglés Roger Bacon; el religioso y teólogo italiano san Buenaventura; Juan Duns Escoto (franciscano como los dos anteriores); y el teólogo flamenco Enrique de Gante. El nominalismo se convirtió en la escuela filosófica dominante del siglo XIV, cuando la escolástica empezó a declinar.

El nominalista más importante fue el filósofo inglés Guillermo de Ockham, un gran lógico que atacó todos los sistemas filosóficos de los escolásticos precedentes para mantener, en cambio, que la razón humana y la filosofía natural tenían un campo de acción mucho más limitado del que sus antecesores habían establecido.

El escolasticismo conoció un renacer brillante (aunque breve) durante el s. XVI, especialmente entre los dominicos y los jesuitas. Fue importante en España, donde estuvo ligado a las figuras de Francisco de Vitoria y Francisco Suárez. Un resurgir más general fue potenciado por el papa León XIII tras la publicación de la encíclica Aeterni patris (1879), en la que consideraba necesario reconsiderar, a la luz de las necesidades modernas, los grandes sistemas escolásticos del s. XIII, sobre todo el tomismo, y reformular estas doctrinas a partir de las verdaderas contribuciones del pensamiento moderno. Este renacimiento esco-lástico, denominado neoescolasticismo, término por consolidarse como una de las principales corrientes del pensamiento contemporáneo. Principales exponentes del neoescolasticismo fueron el cardenal belga Désiré Joseph Mercier y los franceses Jacques Maritain y Étienne Gilson.


Escuela de Cambridge.

Escuela de filósofos cristianos ingleses de finales del s. XVII, centrada en torno a la U. de Cambridge. Procedían de un grupo denominado los latitudinarios; se significaban contra el calvinismo, basaban sus doctrinas en las enseñanzas de Platón, y en el fondo eran los teólogos liberales de su tiempo. Primaban más la moralidad que el dogma y trataban de reconciliar lo fundamental de la ética cristiana con la nueva racionalidad filosófica, científica y humanista del renacimiento. Aunque su sustrato ideológico era el puritanismo, rechazaban la puritana separación estricta entre teología y moral. La escuela fue en esencia contraria a las doctrinas del filósofo inglés Thomas Hobbes, que basaba su doctrina en los sentidos ignorando los postulados morales y religiosos de la naturaleza humana. La amplitud de su liberalismo acarreó problemas a los Platónicos de Cambridge, que fueron acusados de ateísmo y de vivir en el límite de la ley. Los dos representantes más conocidos de la escuela fueron los filósofos ingleses Ralph Cudworth y Henry More.

Escuela de Frankfurt

Movimiento filosófico y sociológico fundado en 1923 y asociado al Instituto de Investigación Social de la U. de Frankfurt. Su portavoz Max Horkheimer, sería nombrado director del Instituto y expuso la ‘teoría crítica’ en la obra publicada en 1968 Teoría crítica). La escuela era de inspiración marxista aunque también admitía otras formas de liberación como el psicoanálisis. Sostenían que el marxismo, al igual que cualquier otra doctrina, debía someterse a la crítica. Argu-mentaban que la sociedad moderna está aquejada de enfermedades que sólo pueden curarse con una transformación radical de la teoría y la práctica, y que la tecnología constituye una de esas enfermedades y no es una solución, como había supuesto Marx. Asimismo, mantenían que la revolución proletaria que habría de liberar a la humanidad no es inevitable y que el pensamiento teórico no es del todo independiente de las fuerzas sociales y económicas.

La función de la ‘teoría crítica’ era analizar detalladamente los orígenes de las teorías en los procesos sociales, sin aceptarlas de inmediato como hacían empiristas y positivistas, ya que ello sería aceptar implícitamente procesos y condi-ciones de los que el hombre ha de emanciparse.

Afirmaban que las ciencias no están libres de valores, sino que conllevan supuestos implícitos cuya condición de valor está oculta por su evidente obviedad. Estos juicios de valor, como la conveniencia de dominar la naturaleza mediante la tecnología, deben ‘desenmascararse’ y exponerse a la crítica.

En 1930 Theodor Adorno se asoció al Instituto. Era un hombre de inteligencia excepcional y muy versátil, experto en música, así como en filosofía y sociología. Su amigo Walter Benjamin también colaboró y en 1933 se asoció Herbert Marcuse, discípulo de Martin Heidegger. Al año siguiente los nazis cerraron el Instituto por sus tendencias comunistas y la ascendencia judía de la mayoría de sus miembros, muchos de los cuales se exiliaron, entre ellos Horkheimer, Adorno y Marcuse.

El Instituto volvió a abrir sus puertas en Nueva York con el nombre de Nueva Escuela de Investigación Social. En esa época aparecieron publicadas diversas obras: Razón y revolución (1941), interpretación hegeliana de Karl Marx escrita por Marcuse, La dialéctica de las Luces (1947) de Adorno y Horkheimer, Minima Moralia (1951) de Adorno y La personalidad autoritaria, obra sobre psicología empírica de Adorno y otros autores.

El Instituto retornó a Frankfurt a comienzos de la década de 1950 junto con Horkheimer y Adorno, que fue su director entre 1958 y 1969. Marcuse y los demás miembros permanecieron en Estados Unidos.

El miembro más destacado de la escuela en los últimos años ha sido Jürgen Habermas. En su Teoría y práctica (1963) y Conocimiento e interés (1968) apoya los puntos de vista de Adorno y Horkheimer de que las ciencias engloban presupuestos e intereses ideológicos y que la razón del progresismo ha pasado a ser un medio de opresión.

En su Teoría de la acción comunicativa (1981) aboga por un ideal de comunicación que englobe a todos los seres racionales y que esté totalmente libre de la dominación y el interés.

Estructuralismo.

Movimiento europeo en el área de las humanidades que emergió en Francia a mediados de la década de 1950 y en el que el lenguaje desempeña una función clave.

El estructuralismo tiene sus raíces en la lingüística de Ferdinand de Saussure, cuya principal propuesta es que “el lenguaje no es ni una forma ni una sustancia”. Su nacimiento real tuvo lugar en 1955, cuando el filósofo Claude Lévi-Strauss (influido por Saussure y por antropólogos y lingüistas estado-unidenses y los formalistas rusos) publicó un artículo: El estudio estructural del mito: Un mito, donde afirmaba que el mito “como el resto del lenguaje, está formado por unidades constituyentes” que deben ser identificadas, aisladas y relacionadas con una amplia red de significados.

Así pues, los fenómenos culturales pueden considerarse como producto de un sistema de significación que se define sólo en relación con otros elementos dentro del sistema, como si fuera el propio sistema quien dictase los significados. Todo código de significación es arbitrario, pero resulta imposible aprehender la realidad sin un código. El estructuralismo se propone identificar y definir las reglas y limitaciones en el seno de las cuales, y en virtud de las cuales, el significado es generado y comunicado. Este método, que se define como inmanente porque no mira en el exterior para explicar los fenómenos culturales, elimina la búsqueda de autenticidad allí donde, por ejemplo, se encuentran diferentes versiones de un mito: el análisis estructural toma en consideración todas las variantes halladas en el estudio de un fenómeno determinado. Otra función del método es la de interpretar el funcionamiento de la mente, tanto en las culturas primitivas como en las culturas científicas, como un todo estructuralmente idéntico: la teoría kantiana de los procesos de pensamiento queda así demostrada a posteriori por la investigación antropológica. El estructu-ralismo se ha aplicado a sociología, crítica literaria y filosofía, revelándose extraordinariamente útil en el estudio de la narrativa, pero ha sido criticado por su devaluación de la autonomía individual y su aparente desprecio de la historia.

Teóricos estructuralistas: Roland Barthes, Michel Foucault, Jacques Lacan, Jacques Derrida.

Existencialismo.

Movimiento filosófico que resalta el papel crucial de la existencia, de la libertad y de la elección individual,  que gozó de gran influencia en distintos pensadores y escritores de los s. XIX y XX.

Temas principales.

La diversidad de posiciones que se asocian al existencialismo, dificulta definirlo con precisión. Se pueden identificar, sin embargo, algunos temas comunes en todos los autores existencialistas. El término en sí mismo sugiere uno principal: el énfasis puesto en la existencia individual concreta y, en consecuencia, en la subjetividad, la libertad individual y los conflictos de la elección.

Individualismo moral.

Muchos filósofos desde Platón han mantenido que el bien ético más elevado es el mismo para todos: en la medida en que uno se acerca a la perfección moral, se parece a los demás individuos perfectos en el plano moral. El filósofo danés del siglo XIX Søren Kierkegaard, el primer escritor que se calificó de existencialista, reaccionó contra esta tradición al insistir en que el bien más elevado para el individuo es encontrar su propia y única vocación. Como escribió en su diario: “Tengo que encontrar una verdad que sea verdadera para mí... la idea por la que pueda vivir o morir”. Otros escritores existencialistas se han hecho eco de la creencia de Kierkegaard de que el individuo ha de elegir el camino propio sin la ayuda de modelos universales y objetivos. En contra de la idea tradicional de que la elección moral implica un juicio objetivo sobre el bien y el mal, los existencialistas han afirmado que no se puede encontrar ninguna base objetiva, racional, para defender las decisiones morales. También durante el siglo XIX, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche sostuvo que el individuo tiene que decidir qué situaciones deben ser consideradas como morales.

Subjetividad.

Los existencialistas han seguido a Kierkegaard al resaltar la importancia de la acción individual apasionada al decidir sobre la moral y la verdad. Han insistido, por tanto, en que la experiencia personal y la actuación según las propias convicciones constituyen los factores esenciales para llegar a la verdad. Así, la comprensión de una situación por parte de alguien que está compro-metido en esa situación es más elevada que la del observador indiferente, objetivo. Este énfasis puesto en la perspectiva del agente individual ha hecho que los existencialistas sean suspicaces  respecto al razonamiento sistemático. Kierkegaard, Nietzsche y otros fueron, de un modo intencionado, no sistemáticos en la exposición de sus filosofías y prefirieron expresarse mediante aforismos, diálogos, parábolas y otras formas literarias. A pesar de su posición antirracionalista de partida, no se puede decir que los existencialistas fueran irracionales en el sentido de negar toda validez al pensamiento racional. Han mantenido que la claridad racional es deseable allí donde sea posible, pero que las materias más importantes de la vida no son accesibles a la razón o a la ciencia. Además, han sostenido que incluso la ciencia no es tan racional como se supone. Nietzsche, afirmó que la visión científica de un Universo ordenado es para la mayoría una ficción práctica, una entelequia.

Elección y compromiso.

Uno de los temas más destacados en la filosofía existencialista es el de la elección. La primera característica del ser humano, según la mayoría de los existencialistas, es la libertad para elegir. Mantienen que los seres humanos no tienen una naturaleza inmutable, o esencia, como tienen otros animales o plantas; cada ser humano hace elecciones que conforman su propia naturaleza. Según la formulación de Sartre, la existencia precede a la esencia. La elección es, por lo tanto, fundamental en la existencia humana y es ineludible; incluso la negativa a elegir implica ya una elección. La libertad de elección conlleva compromiso y responsabilidad. Los existencialistas han expuesto que, como los individuos son libres de escoger su propio camino, tienen que aceptar el riesgo y la responsabilidad de seguir su compro-miso dondequiera que éste les lleve.

Temor y angustia

Kierkegaard mantenía que es crucial para el espíritu reconocer que uno tiene miedo no sólo de objetos específicos sino también un sentimiento de aprehensión general, que llamó “temor”. Lo interpretó como la forma que tenía Dios de pedir a cada individuo un compromiso para adoptar un tipo de vida personal válido. El concepto de angustia posee un papel decisivo y similar en las obras del filósofo alemán Martin Heidegger; la angustia lleva a la confrontación del individuo con la nada y con la imposibilidad de encontrar una justificación última para la elección que la persona tiene que hacer. En la filosofía de Sartre, la palabra “náusea” se utiliza para el reconocimiento que realiza el individuo de la contingencia del Universo, y el término “angustia” para el reconocimiento de la libertad total de elección a la que hace frente el hombre en cada momento.

Historia

El existencialismo es un movimiento filosófico y literario de los s. XIX y XX, pero se pueden encontrar elementos existencialistas en el pensamiento (y vida) de Sócrates, y en la obra de  filósofos y escritores anteriores a la edad contemporánea.

Blaise Pascal

Filósofo francés del s. XVII fue el primer pensador que anticipó las principales inquietudes del existencialismo moderno. Rechazó el vigoroso racionalismo de Descartes y, en sus Pensamientos sobre la religión y sobre otros temas (1670), afirmó que una filosofía sistemática que se considera capaz de explicar a Dios y la humanidad representa una forma de orgullo. Al igual que los escritores existencialistas posteriores, contempló la vida humana en términos de paradojas: la personalidad humana, que combina mente y cuerpo, es en sí misma paradoja y contradicción.

Søren Kierkegaard

Considerado como el fundador del existencialismo moderno, reaccionó contra el idealismo absoluto y sistemático de Hegel, que afirmó haber encontrado un entendimiento racional total de la humanidad y de la historia. Kierkegaard, por el contrario, resaltó la ambigüedad y lo absurdo de la situación humana.

La respuesta individual a esta situación tiene que ser vivir una existencia comprometida por completo, y este compromiso sólo puede ser entendido por el individuo que lo asume. El individuo, por lo tanto, tiene que estar siempre dispuesto para desafiar las normas de la sociedad en nombre de la mayor autoridad de un tipo de vida auténtica en el orden personal. Kierkegaard abogó por un “cambio de fe” en el modo de vida cristiano que, aunque incomprensible y lleno de riesgos, era el único compromiso que, según creía, podía salvar al individuo de la desesperación.

Friedrich Nietzsche

Sin conocer el trabajo de Kierkegaard, Nietzsche transformó el pensamiento existencialista a través  de su crítica de las tradicionales suposiciones metafísicas y morales, y su adopción del pesimismo trágico y de la voluntad individual afirmadora de la vida que la opone a la conformidad moral de la mayoría. En oposición a Kierkegaard, cuyo ataque a la moral convencional le llevó a defender un cristianismo radical e independiente, Nietzsche afirmó en La gaya ciencia  que “Dios está muerto” y rechazó toda la tradición moral judeocristiana en favor de los heroicos ideales paganos.

Martin Heidegger

Al igual que Pascal y Kierkegaard, reaccionó contra el intento de fundamentar la filosofía sobre una base conclusiva racionalista, en este caso la fenomenología del filósofo alemán Edmund Husserl. Heidegger, autor de una de las obras más representativas del existencialismo, El ser y el tiempo (1927), afirmó que la humanidad se encuentra en un mundo incomprensible e indiferente. Los seres humanos no pueden esperar comprender por qué están aquí; en su lugar, cada individuo ha de elegir una meta y seguirla con apasionada convicción, consciente de la certidumbre de la muerte y del sinsentido último de la vida propia. Heidegger contribuyó al pensamiento existencialista al poner el énfasis en el ser y la ontología tanto como en el lenguaje.

Jean Paul Sartre

Sartre, que utilizó el término existencialismo para definir y calificar su propia filosofía, se convirtió en el gran difusor del movimiento a escala internacional una vez finalizada la II Guerra Mundial. El pensamiento de Sartre, impregnado de ateísmo y pesimismo de una forma explícita, argumentaba que los seres humanos necesitan una base racional para sus vidas pero son incapaces de conseguirla y, por ello, su existencia es “pasión inútil”. No obstante, insistió en que el existencialismo es una forma de humanismo y resaltó la libertad, la elección y la responsabilidad humana. Con gran refinamiento literario, intentó reconciliar esos conceptos existencialistas con un análisis marxista de la sociedad y de la historia. Sartre fue autor de otra de las obras claves en la historia del existencialismo, El ser y la nada (1943).


Existencialismo y teología

A pesar de que el pensamiento existencialista  engloba el ateísmo absoluto de Nietzsche y Sartre y el agnosticismo de Heidegger, su origen en las meditaciones religiosas de Pascal y Kierkegaard hizo presagiar su gran influencia en la teología del siglo XX. El filósofo alemán Karl Jaspers, aunque rechazó las doctrinas religiosas ortodoxas, influyó en la teología moderna con su preocupación por la trascendencia y los límites de la experiencia humana. Los teólogos protestantes alemanes Paul Johannes Tillich y Rudolf Bultmann, el teólogo católico francés Gabriel Marcel, el filósofo ruso Nikolái Alexándrovich Berdiáiev y el filósofo judío Martin Buber heredaron muchas de las inquietudes de Kierkegaard, en particular respecto a la creencia de que un sentido personal de la autenticidad y del compromiso resulta esencial para la fe religiosa.

Existencialismo y Literatura

Algunos filósofos existencialistas hallaron en la literatura el camino idóneo para transmitir su pensamiento. Así, el existencialismo ha sido un movimiento tan vital y amplio en literatura como en filosofía. El novelista ruso del siglo XIX Fiódor Dostoievski es quizá el mayor representante de la literatura existencialista. En Memorias del subsuelo (1864), el enajenado antihéroe está enfadado ante las pretensiones optimistas del humanismo racionalista. La idea de la naturaleza humana que surge en esta y en otras novelas de Dostoievski consiste en que es imprevisible, perversa y autodestructiva; sólo el amor cristiano puede salvar a la humanidad de sí misma, pero ese amor no puede ser entendido desde la sensibilidad filosófica. Como dice el personaje de Aliosha en Los hermanos Karamazov (1879-1880): “tenemos que amar la vida más que el significado de la misma”.

En el siglo XX, las novelas del escritor checo Franz Kafka, como El proceso (1925), El castillo (1926) y América (1927), presentan hombres aislados y enfrentados a burocracias inmensas, laberínticas y genocidas; los temas de Kafka de la angustia, la culpa y la soledad reflejan la influencia de Kierkegaard, Dostoievski y Nietzsche. También se puede apreciar la influencia de Nietzsche en las novelas del escritor francés André Malraux y en las obras de teatro de Sartre. Los escritos de Albert Camus están asociados a este movimiento debido a la importancia que en ellos tienen temas como el absurdo y la futilidad de la existencia, la indiferencia del Universo y la necesidad del compromiso en una causa justa. También se reflejan conflictos existencialistas en el teatro del absurdo, sobre todo en las obras de Samuel Beckett y Eugène Ionesco. En Estados Unidos, la influencia del existencialismo en la literatura ha sido más indirecta y difusa, pero se pueden encontrar trazas del pensamiento de Kierkegaard en las novelas de Walker Percy y John Updike, y temas existencia-listas en las obra de escritores como Norman Mailer, John Barth y Arthur Miller.

Fenomenología

Movimiento filosófico del siglo XX que describe las estructuras de la experiencia tal y como se presentan en la conciencia, sin recurrir a teoría, deducción o suposiciones procedentes de otras disciplinas tales como las ciencias naturales.

Edmund Husserl

El fundador de la fenomenología, el filósofo alemán Edmund Husserl, introdujo este término en su libro Ideas. Introducción general a la fenomenología pura . Los primeros seguidores de Husserl, como el filósofo alemán Max Scheler, influenciado por su libro anterior, Investigaciones lógicas  proclamaron que el cometido de la fenomenología es estudiar las esencias de las cosas y la de las emociones. Aunque Husserl nunca renunció a su interés por las esencias, con el tiempo mantendría que sólo las esencias de ciertas estructuras conscientes particulares constituyen el objeto propio de la fenomenología. Husserl, a partir de 1910, definió la fenomenología como el estudio de las estructuras de la conciencia que capacitan al conocimiento para referirse a los objetos fuera de sí misma. Este estudio requiere reflexión sobre los contenidos de la mente para excluir todo lo demás. Husserl llamó a este tipo de reflexión ‘reducción fenomenológica’.

Ya que la mente puede dirigirse hacia lo no existente tanto como hacia los objetos reales, Husserl advirtió que la reflexión fenomenológica no presupone que algo existe con carácter material; más bien equivale a “poner en paréntesis la existencia”, es decir, dejar de lado la cuestión de la existencia real del objeto contemplado.

Lo que Husserl comprobó cuando analizaba los contenidos de la mente fue una serie de actos como el recordar, desear y percibir, e incluso el contenido abstracto de esos actos, a los que Husserl llamó ‘significados’. Esos significados, proclamó, permitían a un acto ser dirigido hacia un objeto bajo una apariencia concreta, y afirmó que la direccionalidad, que él llamaba “intencionalidad”, era la esencia del conocimiento. La fenomenología trascendental, según Husserl, era el estudio de los componentes básicos de los significados que hacen posible la intencionalidad. Posteriormente, en Meditaciones cartesianas, introdujo la fenome-nología genética, a la que definió como el estudio de la formación de esos significados en el curso de la experiencia.

Martin Heidegger

Todos los fenomenólogos siguieron a Husserl en el intento de utilizar descripciones puras. Así, suscribieron la frase de Husserl que conducía a aprender “las cosas mismas”. Sin embargo, diferían entre sí tanto en lo referente a si la reducción fenomenológica puede ser llevada a cabo, como en lo tocante a lo que es evidente para el filósofo al dar una descripción pura de la experiencia.

Aunque Martin Heidegger, fue su crítico más brillante,  proclamó que la  fenomenología debe poner de manifiesto qué hay oculto en la experiencia común diaria. Así lo mostró en El ser y el tiempo  al describir lo que llamaba la ‘estructura de la cotidianidad’, o ‘ser en el mundo’, que pensó era  un  sistema       interrelacionado de aptitudes, papeles sociales, proyectos e intenciones.

El individuo, y, por extensión el ser humano, es lo que uno hace en el mundo, pues una reducción fenomenológica a la experiencia privada es imposible, y como la acción humana se compone de un dominio directo de los objetos, no es necesario situar una entidad especial mental, llamada significado, para explicar la intencionalidad.

Para Heidegger, la situación dentro del mundo entre las cosas en el momento de realizar proyectos es un tipo de intencionalidad más trascendente y fundamentadora que el manifestando sólo con mirar o pensar sobre los objetos, y es esta intencionalidad más fundamental la que hace posible la direccionalidad analizada por Husserl desde el saber científico.

Fenomenología francesa

El filósofo francés J. P. Sartre, uno de los principales representantes del existencialismo, trató de adaptar la fenomenología de Heidegger a la filosofía de la conciencia, recobrando de ese modo, las enseñanzas de Husserl. Coincidió con éste en que el conocimiento está siempre orientado hacia los objetos, pero criticó su afirmación de que tal direccionalidad fuera posible sólo por medio de entidades mentales muy particulares, llamadas significados. Otro filósofo francés, Maurice Merleau-Ponty rechazó la idea de Sartre de que la descripción fenomenológica revelara que los seres humanos son puros, aislados y con una conciencia libre. Recalcó el papel de un cuerpo activo y comprometido en todo el conocimiento humano, y por esta vía amplió las nociones de Heidegger destinadas a incluir en la fenomenología el análisis de la percepción. Como Heidegger y Sartre, Merleau-Ponty es un fenomenólogo existencial que niega la posibilidad de situar la experiencia del hombre entre paréntesis o en suspenso respecto a la conciencia del ser.

La fenomenología ha tenido influencia creciente  sobre el pensamiento del siglo XX. Se han desarrollado interpretaciones fenomenológicas de teología, sociología, psicología, psiquiatría y crítica literaria, y la fenomenología sigue siendo una de las escuelas más importantes de la filosofía actual.


Filosofía analítica

Movimiento filosófico surgido en el siglo XX, principalmente en el Reino Unido y en EU después de la II Guerra Mundial, que trata de aclarar el lenguaje y analizar los conceptos expresados en él. Ha recibido diversas denominaciones, como análisis lingüístico, empirismo lógico, positivismo lógico, análisis de Cambridge y filosofía de Oxford. Las dos últimas derivan de la especial influencia que tuvo en la U.  de Cambridge y en la U. de Oxford. Aunque el movimiento no acepta ninguna doctrina o teoría específica de forma unánime, los filósofos analíticos y del lenguaje están de acuerdo en que la actividad propia de la filosofía es aclarar el lenguaje o, como prefieren algunos de ellos, esclarecer conceptos. El objeto de su actividad es resolver los problemas filosóficos, los cuales, afirman, se originan en la confusión lingüística.

Enfoque

Existe una considerable diversidad de métodos entre los filósofos analíticos y del lenguaje en cuanto a la naturaleza del análisis conceptual o lingüístico. Algunos están interesados sobre todo en aclarar el significado de palabras o frases específicas como paso esencial para realizar afirmaciones filosóficas claras y precisas. Otros prefieren determinar las condiciones generales que deben darse para que una declaración lingüística tenga sentido; su propósito es establecer un criterio que diferencie entre las oraciones significativas y las absurdas. El interés de un tercer grupo radica en crear lenguajes formales, simbólicos, que respondan en su origen a una estructura matemática. Afirman que la solución a los problemas filosóficos puede encontrarse con mayor eficacia si son formulados en un lenguaje lógico riguroso. Por último, muchos filósofos asociados a este movimiento han optado por el análisis del lenguaje común. Las dificultades surgen cuando conceptos como tiempo y libertad, por ejemplo, son considerados al margen del contexto lingüístico en que suelen aparecer. Piensan que la clave para resolver numerosos problemas filosóficos se haya en prestar una cuidadosa atención al lenguaje común.

Antecedentes

El análisis lingüístico como método se remonta a la filosofía griega clásica. Algunos diálogos de Platón (de forma muy específica, Crátilo, dedicado al lenguaje) están destinados a aclarar términos y conceptos. Sin embargo, esta forma filosófica de reflexión cobró un énfasis renovado durante el siglo XX. Influidos por la tradición empírica británica (de John Locke, George Berkeley, David Hume y John Stuart Mill) y por los escritos del matemático y filósofo alemán Gottlob Frege, los pensadores ingleses George Edward Moore y Bertrand Russell se erigieron en fundadores del movimiento filosófico analítico. Compañeros en Cambridge, Moore y Russell rechazaron el idealismo hegeliano expuesto en la obra del metafísico inglés Francis Herbert Bradley, quien mantenía que nada es real por completo excepto lo absoluto. Su oposición al idealismo y su concepción de que la atención esmerada al lenguaje es crucial en la investigación filosófica, se convirtieron en las principales características de la filosofía anglosajona durante gran parte del siglo XX.

Para Moore, la filosofía fue el primer y más importante campo de análisis. La actividad del filósofo implica aclarar proposiciones o conceptos complejos a partir de otros más sencillos pero con los que guardan una relación de equivalencia. Una vez que esta labor ha sido completada, la verdad o falsedad de las afirmaciones sobre problemas filosóficos puede ser determinada de modo más adecuado. Moore fue célebre por sus minuciosos análisis de proposiciones filosóficas enigmáticas como “el tiempo es irreal”, que le ayudaron a determinar la verdad contenida en dichas afirmaciones.

Autor, junto a Alfred North Whitehead, de Principia Mathematica, Russell estuvo muy influido por la precisión de las matemáticas. A partir de ese fundamento, se interesó por el desarrollo de un lenguaje lógico ideal que reflejara de forma fiel la naturaleza del mundo. Las proposiciones complejas, mantenía Russell, pueden ser resueltas gracias a sus componentes simples, que llamaba “proposiciones atómicas”, últimos constituyentes del Universo. El enfoque metafísico basado en este análisis lógico del lenguaje y la insistencia en que las proposiciones significativas deben corresponderse con hechos constituyeron lo que Russell llamó “atomismo lógico”. Su interés por la estructura del lenguaje también le condujo a diferenciar entre la forma gramatical de una proposición y su forma lógica. Las afirmaciones Juan es bueno y Juan es alto tienen la misma forma gramatical pero diferente forma lógica. Si no se reconoce tal distinción se trataría la propiedad de la bondad como si fuera una característica de Juan del mismo modo que la propiedad altura. Tal error motivaría la confusión filosófica.

Wittgenstein y el positivismo lógico

La obra de Russell en el ámbito de las matemáticas atrajo a Cambridge al filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein, quien llegó a ser la figura principal del movimiento filosófico analítico y del lenguaje.

En su más importante trabajo, Tractatus logico-philosophicus, donde expuso su teoría del lenguaje, Wittgenstein razonaba que “toda filosofía es una crítica del lenguaje” y que “la filosofía aspira a la aclaración lógica de los pensamientos”. El resultado de los análisis de Wittgenstein recordaba el atomismo lógico de Russell.

El mundo, argumentaba, se compone de hechos simples, que son el objeto de representación del lenguaje. Para que éste sea significativo, las afirmaciones sobre el mundo deben ser reducibles a declaraciones lingüísticas que tengan una estructura similar a la de los hechos simples que representan. En este temprano análisis de Wittgenstein, las proposiciones que representan hechos (las proposiciones de la ciencia) son consideradas significativas de una forma objetiva. En cambio, las afirmaciones metafísicas, teológicas y éticas se juzgan como objetivam/ insignificantes.

Bajo la influencia de Russell, Wittgenstein, E. Mach, un grupo de filósofos y matemáticos inició en Viena durante la década del 20 el movimiento conocido como positivismo lógico. Encabezado por  Schlick  y  Carnap, el Círculo de Viena supuso uno de los capítulos más importantes en la historia de la analítica y del lenguaje. Según el positivismo lógico, la misión de la F es la aclaración del significado, no el descubrimiento de nuevos hechos (reservado a la ciencia) ni la elaboración de relaciones comprensivas de la realidad (objetivo erróneo de la metafísica tradicional).

El positivismo lógico dividió las afirmaciones         significativas en dos clases: proposiciones analíticas y proposiciones verificables de un modo empírico. Las proposiciones analíticas (entre las que se encuentran las proposiciones de la lógica y de las matemáticas) son afirmaciones de verdad o falsedad que dependen del conjunto del significado de los términos que constituyen la afirmación. Un ejemplo sería la proposición dos más dos igual a cuatro. La segunda clase de proposiciones significativas engloba las afirmaciones sobre el mundo que pueden ser verificadas, al menos en principio, por la experiencia sensible. En realidad, el significado de tales proposiciones se identifica con el método empírico de verificación. Esta teoría verificable del significado, concluía el positivismo lógico, demostraría que las afirmaciones científicas son objetivas y legítimas, mientras que las metafísicas, religiosas y éticas se encuentran vacías de significado. El positivismo lógico alcanzó gran popularidad en el Reino Unido a partir de la difusión de la principal obra de A. J. Ayer: Lenguaje, verdad y lógica. No obstante, la teoría positivista de verificación del significado estuvo sometida a intensas críticas por parte de filósofos como Karl R. Popper.

Con el paso del tiempo, esta teoría restringida del significado cedió paso a una comprensión más amplia de la naturaleza del lenguaje. Nuevamente Wittgenstein desempeñó un papel muy destacado. Refutando muchas de sus propias conclusiones expuestas en el Tractatus, inició una nueva línea de pensamiento que culminaría con la publicación, póstuma, de Investigaciones filosóficas (1953). En esta obra, Wittgenstein afirmó que si se presta la debida atención al modo en que el lenguaje se utiliza en el discurso común, queda probada la variedad y flexibilidad del lenguaje. Las proposiciones no se limitan tan sólo, pues, a representar hechos. Este reconocimiento le llevó al concepto de los juegos del lenguaje. El científico, el poeta y el teólogo, por ejemplo, están involucrados en diferentes juegos del lenguaje. Por otra parte, el significado de una proposición debe ser comprendido en su contexto, que es, en términos positivos, el conjunto de las reglas del juego del lenguaje, del cual esa proposición es una parte. La filosofía, concluía Wittgenstein, es un intento para resolver los problemas que se originan como resultado de la confusión lingüística, y la clave para la solución de tales problemas es el análisis del lenguaje común y del propio uso del lenguaje.

Evolución

Entre las contribuciones posteriores al movimiento filosófico analítico y del lenguaje se encuentran las obras de los pensadores británicos Gilbert Ryle, J.  L. Austin y P. F.  Strawson, y la del estadounidense W. van O. Quine. Según Ryle, la labor de la filosofía es reafirmar las “expresiones sistemáticamente erróneas” en formas que son más correctas en un orden lógico. Se interesó en concreto en las afirmaciones, formas gramaticales que presenta como objetos inexistentes. Por ejemplo, Ryle es famoso por sus análisis de lenguajes mentales donde erróneamente sugiere que la mente es una entidad del mismo carácter que el cuerpo. Austin mantenía que uno de los puntos de partida más fructíferos para la investigación filosófica es la atención a las muy sutiles distinciones trazadas en el lenguaje común. Su análisis del lenguaje le llevó a plantear una teoría general de los actos del discurso, que es una descripción de la variedad de actividades que un individuo puede estar representando cuando algo se significa. Strawson analizó las relaciones entre la lógica formal y el lenguaje común; la complejidad del último, razonaba, está representada de una forma inapropiada por la lógica formal. Al analizar el lenguaje común, se necesitan además de la lógica, otras herramientas analíticas. Quine discutía la relación entre lenguaje y metafísica. Argumentaba que los sistemas del lenguaje tienden a convertir a quienes los utilizan en partidarios de la existencia de ciertas opciones. Para Quine, la justificación para hablar de un modo en lugar de otro es una justificación por completo pragmática. En el ámbito hispanohablante, el estudio de la filosofía analítica ha sido relativamente reciente. Su desarrollo fue especialmente notable a partir de la década del ’70 gracias a los trabajos de José Ferrater Mora, Manuel Garrido Jiménez y Manuel Sacristán, entre otros.

El análisis del lenguaje como modo de pensamiento ha continuado siendo una dimensión significativa de la filosofía occidental contemporánea. Cierta división pervive entre quienes prefieren trabajar con la precisión y el rigor de los sistemas lógico- simbólicos y los que prefieren analizar el lenguaje común. Aunque pocos filósofos contemporáneos mantienen que todos los problemas filosóficos son lingüísticos, el enfoque que sigue siendo sostenido de una forma más amplia es aquél que presta mayor atención a la estructura lógica del lenguaje y a la utilización del lenguaje en los discursos cotidianos para resolver los problemas filosóficos.

Humanismo

Actitud que hace hincapié en la dignidad y el valor de la persona. Uno de sus principios básicos es que las personas son seres racionales que poseen en sí mismas capacidad para hallar la verdad y practicar el bien. El término H. se usa con gran frecuencia para describir el movimiento literario y cultural que se extendió por Europa durante los siglos XIV y XV. Este renacimiento de los estudios griegos y romanos subrayaba el valor que tiene lo clásico por sí mismo, más que por su importancia en el marco del cristianismo.

El movimiento humanista comenzó en Italia, donde los escritores de finales de la edad media Dante, Giovanni Boccaccio y Francesco de Petrarca contribuyeron en gran medida al descubrimiento y a la conservación de las obras clásicas. Los ideales humanistas fueron expresados con fuerza por otro estudioso italiano, Giovanni Pico della Mirandola, en su Oración, obra que trata sobre la dignidad del ser humano. El movimiento avanzó aún más por la influencia de los estudiosos bizantinos llegados a Roma después de la caída de Constantinopla a manos de los turcos en 1453, y por la creación de la Academia platónica en Florencia.

La recopilación y traducción de manuscritos clásicos se generalizó, de modo muy significativo entre el alto clero y la nobleza. La invención de la imprenta de tipos móviles, a mediados del s. XV, otorgó un nuevo impulso al humanismo mediante la difusión de ediciones de los clásicos. Aunque en Italia el humanismo se desarrolló sobre todo en campos como la literatura y el arte, en Europa central, donde fue introducido por los estudiosos Reuchlin y Melanchthon, el movimiento penetró en ámbitos como la teología y la educación, con lo que se convirtió en una de las principales causas subyacentes de la Reforma.

Uno de los estudiosos más importantes en la introducción del humanismo en Francia fue Erasmo de Rotterdam, que también desempeñó un papel principal en su difusión por Inglaterra. Allí, el humanismo fue divulgado en la U. de Oxford por W. Grocyn y T. Linacre, y en la U. de Cambridge por Erasmo y san Juan Fisher. Desde las Us extendió por toda la sociedad inglesa y allanó el camino para la edad de oro de la literatura y la cultura que llegaría con el periodo isabelino.

Idealismo

Teoría de la realidad y del conocimiento que atribuye un papel clave a la mente en la estructura del mundo percibido. A lo largo de la historia de la filosofía se pueden distinguir diferentes aplicaciones y definiciones. En su forma más radical y, muchas veces rechazada, es equivalente al solipsismo, un punto de vista que afirma que la realidad se deriva de la actividad de la propia mente y que nada existe fuera de uno mismo. Sin embargo, de una forma habitual, el idealista reconoce por completo el mundo externo o natural, y evita afirmar que éste puede reducirse al mero hecho de pensar. Para los idealistas, por otro lado, la mente actúa y es, de hecho, capaz de hacer existir cosas que de otro modo no serían posibles como la ley, la religión, el arte o las matemáticas y sus afirmaciones son más radicales al afirmar que los objetos percibidos por una persona se ven afectados hasta cierto punto por la actividad mental: si un estudio sobre el mundo real pretende ser científico es básico tener en cuenta este hecho.

Platón

Un remoto precursor del idealismo, postulaba la existencia de un universo de las ideas o formas que se reflejan de modo imperfecto como los diferentes objetos que se perciben en la experiencia común. Sostenía que estas formas o ideas no son sólo más inteligibles con claridad, sino también más reales que sus reflejos transitorios y en esencia ilusorios.

Berkeley y Kant

Clérigo y filósofo irlandés del siglo XVIII George Berkeley pensaba que todos los aspectos de aquello que una persona percibe son en realidad reducibles a las ideas presentes en su mente. El observador no hace que existan los objetos externos, sino que su idea cierta es introducida en la mente humana de modo directo por Dios. El filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant perfeccionó con gran intensidad el idealismo a través de su análisis crítico sobre los límites del conocimiento asequible para el ser humano. Kant sostenía que todo lo que se puede saber de las cosas es la forma en que se manifiesta su experiencia, no hay modo de averiguar lo que son en esencia en sí mismas. Sin embargo, también consideraba que los principios básicos de la ciencia se basan en la estructura de la mente más que en el mundo externo.

Hegel

El filósofo alemán del siglo XIX Georg Wilhelm Friedrich Hegel consideraba incorrecta la teoría de Kant que presenta como inevitable la ignorancia humana sobre la verdadera naturaleza de las cosas.

Hegel defendía la inteligibilidad última de todo lo que existe. También pensaba que los mayores logros del espíritu humano (la cultura, la ciencia, la religión y el Estado) no son resultado de procesos mentales determinados por una vía natural, sino que son concebidos y mantenidos por la dialéctica, la actividad del intelecto libre y reflexivo.

Otras variantes del pensamiento idealista pueden encontrarse en las obras de los alemanes del siglo XIX Johann Gottlieb Fichte y Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling, del inglés del siglo XIX Francis Herbert Bradley, de los estadounidenses del siglo XIX Charles Sanders Peirce y Josiah Royce y del filósofo italiano del siglo XX Benedetto Croce.

Materialismo

Doctrina según la cual toda existencia se puede reducir a materia o a un atributo o efecto de la materialidad. Según esta doctrina, la materia es la última realidad y el fenómeno de la conciencia se explica por cambios fisicoquímicos en el sistema nervioso. El materialismo es, por lo tanto, lo opuesto al idealismo, que afirma la supremacía de la mente y para el que la materia se caracteriza como un aspecto u objetivación de la mente.

De acuerdo con la teoría mente-materia del monismo, del metafísico británico W.  K. Clifford en su obra Elementos de dinámica, la materia y la mente son consustanciales, siendo la una un mero aspecto de la otra. El materialismo filosófico data de la antigüedad clásica y ha tenido numerosas formulaciones.

Los primeros pensadores griegos estuvieron de acuerdo con una variante del materialismo, conocida como hilozoísmo, según la cual la materia y la vida son idénticas. Relacionada con el hilozoísmo está la doctrina del hiloteísmo, que afirma que la materia es divina y niega la existencia de Dios al margen de sí misma. El atomismo de Demócrito retomado por Epicuro, entra dentro de esta corriente filosófica.

Materialismo cosmológico término que denomina  una interpretación materialista del universo, el Materialismo antirreligioso nace del espíritu de hostilidad hacia los dogmas teológicos de la religión organizada, en concreto los del cristianismo. Exponentes: Diderot, d'Holbach y Offroy de la Mettrie. De acuerdo con el materialismo histórico, formulado en los escritos de Marx, Engels y Lenin, en cada época histórica el sistema económico imperante determina las necesidades de la existencia, la forma de organización social y política, así como los aspectos éticos, religiosos, intelectuales y artísticos de cada época. En los tiempos modernos el materialismo filosófico estuvo muy influido por la doctrina de la evolución e incluso puede decirse que ha sido asimilado con la más amplia teoría de la evolución. Los evolucionistas trascienden el simple antiteísmo o ateísmo materialista y pretenden mostrar cómo las diversidades y las diferencias en el universo son el resultado de procesos naturales en oposición a los fenómenos sobrenaturales.

Mecanicismo.

Término que designa cualquier concepto según el cual el universo es explicable en términos de procesos mecánicos. Puesto que esos procesos mecánicos se entienden mejor a través de sus movimientos, el mecanicismo a menudo implica el intento por demostrar que el universo no es más que un vasto sistema en movimiento. En este sentido general, el mecanicismo es casi equivalente al materialismo. El término se emplea  como sinónimo de naturalismo (filosófico), doctrina según la cual los fenómenos de la naturaleza no están regulados por una inteligencia divina o supranatural sino explicados de forma exacta por las leyes mecánicas de la química y de la física. En este último sentido, el antónimo habitual de mecanicismo es teleología, a veces llamada finalismo, la naturaleza y la creación están ordenadas por un plan divino y cumplen unos fines marcados por la divinidad creadora.

Misticismo.

Un conocimiento inmediato, directo, intuitivo de Dios o de una realidad esencial, adquirido por medio de experiencias religiosas personales. Hay grandes variaciones tanto en la forma como en la intensidad de la experiencia mística. Sin embargo, la autenticidad de tal experiencia no depende de la forma, sino tan sólo del tipo de vida posterior a ella. La vida mística se caracteriza por un aumento de productividad, serenidad y alegría, mientras los aspectos interiores y exteriores armonizan en unión con lo divino. Se han elaborado complejas teorías filosóficas con el objetivo de explicar el fenómeno del misticismo, incluida su manifestación en algunos credos seculares en apariencia ateos.

Misticismo hindú. 

Quizá el hinduismo sea el que cuente con la más antigua tradición de misticismo. En la filosofía hindú, y de forma muy acusada en el sistema filosófico conocido como el Vedanta, el yo o atmán de una persona, se identifica con el supremo yo o brahman del universo. Se considera que la aparente separación e individualidad de seres y acontecimientos es una ilusión (en sánscrito, maya) o una convención de pensamiento y sentimiento. Se puede disipar esta ilusión logrando la identificación esencial de atmán y brahman. Cuando el religioso iniciado ha superado la ignorancia absoluta (en sánscrito, avidya), de la que depende la aparente posibilidad de separación entre sujeto y objeto, de yo y no yo, se llega a un estado místico de liberación, o moksha. La filosofía hindú del yoga incorpora quizá la más completa y rigurosa disciplina jamás diseñada para trascender el sentimiento de identidad personal y despejar el camino para una experiencia de unión con el yo divino. Por su tradición, el misticismo ha estado en la esfera de los sadhus, con meritorios extremos de ascetismo en el cumplimiento de sus devociones, como por ejemplo utilizar durante años una sola pierna o renunciar al vestido. Semejantes trabajos son considerados como un corolario de la batalla espiritual para conseguir la liberación mística.

Misticismo budista. 

Desarrollado al margen de las tradiciones hindúes, pero basado en conceptos hindúes, el budismo perpetúa la tendencia mística del hinduismo. El Buda histórico practicó yoga durante años antes de abandonarlo por un régimen más moderado, y el budismo en sí puede ser contemplado como un movimiento de reforma opuesto a los más severos excesos del misticismo hindú tradicional. Se puede considerar el budismo como una religión mística, puesto que su único objetivo es conseguir en todos cuantos lo practican una transcendencia mística en el estado de nirvana, ya sea su encarnación actual o en otra futura. El budismo no tiene clérigos seculares, lograr la iluminación a través del ejercicio espiritual y de una vida adecuada, despojándose de esta manera de la carga de karma que les mantiene en el mundo de la reencarnación perpetua.

Aunque todo budismo es místico por definición, algunas sectas lo son mucho más que otras. Esta circunstancia se debió en parte al tradicional énfasis budista en la transmisión de la doctrina en innumerables sutras y en una compleja metafísica, en tanto que la experiencia mística se aborda casi siempre para superar distinciones racionales y de lenguaje. La escuela de budismo zen, que apareció por primera vez en China en el s. VI d.C., en parte como resultado de la fecundación cruzada con el taoísmo, y extendida más tarde a Japón y a otros países, se centra en la realización inmediata de la vacuidad de las cosas por la destrucción de las estructuras conceptuales. El budismo esotérico, y de modo particular el tantra budista, desarrolló también una disciplina mística donde los maestros conducían a los discípulos a la iluminación a través de rigurosos ejercicios físicos y mentales, creación y contemplación de motivos místicos o mandalas, y comunicación de verdades secretas a través de gestos y posturas conocidos como mudras.

Misticismo chino

En China, el confucianismo, que presidió la vida en China casi desde sus comienzos hasta el siglo XX, es formalista y antimístico, aunque el taoísmo, como expuso su fundador tradicional, el filósofo chino Lao-tsé, tiene un marcado acento místico. El taoísmo subrayaba la relatividad y falibilidad de las distinciones racionales, desarrolladas por medio del pensamiento y del lenguaje, para comprender y controlar el mundo, y defendía su eliminación para restituir a la mente a una unidad indiferenciada del universo, un estado al que se denominó 'el bloque compacto'. Un experto taoísta logrará de esta forma armonía mística con la medida de las cosas, poseyendo un corazón, espejo que reflejará con espontaneidad el orden universal. El sabio taoísta Zhuangzi (siglo III a.C.) comparó semejante estado al de un nadador capaz de navegar por torrentes como un pez o al de un experto cocinero capaz de cortar un buey en trozos con absoluta seguridad. Por eso el taoísmo fundó monasterios organizados y una tradición de genuina contemplación mística, aunque al relacionarse con la primitiva ciencia química china produjo también alquimistas pseudomísticos, que buscaban los elixires de la inmortalidad en lugar de la unión con el Infinito.

Misticismo en la antigua Grecia

Las ideas filosóficas de la antigua Grecia fueron ante todo naturalistas y racionalistas, aunque un elemento del misticismo encontró expresión en el orfismo, los misterios de Eleusis y otros ritos. Un movimiento griego tardío, el neoplatonismo, basado en la filosofía de Platón, presenta también influencias de religiones misteriosas. Plotino fue quizá su mejor exponente, y su pensamiento ejerció una considerable influencia en el cristianismo primitivo. El misticismo del periodo precristiano quedó de manifiesto en los escritos del filósofo judeo-helénico Filón de Alejandría.

Misticismo islámico
El sufismo islámico adopta una forma de teísmo místico muy parecida a la del vedanta. Desarrollado en la temprana historia islámica, el sufismo se centra en la unión personal con Ala. A través de disciplinas ascéticas y contemplativas, los místicos sufíes buscan la unión directa con Dios lograda por el favor divino. El lenguaje extático de unión con Dios con el que los sufíes describen sus experiencias, y las doctrinas panteístas desarrolladas por algunos de ellos, han dado lugar

a acusaciones de heterodoxia. En el año 922 el sufí al-Hallaj fue ejecutado en Bagdad acusado de haber manifestado su identidad con Dios. Correspondió al filósofo del siglo X Algazel reconciliar sufismo con el islam ortodoxo. El sufismo encontró su expresión más memorable en las obras simbólicas de los poetas persas Mohammed Shams od-Din, más conocido como Hafiz, y Jalal ad-Din Muhammad Din ar-Rumi, así como en los escritos del persa Algazel.

Misticismo cristiano
San Pablo fue el primer gran místico cristiano. Los textos del Nuevo Testamento más conocidos por su marcado acento místico son las epístolas de Pablo y el Evangelio de Juan. Sin embargo, el misticismo cristiano como sistema procede del neoplatonismo a través de la obra de Dionisio el Areopagita, o de un filósofo posterior al que se conoce como Pseudo-Dionisio. El filósofo escolástico del siglo IX,  Escoto Eriúgena, tradujo las obras en griego de Pseudo-Dionisio al latín, introduciendo de este modo la teología mística del cristianismo oriental en la Europa occidental, donde se fusionó con el misticismo del prelado y teólogo cristiano primitivo san Agustín de Hipona.

En la Edad Media, el misticismo estuvo con mucha frecuencia asociado al monacato. Alguno de los más famosos místicos se encontraban entre los monjes, tanto de la Iglesia oriental como de la occidental, en particular a los hesiquiastas del monte Athos del siglo XIV en aquélla, y san Bernardo de Claraval, san Francisco de Asís y San Juan de la Cruz en ésta. El monasterio francés de Sainte Victoire, cerca de París, fue un centro importante de pensamiento místico durante el siglo XII. El conocido místico y filósofo escolástico san Buenaventura, fue discípulo de los monjes de Saint Victor. San Francisco, cuyo misticismo procedía del Nuevo Testamento sin referencia al neoplatonismo, permanece como una figura dominante en el misticismo moderno. Entre los místicos holandeses se hallan Jan van Ruysbroeck y G. Groote el Grande, este último religioso reformador y fundador de la orden conocida como los Hermanos de la Vida Común. La figura de J. Eckhart (s. XIII), mencionado como Maestro Eckhart, es considerada como el primer místico de la tradición alemán. Otros místicos  alemanes fueron Johannes Tauler y Heinrich Suso, seguidores de Eckhart y miembros de un grupo llamado los Amigos de Dios.

Uno sus miembros escribió la Teología alemana, que influyó en Martín Lutero. Entre sus prominentes figuras posteriores se incluye a Tomás de Kempis, conocido autor de la Imitación de Cristo. Otros importantes místicos cristianos hay un importante grupo de mujeres, sobre todo santa Hildegarda, santa Catalina de Siena y santa Teresa de Jesús. La mística francesa del siglo XVII Juana María Bouvier de la Motte Guyon introdujo en Francia la doctrina mística del quietismo.

Por su búsqueda de libertad espiritual, a veces a costa de fórmulas teológicas y disciplina eclesiástica, el misticismo podría haber contribuido al origen de la Reforma, aunque sin duda hubiera entrado en conflicto con las autoridades religiosas protestantes como lo hizo con las jerarquías católicas romanas. La Contrarreforma inspiró los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola.

El misticismo también tuvo su expresión en la teología de numerosas sectas protestantes y constituye una destacada característica entre los anabaptistas y los cuáqueros.

Misticismo  contemporáneo.

En el s. xx se ha experimentado un renacimiento del interés por el misticismo cristiano y no cristiano. En las tradiciones no cristianas, el comentarista más destacado sobre budismo zen ha sido el japonés Daisetzu Suzuki; sobre hinduismo, el filósofo indio Sarvepalli Radhakrisnan, y sobre el islam, el investigador británico R.A. Nicholson. La segunda mitad del siglo XX ha conocido un progresivo interés por el misticismo oriental. La tendencia mística en el judaísmo, que recibió un énfasis particular en los escritos de la Cábala de la edad media y en el movimiento del hasidismo del s. XVIII, fue descu- bierta de nuevo por el filósofo e investigador austriaco moderno Martin Buber. Son conocidos, como místicos modernos, la filósofa social francesa Simone Weil, el sacerdote y filósofo francés Pierre Teilhard de Chardin y el monje Thomas Merton.

Monismo(del griego, monos, ‘único’).

En la filosofía occidental, doctrina según la cual la realidad última está compuesta en su totalidad por una sustancia. Se opone así tanto al dualismo como al pluralismo. Se reconocen tres tipos básicos de monismo: monismo materialista, monismo idealista y la teoría mente-sustancia. Según la 1ª doctrina, todo en el universo, incluyendo en su ser el conjunto de los fenómenos mentales, se reduce a la categoría única de materia, como en los fundamentos del materialismo. En la 2ª doctrina, la materia se considera como una forma de la manifestación de la mente; y en la 3ª doctrina, la materia y la mente se consideran tan sólo aspectos de una y de la otra. Aunque las filosofías monistas ya se expusieron en la Grecia clásica, el término monismo es reciente en comparación con su origen remoto. Fue utilizado por primera vez por el filósofo alemán del siglo XVIII Christian von Wolff para designar los tipos de pensamiento filosófico en los que se sistematizaba una tentativa destinada a eliminar y superar la dicotomía entre cuerpo y alma. Aunque no resultara conocido por ese término, el filósofo holandés del siglo XVII Baruch Spinoza fue uno de los monistas más influyentes. Subrayó que tanto los fenómenos materiales como los espirituales son atributos de una materia subyacente. Su doctrina anticipó la teoría de la mente-sustancia.

Naturalismo. 

Movimiento que afirma que la naturaleza constituye el conjunto de la realidad y puede ser comprendida tan sólo a través de la investigación científica. Negando la existencia de lo supranatural y restándole importancia a la metafísica, o al estudio de la naturaleza última de la realidad, el naturalismo afirma que las relaciones de causa-efecto (como en física y en química) son suficientes para explicar todos los fenómenos. Las concepciones teológicas que sugieren intención y necesidad metafísica en la naturaleza, aunque no por ello deban ser invalidadas, no son tenidas en consideración. La implicación ética, ya que esta doctrina niega cualquier trascendencia o destino supranatural para la humanidad, es que los valores deben encontrarse dentro del ámbito social. Es imposible determinar, por tanto, qué es mejor en un contexto último, porque lo último está más allá del descubrimiento humano. Los valores, por tanto, son relativos y la ética se basa en costumbres, inclinaciones o en alguna forma de utilitarismo, doctrina según la cual lo útil es bueno.
El naturalismo está enraizado con el empirismo británico, según el cual todo conocimiento se deriva de la experiencia, y con el positivismo europeo, doctrina que niega validez a la especulación metafísica. Alcanzó su apogeo en las obras de los filósofos Jorge Ruiz de Santayana, John Dewey y sus seguidores.
Neoplatonismo
Doctrina neoplatónica
El neoplatonismo es una variante de monismo idealista para el que la realidad última del universo era lo Uno, perfecto, incognoscible e infinito. De este Uno emanan varios planos de realidad, siendo el nous (inteligencia pura) el más elevado. Del nous deriva el alma universal, cuya actividad creadora origina las almas inferiores de los seres humanos.
El alma universal se concibe como una imagen del nous, del mismo modo que el nous es una imagen de lo Uno; de esta forma, tanto el nous como el alma universal, a pesar de su diferenciación, son de la misma sustancia, es decir que son consustanciales con lo Uno.
El alma universal, no obstante, al constituirse como un puente entre el nous y el mundo material, tiene la opción de preservar su integridad e imagen de perfección o bien de ser sensual y corrupta por entero. La misma elección está abierta a cada una de las almas inferiores. Cuando, por la ignorancia de su verdadera naturaleza e identidad, el alma humana experimenta un falso sentido de distancia e independencia, se vuelve presumida de un modo manifiesto y cae en hábitos sensuales y depravados.
El neoplatonismo mantiene que la salvación de esa alma es posible gracias a la virtud de la libertad de la voluntad que le permitió elegir su camino de pecado. El alma debe invertir ese curso, trazando en sentido contrario los sucesivos pasos de su degeneración, hasta unirse otra vez con el origen de su ser. La reunión verdadera se consuma a través de una experiencia mística en la que el alma conoce un éxtasis total.
En un sentido doctrinal, el neoplatonismo se caracteriza por la oposición categórica que se plantea entre lo espiritual y lo carnal, elaborada a partir del dualismo platónico de idea y materia, oposición que se produce mediante la hipótesis metafísica de agentes mediadores, el nous y el alma universal, que transmiten el poder divino de lo Uno a todo, mediante una aversión al mundo de los sentidos, y por la necesidad de la liberación de una vida de sensaciones a través de una rigurosa disciplina ascética.
Historia. El neoplatonismo nació en Alejandría, Egipto, en el siglo II d.C. Su fundador y principal representante fue el filósofo Plotino, que nació en Egipto, estudió en Alejandría con el filósofo Ammono Saccas y, hacia el año 224, llevó la doctrina neoplatónica a Roma, donde creó una escuela. Su obra Enéadas, contiene una exposición amplia de la metafísica neoplatónica. Otros importantes pensadores neoplatónicos fueron los filósofos griegos de origen sirio Porfirio y Jámblico, y el filósofo y matemático griego Proclo.
Los elementos del ascetismo y de lo no mundano en el neoplatonismo interesaron mucho a los padres y doctores de la Iglesia cristiana. El prelado cristiano, san Agustín, en sus Confesiones, reconoció la contribución del neoplatonismo al cristianismo e indicó la profunda influencia ejercida por sus doctrinas en su propio pensamiento religioso. Aunque algunos teólogos y filósofos medievales, entre los que destaca el místico alemán Johannes Eckhart, estuvieron muy influenciados por el neoplatonismo, el dogmatismo católico condenó sus dogmas por no ser ortodoxos.
En el siglo XV, sin embargo, el neoplatonismo fue aceptado de manera más general. El filósofo especulativo católico alemán Nicolás de Cusa y otros místicos buscaron superar la duda en torno a las limitaciones del conocimiento mediante la adopción de la teoría de la intuición humana directa de Dios, una teoría próxima a la doctrina neoplatónica para la que el alma, en un estado de éxtasis, tiene la capacidad de trascender todas la limitaciones finitas.
Los humanistas del renacimiento italiano, en su reacción contra la antigua filosofía racionalista dominante de Aristóteles, se volvieron hacia la metafísica idealista de Platón, y de allí llegaron al neoplatonismo. Importante en esta confluencia fue el erudito italiano Marsilio Ficino, que, bajo el mecenazgo del noble florentino Cosme de Medici, tradujo y comentó las obras de Plotino, Porfirio y Jámblico. En el s. XVII, en Inglaterra, la escuela de Cambridge mostró marcadas afinidades con los filósofos neoplatónicos. Numerosos pensadores y escritores de los s. XIX y XX han estado influidos por el neoplatonismo; entre ellos importantes poetas románticos ingleses, como William Wordsworth, John Keats y Percy Bysshe Shelley.
Nihilismo
(del latín nihil, ‘nada’), término aplicado a diversas filosofías radicales, y por lo general dotado de carácter peyorativo por sus oponentes, con el propósito de denotar que quienes se adhieren a estas filosofías rechazan los valores positivos y no creen en nada.
El término se utilizó por primera vez para designar a los herejes cristianos durante la edad media. En Rusia se aplicó entre 1850 y 1860 a los jóvenes intelectuales que, bajo la influencia de las ideas occidentales, repudiaron el cristianismo, conside-raron a Rusia como una sociedad atrasada y opresiva, y abogaron por el cambio revolucionario. El nihilista de ficción más conocido es Bazarov, protagonista de la novela Padres e hijos (1862) de Iván Turguéniev.
Los conservadores rusos declararon que el nihilismo destruiría cualquier posibilidad de una existencia ordenada y determinada, y que era contrario por completo a las necesidades y deseos reales del ser humano, pero el novelista Nicolái Gavrílovich Chernishevski y otros radicales lo consideraron una fase necesaria en la transfor-mación progresiva de Rusia. Los populistas, que propugnaron durante la década de 1870 una revuelta campesina, y el movimiento: Libertad del Pueblo, algunos de cuyos miembros asesinaron al zar Alejandro II en 1881, se consideraron manifestaciones del nihilismo.
Nominalismo. (del latín, nominalis, ‘de o perteneciente a los nombres’), en la filosofía escolástica medieval, doctrina según la cual las abstracciones, conocidas como universales, carecen de una realidad esencial o sustantiva, pues tan sólo los objetos individuales tienen una existencia real. Estos universales (como animal, nación, belleza y círculo) eran considerados sólo nombres, de ahí el término nominalismo. Por ejemplo, el nombre círculo se aplica a cosas que son redondas y por lo tanto es una denominación general, pero no existe ninguna identidad concreta con una esencia separada de redondez que corresponda a ese nombre. La doctrina nominalista se opone a la teoría filosófica definida como realismo extremo, según la cual los conceptos universales tienen una existencia real e independiente anterior a, y aparte de, los objetos particulares.

El nominalismo evolucionó a partir de la tesis de Aristóteles de que toda realidad consiste en materias individuales; la teoría extrema del realismo fue enunciada por primera vez por Platón en su doctrina de las ideas universales arquetípicas. La controversia nominalismo-realismo se hizo ostensible sobre todo en los siglos XI y XII; la posición nominalista fue comentada por Roscelino, y la realista por Bernard de Chatres y Guillermo de Champeaux, defensores de la escolástica.
El problema entre nominalismo y realismo no era sólo filosófico sino también teológico, ya que Roscelino mantenía que la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), concebida en la teología tradicional de la Iglesia como constitutiva de una unidad de naturaleza divina, no puede ser entendida —de acuerdo con el método individualizador del nominalismo— sino como tres dioses distintos y separados, doctrina conocida como triteísmo. Por lo tanto la Iglesia se opuso tenazmente al nominalismo.
Las implicaciones para la ética tuvieron también un gran alcance. Si no hay una naturaleza común para todos los individuos, entonces no hay ley natural que gobierna a todo el mundo; los actos son buenos o malos en el orden moral sólo porque están dispuestos o prohibidos por Dios.
Una teoría intermedia entre el nominalismo y el realismo es la del conceptualismo, según la cual los universales, aunque no tienen una existencia real o en sustancia, sí existen como ideas o conceptos en la mente y son, por lo tanto, algo más que meros nombres. Otra teoría alternativa es el realismo moderado que sitúa los universales en la mente pero admite también un sustrato real en los objetos particulares.
La defensa del nominalismo asumida por el filósofo escolástico inglés del siglo XIV Guillermo de Ockham allanó el camino de algunas teorías nominalistas modernas como el instrumen-talismo, el pragmatismo, la semántica y el positivismo lógico.

Ocasionalismo. Término empleado para designar el sistema filosófico concebido por los seguidores del filósofo francés del s. XVII  Descartes, quien, en un intento por explicar la interrelación entre el alma y el cuerpo concluyó que Dios constituye el único principio causal. Los ocasionalistas suponían que algunas acciones o modificaciones del cuerpo están precedidas, acompañadas o seguidas por cambios en el alma. Esta supuesta relación no presenta dificultad para la concepción popular del cuerpo y el alma, según la cual se supone que cada entidad actúa de forma directa sobre la otra. Sin embargo, cuando estos filósofos sostienen que causa y efecto han de ser similares, no logran concebir la posibi-lidad de cualquier interacción mutua y directa entre sustancias tan distintas como cuerpo y alma.
De acuerdo con los ocasionalistas, la acción del alma no es, y no puede ser, causa de la correspondiente acción del cuerpo. Cada vez que se produce cualquier acción del alma, Dios produce por vía directa y a través de esta acción, y en virtud de ella, una respuesta correspondiente del cuerpo; el proceso contrario es también real. Esta explicación, sin embargo, no resuelve el problema de que si el alma no puede actuar sobre el cuerpo (Materia), entonces Dios, concebido como alma, no puede actuar sobre la materia. Desde otra perspectiva, si Dios está concebido como algo distinto al alma, no puede actuar entonces sobre el alma. Una solución a este problema fue aportada por representantes del empirismo radical como el filósofo y psicólogo estadounidense William James. Esta teoría echó por tierra el dualismo de los ocasionalistas al negar la diferencia fundamental entre alma y materia.
Positivismo. Sistema de filosofía basado en la experiencia y en el conocimiento empírico de los fenómenos naturales. En virtud de lo anterior, el positivismo considera a la metafísica y a la teología como sistemas de conocimientos imperfectos e inadecuados.
El término “positivismo” fue utilizado por primera vez por el filósofo francés Auguste Comte, autor de la obra que inauguró esta corriente de pensamiento, Curso de filosofía positiva (6 vols., 1830-1842). No obstante, algunos conceptos positivistas se remontan al filósofo británico David Hume, al francés Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon, y al alemán Immanuel Kant.
Comte eligió la palabra “positivismo” para señalar la realidad y tendencia constructiva que él reclamó para el aspecto teórico de su doctrina. En general, se interesó por la reorganización de la vida social para el bien de la humanidad a través del conocimiento científico y, por esta vía, del control de las fuerzas naturales. Los dos componentes principales del positivismo, la filosofía y el gobierno (o programa de conducta individual y social), fueron más tarde unificados por Comte en un todo bajo la concepción de una religión en la cual la humanidad era el objeto de culto. A pesar de ello, numerosos discípulos de Comte no aceptaron este desarrollo religioso de su pensamiento, porque parecía contradecir la filosofía positivista original. Muchas de las doctrinas de Comte fueron más tarde adaptadas y desarrolladas por los filósofos sociales británicos John Stuart Mill y Herbert Spencer, así como por el filósofo y físico austriaco Ernst Mach.
Positivismo lógico.  A principios del siglo XX, un grupo de filósofos interesados en la evolución de la ciencia moderna rechazó las tradicionales ideas positivistas (que consideraban que la base del verdadero conocimiento estaba en la experiencia personal) y resaltó la importancia de la comprobación científica y del empleo de la lógica formal.
De las teorías de estos pensadores (entre los que se encontraban el austriaco Ludwig Wittgenstein y los británicos Bertrand Russell y George Edward Moore) nació el denominado positivismo lógico. El Tractatus logico-philosophicus (1921), obra de Wittgenstein, resultó tener una influencia decisiva en el rechazo de las doctrinas metafísicas por su carencia de sentido y en la aceptación del empirismo como una materia de exigencia lógica.
En la actualidad, los filósofos positivistas prefieren denominarse a sí mismos empiristas lógicos, para disociarse de la importancia que dieron los primeros pensadores del positivismo lógico a la comprobación científica. Mantienen que el principio de verificación en sí mismo es inverificable en el campo filosófico. Sin embargo, autores tan representativos como Rudolf Carnap han propuesto nuevos sentidos del tradicional principio de verificación neopositivista.
Postestructuralismo. Rama contemporánea de la teoría de la crítica, especialmente desarrollada en Francia, que afecta a áreas tan diversas como el psicoanálisis, la historia, la filosofía y la teoría literaria. Su relación con el estructuralismo ha sido objeto de un intenso debate y podría definirse como derivado del estructuralismo o como su antítesis. Algunos críticos incluyen a estos teóricos en dos campos diferenciados, el estructuralista y el postestructuralista. El historiador francés Michel Foucault, por ejemplo, afirmó que no era estructuralista a pesar de haber escrito lo que muchos consideran modelo del análisis estructuralista, y otro tanto puede decirse del psicoanalista J. Lacan. A ambos se les califica también como postestructuralistas. Esta confusión aparente procede de concepciones divergentes sobre la naturaleza del estructuralismo. Si se le considera limitado a los planteamientos del antropólogo Claude Lévi-Strauss y a las primeras obras del crítico literario Roland Barthes, en cuyos textos se analizaban los mitos, las instituciones sociales y culturales en relación con los opuestos que engloban y que conforman su estructura, sin que ni sus autores ni sus participantes sean conscientes, entonces el postestructuralismo es algo muy diferente. El postestructuralismo trata de superar la tendencia, aparentemente endémica en el pensamiento humano, de contemplar la realidad como la unión de dos opuestos, pero ambas corrientes comparten otras coincidencias: ambas rechazan la primacía del sujeto humano, como pone de manifiesto el humanismo filosófico, y aceptan las consecuencias del 'desdoblamiento' del sujeto efectuado por Marx, Nietzsche y Freud, entre otros. Al sujeto se le considera como un producto, un punto focal de fuerzas, más que un agente creativo. La obra literaria es un tejido de otros textos cuyo significado viene determinado por sus lectores más que por la intención del autor. Las implicaciones de semejante punto de vista en el psicoanálisis y la historiografía son inmensas. Para Lacan, el dominio ineludible del lenguaje de los otros es el núcleo de la alienación psicológica.                                                                                                 La historia postestructuralista analiza las estructuras institucionales, sociales y políticas en términos de la relación entre significado y poder, y su teoría pone en cuestión la verdadera naturaleza de las relaciones entre la realidad, el lenguaje, la historia y el sujeto.

Pragmatismo. Doctrina filosófica desarrollada por los filósofos estadounidenses del s. XIX Charles Sanders Peirce, William James y otros, según la cual la prueba de la verdad de una proposición es su utilidad práctica; el propósito del pensamiento es guiar la acción, y el efecto de una idea es más importante que su origen. El pragmatismo fue la primera filosofía de EU desarrollada de forma independiente. Se opone a la especulación sobre cuestiones que no tienen una aplicación práctica. Afirma que la verdad está relacionada con el tiempo, lugar y objeto de la investigación y que el valor es inherente tanto por sus medios como por sus fines. Fue la manera dominante de abordar la filosofía en los EU durante el 1er cuarto del s.  XX.
El filósofo y pedagogo estadounidense John Dewey desarrolló el pragmatismo dentro de una nueva perspectiva teórica, el instrumentalismo. El pensador británico Ferdinand Canning Scott Schiller y el matemático francés Henri Bergson contribuyeron a la evolución del pragmatismo. Como el antiguo utilitarismo, el pragmatismo plantea una metodología para la evolución de las ciencias naturales.
Racionalismo. (del latín, ratio, razón), en filosofía, sistema de pensamiento que acentúa el papel de la razón en la adquisición del conocimiento, en contraste con el empirismo, que resalta el papel de la experiencia, sobre todo el sentido de la percepción.
Apareó de distintas formas desde las primeras etapas de la filosofía occidental, pero se identifica ante todo con la tradición que proviene del filósofo y científico francés del s. XVII R. Descartes, el cual creía que la geometría representaba el ideal de todas las ciencias y también de la filosofía. Mantenía que sólo por medio de la razón se podían descubrir ciertos universales, verdades evidentes en sí, de las que es posible deducir el resto de contenidos de la filosofía y de las ciencias. Manifestaba que estas verdades evidentes en sí eran innatas, no derivadas de la experiencia. Este tipo de racionalismo fue desarrollado por otros filósofos europeos, como el francés Baruch Spinoza y el pensador y matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibniz. Se opusieron a ella los empiristas británicos, como John Locke y D. Hume, que creían que todas las ideas procedían de los sentidos.
El racionalismo epistemológico ha sido aplicado a otros campos de la investigación filosófica. El racionalismo en ética es la afirmación de que ciertas ideas morales primarias son innatas en la especie humana y que tales principios morales son evidentes en sí a la facultad racional. El racionalismo en la filosofía de la religión afirma que los principios fundamentales de la religión son innatos o evidentes en sí y que la revelación no es necesaria, como en el deísmo. Desde finales del año 1800, el racionalismo ha jugado sobre todo un papel antirreligioso en la teología.
Realismo. En filosofía, término utilizado para dos orientaciones doctrinales distintas de la epistemología.
En la filosofía moderna, el término realismo se aplica a la doctrina que manifiesta que los objetos comunes percibidos por los sentidos, como mesas y sillas, tienen una existencia independiente del propio ser percibido. En este sentido, es contrario al idealismo de filósofos como George Berkeley o  Kant. En su forma extrema, llamado a veces realismo ingenuo, se piensa que las cosas percibidas por los sentidos son en rigor lo que parecen ser. En versiones más complejas, a veces denominadas como realismo crítico, se da alguna explicación de la relación entre el objeto y el observador que tiene en cuenta la posibilidad de que tengan lugar ilusiones, alucinaciones y otros errores de la percepción.
En la filosofía medieval, el término realismo hacía referencia a una posición que consideraba las formas platónicas, o conceptos universales, como reales. Esta posición se llama ahora realismo platónico. En la filosofía de Platón, un nombre común, como cama, se refiere a la naturaleza ideal del objeto, sugerida por su definición, y esta naturaleza ideal tiene una existencia metafísica independiente de los objetos particulares de esta clase. Así, la circularidad existe aparte de los círculos particulares, la justicia, independien-temente de los individuos o Estados justos particulares, y la idea de cama, independien-temente de las camas particulares. En la edad media, esta posición fue defendida frente el nominalismo, que negaba la existencia de tales universales. Los nominalistas afirmaban que los muchos objetos llamados por un único nombre no comparten nada sino sólo dicho nombre.             
El término medio entre estas dos posiciones incluía el realismo moderado, que afirmaba que los universales existen en los objetos del mismo tipo pero no independientes de ellos, y el concep-tualismo, que mantenía que los universales podrían existir con independencia de los objetos de un tipo particular, pero sólo como una idea de la mente, no como una entidad metafísica que existe en sí misma.
Siglo de las Luces
Ilustración, término utilizado para describir las tendencias en el pensamiento y la literatura en Europa y en toda América durante el s. XVIII previas a la Revolución Francesa. La frase fue empleada con mucha frecuencia por los propios escritores de este periodo, convencidos de que emergían de siglos de oscuridad e ignorancia a una nueva edad iluminada por la razón, la ciencia y el respeto a la humanidad.
Los precursores de la Ilustración pueden remontarse al s. XVII e incluso antes. Abarcan las aportaciones de grandes racionalistas como René Descartes y Baruch Spinoza, los filósofos políticos Thomas Hobbes y John Locke y algunos pensadores escépticos galos de la categoría de Pierre Bayle o Jean Antoine Condorcet. No obstante, otra base importante fue la confianza engendrada por los nuevos descubrimientos en ciencia, y asimismo el espíritu de relativismo cultural fomentado por la exploración del mundo no conocido.
Sobre las suposiciones y creencias básicas comunes a filósofos pensadores de este periodo, quizá lo más importante fue una fe constante en el poder de la razón humana. La época sufrió el impacto intelectual causado por la exposición de la teoría de la gravitación universal de Isaac Newton. Si la humanidad podía resolver las leyes del Universo, las propias leyes de Dios, el camino estaba abierto para descubrir también las leyes que subyacen al conjunto de la naturaleza y la sociedad. Se llegó a asumir que mediante un uso juicioso de la razón, un progreso ilimitado sería posible —progreso en conocimientos, en logros técnicos y sus consecuencias también en valores morales—. De acuerdo con la filosofía de Locke, los autores del siglo XVIII creían que el conocimiento no es innato, sino que procede sólo de la experiencia y la observación guiadas por la razón.
A través de una educación apropiada, la humanidad podía ser modificada, cambiada su naturaleza para mejorar. Se otorgó un gran valor al descubrimiento de la verdad a través de la observación de la naturaleza, más que mediante el estudio de las fuentes autorizadas, como Aristóteles y la Biblia. Aunque veían a la Iglesia —especialmente la Iglesia católica— como la principal fuerza que había esclavizado la inteligencia humana en el pasado, la mayoría de los pensadores de la Ilustración no renunció del todo a la religión. Optaron más por una forma de deísmo, aceptando la existencia de Dios y de la otra vida, pero rechazando las complejidades de la teología cristiana. Creían que las aspiraciones humanas no deberían centrarse en la próxima vida, sino más bien en los medios para mejorar las condiciones de la existencia terrena. La felicidad mundana, por lo tanto, fue antepuesta a la salvación religiosa. Nada se atacó con más intensidad y energía que la doctrina de la Iglesia, con toda su historia, riqueza, poder político y supresión del libre ejercicio de la razón.
Más que un conjunto de ideas fijas, la Ilustración implicaba una actitud, un método de pensamiento. De acuerdo con el filósofo Kant, el lema de la época debía ser “atreverse a conocer”. Surgió un deseo de reexaminar y cuestionar las ideas y los valores recibidos, de explorar nuevas ideas en direcciones muy diferentes; de ahí las inconsistencias y contradicciones que a menudo aparecen en los escritos de los pensadores del s. XVIII. Muchos defensores de la Ilustración no fueron filósofos según la acepción convencional y aceptada de la palabra; fueron vulgarizadores comprometidos en un esfuerzo por ganar adeptos. Les gustaba referirse a sí mismos como el “partido de la humanidad”, y en un intento de orientar la opinión pública a su favor, imprimieron panfletos, folletos anónimos y crearon gran número de periódicos y diarios. En España, ‘las luces’ penetraron a comienzos del s. XVIII gracias a la obra, de gran enjundia del fraile benedictino Benito Jerónimo Feijoo, pensador crítico y divulgador más conocido durante los reinados de los primeros reyes Borbones. Escribió Teatro crítico universal (1739), en nueve tomos y Cartas eruditas (1750), en cinco volúmenes más, en los que trató de recoger todo el conocimiento teórico y práctico de la época.

Francia conoció, un desarrollo sobresaliente de estas ideas y mayor número de propagandistas de las mismas. Allí el filósofo, político y jurista Charles-Louis de Montesquieu, primeros represen-tantes del movimiento, empezó a publicar varias obras satíricas contra las instituciones existentes, así como su monumental estudio de las instituciones políticas, El espíritu de las leyes (1748). Fue en París donde Diderot, autor de numerosos panfletos filosóficos, emprendió la edición de la Enciclopedia (1751-1772). Obra, en la que colaboraron numerosos autores, concebida como un compendio de todos los conocimientos y a la vez como un arma polémica, al presentar las posiciones de la Ilustración y atacar a sus oponentes. El más influyente y representativo de los escritores franceses: Voltaire. Inició su carrera como dramaturgo y poeta, pero es más conocido por sus prolíficos panfletos, ensayos, sátiras y novelas cortas, en los que popularizó la ciencia y la filosofía de su época, y por su voluminosa correspondencia con escritores y monarcas de toda Europa. Las obras de J. J. Rousseau: Contrato social , el Emilio, o la educación (1762) y Confesiones (1782) tendrían una profunda influencia en posteriores teorías políticas y educativas y sirvieron como impulso literario al romanticismo del s. XIX. La Ilustración fue también un movi-miento cosmopolita y antinacionalista con nume-rosos representantes en otros países. Kant en Alemania,  Hume en Escocia, Cesare Beccaria en Italia y B.  Franklin y T. Jefferson en las colonias británicas mantuvieron un estrecho contacto con los ilustrados franceses, pero fueron importantes exponentes del movimiento. La Ilustración penetró tanto en España como en los dominios españoles de América.

Durante el reinado de Carlos III, el ‘rey ilustrado’, las obras de los escritores franceses se leían en español y también en francés. Muchos  españoles e hispanoamericanos viajaban a Francia por motivos de estudio e instrucción, en las artes y las ciencias y los dirigentes políticos de la época, conde de Aranda, conde de Campomanes, conde de Flori-dablanca, duque de Almodóvar, promovieron y frecuentaron el trato con los pensadores y filósofos de las nuevas ideas. Las vías de expresión fueron los periódicos, las universidades y las florecientes Sociedades de Amigos del País.
Entre los españoles ‘ilustrados’, se puede citar a Isidoro de Antillón, geógrafo e historiador; Francisco Cabarrús, crítico y cronista de su tiempo; Juan Meléndez Valdés, que hizo de la Universidad de Salamanca un polo de atracción ‘ilustrada’; Gaspar Melchor de Jovellanos, político y reformador; Valentín de Foronda, embajador y economista, entre otros.
Durante la primera mitad del siglo XVIII, los líderes de la Ilustración libraron una ardua lucha contra fuerzas considerables. Muchos fueron encarcelados por sus escritos, y la mayoría sufrió persecución y penas por parte de la censura gubernamental, así como descalificaciones y condenas de la Iglesia. En muchos aspectos, sin embargo, las últimas décadas del siglo marcaron un triunfo del movimiento en Europa y en toda América. Hacia 1770, la segunda generación de ilustrados recibió pensiones del gobierno y asumió la dirección de academias intelectuales establecidas. El enorme incremento en la publicación de periódicos y libros aseguró una amplia difusión de sus ideas. Los experimentos científicos y los escritos filosóficos llegaron a estar de moda en amplios círculos de la sociedad, incluidos los miembros de la nobleza y del clero. Algunos monarcas europeos adoptaron también ideas o al menos el vocabulario de la Ilustración. Voltaire y otros ilustrados quienes gustaban del concepto del rey-filósofo, difundiendo sus creencias gracias a sus relaciones con la aristocracia, acogieron complacientes la aparición del llamado despotismo ilustrado, del que Federico II de Prusia, Catalina la Grande de Rusia, José II de Austria y Carlos III de España fueron los ejemplos más célebres. Desde una visión retrospectiva, sin embargo, la mayoría de estos monarcas aparece manipulando el movimiento, en gran parte con propósitos propagandísticos y fueron, con mucho, más despóticos que ilustrados.
A finales del s. XVIII surgieron algunos cambios en el pensamiento de la Ilustración. Bajo la influencia de Rousseau, el sentimiento y la emoción llegaron a ser tan respetables como la razón. En la década de 1770 los escritores ensancharon su campo de crítica para englobar materias políticas y económicas. De mayor importancia en este aspecto fue la experiencia de la guerra de la Independencia estadounidense (en las colonias británicas). A los ojos de los europeos, la Declaración de Indepen-dencia y la guerra revolucionaria anunciaron que, por primera vez, algunas personas iban más allá de la mera discusión de ideas ilustradas y las estaban aplicando. Es probable que la guerra alentara los ataques y críticas contra los regímenes europeos existentes.
Suele decirse que el Siglo de las Luces concluyó con la Revolución Francesa de 1789, pero no son pocos los que contemplan e interpretan la inquietud política y social de este periodo como causa desencadenante de la Revolución. Al incorporar muchas de las ideas de los ilustrados, la Revolución, en sus etapas más difíciles, entre 1792 y 1794, sirvió para desacreditar estas ideas a los ojos de muchos europeos contemporáneos. El enorme impacto que la Revolución Francesa causó en España, tras la muerte de Luis XVI, así como en los dominios españoles de América, provocó una violenta persecución de las personas más representativas de las nuevas ideas. Se estableció una censura total y se cerraron las fronteras, prohibiéndose el paso de todo tipo de libros y folletos, o su embarque hacia América.
Aunque se produjo un repunte de interés modernizado y progresista bajo el gobierno de Manuel Godoy con la ayuda de Jovellanos, el miedo a la contaminación revolucionaria favoreció la represión más absoluta, tanto en la metrópoli como en los dominios de la América española. La existencia de numerosas Sociedades de Amigos del País en los virreinatos favoreció la implantación y extensión de la ‘ilustración’ en América Latina.
La Ilustración dejó una herencia perdurable en los s. XIX y XX. Marcó un paso clave en el declinar de la Iglesia y en el crecimiento del secularismo actual. Sirvió como modelo para el liberalismo político y económico y para la reforma humanitaria a través del mundo occidental del s. XIX. Fue el momento decisivo para la creencia en la posibilidad y la necesidad de progreso que pervivió, de una forma moderada, en el s. XX.

Trascendentalismo. 

En filosofía y literatura, creer en una realidad superior que la adquirida mediante la experiencia de los sentidos o una clase superior de conocimiento que el logrado por la razón. Casi todas las doctrinas trascendentales derivan de la división de la realidad en un reino del espíritu y un reino de la materia. Tal división identifica a muchas de las grandes religiones del mundo.

Desarrollo filosófico y aplicaciones

El concepto filosófico de trascendencia fue desarrollado por el filósofo griego Platón. Afirmaba la existencia de la bondad absoluta, que caracterizó como algo más allá de toda descripción y como aprehensible en último término sólo gracias a la intuición. Filósofos religiosos posteriores, influidos por Platón, aplicaron este concepto de trascendencia a la divinidad, manteniendo que Dios no puede ser descrito ni comprendido en términos que son extraídos de la experiencia humana. La doctrina de que Dios es trascendente, en el sentido de existir fuera de la naturaleza, es un principio fundamental en las formas ortodoxas del cristianismo, el judaísmo, y el islam.

Los términos trascendente y trascendental fueron utilizados en un sentido más limitado y técnico por los defensores de la escolástica a finales de la edad media para señalar conceptos de una generalidad sin restricciones que afecta a todo tipo de materias. Los escolásticos reconocían seis conceptos trascendentales de este tipo: esencia, unidad, bondad, verdad, materia y algo.
Kant fue el primero en hacer una distinción técnica entre los términos trascendente y trascendental. Kant reservó el término trascendente para entidades como Dios y alma, las cuales se cree existen fuera de la experiencia humana y son por lo tanto incognoscibles; utilizó el término trascen-dental para indicar a priori formas de pensamiento, es decir, los principios innatos con los que la mente configura sus percepciones y hace inteligible la experiencia. Kant aplicó el nombre filosofía trascendental al estudio del pensamiento puro y sus formas a priori. Posteriores filósofos idealistas alemanes influidos por Kant, como Fichte, Schelling y Husserl describían sus ideas como trascen-dentales. Por lo tanto, el término trascen-dentalismo viene aplicándose casi en exclusiva en el lenguaje propio de las doctrinas surgidas del idealismo metafísico.

Literatura trascendental. 

En un sentido más espe- cífico trascendentalismo se refiere al movimiento literario y filosófico que se desarrolló en los EU en la primera mitad del s. XIX. Aunque el movimiento fue, hasta cierto punto, una reacción frente a ciertas doctrinas racionalistas del siglo XVIII, resultó muy influenciado por el deísmo, que, si bien

era racionalista, se opuso a la ortodoxia calvinista. El trascendentalismo supuso también un rechazo de las estrictas actitudes religiosas puritanas procedentes de Nueva Inglaterra, donde se originó el movimiento. Además, se opuso al ritualismo estricto y a la teología dogmática de todas las instituciones religiosas establecidas.

Los trascendentalistas estuvieron influenciados por el Romanticismo, especial-mente en aspectos como el examen de conciencia, la exaltación del individualismo y el elogio de las bellezas de la naturaleza y de la humanidad. En consecuencia, los escritores trascendentalistas expresaron sentimientos semi-religiosos hacia la naturaleza, así como el proceso creativo, y veían una conexión directa, o una correspondencia, entre el universo: macrocosmos y el alma individual (microcosmos). Según esta idea, lo divino impregna todos los objetos, animados o inanimados, y el objetivo de la vida era la unión con el denominado alma superior. La intuición, más que la razón, fue considerada como la facultad humana más elevada. La realización del potencial humano podía ser alcanzada a través del misticismo o gracias a una conciencia profunda de la belleza y la verdad del mundo natural circundante. Este proceso fue considerado como inherente al individuo, y toda la tradición ortodoxa se convirtió en sospechosa.

El trascendentalismo estadounidense nació con la fundación del Club Trascendental en Boston en 1836. Entre los líderes del movimiento figuraban el ensayista Ralph Waldo Emerson, la feminista y reformadora social Margaret (Sarah) Fuller, el predicador Theodore Parker, el pedagogo Bronson Alcott, el filósofo William Ellery Channing, y el autor y naturalista Henry David Thoreau. 

El Club Trascendental publicó una revista, La Esfera, y algunos de los miembros del club participaron en un experimento de vida en comuna en Brook Farm, West Roxbury, Massachusetts, en torno a 1840. Los principales trabajos trascendentales del movimiento estadounidense incluyen los ensayos de Emerson “Naturaleza” (1836) y “Auto-confianza” (1841), así como muchos de sus poemas metafísicos, y el Walden, o la vida en los bosques (1854) de Thoreau, que relata el intento de un individuo de vivir con sencillez y en armonía con la naturaleza.

Utilitarismo. 
Del latín, utilis, 'útil'. En el ámbito de la ética, la doctrina según la cual lo que es útil es bueno, y por lo tanto, el valor ético de la conducta está determinado por el carácter práctico de sus resultados. El término utilitarismo se aplica con mayor propiedad al planteamiento que sostiene que el objetivo supremo de la acción moral es el logro de la mayor felicidad para el más amplio número de personas. Este objetivo fue también considerado como fin de toda legislación y como criterio último de toda institución social. En general, la teoría utilitarista de la ética se opone a otras doctrinas éticas en las que algún sentido interno o facultad, a menudo denominada conciencia, actúa como árbitro absoluto de lo correcto y lo incorrecto. El utilitarismo está asimismo en desacuerdo con la opinión que afirma que las distinciones morales dependen de la voluntad de Dios y que el placer que proporciona un acto al individuo que lo lleva a cabo es la prueba decisiva del bien y del mal.

Trabajo de Paley y Bentham. Fue enunciado en su expresión más característica por el teólogo británico William Paley y por el jurista y filósofo británico Jeremy Bentham. En Paley, el utilitarismo se combina tanto con el hedonismo individualista como con el autoritarismo teológico, y así queda expuesto en su definición de virtud como el 'hacer (el) bien a la humanidad, por obediencia a la voluntad de Dios, y por la felicidad eterna'. Bentham empleó la teoría utilitarista como base, no sólo de un sistema ético, sino también de reformas políticas y legales. Mantenía la necesidad de sacrificar pequeños intereses a causas más altas o, en todo caso, de no sacrificar intereses mayores a otros menores, y por ello propuso como el objetivo ético esencial de la sociedad humana la mayor felicidad del mayor número de personas.

Bentham trató de aclarar la doctrina utilitarista comparándola con la doctrina del ascetismo por un lado, y con la teoría de la simpatía y la antipatía, por otro. Definió el ascetismo como el principio de que se debía renunciar al placer y padecer el dolor, sin esperanza de recompensa alguna. Mantenía que la teoría de la simpatía y la antipatía estaba basada en el 'principio que aprueba o desaprueba ciertas acciones, no por su tendencia a aumentar la felicidad, ni por su tendencia a disminuir la felicidad del grupo cuyos intereses están en cuestión, sino por un motivo más simple, porque una persona se halla a sí misma dispuesta a aprobarlos o desaprobarlos: manteniendo que la aprobación o desaprobación son razones suficien-tes en sí mismas, y rechazando la necesidad de buscar alguna razón extrínseca'. En su exposición de la teoría del utilitarismo, no obstante, Bentham tomó como postulado 'cuatro leyes u orígenes de dolor y placer', a saber, el físico, el moral, el religioso y el político. El origen físico, fundamenta todos los demás principios. Más tarde concebió una escala de placeres y dolor, clasificándolos en términos de intensidad, pureza, duración, proximidad o lejanía, certeza, productividad y considerando el grado en que placer y pena están compartidos por el mayor número de personas.

Exponentes del utilitarismo: John Austin, James Mill y su hijo John Stuart Mill, quien hizo del utilitarismo el objeto de uno de sus tratados filosóficos, (Utilitarismo), es el defensor más destacado de la doctrina después de Bentham. Su contribución a la teoría consiste en su reconocimiento de distinciones de categorías, además de la intensidad, entre placeres. Así, mientras Bentham mantenía que 'siendo igual la categoría del placer, el push-pin (un juego de niños) es tan bueno como la poesía', Mill afirmó que 'es mejor ser un individuo insatisfecho que un cerdo satisfecho', es decir, el descontento humano es preferible a la satisfacción animal. Con esta declaración Mill parece haber rechazado la identificación del concepto felicidad con placer y ausencia de dolor y el concepto infelicidad con dolor y ausencia de placer.


El filósofo británico Henry Sidgwick, discípulo contemporáneo de Mill, hizo una presentación extensa del utilitarismo de Mill en su Métodos de Ética. Algo más tarde, los filósofos británicos Herbert Spencer y sir Leslie Stephen, el primero en su Datos de Ética (1879), y el segundo en su Ciencia de la Ética (1882), procuraron sintetizar la teoría utilitarista con los principios de la evolución biológica tal y como se exponía en el trabajo de Charles Darwin. Tanto el filósofo y psicólogo estadounidense William James como el filósofo, psicólogo y pedagogo John Dewey estuvieron influenciados por el utilitarismo. Dewey sustituyó la inteligencia por el placer, o la felicidad, como el valor supremo y como el método más seguro para alcanzar otros valores deseables para los seres humanos.




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