‘Cóndores no entierran todos los días’ estrena plumaje
En el Festival de Cine de Cartagena se presentó una versión con color y sonidos restaurados.
Por:
Yhonatan Loaiza Grisales* - ELTIEMPO.COM
Un jinete y
su caballo en llamas escapan de una sangrienta masacre. La apocalíptica imagen
es una metáfora de una Colombia que se está incendiando, que se consume a sí
misma por una guerra fratricida.
Cuando leyó
esa escena, el director Francisco Norden supo que había descubierto la espina
dorsal de su película Cóndores no entierran todos los días una adaptación de
la novela de Gustavo Álvarez Gardeazábal en la que se retrataba la violencia
bipartidista de los años 50 en Colombia.
Treinta y
cuatro años después del estreno de la producción, Norden recuerda aquella
anécdota mientras lo acaricia la brisa que se desprende del mar Caribe. El
realizador colombiano de origen belga, de 88 años, uno de los invitados
especiales al Festival Internacional de Cine de Cartagena, impulsa su movilidad
con un bastón negro y lleva además unas gafas de un rojo traslúcido, que le dan
cierto aire de frescura.
Esa mirada
transformada a través de un nuevo lente también se le aplicó a Cóndores no
entierran todos los días, que tuvo una restauración liderada por Juana Suárez y
Pamela Vizner, con la que se buscaba respetar el espíritu original de la
película y producir al mismo tiempo una nueva copia con color y sonido
mejorados.
La película
de Norden, que logró ser el primer título colombiano en clasificar a una
competencia oficial del Festival de Cine de Cannes, recuerda ese tiempo en el
que utilizar un color específico podía significar la muerte. Los conservadores
(azules) y liberales (rojos) se mataron en una contienda sangrienta, en la que
los azules formaron escuadrones de exterminio bautizados como los Chulavitas y
Pájaros.
“Yo quería
hacer una película sobre La Violencia y, a comienzos de los años 80, empecé a
empaparme de toda la literatura colombiana sobre esa época. Leí muchísimas
novelas. Yo creo que las leí todas, hasta que finalmente llegué a la de Álvarez
Gardeazábal”, cuenta Norden.
En esa fauna
de homicidas, la categoría más alta estaba reservada para el cóndor: León María
Lozano, un asesino despiadado que lideró todos los intentos de exterminio de
las facciones liberales. Al principio de la historia, el personaje se muestra
simplemente como un abnegado hombre de familia. Sin embargo, luego de liderar
un ataque a los liberales de su pueblo, los dirigentes conservadores le piden
que lidere la lucha contra los rojos.
Francisco
Norden realizó además numerosos documentales y trabajos en televisión.
Norden
cuenta que uno de sus objetivos era explicar cómo a una persona común y
corriente la política lo conduce a convertirse en un asesino de masas. Para
ello, apostó por una narrativa concentrada en el desarrollo intelectual de su
personaje.
En las escenas
de día, Lozano muestra la corrección religiosa que pareciera desprenderse de su
segundo nombre, María; pero en las secuencias de noche libera todo el instinto
destructor del León, desatando desde su pequeño pueblo un remolino de
asesinatos que lo convierten en uno de los hombres más temidos del país y uno
de los más odiados en su región.
La violencia
pocas veces se registra en primer plano. Está en los sonidos de las balas, en
los susurros temerosos de sus personajes, y se convierte en una especie de
amenaza omnipresente; siempre está latente. Es tan así que el jinete en llamas
no se ve, solo se escuchan los alaridos de terror.
“Pacho
Norden hizo algo que no he oído que lo cante con mucha gloria y que a mí me
parece lo mejor: la novela transcurre en tierra caliente, en Tuluá, pero Norden
logra llevarse el mismo tema para tierra fría, donde todos los personajes
estaban ‘enruanados’. Es decir, no era un problema endémico, él entendió que
era un problema nacional”, contó Álvarez Gardeazábal durante un conversatorio
sobre la restauración de la película.
Norden
cuenta que esa decisión se tomó por varios detalles, entre ellos el económico,
pues los gastos se reducían al rodar en esa zona. “Yo no conozco ni los
paisajes, ni la forma de vestir, ni de hablar ni de comportarse de la gente del
Valle del Cauca. En cambio, conozco bien la idiosincrasia de la gente de la
sabana de Bogotá. Entonces, transpuse la película a ese lugar y escogí los
marcos urbanos más interesantes para filmar”, explica Norden.
Grabar en
municipios como Subachoque, Zipaquirá, Tabio y Tenjo también contribuyó a
evitar los excesos de luz del Valle del Cauca y aprovechar los claroscuros que
le brindaban las locaciones escogidas, lo que acercaba la película a los
terrenos de la estética del cine negro y también acentuaba la oscura
transformación que experimenta el ‘Cóndor’.
***
Juana Suárez
cuenta que cuando se restaura una película se desarrolla una relación muy
íntima con el material, porque se tiene que revisar mínimo unas 50 veces. “Yo
creo que me sé los textos de memoria”, cuenta, y añade que el trabajo en “Cóndores
no entierran todos los días” empezó hace dos años, cuando Norden le comentó que
los negativos originales de la película estaban en los laboratorios Eclair, de
París, en donde quedaron archivados después de la posproducción.
“Cuando los
negativos están guardados muchos años, pierden color, aunque estén en
condiciones óptimas. Eso tiene que ver con el material del que estaba hecho el
cine análogo. Es una reacción biológica y química”, explica Suárez.
La
restauración, que hace parte de un esfuerzo de Proimágenes Colombia y la
Fundación Patrimonio Fílmico por rescatar la memoria audiovisual del país,
comenzó con la conversión cuadro a cuadro a 4K, un formato digital de resolución
horizontal con el que se logra la definición más detallada y alta de la imagen.
El material después fue llevado a Estados Unidos, donde se hizo la limpieza y
el mejoramiento de imagen, además de la corrección de sonido; y en Colombia se
finalizó el reluciente producto con subtítulos en inglés y en francés.
Según
Suárez, la verdadera clave de este tipo de restauraciones, que pueden llegar a
costar 60.000 dólares por película, es exigirles a los laboratorios
comerciales, nacionales y extranjeros que utilicen los estándares técnicos de
archivo, partiendo del negativo original o, en caso de que esté muy
deteriorado, de la mejor copia de exhibición.
“Existen
copias en Beta Digital y VHS. Entonces, es bueno mirar diferentes respuestas
del material a diferentes soportes técnicos. Eso encarece el proceso pero es
parte de la ética del restaurador. Creo que no es una cosa que hacen los
laboratorios comerciales. Yo he visto gente en esos laboratorios viendo
comparativos con películas hipercomprimidas en YouTube”, anota Suárez.
La
producción de Norden se suma a otro selecto grupo de títulos que también se han
venido puliendo, como Pura sangre, una fábula vampiresca dirigida por Luis
Ospina; Pisingaña, exploración desde otra mirada la violencia política,
dirigida por Leopoldo Pinzón; El embajador de la India, un clásico del humor
colombiano protagonizado por Hugo Gómez y dirigido por Mario Ribero; y Rodrigo
D. No futuro, en la que el director Víctor Gaviria adaptaba las enseñanzas del
neorrealismo italiano al contexto violento de las comunas de Medellín. A ellos
se suman producciones como La mansión de Araucaima y Yuruparí y otros medio
metrajes, con los que se construirá una biblioteca de cerca de 72 títulos
restaurados, según cuenta Claudia Triana, directora de Proimágenes Colombia.
Una las
dificultadas para continuar la recuperación de la memoria fílmica, según
Suárez, es que en Colombia no existe una costumbre de documentar los procesos
técnicos de las películas nacionales. En el caso de Cóndores..., no existen
entrevistas con el español Carlos Suárez, su director de fotografía, en las que
se relate cuáles fueron las condiciones de la producción, qué lentes usó, con
qué cámara se filmó…
***
A través de
esta revelación digital, la película de Norden adquirió una imagen más
brillante, con mayor contraste entre los colores. Se convierte en una especie
de lienzo naturalista, que se va degradando en una especie de oscuro
expresionismo a medida que avanza el relato.
Sumando el
nuevo sonido, que la da mucha más fuerza a los diálogos, se enaltece aún más la
interpretación de Ramírez, un actor formado en la extinta Escuela Nacional de
Arte Dramático, que además llegó a Estados Unidos para estudiar los beneficios
de la técnica del ‘Método’ con el reconocido maestro de actores Lee Strasberg. El
llanero, que falleció hace tres años, es para muchos el mejor actor en la
historia de Colombia.
“Creo que
Frank Ramírez nos dejó en esa película la actuación más icónica y más
importante que ha hecho un actor profesional de cine colombiano. A mí me impactó
profundamente su trabajo”, manifiesta Ciro Guerra, el director de El abrazo de
la serpiente, quien también hizo parte de esa charla especial en Cartagena.
A Ramírez,
quien también protagonizó otro de los títulos cumbres del cine nacional, La
estrategia del caracol, se sumaron actores como la experimentada Vicky
Hernández, Víctor Hugo Morant, la mexicana Isabel Corona e incluso el maestro
Santiago García, uno de los padres del teatro moderno colombiano.
La película
fue convirtiéndose en una especie de hito para el cine colombiano, no solo por
su participación en Cannes sino por su impacto en la crítica especializada,
pues generó reacciones como la del estadounidense Fredric Jameson, que en un
largo artículo destacó las relaciones de la producción con el género del
realismo mágico.
“Tuvo una
gran acogida intelectual en cierta clase, pero no fue un éxito popular como yo
hubiese querido. Ese sigue siendo el gran problema del cine colombiano, que no
todas las películas tocan la fibra más popular del espectador colombiano”,
cuenta Norden, quien tras esa producción dirigió varios documentales, además de
algunas series en Francia y en Colombia.
El anhelo
del director es que se logré expandir a otros escenarios este nuevo vuelo del
‘Cóndor’, cuya imagen renovada reconstruye aquel germen de la violencia que,
como la imagen del jinete en llamas que atormenta León María Lozano, se sigue
repitiendo en la historia colombiana.
YHONATAN
LOAIZA GRISALES EL TIEMPO - CARTAGENA
*
Este trabajo fue producido en la Beca Gabo de Periodismo Cultural 2018, que
organiza la FNPI, con el apoyo del Ministerio de Cultura de Colombia y The
Cartago Foundation
http://www.eltiempo.com/cultura/cine-y-tv/condores-no-entierran-todos-los-dias-en-formato-renovado-192024
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