Medidas cautelares por disputa de tierras benefician a 16 pueblos indígenas del Amazonas
María José Medellín Cano - EL ESPECTADOR
Cinco resguardos fueron protegidos
con una decisión judicial.
Se busca que el Estado reconozca que más de 11 mil hectáreas en
el Amazonas son suyas.
Es una región clave para el narcotráfico por la salida a Brasil
En 1985 comenzó la pelea de 16
pueblos indígenas para que les devolvieran más de 11.000 hectáreas que los
actores de la guerra les quitaron.
Que a los indígenas
de Colombia se les devuelvan las tierras que la guerra les quitó, es una tarea
titánica que lleva ya décadas sin resolverse. En el Amazonas, por ejemplo, hay
por lo menos cinco resguardos legalmente constituidos que desde 1985 están
tratando de que el Estado reconozca que dos predios, de más de 11 mil
hectáreas, hacen parte de la comunidad que ha estado allí desde hace siglos,
entre los que están indígenas yucunas, macunas, tanimucas, cubeos, mirañas,
carijoas, boraa y matapís.
Una decisión del
Juzgado de Restitución de Tierras de Cundinamarca, emitida el pasado 14 de
marzo, es la primera de una serie de decisiones judiciales encaminadas a
restituir la tierra de por lo menos 16 pueblos indígenas asentados en el
corregimiento de La Pedrera y Mirití Paraná, en las cuencas del río Caquetá, el
Mirití y el Apaporis, justo donde Colombia se conecta con Brasil. Tras una
petición de la Unidad de Restitución de Tierras (URT) para proteger con medidas
cautelares a la comunidad, el Juzgado accedió a la petición y falló en favor de
los indígenas.
La petición de la
URT se presentó a finales del año pasado cuando, en su investigación para
comenzar el proceso formal de restitución, la entidad se dio cuenta de que un
“mestizo” había vendido parte de la tierra que reclaman los indígenas a una
persona completamente ajena a la región. “No lo conocíamos. Después de un tiempo,
el terreno comenzó a ser una planta de distribución de droga y de minería
ilegal. Eran los duros en eso”, relató a El Espectador Hernando*, miembro de la comunidad, quien tuvo que salir de la zona y
dejar su trabajo por amenazas.
Antes de la venta,
la tierra en disputa estuvo desde 1985 en los registros del Estado como terreno
baldío. En esa época, cuando el Incora formalizó el territorio indígena, que
desde entonces representan las Asociación de Capitanes Indígenas de Mirití
Amazonas (Acima) y la Asociación de Autoridades Indígenas de Pedrera Amazonas
(Aipea), no incluyó los dos terrenos de la pelea. Ni el Tribunal que estudió la
petición, ni los indígenas, ni investigadores expertos en estos pueblos
encuentran una explicación sensata a esta omisión del Incora.
La magistrada
ponente de este caso, Dora Elena Gallego, advirtió del peligro que corre este
terreno en manos de colonos y, todavía peor, bajo el control de grupos armados
ilegales, dueños de las rutas de narcotráfico entre el sur del país y Brasil.
Desde 2014, dice el fallo, el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz
(Indepaz) ha reseñado que en esta región grupos como Los Caqueteños y las
Fuerzas Irregulares Armadas de Colombia (que son desmovilizados del Erpac) son
quienes controlan la salida de cocaína y marihuana hacia el Brasil.
Además, recuerda el
fallo, esta zona del país estuvo históricamente ocupada por el Frente Primero
de las Farc y, como lo reseñó la agencia AFP, desde septiembre del año pasado
se han asentado disidentes de la guerrilla que no se han querido acoger al
proceso de paz. Según Hernando, son ellos quien conforman un anillo de
seguridad sobre el terreno que llevan reclamando más de 31 años y que hoy es
utilizado para actividades ilegales.
“Nosotros quisimos
acercarnos a los invasores para mermar las amenazas y poder vivir tranquilos.
Fue imposible. Después de que se enteraron de que yo impulsé la petición de las
medidas cautelares, me empezaron a llamar y a preguntarme que en dónde estaba y
a qué hora volvía a mi casa”, comentó Hernando, quien tomó la decisión de salir
de la zona y dejar su trabajo. La Unidad Nacional de Protección (UNP) analizó
su caso y hoy vive amarrado a un chaleco antibalas, un botón de pánico y un
esquema de seguridad.
En conversación con
El Espectador, Hernando confesó que la situación en la que está su comunidad es
dramática pues en la tierra, el elemento fundamental de su cultura, se instaló
la guerra. “Allá están movilizando dos toneladas de droga de dos a tres veces
por semana. Cualquier persona en cualquier lugar del país, defendería su
territorio. Nadie va a permitir que en su casa se propague la guerra. Esa es la
lucha que tenemos, aun cuando se habla de que llegó la hora de paz”.
“Es preciso que el
Estado les brinde (a los indígenas) toda la protección necesaria para
garantizar sus derechos fundamentales y, en igual sentido, se definan las
medidas necesarias para proteger el territorio colectivo y garantizar la vida y
la integridad de las demás autoridades y personas indígenas miembros de las
asociaciones Acimay Aipea, en situación de riesgo”, dice el fallo, en el que
además se consignó una orden a la Defensoría y la UNP para que en tres meses
formulen y ejecuten un Plan de Protección Colectivo para estos resguardos
históricamente acechados por la guerra.
“La Agencia
Nacional de Tierras empezó a trabajar en este tema desde antes de este fallo.
Ya se profirieron los autos para la apertura de los procesos y las reuniones
con la comunidad para iniciar estudios”, le explicó a El Espectador Miguel
Samper, director de la Agencia que, en cuanto sea notificada de la decisión
judicial, deberá ratificar oficialmente, en un plazo no mayor de seis meses,
que los dos predios en disputa son de los indígenas.
*Nombre
modificado por solicitud de la persona entrevistada.
http://www.elespectador.com/noticias/judicial/medidas-cautelares-por-disputa-de-tierras-benefician-16-pueblos-indigenas-del-amazonas-articulo-688637
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