¿Y cuándo regresa el colegio?
Dos meses después del inicio de la cuarentena queda claro que nada
reemplaza al profesor y a las clases en las aulas. En las familias colombianas
se viven angustias, problemas e inequidades. ¿Hasta cuándo aguantará la
educación virtual?
Desde hace más de 45 días, Manuela Villa, abogada de una multinacional,
vive un reto diario. Por el coronavirus tiene más trabajo y debe asistir a largas
teleconferencias.
Entretanto, su hijo Elías, de 6 años, que cursa
transición en un colegio bilingüe, recibe sus clases de manera virtual mientras
permanece encerrado en casa. Manuela también tiene un bebé de un año que acaba
de aprender a caminar y, según ella, va como un borrachito pegándose con todo a
su paso, por lo que necesita atención las 24 horas. Su esposo la ayuda con el
mayor, porque no trabaja por el momento, pero la rutina diaria está llena de
angustias y estrés. “No sabemos si estamos educando al niño bien”, dice. Todos
están desesperados con el encierro. El más pequeño le tiene miedo a la gente
extraña, y Elías, como sus papás, no ve la hora de salir.
Manuela Villa acompaña a Elías a sus clases y al mismo tiempo hace su
trabajo de abogada conectada con su empresa.
El coronavirus logró lo que casi
ninguna otra circunstancia en la historia. Padres, niños y adolescentes por
primera vez están de acuerdo en algo: el colegio virtual no funciona.
Millones de familias en el mundo se
enfrentan a la misma situación. Nadie estaba preparado para trasladar los siglos de experiencia de las
instituciones educativas a la sala de la casa. Tampoco para
convertir a los papás en experimentados maestros ni para reemplazar el recreo,
los juegos y las risas con los amigos por una clase virtual en Zoom.
Todas las familias, sin importar el
estrato o la condición en la que viven, sienten de alguna manera lo
mismo. Por mucho empeño paterno o materno la educación desde la casa no es la
misma.
La razón de esta revolución
silenciosa y mundial es muy poderosa. La medida de cerrar los colegios provino de la posibilidad de que los
niños pudieran ser vectores del SARS-CoV-2, aunque raramente lo sufrieran en
forma severa. Según algunos modelos matemáticos iniciales,
precisamente esta sería una de las decisiones más efectivas para reducir la
velocidad de transmisión del virus, al disminuir en una tercera parte la altura
del pico con respecto a un escenario sin intervenciones.
Teniendo en cuenta que los menores están en contacto permanente con la
población más vulnerable -por ejemplo, sus abuelos-, este riesgo sería bastante
alto. Con esa preocupación, casi todos los países comenzaron a cerrar las aulas.
Los científicos han continuado sus estudios a fin de confirmar si los
niños son en realidad vectores del virus, una respuesta clave para
la pregunta de cuándo abrir los colegios.
Dos investigaciones recientes revelan
que ellos sí pueden transmitir el virus, aunque ninguna lo probó. En Suecia, por el contrario, Anders Tegnell, el estratega de la lucha
contra el SARS-CoV-2 en ese país, asegura que la evidencia indica que no.
Padres, niños y adolescentes por primera vez están de acuerdo en algo:
el colegio virtual no funciona.
Como el dilema continúa, en Colombia el Gobierno ha optado por asumir que
los pequeños son vectores , aunque los ministerios de Salud y
del Trabajo evalúan en este momento la posibilidad de abrir los colegios y
diseñan los protocolos. Países como Israel, Finlandia, Francia, Alemania,
Holanda y Reino Unido también consideran el tema.
La revista The
Economist señaló hace poco que, en la medida en que los países
comiencen a relajar el distanciamiento social, las escuelas deben ser las
primeras en reanudar clases.
En Wuhan los estudiantes de último año de las escuelas secundarias,
ciudad china donde se originó la epidemia, volvieron a clases con estrictas
medidas de bioseguridad que incluyen el uso de mascarillas, detectores de
temperatura y distanciamiento social.
El Gobierno colombiano evalúa qué hacer el 31 de mayo, la fecha
inicialmente prevista para regresar a clases.
Wuhan se convirtió en símbolo de aliento la semana pasada. La ciudad
donde todo comenzó reabrió los colegios el 6 de mayo.
Las imágenes
mostraban a los estudiantes entrando a sus salones en completo orden, con las
distancias recomendadas, tapabocas y después de pasar por controles de
temperatura.
Dinamarca ya había dado el primer paso en Europa. Allí han
organizado grupos muy pequeños y conservan una distancia de 2 metros entre los
pupitres. España, que siente que ya ha pasado los días más duros, dará este
paso con más cautela. Por ahora, en lo que ellos llaman las primeras fases de
la desescalada, podrán asistir solo los menores de 6 años cuyos padres no
puedan teletrabajar, los estudiantes de primaria especialmente vulnerables para
recibir refuerzo educativo (de manera voluntaria) y los niños con necesidades
especiales.
En Colombia unos padres ven esas
noticias con esperanza y otros con temor. El país está muy lejos de tener la
situación de Europa, en donde se ve ya un aplanamiento de la curva. Como ha
explicado la epidemióloga Zulma Cucunubá, aquí la cuarentena ha evitado que los
casos se disparen, pero eso no significa que la curva se aplanó, sino que se
postergó. Con esta realidad presente, el Gobierno colombiano evalúa qué hacer el 31
de mayo, la fecha inicialmente prevista para regresar a clases. Por
ahora, la respuesta a esa inquietud era impredecible.
Los hogares esperan la noticia con
gran expectativa. Solo el anuncio del presidente Iván Duque hace unos días de que los niños pueden comenzar a salir media
hora tres veces a la semana hizo estallar a muchos en júbilo.
Internet está lleno de memes y fotos de los momentos hilarantes que viven los
hogares colombianos en el encierro.
El reto de las familias en confinamiento
Son tantas historias como familias en
Colombia. Incluso a los papás que tienen todos los elementos, la actividad les
queda patas arriba. Margarita Calvete, por ejemplo, siente que es una alumna
más. Con su hija Mariana, de 7 años, se conecta a las clases de transición
desde las nueve de la mañana y a veces le dan las ocho de la noche. “El otro
día la pusieron a hacer un gorro de chef en papel y también hice uno para mí.
Me siento una estudiante más”, cuenta.
Mariana tiene 7 años y estudia transición en un colegio privado en
Bogotá. Hace unos días escribió una carta: “Mamá, yo estoy bien”, decía.
No pocos papás tienen que escuchar la
lección del profesor junto con ellos para aprender. Aun así, a veces no lo
logran.“Yo sé sumar y restar, pero ahora ellos aprenden de una manera
complicadísima”, dice Maycol Rodríguez (Lea la historia). Otros se han encontrado con la sorpresa de
que sus hijos han tomado el encierro como unas vacaciones. “Después de Semana
Santa, yo me di cuenta de que mi hijo de 7 años me había estado diciendo
mentiras, y no había hecho ni un décimo de las cosas que debía para el
colegio”, dice Natalia Carrizosa, madre de dos.
“El nivel de estrés era increíble y llegó un punto en que dije: ‘si mis
hijos se tiran el curso y el año entrante deben repetirlo, no me importa. No me
voy a estresar más’”, Maycol Rodríguez.
Muchos señalan que el mayor reto es no perder la paciencia.
Pero eso es precisamente lo que menos tienen por estos días los colombianos,
que agobiados por sus puestos, una posible quiebra, la amenaza de una
enfermedad traicionera y el bienestar de los niños han colapsado con el
homeschooling.
“Un día tuve que encerrarme en el
baño a llorar porque no podía más con todo”, contó una de las mamás
entrevistadas. Otra narró cómo su casa se había convertido en un campo de
batalla. Nadie quería asistir a la clase virtual, mucho menos hacer sus tareas.
Los niños se peleaban entre ellos y, al final, una tarde, esta madre se
encontró en medio de una sola gritería de todos contra todos, incluida ella.
“Supe que ya no podía más y simplemente cogí el carro y di vueltas por horas
sola por la ciudad. La verdad lo necesitaba”, contó.
Lea el Informe completo.
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