domingo, noviembre 28, 2021

Los filósofos, contra la caverna educativa

 Las matrículas en los grados de humanidades crecen por miles, las notas de corte de filosofía no dejan de subir, la UE quiere hacer de la ética su valor diferencial en la inteligencia artificial, y sin embargo estas materias han sido esquilmadas de la formación obligatoria en la Lomloe. Alumnos y profesores protestan contra esta medida.

por Bruno Pardo Porto

La respuesta es siempre no sé, y no por homenajear a Sócrates. ¿Por qué llevan años maltratando la filosofía de los planes de estudios? No sé. Una y otra vez. Profesores, alumnos, ciudadanos. No sé. ¿Tiene algún rédito político? ¿Algún sentido oculto? Otra vez: no sé. Hasta que un sabio se calienta: «Es un problema de pura ignorancia. Los políticos no tienen ni puta idea de filosofía. No saben ni lo que es».

1. Una clase de filosofía

Son las once de la mañana en la Universidad Autónoma de Madrid y Carmen Madorrán entra en su aula. Hay una treintena de alumnos esperándola, y empieza a hablar: les recuerda lo de la clase anterior, que la democracia es una cuestión de grados. Que se puede valorar según el poder de toma de decisiones de la ciudadanía, según el nivel de rendición de cuentas de los políticos, según la igualdad de acceso a los cargos públicos. Y más parámetros. Luego comentan un texto de Bruno Latour sobre los hechos alternativos y los riesgos de que cada uno acabe habitando una realidad distinta a la de su vecino. Y para terminar otro de Ece Temelkuran que se resume en su mismo título: ‘Cómo perder un país: Los siete pasos que van de la democracia a la dictadura’.

En la hora larga que dura la sesión la música es el tecleo de los ordenadores. Y por debajo, el fluir de las ideas. «¿Cómo un individuo puede ser capaz de torturar a un igual?», pregunta la profesora. Quien responde se apoya en Hannah Arendt, y ella aprovecha para invocar a Todorov y ‘El miedo a los bárbaros’… Antes de mandarlos a reflexionar sobre asuntos como la libertad de expresión, el populismo o la desobediencia civil –ese es el objetivo de la siguiente hora: un trabajo por grupos en el que tienen que elaborar una ponencia sobre un tema elegido–, Madorrán asevera: «La filosofía tiene una relevancia central para la salud de la democracia». Se refiere, claro, a la nueva ley educativa (la Lomloe) y a la exclusión de la filosofía de la etapa obligatoria. Detrás, en la pantalla, un Forges: «Pienso, luego estorbo».

Minutos después, Roger, un alumno espigado y lúcido, nos dice esto: «Se nos ha enseñado siempre la historia de nuestro continente desde el punto de vista de la emancipación y de la obtención máxima de libertad para el individuo, el ciudadano, y es evidente que si realmente se estuvieran persiguiendo estos objetivos vincularíamos la filosofía con la educación en el desarrollo europeo. No podemos concebir nuestras sociedades sin individuos coherentes, conscientes de lo que expresan, de lo que piensan». A su lado, Benedetta asiente y apostilla: «Damos por hechas muchas definiciones. En la vida común definimos verdad, definimos mundo. Tenemos una definición muy única, que es personal, y justamente el hecho de no replantearse estas definiciones es algo que podría empeorar la calidad democrática y de las instituciones».

Todos tienen una opinión, y la comparten: Arturo cree que una educación sin filosofía es un oxímoron («la filosofía siempre está detrás de todo»), Míriam asegura que la historia del pensamiento abre la mente y Berta sostiene que es una materia fundamental en la adolescencia, esa etapa en la que empiezas a buscarte a ti mismo, ese mareo. Los argumentos vuelan con mucha facilidad: que si la filosofía democratiza la posibilidad de rebelarse, que si la ética fortalece los lazos de una comunidad. Hay algo admirable en ellos: la sinceridad intelectual de quien busca saber y aún no se ha ensuciado las manos con otros intereses.

Esto es lo que pasa en una clase de segundo de Filosofía, Política y Economía. Esto era lo que no conocían en las altas esferas.

2. C. Tangana, Shakira y el interés de los jóvenes

El nuevo desplante político a la filosofía se produce en un momento en el que cada vez más jóvenes se interesan por ella: qué paradoja. Según los datos del Ministerio de Universidades, las matriculaciones en las carreras de la rama de Arte y Humanidades no han parado de subir desde 2017: hemos pasado de unos 40.000 nuevos alumnos cada curso a más de 43.000 en la actualidad. Al mismo tiempo, las notas de corte para el grado en Filosofía han subido: en la Autónoma, por ejemplo, de un 7,2 (en 2019) a un 8,2 (2021). Y eso sin mencionar los grados combinados. El que estudian Roger, Benedetta y compañía exige un 12,9 sobre 14.

«Tiene que ver con la crisis, ya pasó en la anterior. Mucha gente joven se da cuenta de que independientemente de lo que estudie el horizonte laboral será difícil, y por eso eligen directamente algo que les interesa. Disfrutan y salen con la cabeza preparada para enfrentarse al mundo. Eso es lo que intentamos», explica Madorrán. Y va más allá: también es normal que en una época agitada como esta cada vez más chavales se hagan preguntas grandes, enormes, esas que nos sacaron de la caverna hace unos cuantos siglos.

Carlos Fernández Liria, que es uno de los profesores más conocidos de la Complutense, confirma las sensaciones: «La filosofía tiene una aceptación cada vez mayor, mucho mayor que en mi época, sin duda alguna [nació en 1959]. Aquí las matrículas no han parado de crecer: ahora tenemos un grado de Filosofía en el que ya hay dificultades para entrar. La facultad ha crecido y crecido y crecido. Y los alumnos son cada vez mejores».

Él se ha erigido como una de las voces más críticas contra la nueva reforma educativa que, recordemos, se cifra en dos grandes golpes: la eliminación de la Filosofía como optativa en 4º de la ESO y la negativa a incluir una asignatura de Ética en el mismo curso (en su lugar ofrecen Valores Cívicos y Éticos, con solo una hora semanal y un currículum que no convence al magisterio). «Se deben pensar que la filosofía es algo así como un entretenimiento ocioso para delirios pseudorreligiosos».

A la desesperada, Fernández Liria le pidió a C. Tangana, antiguo alumno de su facultad, que se pronunciase en defensa de la filosofía («solo tú puedes salvarnos», le soltó). Más tarde repitió la jugada con Shakira: «Ella dijo una frase que ya podía entenderla algún ministro: ‘La filosofía no es útil, pero es buena’». «Era una broma, pero también iba en serio: la situación es tan grave… ya que los políticos no entienden el problema, a ver si lo entienden ellos», asevera tras la risa. Por cierto: gracias a una movilización muy potente en redes sociales, él y sus compañeros lograron juntar más de 260.000 firmas para entregarle al Ministerio de Educación y pedirle que frenasen este «crimen contra la humanidad» (así definió la reforma Markus Gabriel, uno de los pensadores más conocidos y reconocidos de Europa, a su paso por España).

3. Sueños y pesadillas en el Paraninfo

Es miércoles por la tarde y en la Facultad de Filosofía de la Complutense el Paraninfo está abarrotado. Los que se han quedado fuera por motivos de aforo buscan una clase para conectarse al acto por ‘streaming’. Hay un murmullo de satisfacción. «Por fin nos hemos puesto de acuerdo los docentes y los amantes de la filosofía para movilizarnos», celebra Ramón, profesor del IES Isabel la Católica. «Quieren quitar la filosofía para montar una asignatura de ‘coaching’», se cachondea un universitario, no muy lejos. El sarao durará tres horas, tiempo suficiente para cumplir sus dos propósitos: sacarle las vergüenzas a la propuesta del ministerio y defender el estudio y enseñanza de lo suyo, el saber porque sí, como fin en sí mismo, igual que el amor.

De lo primero se ocupan Esperanza Rodríguez, presidenta de la Red Española de Filosofía, y Enrique Mesa, ídem de la Asociación de Profesores de Filosofía de Madrid. Ellos lo recuerdan: no solo es que desaparezcan sus materias del currículum académico, es que el Gobierno está incumpliendo una Proposición no de ley aprobada por unanimidad que prometía lo contrario. «¿Quién necesita Educación para la Ciudadanía: nosotros o el ministerio?», clama Rodríguez. De la segunda parte de la protesta se encargan varios filósofos de distintas generaciones: Adela Cortina, Ernesto Castro, Juan José García y Carlos Fernández Liria. Sus intervenciones son breves pero concisas, y resumen las grietas del sistema.

Cortina reconoce su perplejidad ante la reforma. Insiste en que no solo hay que saber el qué, sino también el porqué, de ahí que una clase de ética tenga más sentido que una de valores: «No se trata solo de saber que hay que estar en contra del machismo, sino de saber por qué». Y a los que contraponen el mercado laboral y la filosofía les tira esta realidad: «En todos los ámbitos se está reclamando la ética. La Unión Europea quiere tratar la ética como una ventaja competitiva para su Inteligencia Artificial». De hecho, los expertos en lógica tienen un perfil muy demandado en las empresas de IA, y Google contrata filósofos del lenguaje para sus departamentos de programación. Hasta la General Motors busca humanistas... La cuestión de qué es la conciencia humana ya no es ajena a la tecnología, y hacen falta respuestas.

Juan José García, por su parte, se pregunta por cómo sería un mundo sin filosofía («la filosofía es una excentricidad, no siempre ha existido») y afirma: «Cuando enseñamos filosofía estamos invitando a los alumnos a que ingresen en la cofradía de las personas que no tienen tradición». En otras palabras: al grupo de los que no se limitan a recibir, de los que reflexionan acerca de lo que se les ha sido dado, de lo que tienen delante y detrás. Fernández Liria, encendido, insiste en que la Revolución Francesa fue una obra de la filosofía (esto lo escribió Hegel), y que sin filósofos no habría derechos humanos, entre otros privilegios. Ernesto Castro cambia el juego. «Cuando nos preguntamos si la filosofía tiene o no utilidad estamos comprando el marco del adversario», advierte. Para él, la asignatura de filosofía se concibe hoy como una suerte de «religión para laicos» que se enseña como si fuera la «nueva lista de los reyes visigodos». Y además las propuestas que se están haciendo son de mínimos, todas insuficientes. «Hay que ir más allá, debemos defender la filosofía en todos los tramos de la educación», sentencia, antes de cuestionarse por qué aprendemos antes lo que es un complemento directo de lo que es una falacia ad verecundiam…

Ideas, ideas, ideas: esto también es filosofía.

4. Hablan los alumnos: «Sin filosofía no seríamos nada»

Marco Chimini es profesor del colegio Salesianos Estrecho de Madrid. Tiene veintisiete años y el entusiasmo de la juventud. Se le enciende la voz cuando habla de sus clases: «Entras al aula y los alumnos empiezan a reflexionar sobre lo que les pasa en sus vidas. Es muy fácil despertar su interés, hacer que dialoguen con la historia: todas sus preguntas ya se las ha hecho alguien antes». Y además de lo vocacional, claro, está lo práctico: «Los alumnos llegan con la competencia lectoescritora menos desarrollada, y en eso la filosofía es muy útil. Aquí leen y reflexionan sobre lo que han leído, que son competencias fundamentales… Estamos haciendo mucha innovación y luego no pueden leer un texto de dos páginas».

El otro día Marco nos hizo el favor de preguntarle a sus discípulos por qué deberían estudiar filosofía. Era un grupo de primero de Bachillerato, el mismo al que había enseñado en cuarto de la ESO, algo que ya no será posible. «Se me pone la piel de gallina leyendo las respuestas», confiesa. Ahí van algunas.

«Porque es algo que nos permite pararnos a reflexionar sobre muchas cosas que de normal pues nunca nos pararíamos a pensarlas… por qué hago esto, por qué hacemos lo otro».

«Porque es una manera buena de poder sacar reflexiones y analizar textos. También nos ayuda a comprender más cosas de nosotros mismos y del mundo que nos rodea».

«Porque filosofía para nosotros no es una asignatura más, sino que es una materia en la cual aprendemos cada vez más sobre muchos ámbitos de nuestra vida. Aprendemos cultura tanto de la filosofía como de la historia, aprendemos a situar la filosofía en diferentes épocas, pero sobre todo nos enseña a pensar libremente, a dar nuestra opinión habiendo reflexionado libremente».

«Lo que hace destacar al ser humano es su inteligencia y capacidad mental comparada con otras especies, sin nuestros pensamientos, dudas, cuestionamientos, sin la capacidad de encontrar de una manera u otra respuestas a esas dudas, sin la capacidad para comunicarnos de manera compleja, no seríamos nada. ¿Por qué deberíamos suprimir una asignatura basada en aprender, descubrir, comprender, compartir el pensamiento humano? ¿Por qué suprimir el estudio de toda aquella evolución que ha llevado a los humanos a pensar como piensan actualmente? ¿No es acaso bueno que todos sepamos de dónde vienen las bases de las distintas formas de pensamiento de aquellas personas con las que convivimos? Sin filosofía no hay historia, sin filosofía no hay economía, sin filosofía no hay religión, sin filosofía no seríamos nada».

https://www.abc.es/cultura/abci-filosofia-universidad-enf-202111251754_video.html








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