Las matrículas en los grados de humanidades crecen por miles, las notas de corte de filosofía no dejan de subir, la UE quiere hacer de la ética su valor diferencial en la inteligencia artificial, y sin embargo estas materias han sido esquilmadas de la formación obligatoria en la Lomloe. Alumnos y profesores protestan contra esta medida.
por Bruno Pardo Porto
La respuesta es siempre no sé, y no por homenajear a Sócrates. ¿Por qué llevan años maltratando la filosofía de los planes de estudios? No sé. Una y otra vez. Profesores, alumnos, ciudadanos. No sé. ¿Tiene algún rédito político? ¿Algún sentido oculto? Otra vez: no sé. Hasta que un sabio se calienta: «Es un problema de pura ignorancia. Los políticos no tienen ni puta idea de filosofía. No saben ni lo que es».1. Una clase de filosofía
Son las once de
la mañana en la Universidad Autónoma de Madrid y Carmen Madorrán entra en su
aula. Hay una treintena de alumnos esperándola, y empieza a hablar: les
recuerda lo de la clase anterior, que la democracia es una cuestión de grados.
Que se puede valorar según el poder de toma de decisiones de la ciudadanía,
según el nivel de rendición de cuentas de los políticos, según la igualdad de
acceso a los cargos públicos. Y más parámetros. Luego comentan un texto de Bruno
Latour sobre los hechos alternativos y los riesgos de que cada uno acabe
habitando una realidad distinta a la de su vecino. Y para terminar otro de Ece
Temelkuran que se resume en su mismo título: ‘Cómo perder un país: Los siete
pasos que van de la democracia a la dictadura’.
En la hora larga
que dura la sesión la música es el tecleo de los ordenadores. Y por debajo, el
fluir de las ideas. «¿Cómo un individuo puede ser capaz de torturar a un
igual?», pregunta la profesora. Quien responde se apoya en Hannah Arendt, y
ella aprovecha para invocar a Todorov y ‘El miedo a los bárbaros’… Antes de
mandarlos a reflexionar sobre asuntos como la libertad de expresión, el
populismo o la desobediencia civil –ese es el objetivo de la siguiente hora: un
trabajo por grupos en el que tienen que elaborar una ponencia sobre un tema
elegido–, Madorrán asevera: «La filosofía tiene una relevancia central para la
salud de la democracia». Se refiere, claro, a la nueva ley educativa (la
Lomloe) y a la exclusión de la filosofía de la etapa obligatoria. Detrás, en la
pantalla, un Forges: «Pienso, luego estorbo».
Minutos después,
Roger, un alumno espigado y lúcido, nos dice esto: «Se nos ha enseñado siempre
la historia de nuestro continente desde el punto de vista de la emancipación y
de la obtención máxima de libertad para el individuo, el ciudadano, y es
evidente que si realmente se estuvieran persiguiendo estos objetivos
vincularíamos la filosofía con la educación en el desarrollo europeo. No
podemos concebir nuestras sociedades sin individuos coherentes, conscientes de
lo que expresan, de lo que piensan». A su lado, Benedetta asiente y apostilla:
«Damos por hechas muchas definiciones. En la vida común definimos verdad,
definimos mundo. Tenemos una definición muy única, que es personal, y
justamente el hecho de no replantearse estas definiciones es algo que podría
empeorar la calidad democrática y de las instituciones».
Todos tienen una
opinión, y la comparten: Arturo cree que una educación sin filosofía es un
oxímoron («la filosofía siempre está detrás de todo»), Míriam asegura que la
historia del pensamiento abre la mente y Berta sostiene que es una materia
fundamental en la adolescencia, esa etapa en la que empiezas a buscarte a ti
mismo, ese mareo. Los argumentos vuelan con mucha facilidad: que si la
filosofía democratiza la posibilidad de rebelarse, que si la ética fortalece
los lazos de una comunidad. Hay algo admirable en ellos: la sinceridad
intelectual de quien busca saber y aún no se ha ensuciado las manos con otros
intereses.
Esto es lo que
pasa en una clase de segundo de Filosofía, Política y Economía. Esto era lo que
no conocían en las altas esferas.
2. C. Tangana, Shakira y el interés de los jóvenes
El nuevo
desplante político a la filosofía se produce en un momento en el que cada vez
más jóvenes se interesan por ella: qué paradoja. Según los datos del Ministerio
de Universidades, las matriculaciones en las carreras de la rama de Arte y
Humanidades no han parado de subir desde 2017: hemos pasado de unos 40.000
nuevos alumnos cada curso a más de 43.000 en la actualidad. Al mismo tiempo,
las notas de corte para el grado en Filosofía han subido: en la Autónoma, por
ejemplo, de un 7,2 (en 2019) a un 8,2 (2021). Y eso sin mencionar los grados
combinados. El que estudian Roger, Benedetta y compañía exige un 12,9 sobre 14.
«Tiene que ver
con la crisis, ya pasó en la anterior. Mucha gente joven se da cuenta de que
independientemente de lo que estudie el horizonte laboral será difícil, y por
eso eligen directamente algo que les interesa. Disfrutan y salen con la cabeza
preparada para enfrentarse al mundo. Eso es lo que intentamos», explica
Madorrán. Y va más allá: también es normal que en una época agitada como esta
cada vez más chavales se hagan preguntas grandes, enormes, esas que nos sacaron
de la caverna hace unos cuantos siglos.
Carlos Fernández
Liria, que es uno de los profesores más conocidos de la Complutense, confirma
las sensaciones: «La filosofía tiene una aceptación cada vez mayor, mucho mayor
que en mi época, sin duda alguna [nació en 1959]. Aquí las matrículas no han
parado de crecer: ahora tenemos un grado de Filosofía en el que ya hay dificultades
para entrar. La facultad ha crecido y crecido y crecido. Y los alumnos son cada
vez mejores».
Él se ha erigido
como una de las voces más críticas contra la nueva reforma educativa que,
recordemos, se cifra en dos grandes golpes: la eliminación de la Filosofía como
optativa en 4º de la ESO y la negativa a incluir una asignatura de Ética en el
mismo curso (en su lugar ofrecen Valores Cívicos y Éticos, con solo una hora
semanal y un currículum que no convence al magisterio). «Se deben pensar que la
filosofía es algo así como un entretenimiento ocioso para delirios
pseudorreligiosos».
A la
desesperada, Fernández Liria le pidió a C. Tangana, antiguo alumno de su
facultad, que se pronunciase en defensa de la filosofía («solo tú puedes
salvarnos», le soltó). Más tarde repitió la jugada con Shakira: «Ella dijo una
frase que ya podía entenderla algún ministro: ‘La filosofía no es útil, pero es
buena’». «Era una broma, pero también iba en serio: la situación es tan grave…
ya que los políticos no entienden el problema, a ver si lo entienden ellos»,
asevera tras la risa. Por cierto: gracias a una movilización muy potente en
redes sociales, él y sus compañeros lograron juntar más de 260.000 firmas para
entregarle al Ministerio de Educación y pedirle que frenasen este «crimen
contra la humanidad» (así definió la reforma Markus Gabriel, uno de los
pensadores más conocidos y reconocidos de Europa, a su paso por España).
3. Sueños y pesadillas en el Paraninfo
Es miércoles por la tarde y en la Facultad de Filosofía de la
Complutense el Paraninfo está abarrotado. Los que se han quedado fuera por
motivos de aforo buscan una clase para conectarse al acto por ‘streaming’. Hay
un murmullo de satisfacción. «Por fin nos hemos puesto de acuerdo los docentes
y los amantes de la filosofía para movilizarnos», celebra Ramón, profesor del
IES Isabel la Católica. «Quieren quitar la filosofía para montar una asignatura
de ‘coaching’», se cachondea un universitario, no muy lejos. El sarao durará
tres horas, tiempo suficiente para cumplir sus dos propósitos: sacarle las
vergüenzas a la propuesta del ministerio y defender el estudio y enseñanza de
lo suyo, el saber porque sí, como fin en sí mismo, igual que el amor.
De lo primero se
ocupan Esperanza Rodríguez, presidenta de la Red Española de Filosofía, y
Enrique Mesa, ídem de la Asociación de Profesores de Filosofía de Madrid. Ellos
lo recuerdan: no solo es que desaparezcan sus materias del currículum
académico, es que el Gobierno está incumpliendo una Proposición no de ley
aprobada por unanimidad que prometía lo contrario. «¿Quién necesita Educación
para la Ciudadanía: nosotros o el ministerio?», clama Rodríguez. De la segunda
parte de la protesta se encargan varios filósofos de distintas generaciones:
Adela Cortina, Ernesto Castro, Juan José García y Carlos Fernández Liria. Sus
intervenciones son breves pero concisas, y resumen las grietas del sistema.
Cortina reconoce
su perplejidad ante la reforma. Insiste en que no solo hay que saber el qué,
sino también el porqué, de ahí que una clase de ética tenga más sentido que una
de valores: «No se trata solo de saber que hay que estar en contra del
machismo, sino de saber por qué». Y a los que contraponen el mercado laboral y
la filosofía les tira esta realidad: «En todos los ámbitos se está reclamando
la ética. La Unión Europea quiere tratar la ética como una ventaja competitiva
para su Inteligencia Artificial». De hecho, los expertos en lógica tienen un
perfil muy demandado en las empresas de IA, y Google contrata filósofos del
lenguaje para sus departamentos de programación. Hasta la General Motors busca
humanistas... La cuestión de qué es la conciencia humana ya no es ajena a la
tecnología, y hacen falta respuestas.
Juan José
García, por su parte, se pregunta por cómo sería un mundo sin filosofía («la
filosofía es una excentricidad, no siempre ha existido») y afirma: «Cuando
enseñamos filosofía estamos invitando a los alumnos a que ingresen en la
cofradía de las personas que no tienen tradición». En otras palabras: al grupo
de los que no se limitan a recibir, de los que reflexionan acerca de lo que se
les ha sido dado, de lo que tienen delante y detrás. Fernández Liria,
encendido, insiste en que la Revolución Francesa fue una obra de la filosofía
(esto lo escribió Hegel), y que sin filósofos no habría derechos humanos, entre
otros privilegios. Ernesto Castro cambia el juego. «Cuando nos preguntamos si
la filosofía tiene o no utilidad estamos comprando el marco del adversario»,
advierte. Para él, la asignatura de filosofía se concibe hoy como una suerte de
«religión para laicos» que se enseña como si fuera la «nueva lista de los reyes
visigodos». Y además las propuestas que se están haciendo son de mínimos, todas
insuficientes. «Hay que ir más allá, debemos defender la filosofía en todos los
tramos de la educación», sentencia, antes de cuestionarse por qué aprendemos
antes lo que es un complemento directo de lo que es una falacia ad verecundiam…
Ideas, ideas,
ideas: esto también es filosofía.
4. Hablan
los alumnos: «Sin filosofía no seríamos nada»
Marco Chimini es
profesor del colegio Salesianos Estrecho de Madrid. Tiene veintisiete años y el
entusiasmo de la juventud. Se le enciende la voz cuando habla de sus clases:
«Entras al aula y los alumnos empiezan a reflexionar sobre lo que les pasa en
sus vidas. Es muy fácil despertar su interés, hacer que dialoguen con la
historia: todas sus preguntas ya se las ha hecho alguien antes». Y además de lo
vocacional, claro, está lo práctico: «Los alumnos llegan con la competencia
lectoescritora menos desarrollada, y en eso la filosofía es muy útil. Aquí leen
y reflexionan sobre lo que han leído, que son competencias fundamentales…
Estamos haciendo mucha innovación y luego no pueden leer un texto de dos
páginas».
El otro día
Marco nos hizo el favor de preguntarle a sus discípulos por qué deberían
estudiar filosofía. Era un grupo de primero de Bachillerato, el mismo al que
había enseñado en cuarto de la ESO, algo que ya no será posible. «Se me pone la
piel de gallina leyendo las respuestas», confiesa. Ahí van algunas.
«Porque es algo
que nos permite pararnos a reflexionar sobre muchas cosas que de normal pues
nunca nos pararíamos a pensarlas… por qué hago esto, por qué hacemos lo otro».
«Porque es una
manera buena de poder sacar reflexiones y analizar textos. También nos ayuda a
comprender más cosas de nosotros mismos y del mundo que nos rodea».
«Porque
filosofía para nosotros no es una asignatura más, sino que es una materia en la
cual aprendemos cada vez más sobre muchos ámbitos de nuestra vida. Aprendemos
cultura tanto de la filosofía como de la historia, aprendemos a situar la
filosofía en diferentes épocas, pero sobre todo nos enseña a pensar libremente,
a dar nuestra opinión habiendo reflexionado libremente».
«Lo que hace
destacar al ser humano es su inteligencia y capacidad mental comparada con
otras especies, sin nuestros pensamientos, dudas, cuestionamientos, sin la
capacidad de encontrar de una manera u otra respuestas a esas dudas, sin la
capacidad para comunicarnos de manera compleja, no seríamos nada. ¿Por qué
deberíamos suprimir una asignatura basada en aprender, descubrir, comprender,
compartir el pensamiento humano? ¿Por qué suprimir el estudio de toda aquella
evolución que ha llevado a los humanos a pensar como piensan actualmente? ¿No
es acaso bueno que todos sepamos de dónde vienen las bases de las distintas
formas de pensamiento de aquellas personas con las que convivimos? Sin
filosofía no hay historia, sin filosofía no hay economía, sin filosofía no hay
religión, sin filosofía no seríamos nada».
https://www.abc.es/cultura/abci-filosofia-universidad-enf-202111251754_video.html
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