domingo, noviembre 28, 2021
Cómo encontrar el sentido de la vida y tu lugar en el universo
Es normal sentirse perdido en momentos de crisis. Si sientes que tu vida no tiene sentido, no te alarmes, es que estás realizando una travesía del desierto. Hallar tu elemento y tu propósito vital te permitirá encontrar un lugar donde ser tú mismo y desplegar tus talentos.
Llamamos hogar a aquel lugar donde podemos ser nosotros mismos, donde encontramos refugio para el cuerpo y el alma, permitiendo que nuestros dones puedan desplegarse.
Nuestro lugar en el universo, sin embargo, no es un espacio físico, sino una manera de situarnos ante la vida y sus posibilidades.
Horror vacui: Cuando se pierde el sentido de la vida, es natural experimentar este horror al vacío. Y lo llenamos de actividades para no pensar, ya que en ese espacio libre suelen aparecer preguntas incómodas. Sin embargo, en sus respuestas hay un nuevo rumbo para la existencia.
Por qué nos sentimos perdidos
Muchas situaciones de tristeza, apatía o desesperanza, fuera de los casos de depresión endógena, se deben a una realidad desfavorable o insuficiente por dos motivos que podemos definir así:
Estás donde no deberías estar, como en un trabajo que te consume las energías y la autoestima; en una relación tóxica o sin sentido; en un entorno que no sientes como tuyo, que te impide identificarte con tu propia vida.
No estás donde deberías estar, porque has renunciado a un sueño o prioridad que daría significado a tu existencia; no estás allí por miedo, por comodidad –a veces tu lugar está fuera de la zona de confort– o porque estás complaciendo las expectativas de otros.
Ambos casos son dos caras de la misma moneda y te llevan a sentir que no has hallado tu lugar en el universo. O quizás sí lo has encontrado, pero aún no te has atrevido a tomar posesión de él. O tal vez ni siquiera sabes cuál es ese lugar donde desplegar tus dones.
Por qué buscar tu lugar en el universo
Si es tu caso, no te alarmes. Si sientes que tu vida no tiene sentido, es que estás realizando una travesía del desierto: vas dejando el pasado atrás y te diriges hacia tu tierra prometida. Y el terreno que transitas es mucho más fértil de lo que parece. Porque mientras buscas tu lugar en el universo…
Comprendes cada vez mejor tu pasado, con sus aciertos y errores. Ahora ya sabes por dónde no quieres volver a pasar y las equivocaciones que no cometerás.
Tienes tiempo y espacio para imaginar la nueva vida que deseas. Puedes aclarar tus prioridades y objetivos. El propósito vital se vuelve cada vez más nítido.
Tomas mayor conciencia de tu fortaleza y talento. La travesía pone a prueba tu resiliencia para superar obstáculos, tu empatía para hacer alianzas, tu imaginación para dar forma a lo que vendrá.
Adquieres nuevos aprendizajes y habilidades. Gracias a que la taza está vacía, como en el cuento del maestro de té, puede llenarse con otros contenidos.
¿Conoces tus talentos naturales?
En el 2009, Ken Robinson publicaba El elemento, un ensayo que cambió nuestra mirada sobre el talento y la felicidad personal. Más allá de las competencias que enseñan en las escuelas y universidades, orientadas a aprobar exámenes y a obtener «salidas laborales», este experto en educación fallecido en 2020 abogaba por descubrir nuestra pasión.
Así como el elemento del pez es el agua, cada persona tiene un medio en el que se siente más útil, segura y creativa. Hay quien está en su elemento coordinando personas y resolviendo conflictos, mientras que otros dan lo mejor de sí mismos creando en soledad.
En palabras de Robison, «todos nacemos con grandes talentos naturales, pero perdemos el contacto con muchos de ellos a medida que pasa el tiempo. Irónicamente, la educación, tal como se realiza en la mayoría de escuelas, es una de las principales razones por las que esto ocurre. El resultado es que demasiadas personas que nunca conectan con sus verdaderos talentos naturales y, por tanto, no son conscientes de lo que son capaces de hacer».
Encuentra el sentido de tu vida
Si sabes cuál es tu elemento, cuáles son tus talentos y fortalezas, estás más cerca de conocer tu ikigai. Este concepto, que puede traducirse como «tu propósito vital», define los motivos por los cuales nos levantamos de la cama con la ilusión de vivir un nuevo día.
Hay personas que ya saben cuál es su ikigai, otras lo llevan dentro pero todavía lo están buscando. Requiere una exploración paciente para descubrirlo. Quien lo conoce y lo pone en el centro de su vida tiene ya su lugar en el universo.
Pero, ¿qué sucede si no lo encuentras o si, de repente, sientes que has perdido tu propósito en la vida?
Tras una separación, una enfermedad grave, un despido o una ruina económica es común sentir que has perdido tu lugar. En el proceso de encontrar un nuevo ikigai, recordar quién eras en la infancia te ayuda a recuperar el hilo conductor de tu vida.
Esta es la medicina que me apliqué al inicio de la pandemia. Tras muchos años de actividad profesional frenética, a menudo tenía la sensación de haber perdido la brújula de mi vida. Nada más cumplir una urgencia, aparecía la siguiente.
Regresaba de un viaje para dar una charla, y al cabo de poco volvía a partir. El parón planetario puso en pausa este modo de vida y, aunque seguía teniendo obligaciones, se creó un espacio libre, un lienzo en blanco en el que surgió la pregunta: ¿qué estás haciendo con tu vida?
¿Qué estás haciendo con tu vida?
Para averiguarlo, recuperé un proyecto muchas veces abandonado: escribir mi autobiografía para entender las lecciones que he encontrado en el camino y me han llevado hasta aquí. No había logrado llevarlo a cabo por ese ir saltando de urgencia en urgencia.
Como decía Stephen Covey, «lo urgente es importante para otros, pero no para ti». Así que puse lo importante en el centro de mi vida cotidiana y, nueve meses más tarde, concluía el libro en la página 310. Aún no tenía título, pero un breve documental sobre lo sucedido en 1995 en Yellowstone me dio la inspiración.
El lobo gris llevaba siete décadas extinguido, los cazadores habían acabado con los últimos ejemplares en 1926. Desde entonces, los márgenes del río se habían desertificado, debido a que los animales acababan con la vegetación ante la falta de depredadores. En 1995, se reintrodujo un grupo de catorce lobos.
Pronto hicieron disminuir la población de ciervos y los empujaron lejos del río, permitiendo que se recuperara la flora. Esto atrajo a los castores, que crearon diques restableciendo un ecosistema para nutrias, visones, aves, peces y anfibios. Los lobos cambian el río, decidí que ese sería el título de mi autobiografía, que justo se acaba de publicar.
En el cauce de toda existencia hay maestros inesperados que vienen a cambiarla –para bien o para mal– y su influencia acaba dando forma a nuestra vida. Al perseguir lo que amamos y huir de lo que nos causa dolor, encontramos una y otra vez nuestro lugar en el universo.
Descubre lo que necesitas
El Principio de Pixar: Al diseñar un argumento, los guionistas de este estudio de dibujos animados siguen un interesante eje dramático: una cosa es lo que el protagonista quiere y otra lo que necesita. En el viaje entre ambos está la sabiduría de la historia. En Toy Story, Woody quiere volver a ser el juguete favorito del niño, pero lo que necesita es aprender a ser un amigo.
Qué espera la vida
Aplica esta misma regla para preguntarte: ¿Qué es lo que quiero de la vida? ¿Y qué es lo que en realidad necesito? Puedes completar tu exploración con una tercera pregunta que va más allá: ¿Qué espera la vida de mí? Contéstala examinando tus talentos y capacidades para mejorar el mundo.
https://www.cuerpomente.com/psicologia/como-encontrar-sentido-vida-lugar-universo_9159
La filosofía sí tiene utilidad y le explicamos por qué
El mito de que la disciplina es
inútil, que no sirve para nada, es falso
Por Antonio Diéguez Thomas Sturm
Es posible que usted se haya
planteado alguna vez ser vegetariano o vegano por razones éticas, o al menos
conozca a alguien cercano que lo ha hecho. En los últimos años, el animalismo y
la defensa del valor moral del sufrimiento animal se han convertido en piezas fundamentales
de la acción política y de las convicciones éticas de muchas personas. ¿Sabe de
dónde proviene ese enorme cambio cultural? En su forma actual el origen está en
un grupo de estudiantes de filosofía de la Universidad de Oxford que empezaron
a promover estas ideas durante los años 70 del pasado siglo y, sobre todo, en
la publicación en 1975 del libro 'Liberación animal', del filósofo australiano
Peter Singer.
Es difícil encontrar un libro
reciente que haya cambiado más nuestra forma de ver el mundo. No es extraño,
por ello, que Singer obtuviera este año el Berggruen Prize in Philosophy and
Culture, el premio más prestigioso en filosofía, comparable con el Nobel. Y
este mismo ejercicio podría hacerse con otras ideas fundamentales que forman
parte del paisaje cultural y político contemporáneo. Encontraríamos algunas
referencias filosóficas notables que habría dado grandes frutos en la práctica,
aunque a veces se desconocen esos orígenes. El mito de que la filosofía es
inútil, que no sirve para nada, es falso.
Una cosa es que la filosofía no ayude
a dinamizar los mercados ni sirva para construir aparatos o utensilios, que no
genere tecnología (aunque el desarrollo de la lógica moderna por parte
principalmente del filósofo alemán Gottlob Frege (1848-1925) fue lo que hizo
posible el surgimiento de los lenguajes formales que estuvieron en la base de
la construcción de ordenadores y de los programas iniciales de inteligencia
artificial), y otra bien distinta que sea inútil sin más. Por mucho valor que
pueda tener lo inútil, la filosofía no debería asumir ese valor. Puede que,
como enseñaba Aristóteles, la filosofía no se busque principalmente por su
utilidad práctica, pero hacen mal quienes la presentan como un modo de
comprender la realidad que, a diferencia del de las ciencias, no conduce nunca
a su transformación ni la pretende; como si su reino no fuera de este mundo o
sus ideas solo se encaminaran al cultivo personal. La (buena) filosofía tiene,
de hecho, una gran utilidad.
Crea conceptos nuevos para precisar
ideas aún no pensadas con claridad, algunos de los cuales son luego
incorporados a las ciencias, a la educación, al derecho o a otros ámbitos de la
cultura y la política; señala los límites de los viejos conceptos, que hacen
que estos ya no puedan acomodar bien a las nuevas circunstancias, y ayuda a
derribarlos cuando son un estorbo para la reflexión; proporciona argumentos
para apoyar mejor y de forma más persuasiva las ideas más racionales, y
facilita la detección de los argumentos falaces y de las preguntas mal
formuladas. En realidad, si se mira con atención, se verá que pocas cosas han
sido más transformadoras que la filosofía
En realidad, si se mira con atención, se verá
que pocas cosas han sido más transformadoras que la filosofía. En no pocas ocasiones
las ideas filosóficas han cambiado historia. Han alejado o acercado pueblos;
han promovido y justificado revoluciones; han edificado instituciones
culturales y sistemas políticos; han erradicado o santificado costumbres; han
forjado utopías que anhelar (como la de la paz universal y perpetua o la de la
igualdad entre los seres humanos) y distopías que evitar. Los objetivos y
métodos de una educación liberal y su importancia para la democracia actual no
pueden entenderse sin las ideas de filósofos como Rousseau, Kant o John Dewey.
En definitiva, ellos y otros filósofos nos han ayudado a elaborar una imagen
coherente y significativa de nosotros mismos, nos han proporcionado los ideales
de libertad, igualdad y justicia, y nos han mostrado que la mera razón puede
dar respuestas, tentativas y provisionales, pero satisfactorias, a las
cuestiones últimas que siempre nos han importado. Incluso para las ciencias ha
tenido la filosofía una gran utilidad. La reflexión filosófica ha realizado
aportaciones en diversas disciplinas que han contribuido, aunque sea
modestamente, a su desarrollo. La filosofía de la biología proporciona algunos
ejemplos relevantes.
Pensemos en el problema de la
conducta altruista y si cabe su explicación mediante el recurso a la selección
de grupos. O en problemas de tipo conceptual, como el de la clarificación de la
noción de especie, o del concepto de eficacia biológica (fitness), o del
concepto de gen. Pensemos en las dificultades para determinar el papel y
significado de los conceptos informacionales en biología y en los laberintos
teóricos que hay detrás de las nociones de complejidad y de individuo. En todos
estos temas ha habido filósofos que han participado activamente en su discusión
con resultados bien acogidos por los biólogos. Incluso, aunque mucho más
esporádicos, encontramos casos de filósofos que han sido capaces de llevar a
cabo estudios de campo sobre fenómenos biológicos, como han sido los trabajos
de Peter Godfrey-Smith sobre la cognición en cefalópodos.
Teorías de la mente
En otra rama de la filosofía, la que
integran la filosofía de la mente y la filosofía de la psicología, han surgido
también ideas que han sido aprovechadas por los científicos. Ya mencionamos el
papel indispensable de la lógica moderna en la ciencia de la computación y en
la investigación en inteligencia artificial. La ciencia cognitiva actual en su
conjunto está estrechamente relacionada con la filosofía: por ejemplo, en las
teorías de la mente y su relación con el cuerpo, en la hipótesis de la
modularidad de la mente, o en diversas hipótesis sobre el origen y la
naturaleza de la consciencia. Asimismo, la ciencia política no habría sido
posible sin teorías filosóficas sobre el Estado (como las de Hobbes y Locke),
sobre la democracia (Locke y Rousseau), sobre la separación de poderes
(Montesquieu), o sobre el uso público de la razón (Kant). Fueron estas ideas
filosóficas las que crearon y justificaron por primera vez estas instituciones
y prácticas políticas. Y no son sólo las ideas de los filósofos que ya son
considerados como “clásicos” las importantes para la sociedad y la democracia.
Hoy en día, filósofos reconocidos han realizado contribuciones influyentes y
perspicaces, por ejemplo, al examinar críticamente las “paparruchas” (Harry Frankfurt)
de demagogos y pseudointelectuales, o las empleadas en la propaganda política
(Jason Stanley), o la relación entre ciencia y democracia (Philip Kitcher).
Añadamos a todo ello que el propio desarrollo científico y tecnológico ha hecho
cada vez más urgente y necesaria la reflexión sobre los objetivos que debe
buscar ese desarrollo y sobre las consecuencias deseables e indeseables que se
nos avecinan. Es evidente que el propio ser humano y sus modos de vida van a
experimentar grandes transformaciones en las próximas décadas.
No solo por el deterioro creciente de
los recursos de este planeta y por el cambio climático que la actividad humana
está causando, sino por la aplicación directa de las nuevas tecnologías al
mejoramiento humano. Sería negligente no pensar con anticipación sobre estos
asuntos, si es que queremos evitar los peores escenarios. La filosofía no tiene
la exclusiva de esta reflexión, pero su voz es importante.
La filosofía se ha ocupado siempre de
problemas de importancia general, aunque no lo haya transmitido con eficacia En
realidad, la filosofía, se ha ocupado en cada momento histórico de problemas de
importancia general, aunque no siempre haya sido capaz de trasmitirlo con
eficacia. En la época helenística se ocupó de cómo tener una vida buena a pesar
de que el mundo que se había conocido hasta entonces comenzaba a derrumbarse;
en la Edad Media se ocupó de cómo conciliar la razón y la fe; en el
Renacimiento de cómo fundamentar una visión del ser humano capaz de asumir la
tradición pero en busca de una nueva forma de pensar su condición moral y
social; en el comienzo de la Modernidad se interesó en cómo conseguir un saber
tan riguroso como el que empezaba a alcanzar la Nueva Ciencia, puesta en marcha
por Galileo y por otros “filósofos naturales”; en el siglo XVIII se ocupó sobre
todo de cuestiones políticas y morales, centrando su atención en la posibilidad
de una renovación de la cultura y de la sociedad basada en la ciencia y en las
técnicas, etc. Como dijo Hegel, la filosofía ha sido siempre su tiempo atrapado
en pensamientos. El aprendizaje de la filosofía permite, además, entrenar dos
capacidades que deberíamos fomentar con empeño, puesto que no se adquieren
fácilmente y su carencia está en buena medida en la base de la polarización política
que padecemos. En primer lugar, la capacidad para atender a los argumentos
sobre cualquier asunto y para cambiar las opiniones propias cuando los
argumentos del otro resulten convincentes. Esto implica a su vez la capacidad
de análisis conceptual, así como el desarrollo de competencias discursivas
lógicas y críticas que permitan plantear un argumento convincente con claridad
y concisión.
En segundo lugar, la filosofía
(especialmente la ética y la filosofía política) puede mejorar la disposición
natural del ser humano a tomar decisiones y juicios morales de manera sensata.
Fueron filósofos como Aristóteles, Kant, Jeremy Bentham y John Stuart Mill
quienes nos proporcionaron las bases de las teorías y principios éticos que
siguen siendo los más importantes en la actualidad, al menos en Occidente, que
todo ciudadano de una democracia debería aprender a conocer, comprender y
aplicar. (Y para ello puede ayudarse con provecho de la divertida serie de
televisión The Good Place).
En esas habilidades la filosofía
prepara a los alumnos que la estudian como ninguna otra disciplina académica.
Todo esto, en definitiva, viene a cuento del último recorte que el gobierno de
turno, es este caso el de Pedro Sánchez, ha hecho de las horas de filosofía que
se imparten en la enseñanza secundaria y en el bachillerato. Cuanto más tiempo
se le quite a la filosofía en esas etapas educativas, menos herramientas
conceptuales, críticas y normativas se les proporcionarán a los alumnos para
entender y mejorar la sociedad en la que viven, y eso es privarles de algo muy
útil. No se necesita hoy menos, sino más filosofía. *Antonio Diéguez es
catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga. Su
último libro publicado es 'Cuerpos inadecuados: el desafío transhumanista a la
filosofía' (Herder). *Thomas Sturm es miembro de ICREA y profesor en la
Universidad Autónoma de Barcelona.
“Siempre les digo a mis alumnos que tienen que estar preparados para que les ofendan o les hieran”
Anthony Grayling: “Siempre les
digo a mis alumnos que tienen que estar preparados para que les ofendan o les
hieran”
El filósofo
británico considera que la libertad de expresión se debe garantizar en los
campus siempre que no colisione con ataques personales como el sufrido por la
profesora Kathleen Stock en la Universidad de Sussex por alumnos que la
acusaban de tránsfoba
Anthony Grayling, filósofo de 72 años y profesor honorífico de
la Universidad de Oxford,
cree que uno de los grandes males que azota a la humanidad es la incapacidad de
escuchar. Las conversaciones sin silencios en las que los interlocutores tratan
de imponer su argumentario sin intención alguna de cambio. Considera que ese es
el origen de los discursos del odio y que nunca es tarde para entrenar esa
capacidad de escucha que “todo el mundo debería aprender”. Nacido en Luanshya
(Zambia), aunque se siente 99% británico, fundó el New College of the Humanities en Londres en 2012, una
universidad para poner en valor el pensamiento crítico, un “cliché” -según él
mismo lo define- que de no practicarse nos conducirá a la barbarie.
Preocupado por el último incidente
relacionado con la libertad de expresión ocurrido en la Universidad de Sussex,
cuando la profesora de Filosofía Kathleen Stock tuvo que acudir a
la policía después de que varios alumnos del campus colgaran carteles en los
que la acusaban de “tránsfoba” y la amenazaban con que “moriría sola” después
de que publicara un libro en el que cuestiona la autodeterminación de género de
las personas como mero acto administrativo, Grayling considera que los campus
deben formar a sus estudiantes en la tolerancia y cree que la mejor fórmula son
las tutorías, un modelo pedagógico que caracteriza a Oxford y Cambridge en el
que el alumno se sienta a solas con el docente al menos una hora a la semana
para reflexionar y “explorar su mente”. Grayling participó la semana pasada en
un debate sobre la diversidad de ideas en los campus dentro del evento Reinventing Higher Educaction organizado
por IE University en
Roma, donde se escucharon las voces de más de 30 docentes universitarios de
centros internacionales de prestigio como las británicas Imperial College y
London School of Economics.
Pregunta. El rectorado
de la Universidad de Sussex ha abierto una investigación sobre el origen de los
carteles con amenazas y ha asegurado que defenderá la libertad académica de
todos sus profesores. ¿La libertad de cátedra debe tener algún límite moral?
Respuesta. La pregunta es
incorrecta. Más que hablar de la imposición de límites, tenemos que mirar hacia
una segunda fórmula. Pongo un ejemplo: tienes un caballo con el que cabalgas
los fines de semana, por mucho que lo aprecies no lo sientas a la mesa para la
cena. Hay un sitio para ese caballo y no es el salón de tu casa. Del mismo
modo, hay un espacio para la libertad de expresión y si escoges el lugar inapropiado
puedes hacer daño con ello. Tenemos que tener la responsabilidad de medir cómo
y dónde usamos nuestro discurso. Encontrar el foro adecuado, esa es la lección
que la gente debe aprender, absorber esa habilidad. El gran reto de la
moralidad son las buenas maneras, tener en consideración a los demás. Tener
principios y tratar de ser un tipo de persona. Manifestarse en contra de las
ideas y al mismo tiempo respetar a la persona que las ha manifestado y no
tratar de destruirle.
P. ¿Cómo explica que
incluso las generaciones más preparadas que llegan a la Universidad no midan
las consecuencias de esos comportamientos extremos? La profesora Kathleen Stock manifestó que la “cultura del miedo” se
está apoderando de los campus con amenazas que hacen temer por la seguridad
personal.
R. Incluso las generaciones con
más formación están cayendo en la trampa. Para defender sus convicciones,
atacan a una persona, condenan su personalidad y su moralidad en lugar de
cuestionar las ideas que ha expresado. Es un ataque frontal en el que no se miden
las consecuencias. Se produce una transferencia del estigma de la idea
expresada a la persona que lo manifiesta. Ese es el problema más importante. En
el caso de Sussex, de los 3.000 alumnos del campus probablemente iniciaron la
campaña una veintena, empezaron el ruido y la hostilidad y las redes sociales
amplificaron inmediatamente el linchamiento. ¿Cuánto tiempo dedicaron los
usuarios de Twitter a pensar en Kathleen y su verdadera visión sobre las
personas transgénero? Tal vez en tres segundos dieron al botón sin pensar
demasiado y contribuyeron a la tormenta. No dedicaron tiempo a investigar, de
haberlo hecho habrían descubierto que ella defiende que la comunidad trans debe
ver reforzado su derecho a una igualdad jurídica o que existen actos violentos contra
ese colectivo que deben ser perseguidos.
P. ¿En la Universidad se puede
enseñar a ejercer esa libertad de expresión sin herir a terceros?
R. Sin eso es imposible tener una
educación que merezca ser llamada así. No se pueden censurar los debates. Si la
gente encuentra tóxico hablar sobre los nazis o sobre Franco entonces está
perdiendo acceso a una parte importante de conocimiento. Siempre les digo a mis
alumnos que tienen que estar preparados para que les ofendan o les hieran, pero
que eso les tiene que aportar el convencimiento de que pueden argumentar mejor
y hacerles retroceder. Muchas veces las cosas nos incomodan porque forman parte
de nuestros prejuicios. Hay un libro muy interesante de la trabajadora por los
derechos humanos Suzanne Nossel, Dare to Speak (Atrévete a
hablar), en el que detalla qué elementos son necesarios por ambas partes en
cualquier disputa, cómo conseguir que el otro bando considere tu punto de
vista, aunque odie esa idea. Ahora se combate contra el enemigo silenciándolo o
excluyéndolo. No podemos caer tan bajo. Intentar destruir la carrera de alguien
por haber expresado una idea es una forma de acoso -los alumnos de
Sussex amenazaron con dejar de pagar los casi 11.000 euros anuales de matrícula
si no despedían a Kathleen-.
P. Las escuelas de primaria
también tienen una responsabilidad en esta falta de equilibrio.
R. En las sociedades
contemporáneas, en las etapas de primaria y secundaria hay que enseñar a ser
responsable con el uso de las redes sociales, que son el foco del desencuentro.
Cuando llegan a la Universidad, deben haber dedicado ya mucho tiempo a pensar
en cómo las usan, qué es admisible y qué no lo es. Internet se ha convertido en
la pared de un retrete donde todo el mundo puede verter sus mentiras o sus
teorías de la conspiración. En este tsunami de basura, nuestros estudiantes
tienen que ser enseñados a diferenciar lo que es aceptable de lo que no.
P. ¿Cómo se enseña a escuchar? ¿La
empatía es innata o se puede ejercitar?
R. Todos los seres
humanos, porque somos animales sociales, nacemos con esa capacidad. Una de las
mejores maneras es mediante la literatura. Ser un lector atento ayuda a
cultivar el hábito es escuchar, ejercitas tu empatía. Hay un chiste recurrente:
un masoquista le dice a un sádico “hiéreme”, y este le contesta “no” [para
fastidiarle aún más]. Incluso para ser un sádico tienes que ser empático y
saber qué puede sentir el otro. Es natural en los seres humanos. Pero si no se
ha entrenado, una vez llegan a la Universidad, la tutoría es una técnica
excelente para entrenar la escucha. Esa interacción entre alumno y profesor en
sesiones individuales es como amasar pan, cuanto más lo trabajas, mejor sale.
Hay cientos de dialectos del inglés y hay que negociar significados. La tutoría
es la negociación de un entendimiento riguroso de un concepto.
P. No todas las universidades
ponen en práctica esa metodología basada en sesiones personalizadas. Entiendo que
el coste es elevado.
R. Es el núcleo de nuestro modelo
de enseñanza (en el New College of the Humanities hay unos 800 alumnos), en
Cambridge lo llaman supervisiones. Las personas aprenden de manera diferente y
además de las clases magistrales hay que trabajar a otro nivel. Todos nuestros
estudiantes tienen al menos una de estas sesiones personalizadas una vez a la
semana, de una hora. Les mandas una tarea, investigan y escriben un ensayo que
luego discuten contigo. Tu tarea es explorar su mente, buscar respuestas que le
sirvan. A menudo, los jóvenes tienen buenas ideas y luchan mentalmente para
articularlas. Para ayudarles a formularlas tienes que prestar mucha atención e
intuir qué están tratando de decir, dónde quieren llegar. Los silencios son muy
importantes en esos encuentros, hay que dar espacio para la reflexión, entrenar
las pausas. Ese es nuestro valor añadido.
Los filósofos, contra la caverna educativa
Las matrículas en los grados de humanidades crecen por miles, las notas de corte de filosofía no dejan de subir, la UE quiere hacer de la ética su valor diferencial en la inteligencia artificial, y sin embargo estas materias han sido esquilmadas de la formación obligatoria en la Lomloe. Alumnos y profesores protestan contra esta medida.
por Bruno Pardo Porto
La respuesta es siempre no sé, y no por homenajear a Sócrates. ¿Por qué llevan años maltratando la filosofía de los planes de estudios? No sé. Una y otra vez. Profesores, alumnos, ciudadanos. No sé. ¿Tiene algún rédito político? ¿Algún sentido oculto? Otra vez: no sé. Hasta que un sabio se calienta: «Es un problema de pura ignorancia. Los políticos no tienen ni puta idea de filosofía. No saben ni lo que es».1. Una clase de filosofía
Son las once de
la mañana en la Universidad Autónoma de Madrid y Carmen Madorrán entra en su
aula. Hay una treintena de alumnos esperándola, y empieza a hablar: les
recuerda lo de la clase anterior, que la democracia es una cuestión de grados.
Que se puede valorar según el poder de toma de decisiones de la ciudadanía,
según el nivel de rendición de cuentas de los políticos, según la igualdad de
acceso a los cargos públicos. Y más parámetros. Luego comentan un texto de Bruno
Latour sobre los hechos alternativos y los riesgos de que cada uno acabe
habitando una realidad distinta a la de su vecino. Y para terminar otro de Ece
Temelkuran que se resume en su mismo título: ‘Cómo perder un país: Los siete
pasos que van de la democracia a la dictadura’.
En la hora larga
que dura la sesión la música es el tecleo de los ordenadores. Y por debajo, el
fluir de las ideas. «¿Cómo un individuo puede ser capaz de torturar a un
igual?», pregunta la profesora. Quien responde se apoya en Hannah Arendt, y
ella aprovecha para invocar a Todorov y ‘El miedo a los bárbaros’… Antes de
mandarlos a reflexionar sobre asuntos como la libertad de expresión, el
populismo o la desobediencia civil –ese es el objetivo de la siguiente hora: un
trabajo por grupos en el que tienen que elaborar una ponencia sobre un tema
elegido–, Madorrán asevera: «La filosofía tiene una relevancia central para la
salud de la democracia». Se refiere, claro, a la nueva ley educativa (la
Lomloe) y a la exclusión de la filosofía de la etapa obligatoria. Detrás, en la
pantalla, un Forges: «Pienso, luego estorbo».
Minutos después,
Roger, un alumno espigado y lúcido, nos dice esto: «Se nos ha enseñado siempre
la historia de nuestro continente desde el punto de vista de la emancipación y
de la obtención máxima de libertad para el individuo, el ciudadano, y es
evidente que si realmente se estuvieran persiguiendo estos objetivos
vincularíamos la filosofía con la educación en el desarrollo europeo. No
podemos concebir nuestras sociedades sin individuos coherentes, conscientes de
lo que expresan, de lo que piensan». A su lado, Benedetta asiente y apostilla:
«Damos por hechas muchas definiciones. En la vida común definimos verdad,
definimos mundo. Tenemos una definición muy única, que es personal, y
justamente el hecho de no replantearse estas definiciones es algo que podría
empeorar la calidad democrática y de las instituciones».
Todos tienen una
opinión, y la comparten: Arturo cree que una educación sin filosofía es un
oxímoron («la filosofía siempre está detrás de todo»), Míriam asegura que la
historia del pensamiento abre la mente y Berta sostiene que es una materia
fundamental en la adolescencia, esa etapa en la que empiezas a buscarte a ti
mismo, ese mareo. Los argumentos vuelan con mucha facilidad: que si la
filosofía democratiza la posibilidad de rebelarse, que si la ética fortalece
los lazos de una comunidad. Hay algo admirable en ellos: la sinceridad
intelectual de quien busca saber y aún no se ha ensuciado las manos con otros
intereses.
Esto es lo que
pasa en una clase de segundo de Filosofía, Política y Economía. Esto era lo que
no conocían en las altas esferas.
2. C. Tangana, Shakira y el interés de los jóvenes
El nuevo
desplante político a la filosofía se produce en un momento en el que cada vez
más jóvenes se interesan por ella: qué paradoja. Según los datos del Ministerio
de Universidades, las matriculaciones en las carreras de la rama de Arte y
Humanidades no han parado de subir desde 2017: hemos pasado de unos 40.000
nuevos alumnos cada curso a más de 43.000 en la actualidad. Al mismo tiempo,
las notas de corte para el grado en Filosofía han subido: en la Autónoma, por
ejemplo, de un 7,2 (en 2019) a un 8,2 (2021). Y eso sin mencionar los grados
combinados. El que estudian Roger, Benedetta y compañía exige un 12,9 sobre 14.
«Tiene que ver
con la crisis, ya pasó en la anterior. Mucha gente joven se da cuenta de que
independientemente de lo que estudie el horizonte laboral será difícil, y por
eso eligen directamente algo que les interesa. Disfrutan y salen con la cabeza
preparada para enfrentarse al mundo. Eso es lo que intentamos», explica
Madorrán. Y va más allá: también es normal que en una época agitada como esta
cada vez más chavales se hagan preguntas grandes, enormes, esas que nos sacaron
de la caverna hace unos cuantos siglos.
Carlos Fernández
Liria, que es uno de los profesores más conocidos de la Complutense, confirma
las sensaciones: «La filosofía tiene una aceptación cada vez mayor, mucho mayor
que en mi época, sin duda alguna [nació en 1959]. Aquí las matrículas no han
parado de crecer: ahora tenemos un grado de Filosofía en el que ya hay dificultades
para entrar. La facultad ha crecido y crecido y crecido. Y los alumnos son cada
vez mejores».
Él se ha erigido
como una de las voces más críticas contra la nueva reforma educativa que,
recordemos, se cifra en dos grandes golpes: la eliminación de la Filosofía como
optativa en 4º de la ESO y la negativa a incluir una asignatura de Ética en el
mismo curso (en su lugar ofrecen Valores Cívicos y Éticos, con solo una hora
semanal y un currículum que no convence al magisterio). «Se deben pensar que la
filosofía es algo así como un entretenimiento ocioso para delirios
pseudorreligiosos».
A la
desesperada, Fernández Liria le pidió a C. Tangana, antiguo alumno de su
facultad, que se pronunciase en defensa de la filosofía («solo tú puedes
salvarnos», le soltó). Más tarde repitió la jugada con Shakira: «Ella dijo una
frase que ya podía entenderla algún ministro: ‘La filosofía no es útil, pero es
buena’». «Era una broma, pero también iba en serio: la situación es tan grave…
ya que los políticos no entienden el problema, a ver si lo entienden ellos»,
asevera tras la risa. Por cierto: gracias a una movilización muy potente en
redes sociales, él y sus compañeros lograron juntar más de 260.000 firmas para
entregarle al Ministerio de Educación y pedirle que frenasen este «crimen
contra la humanidad» (así definió la reforma Markus Gabriel, uno de los
pensadores más conocidos y reconocidos de Europa, a su paso por España).
3. Sueños y pesadillas en el Paraninfo
Es miércoles por la tarde y en la Facultad de Filosofía de la
Complutense el Paraninfo está abarrotado. Los que se han quedado fuera por
motivos de aforo buscan una clase para conectarse al acto por ‘streaming’. Hay
un murmullo de satisfacción. «Por fin nos hemos puesto de acuerdo los docentes
y los amantes de la filosofía para movilizarnos», celebra Ramón, profesor del
IES Isabel la Católica. «Quieren quitar la filosofía para montar una asignatura
de ‘coaching’», se cachondea un universitario, no muy lejos. El sarao durará
tres horas, tiempo suficiente para cumplir sus dos propósitos: sacarle las
vergüenzas a la propuesta del ministerio y defender el estudio y enseñanza de
lo suyo, el saber porque sí, como fin en sí mismo, igual que el amor.
De lo primero se
ocupan Esperanza Rodríguez, presidenta de la Red Española de Filosofía, y
Enrique Mesa, ídem de la Asociación de Profesores de Filosofía de Madrid. Ellos
lo recuerdan: no solo es que desaparezcan sus materias del currículum
académico, es que el Gobierno está incumpliendo una Proposición no de ley
aprobada por unanimidad que prometía lo contrario. «¿Quién necesita Educación
para la Ciudadanía: nosotros o el ministerio?», clama Rodríguez. De la segunda
parte de la protesta se encargan varios filósofos de distintas generaciones:
Adela Cortina, Ernesto Castro, Juan José García y Carlos Fernández Liria. Sus
intervenciones son breves pero concisas, y resumen las grietas del sistema.
Cortina reconoce
su perplejidad ante la reforma. Insiste en que no solo hay que saber el qué,
sino también el porqué, de ahí que una clase de ética tenga más sentido que una
de valores: «No se trata solo de saber que hay que estar en contra del
machismo, sino de saber por qué». Y a los que contraponen el mercado laboral y
la filosofía les tira esta realidad: «En todos los ámbitos se está reclamando
la ética. La Unión Europea quiere tratar la ética como una ventaja competitiva
para su Inteligencia Artificial». De hecho, los expertos en lógica tienen un
perfil muy demandado en las empresas de IA, y Google contrata filósofos del
lenguaje para sus departamentos de programación. Hasta la General Motors busca
humanistas... La cuestión de qué es la conciencia humana ya no es ajena a la
tecnología, y hacen falta respuestas.
Juan José
García, por su parte, se pregunta por cómo sería un mundo sin filosofía («la
filosofía es una excentricidad, no siempre ha existido») y afirma: «Cuando
enseñamos filosofía estamos invitando a los alumnos a que ingresen en la
cofradía de las personas que no tienen tradición». En otras palabras: al grupo
de los que no se limitan a recibir, de los que reflexionan acerca de lo que se
les ha sido dado, de lo que tienen delante y detrás. Fernández Liria,
encendido, insiste en que la Revolución Francesa fue una obra de la filosofía
(esto lo escribió Hegel), y que sin filósofos no habría derechos humanos, entre
otros privilegios. Ernesto Castro cambia el juego. «Cuando nos preguntamos si
la filosofía tiene o no utilidad estamos comprando el marco del adversario»,
advierte. Para él, la asignatura de filosofía se concibe hoy como una suerte de
«religión para laicos» que se enseña como si fuera la «nueva lista de los reyes
visigodos». Y además las propuestas que se están haciendo son de mínimos, todas
insuficientes. «Hay que ir más allá, debemos defender la filosofía en todos los
tramos de la educación», sentencia, antes de cuestionarse por qué aprendemos
antes lo que es un complemento directo de lo que es una falacia ad verecundiam…
Ideas, ideas,
ideas: esto también es filosofía.
4. Hablan
los alumnos: «Sin filosofía no seríamos nada»
Marco Chimini es
profesor del colegio Salesianos Estrecho de Madrid. Tiene veintisiete años y el
entusiasmo de la juventud. Se le enciende la voz cuando habla de sus clases:
«Entras al aula y los alumnos empiezan a reflexionar sobre lo que les pasa en
sus vidas. Es muy fácil despertar su interés, hacer que dialoguen con la
historia: todas sus preguntas ya se las ha hecho alguien antes». Y además de lo
vocacional, claro, está lo práctico: «Los alumnos llegan con la competencia
lectoescritora menos desarrollada, y en eso la filosofía es muy útil. Aquí leen
y reflexionan sobre lo que han leído, que son competencias fundamentales…
Estamos haciendo mucha innovación y luego no pueden leer un texto de dos
páginas».
El otro día
Marco nos hizo el favor de preguntarle a sus discípulos por qué deberían
estudiar filosofía. Era un grupo de primero de Bachillerato, el mismo al que
había enseñado en cuarto de la ESO, algo que ya no será posible. «Se me pone la
piel de gallina leyendo las respuestas», confiesa. Ahí van algunas.
«Porque es algo
que nos permite pararnos a reflexionar sobre muchas cosas que de normal pues
nunca nos pararíamos a pensarlas… por qué hago esto, por qué hacemos lo otro».
«Porque es una
manera buena de poder sacar reflexiones y analizar textos. También nos ayuda a
comprender más cosas de nosotros mismos y del mundo que nos rodea».
«Porque
filosofía para nosotros no es una asignatura más, sino que es una materia en la
cual aprendemos cada vez más sobre muchos ámbitos de nuestra vida. Aprendemos
cultura tanto de la filosofía como de la historia, aprendemos a situar la
filosofía en diferentes épocas, pero sobre todo nos enseña a pensar libremente,
a dar nuestra opinión habiendo reflexionado libremente».
«Lo que hace
destacar al ser humano es su inteligencia y capacidad mental comparada con
otras especies, sin nuestros pensamientos, dudas, cuestionamientos, sin la
capacidad de encontrar de una manera u otra respuestas a esas dudas, sin la
capacidad para comunicarnos de manera compleja, no seríamos nada. ¿Por qué
deberíamos suprimir una asignatura basada en aprender, descubrir, comprender,
compartir el pensamiento humano? ¿Por qué suprimir el estudio de toda aquella
evolución que ha llevado a los humanos a pensar como piensan actualmente? ¿No
es acaso bueno que todos sepamos de dónde vienen las bases de las distintas
formas de pensamiento de aquellas personas con las que convivimos? Sin
filosofía no hay historia, sin filosofía no hay economía, sin filosofía no hay
religión, sin filosofía no seríamos nada».
https://www.abc.es/cultura/abci-filosofia-universidad-enf-202111251754_video.html
domingo, noviembre 21, 2021
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