Los sofistas
A mediados del siglo V a. C. en Atenas la política es la principal
actividad de los ciudadanos en las ciudades que han establecido la democracia,
a cargo del del gobierno de la ciudad. ¿Qué habilidades hacen falta para
participar exitosamente en la vida pública? ¿Cómo se triunfa en política? Aparecieron
unos personajes que decían tener esas respuestas: Los sofistas.
La palabra sofista significaba maestro
en sabiduría, así se presentaban estos personajes que iban de un lugar a
otro, participaban en la política y cobraban por sus lecciones. Sabían o
simulaban saber de música, pintura, astronomía, geometría, aritmética,
fonética. Su ciencia no buscaba la verdad sino la apariencia de saber porque
ésta reviste de autoridad. Enseñaban la virtud, sin connotaciones morales
(areté), requerida para las nuevas circunstancias sociales y políticas de la
ciudad en la época. La exigencia de esa areté era el dominio
de la palabra para ser capaz de persuadir a otros. "Poder convertir
en sólidos y fuertes los argumentos más débiles", afirma Protágoras.
Gorgias dice que con
las palabras se puede envenenar y embelesar.
Se trata, de adquirir el dominio de razonamientos engañosos. El arte de la
persuasión no está al servicio de la verdad sino de los intereses del que
habla. Llamaban a ese arte "conducción de almas". No eran, pues,
propiamente filósofos pero tenían en común una actitud que sí puede llamarse
filosófica: el escepticismo y relativismo. No creían que el ser
humano fuese capaz de conocer una verdad válida para todos especialmente en el
ámbito de las convenciones, pero
llegaban a dudar, incluso, de que pudiera lograrlo en el terreno de la naturaleza (phýsis).
Gorgias pretendió demostrar tres cosas: nada existe, si existiese algo
no podríamos conocerlo, y si conociésemos algo no podríamos comunicarlo a los
demás. Protágoras decía: "Como cada cosa me aparece, así es para mí; y
como aparece a ti, así es para ti." El escepticismo alcanzó a los dioses. "No dispongo de medios -dice
Protágoras- para saber si existen o no, ni la forma que tienen; porque hay
muchos obstáculos para llegar a ese conocimiento, incluyendo la oscuridad de la
materia y la cortedad de la vida humana." Y alcanzó a las leyes de las ciudades.
Antes se creía que éstas tenían origen divino, ya fuese porque Apolo
hubiese inspirado directamente al legislador -tal era el caso de Licurgo,
legendario fundador de Esparta- ya fuese porque los legisladores acostumbraban
consultar sus proyectos de ley al oráculo de Delfos. Ahora se ha viajado
suficiente para poder comparar las leyes griegas con las leyes de otros lugares
y, sobretodo, se tiene experiencia de cómo se redactan y aprueban leyes en las
asambleas democráticas. Los sofistas eran miembros de esas asambleas.
Protágoras estuvo en el grupo enviado a Turii, en el sur de la actual Italia,
para dar leyes a la nueva colonia ateniense. Para ellos, por tanto, las leyes eran convencionalismos humanos; normas
que los hombres adoptan para no vivir como animales. En el principio se
vivió así y los fuertes se aprovechaban de los débiles. Las leyes protegen al
débil del fuerte. En ese sentido son
convenientes, aunque no tienen otro fundamento.
Porque no tienen otro fundamento los hombres pueden transgredirlas con
tal de que los demás no lo adviertan. Es por la misma razón, un hombre
realmente fuerte, puede ignorar las leyes, apoderarse del poder y satisfacer
sus deseos.
En su origen, el nombre de sofista no llevaba consigo la idea
desfavorable que hoy le atribuimos, puesto que solía darse esta denominación a
los que hacían profesión de enseñar la sabiduría o la elocuencia. Desde la
época de Sócrates y Platón, el sofista se convirtió en un hombre que hace gala y
profesión de engañar a los demás por medio de argucias y sofismas; que
considera y practica la elocuencia como un medio de lucro; que hace alarde de
defender todas las causas, y que procede en sus discursos y en sus actos como
si la verdad y el error, el bien y el mal, la virtud y el vicio fueran cosas, o
inasequibles, o convencionales, o indiferentes. Tales fueron los que en la
época socrática se presentaron en Atenas, después de recorrer pueblos y
ciudades, haciendo alarde de su profesión y de su habilidad sofística.
Por un concurso de circunstancias especiales, Atenas vino a ser el punto
de reunión y como la patria adoptiva de los sofistas. La forma solemne, pública
y ruidosa en que éstos exponían sus teorías, el brillo de su elocuencia, los
aplausos que por todas partes les seguían, las máximas morales, o, mejor dicho,
inmorales que profesaban, todo se hallaba en perfecta armonía y relación con el
estado social, religioso y moral de la ciudad de Atenea.
Entre las causas
principales que contribuyeron a la aparición de los sofistas en aquella época,
puede contarse también el estado de la filosofía por aquel entonces.
En Atenas la voz
de Protágoras, la de Gorgias y la de otros sofistas que paseaban por las calles
de la ciudad de Solón, seguidos de numerosa juventud, ávida de escuchar sus
pomposos discursos, escuchar y aplaudir sus máximas morales las cuales se hallaban en armonía con los
gustos y costumbres de la sociedad ateniense por aquel tiempo.
Luego de la lectura, responder lo siguiente
1. Copie todos los
Términos Específicos.
2. Copie los nombres de los filósofos citados.
3. Establezca las
características de los sofistas.
4. Explique: Por qué con las palabras se puede
envenenar y embelesar a las personas.
5. ¿Qué los acercó o identificó con la filosofía?
6. ¿Por qué afirman que las leyes eran
convencionalismos humanos?
7. Explique: ¿Por qué un hombre realmente fuerte,
puede ignorar las leyes y apoderarse del poder?
8. ¿Cuál es la importancia las leyes humanas?
9.
¿Quién fue el fundador de Esparta?
10. ¿Cómo protegen las leyes al débil
del fuerte?
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