martes, septiembre 23, 2025
martes, agosto 05, 2025
Dictado 1 Grupo 6°1
Términos Específicos
gobierno
revolución
rebelión
socialización
consorcio
lingüística
alemán
xenofobia
inmigración
occidente
arancel
impuesto
próximo
taxativo
Quimbaya
ambivalente
ambición
honestidad
crucifixión
asilo
ambivalente
Prehistoria
vulcanización
aprendizaje
contextualización
germen
Kosovo Oficialmente conocido como República de Kosovo, es un estado soberano con reconocimiento limitado sin salida al mar, ubicado en la península balcánica, en el sureste de Europa.
Vancouver Ciudad de la costa pacífica de Canadá.
Nueva York Ciudad más poblada de los Estados Unidos y una de las más densamente pobladas a nivel mundial, con un área urbana de veinticuatro millones de habitantes
baloncesto
béisbol
apartheid
Venecia Ciudad ubicada en el noreste de Italia. Capital de la región véneta y de la provincia de Venecia. Su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Suecia Es una nación escandinava con miles de islas costeras y lagos interiores, junto con extensos bosques boreales y montañas nevadas.
canal de Suez Canal artificial navegable situado en Egipto, que une el mar Mediterráneo con el golfo de Suez, en el mar Rojo, a través del istmo de Suez; se convirtió a la región del Sinaí en una nueva península, constituyendo la frontera entre los continentes de África y Asia.
hamburguesa
lapsus
óptica
obsoleto
observación
servir
vísceras
árbol
xilófono
saxofón
armisticio
referendo
auténtico
autóctono
budismo
Buda Buda Gautama, conocido como Siddharta Gautama, Buda Shakyamuni, o, solo, , Buda, fue un príncipe de Kapilavastu, asceta, meditador, ermitaño y maestro espiritual.
acción
Axión
(jabón)
axiología
evolución
desplazamiento
desescolarización
racismo
discriminación
diversidad
comprensión
civilización
viernes, julio 25, 2025
miércoles, julio 23, 2025
miércoles, julio 16, 2025
Dictado 1 Grupo 6°2
El dictado, en el contexto educativo, es una
actividad donde una persona lee un texto en voz alta para que otra u otras
personas lo escriban, ayudando a mejorar la ortografía, la atención y la
concentración.
gobierno
revolución
rebelión
socialización
consorcio
lingüística
alemán
xenofobia
inmigración
óxido
occidente
impuesto
procedente
taxativo
Quimbaya
ambivalencia
ambición
honestidad
crucifixión
ácido
ambivalente
prehistoria
organización
aprendizaje
contextualización
guerra
Kosovo
Vancouver
béisbol
baloncesto
Suecia
Canal
de Suez
hamburguesa
lapsus
óptica
observación
servir
árbol
xilófono
saxofón
armisticio
autóctono
axiología
devolución
convención
desplazamiento
racismo
discriminación
dogmatismo
Amazonas
Guaviare
Vaupés
utopía
absurdo
Hawái
lava
erupción
volcán
ceniza
Paleozoica
Mesozoica
Azoica
sábado, julio 05, 2025
Somos adictos emocionales y a las sensaciones.
Clara exposición de la destacada médico psiquiatra Marian Rojas Estapé, sobre las adicciones que padece en la actualidad la sociedad contemporánea
Al contrario de lo que se lleva diciendo durante años, la adicción no es algo puramente físico. Si bien es cierto que, en las adicciones al tabaco, el alcohol, a los tranquilizantes, ansiolíticos, o a las drogas sean legales o no, existe una parte de dependencia fisiológica, la adicción es una cuestión emocional. Somos adictos a las emociones.
El funcionamiento de nuestro cerebro es igual en todos los tipos de adicciones, pasa por los mismos procesos. La generación de dopamina altera nuestro estado de animo de manera artificial y acabamos recurriendo a ella para tapar nuestro malestar, es decir, como no nos sentimos bien, hacemos cosas que nos aporten pequeñas dosis de dopamina para sentir bienestar. Este bienestar es pasajero y superficial, ya que a pesar de que la sensación es buena, no cura ni sana nuestro malestar, simplemente lo alivia temporalmente.
Vivimos frustrados, y estresados en sociedades con todo tipo de dolencias cada vez más frecuentes que no dejan de crecer, como la ansiedad, la depresión, el estrés, baja autoestima y la frustración. Todo esto altera nuestra forma de sentir, vivimos con malestar permanente, somos sociedades frustradas.
Nuestra mente (ego) que es muy poderosa y necesaria para la supervivencia nos juega malas pasadas, haciéndonos creer que no somos suficiente, que no estamos a la altura y que deberíamos ser otro tipo de persona o conseguir cosas para sentirnos bien. Ahí está el gran dímela, darse cuenta y ser consciente de que lo que nos dice nuestra mente no es real. Somos suficientes y podemos ser felices aceptándonos como somos.
Vivir en permanente malestar y frustración, hace que estemos en una incesante búsqueda de sensaciones y emociones que nos hagan sentir bien.
Los tiempos cambian y gracias a la tecnología, somos adictos a las sensaciones que nos da la tecnología, y sobre todo las pantallas del teléfono, Tablet o PC ya que, unido a las redes sociales, se ha convertido en la mayor droga del siglo XXI.
Vivimos atrapados por el día a día y no somos conscientes de las consecuencias que la tecnología y el uso de las redes sociales está teniendo en nuestros cerebros, y en nuestra calidad de vida, según nos explica la psiquiatra Marian Rojas Estapé
Somos adicto a la tecnología adictos a los teléfonos móviles, adictos a las redes sociales y no somos conscientes de nada.
Con esta conferencia de Marian Rojas Estapé tenemos la oportunidad de hacer un alto en nuestro camino, darnos cuenta y ser conscientes de como pensamos, como sentimos y como actuamos ya que todo lo que hacemos tiene consecuencias en nosotros mismos, en nuestra forma de sentir y en nuestro cerebro.
¡¡¡Eres adicto, se consciente y despierta!!!
miércoles, julio 02, 2025
¿Cómo afecta a nuestro cerebro la lectura en pantallas?
La neuropsicóloga estadounidense Maryanne Wolf ha
escrito un hermoso libro titulado: Lector, vuelve a casa. El texto recopila
nueve cartas a lectores imaginarios. Como leemos cada vez más a través de
pantallas, ella ha querido indagar sobre los efectos que este fenómeno podría
tener en nuestro cerebro.
Según el estudio sobre hábitos de lectura de la
Cámara Colombiana del libro realizado en el 2023, la mitad de los jóvenes
colombianos de 18 a 24 años que lee libros lo hace exclusivamente en formato
digital y el 19% lo hace en ambos
formatos. El dato es más relevante cuando hablamos de la manera en
la que nos informamos. El estudio Save The Children es
contundente al respecto: en España, el 60% de los adolescentes
mayores de 14 años recurre a redes sociales, mientras que solo el 5% consulta
la prensa en papel.
El contexto anterior produce diversos
cuestionamientos, pues lo que recientemente ha encontrado la ciencia es que el
impacto de la lectura en pantallas en los lectores novatos puede ser devastador
para la comprensión lectora y el pensamiento crítico. Veamos por qué.
Primero: Deteriora la atención.
Nuestros computadores permanecen conectados a
diversas plataformas y videojuegos que están abiertos simultáneamente con
nuestras lecturas. De esta manera, mantener el hilo de las ideas que leemos es
en extremo difícil. Además, dada la estructura fractal que tienen las redes,
con enorme frecuencia saltamos entre diversos temas, videos y documentos sin
profundizar en ninguno. Esta situación es mucho más difícil para un niño o
adolescente que hasta ahora está iniciando la adquisición de sus competencias
comunicativas.
El neurocientífico Stanislas Dehaene ha concluido
que el primer pilar del aprendizaje es la atención. Desafortunadamente, esta
habilidad psicológica superior viene en declive en las últimas décadas. La
mayoría de niños, niñas y jóvenes presenta graves déficits de atención porque
se enfrentan simultáneamente a múltiples tareas y estímulos. Estamos
adquiriendo -como lo llamó Howard Gardner-, una mente de “saltamontes”.
Hoy la mayoría de niños y adolescentes tienen muy
bajos niveles de concentración. En general, leen poco, pero ojean y opinan
mucho. En sus conversaciones y lecturas cambian de tema, videojuego o
plataforma, casi sin pestañear. En consecuencia, aprenden poco porque, aunque
están expuestos a infinidad de informaciones, poco contrastan, reestructuran o
reelaboran. El problema es que, si aprenden poco, cada vez serán más
influenciables y manipulables; es decir, menos autónomos.
Final del formulario
Segundo: Debilita la empatía.
La empatía es la capacidad para ponernos en el
lugar de los otros, de gozar con sus alegrías y de preocuparnos por sus
problemas. Todo indica que viene en declive debido al creciente deterioro de la
socialización, en parte por la generalización de los hijos únicos y también por
la emergencia de plataformas que remplazan la vida social. Sara Konrath y su equipo
de investigación de la Universidad de Stanford estima una caída del 40% en la
empatía en los jóvenes durante las dos últimas décadas. Las pantallas,
las selfis y la exposición de la vida propia en plataformas,
fortalecen el yo y debilitan el nosotros.
Al incluir la empatía, estos estudios reivindican
la dimensión socioafectiva, esencial en la formación de actitudes favorables
ante la lectura. De hecho, para los enfoques socioculturales la lectura es un
acto de humanización, descentración y sobre todo una acción comunicativa.
Tercero: Deteriora el lóbulo
prefrontal.
Este lóbulo es el encargado de funciones como la
toma de decisiones, la gestión emocional, la planificación, la atención
voluntaria y el autocontrol. La psiquiatra Marian Rojas Estapé ha explicado de
manera profunda y sencilla cómo la sobreexposición a pantallas frena su
desarrollo y los jóvenes siguen –como si siguieran siendo bebés- dependiendo de
la luz, el sonido y el movimiento para no sentirse aburridos. Es por eso que
las redes los atrapan. Lo anterior sucede porque las pantallas generan dopamina
de forma rápida y constante, lo que debilita en niños y jóvenes la tolerancia a
la frustración, haciéndolos más impulsivos y menos capaces de concentrarse,
planificar y de gestionar el tiempo libre o la sensación de aburrimiento. Toda
actividad que no tenga luz, sonido y movimiento, les parece poco llamativa. En
consecuencia, jóvenes sobreexpuestos a pantallas tienen un sistema emocional
menos desarrollado pues no logran tramitar adecuadamente sensaciones como el
fracaso, el aburrimiento o la frustración y se vuelven drogodependientes emocionales hipnotizados
por el vértigo de las pantallas.
Cuarto: Dificulta el desarrollo de procesos
metacognitivos.
En la lectura es esencial cultivar el “ojo
tranquilo” de manera que nos ayude a reflexionar y reelaborar ideas. Federico
Nietzsche y Estanislao Zuleta hablarán de la necesidad de rumiar los textos.
Para eso es muy importante subrayar usando diversos colores, comentar, anotar y
volver la vista atrás para retomar palabras y páginas previas. Estos procesos
son relativamente sencillos de lograr en un texto impreso. En la lectura en
pantallas, por el contrario, es más difícil. Aunque es posible requiere una
experticia que no tienen niños y adolescentes.
Quinto: Limita la conversación.
La lectura es un proceso de diálogo con los
escritores. Mis ideas, actitudes, prejuicios, procesos y teorías, interactúan
con los autores que consulto. De allí que, sin conceptos previos, la lectura
comprensiva se torna muy difícil, equívoca y lenta.
Irene Vallejo escribió en 2024 una bella columna en
la que comenta el declive de la conversación moderna. Ha dicho que “el inconveniente de esta edad de
oro de la comunicación y la información, es que no hemos aprendido a hablarnos”.
A través de las pantallas por lo general nos insultamos, segregamos y
agredimos, pero no solemos conversar. Hoy sabemos que, como dice Yuval Harari,
la indignación y el odio venden más y “logran implicar más a los usuarios”.
Jean Piaget usó la expresión: “monólogo colectivo” para referirse al
diálogo entre niños: cada uno habla, pero ninguno escucha realmente. Hoy esa
expresión es vigente para los jóvenes y adultos que dialogan en redes.
Por lo general, en redes se leen textos cortos y
sin matices. Las plataformas están atosigadas de entretenimiento superficial.
Rápidamente los mensajes envejecen y se desactualizan. Para entender eso es
importante tener presente que leemos y escribimos con el cuerpo y con los
sentidos. Un libro impreso se lee, toca, oye y percibe.
Lev Vygotsky demostró que el lenguaje escrito no
solo refleja nuestros pensamientos, sino que también los impulsa. Esta tesis lo
distanció de Piaget, y sin duda, la mayoría le daríamos la razón al creador de
la Escuela Histórico-cultural. Lo percibimos a diario pues los buenos textos
nos ayudan a pensar mejor. En consecuencia, si se debilitan la lectura y la
atención, también se limita el pensamiento profundo, reflexivo y crítico. Si
leemos en smartphones que tienen cinco centímetros de ancho,
así también tienden a ser nuestros pensamientos.
La conclusión es evidente: en las escuelas debemos
privilegiar la lectura de textos impresos y la escritura a mano. Como afirma
Ismael Saenz: Leer en papel y escribir a mano son
la clave para un aprendizaje más profundo. Aun así, la propuesta de
Wolf es muy pertinente. Ella recomienda comenzar a trabajar la
bialfabetización, algo análogo a la enseñanza bilingüe, en la que tendría que
abordarse tanto la mediación de los textos impresos como de los digitales. Si
pretende ser bilingüe el entorno en el que vivimos, ¿por qué no lo ha de ser la
enseñanza?
¿Qué es leer de manera crítica?
Una buena parte de los docentes afirma que
consolidar la lectura crítica es uno de los propósitos más importantes de la
educación. Sin embargo, cuando les pedimos que precisen su acepción y la
diferencien de la lectura literal o inferencial, la confusión aflora.
¿Qué es entonces la lectura crítica?
La mayoría de docentes cree que favorece la lectura
crítica y que lo hace desde los primeros años de escolaridad, pero si
observamos los niveles de lectura alcanzados por los estudiantes colombianos al
ingresar a la universidad, vemos que tan solo el 1 % logra consolidarla. Por el
contrario, la mitad se queda en una lectura literal y solo un 49 % logra hacer
inferencias indirectas.
En términos de Cassany, diríamos que un 50 % lee
“las líneas” (Nivel 1 y 2 según PISA), un 49% lee “tras las líneas” (Nivel 3 y
4 según PISA) y tan solo un 1% lee “detrás de las líneas” (Nivel 5 y 6 según PISA) ¿Por qué son tan bajos los niveles
alcanzados y por qué son tan similares a los obtenidos veinte años atrás?
La lectura crítica nos protege contra el fanatismo,
el dogmatismo y la manipulación, algo muy importante en la era de la
desinformación, las noticias falsas y las redes. Como destacaba Carl Sagan en
su última entrevista: “Si nosotros no somos capaces de hacer preguntas
escépticas, para interrogar a quienes nos dicen que algo es verdad, para ser
escépticos de quienes ejercen la autoridad, entonces estaremos a merced
del próximo charlatán político o
religioso que aparezca”. Todo indica que muchos ciudadanos en el mundo
siguen a merced de charlatanes y eso sucede porque un ciudadano sin lectura
crítica es presa fácil de estafadores, mentirosos y manipuladores. Como
veremos, la lectura crítica también es nuestra mejor defensa contra los
populistas y contra quienes han optado por construir gobiernos cada vez más
autoritarios, cerrados, excluyentes y basados en la reiteración de mentiras.
El problema es que para leer críticamente se
requieren varias condiciones que muy pocas veces cumple la mayoría de la
población.
Primera.
La lectura crítica es un punto de llegada en el
proceso formativo. Eso sucede porque es en extremo exigente. Demanda
conocimientos, actitudes, competencias y sofisticados procesos de lectura,
pensamiento y metacognición. Para alcanzarla, previamente debemos estar en
capacidad de elaborar la estructura semántica de un texto, es decir, captar su
intención comunicativa, sus ideas principales y la manera como los argumentos
se entretejen con la idea central. Van Dijk afirmaba en la misma línea que la
tarea más compleja era reconstruir cognitivamente la base textual
implícita. Esto quiere decir que sin leer entre líneas es imposible leer de
manera crítica. Aun así, la lectura de matices es una condición necesaria, pero
no suficiente.
Algo análogo pasa si como lectores tuviéramos
dificultad para captar los colores que existen en la realidad y el discurso, y
tendiéramos a ver un mundo en blanco y negro. La realidad es más compleja
porque tiene infinidad de tonos que los lectores poco críticos no logran ver.
El problema es que la gran mayoría de personas se
queda en los escalones iniciales de la comprensión lectora y por ese motivo
tienen dificultad para inferir, matizar, captar las intenciones comunicativas,
articular y entretejer la estructura del texto. Es por eso que no llegan a leer
de manera crítica, mucho menos si se trata de comprender discursos complejos.
En una columna anterior diferencié entre ser crítico y criticón. Los primeros escasean y los segundos predominan. Los lectores críticos
leen a profundidad los textos para reelaborar su estructura semántica y ponerla
en diálogo con diversos contextos sociales. Los criticones, por el contrario,
opinan antes de comprender las ideas. Pasan muy rápidamente de la lectura al
juicio de valor. Como decía Gaston Bachelard, quien opina piensa mal
porque traduce sus necesidades en pensamientos. Un lector crítico, por el
contrario, se adentra en profundidad en la estructura ideativa del texto y en
el contexto en el cual fue elaborado. Los criticones opinan inmediatamente y,
al hacerlo, plasman sus prejuicios sobre los textos.
El lector crítico se cuestiona constantemente de
manera reflexiva mientras que el criticón siempre intenta corroborar sus
propias ideas.
Segundo.
El lector crítico reconoce que los
conceptos tienen acepciones diferentes según el contexto en el que se utilicen
y el marco teórico del cual partan los autores. Sabe que los discursos tienen
historias, matices y contextos, porque son prácticas socioculturales. Los
lectores acríticos, por el contrario, se quedan con una sola definición y con
su interpretación personal y unilateral. A ellos hay que recordarles que “leer
-como decía Estanislao Zuleta- no es recibir, consumir, adquirir.
Leer es trabajar…”.
Al decirlo, retoma la figura de Nietzsche:
necesitamos rumiar muy lentamente los textos para poder interpretarlos.
En educación, conceptos como competencias, ciclos,
desarrollo, integralidad, calidad o constructivismo, por ejemplo, son
polisémicos, es decir, tienen múltiples acepciones. Por eso, se debe precisar
el significado que el autor ha adoptado para cada uno de ellos y, de esta
manera, entender de qué está hablando. Sin conceptos bien delimitados, no
podemos entender e interpretar un discurso. Lo complejo, como decía Mijaíl
Bajtín, es que los textos son polifónicos porque en ellos se mezclan múltiples
voces que es preciso desentrañar.
Tercero.
La lectura crítica invita a reelaborar las ideas.
Para lograrlo, exige que siempre se consulten fuentes diversas. Por el
contrario, un lector dogmático se contenta con usar una sola fuente. No lee,
sino que busca confirmar sus prejuicios. Prefiere leer exclusivamente las
fuentes que ratifican sus opiniones. Padece del sesgo de confirmación. Las
redes parecen diseñadas para los criticones. A nivel político se expresaría en
el petrista que no puede leer medios de comunicación o autores afines al
uribismo o, al contrario, se vería en uribistas para quienes la palabra de su jefe
es palabra sagrada y, de esa manera, basta con leer a su ídolo para saber qué
pensar de cualquier tema en concreto.
Cuarto.
La lectura crítica exige distanciamiento antes de
emitir el juicio de valor. De allí que los fanáticos no pueden realizarla. Como
se creen poseedores de la verdad, concluyen que todo aquel que diga algo
diferente, debe estar equivocado. Se sienten dueños absolutos de la verdad.
Como decía Estanislao Zuleta en el Elogio de la dificultad: “No se puede
respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en consideración, ejercer
sobre él una crítica, cuando creemos que la verdad habla por
nuestra boca”. La distancia emocional y afectiva
favorecen un juicio de valor más reflexivo e independiente. La duda y el
escepticismo alimentan el pensamiento y la reflexión. En general, en Colombia
hay exceso de dogmatismo. Por eso, Edelman concluyó que para 2023 éramos la segunda nación más
polarizada del mundo; es decir, aquella en la que las
personas no habían aprendido a discutir, controvertir y reelaborar sus ideas.
Quinto.
El lector crítico desentraña los nexos
entre el texto y los contextos sociales que condicionan y potencian su sentido.
Sabe que una idea, un párrafo, un video, una película o un trino, no se pueden
comprender sin mirar el contexto en el que se produjeron. Tiene en cuenta en
qué contexto social, histórico, económico, político y cultural se generó el
discurso. Eso lo lleva a hacer lecturas más reflexivas y relativas, así como
interpretaciones más cautelosas. Por el contrario, el lector acrítico desconoce
los diversos contextos y, por eso, hace lecturas ahistóricas, literales y
absolutas de los textos: lanza juicios de valor apresurados y sin evidencias.
Hasta el momento, formar lectores críticos sigue
siendo una labor que se cumple de manera excepcional en Colombia. El día que
esta tarea se generalice, dejaremos de ser un país tan polarizado y fortaleceremos la débil
democracia que tenemos.
¿Estamos formando lectores críticos o criticones?
La gran mayoría de docentes en Colombia cree que se puede enseñar a leer de manera crítica desde el primer grado. Sin embargo, tan solo el 1 % de los estudiantes logra consolidar esta competencia al culminar su educación básica. Resolver esta paradoja nos dará muchas luces sobre por qué la mayoría de los colombianos opinamos tanto y leemos tan poco y tan mal.
Con mucha
frecuencia en mis seminarios con docentes suelo hacer esta pregunta: ¿Cuántos
de ustedes consideran que se puede enseñar a leer de manera crítica desde el
primer grado? La pregunta es similar a esta otra: ¿Cuántos de ustedes
consideran que un niño de siete años puede ganar una etapa en la vuelta a
Colombia en bicicleta? Es impactante la respuesta que dan los profesores:
¡cerca del 85 % me dicen que se puede enseñar a leer de manera crítica desde
los siete años a cualquier niño! Es más, ¡argumentan que lo están haciendo!
Lo que encontramos
al revisar las pruebas PISA es que en Colombia tan solo el 1 % de los jóvenes
alcanza la lectura crítica a los 15 años. ¡Solo el 1 %! Ese mínimo porcentaje
lo logra después de haber estado en la escuela durante diez años y luego de haber
recibido clases con 30 o 40 profesores distintos. Del mismo modo, tan solo la
mitad de los jóvenes que han pasado por el sistema educativo pueden elaborar la
idea principal de un texto y menos del 30 % puede interpretar la relación entre
el sentido global, el contexto del autor, el lugar de enunciación o el contexto
sociocultural en el que se produjo el discurso.
¿Por qué, entonces,
creen esos mismos docentes que es posible desarrollar la lectura crítica desde
el primer año de escolaridad?
La respuesta breve
es porque una buena parte de los docentes confunde la lectura crítica con la
lectura criticona. Una respuesta más compleja nos llevaría a diferenciar entre
aprendizaje y desarrollo y
a analizar los diferentes niveles de lectura, los ciclos del desarrollo y el
nexo entre leer, pensar y emitir juicios de valor argumentados.
Cualquier niño
puede comentar un texto, expresar opiniones o juicios, decir qué le gusta y qué
no, pero de eso no se trata la lectura crítica. La lectura crítica es un
proceso mucho más complejo, profundo y lento, al cual solo se llega después de
muchos años de trabajo. Es un proceso similar al de los ciclistas que aspiran
ganar una etapa en una vuelta a Colombia. Deben primero pasar por años de
entrenamiento y ejercicio constante, dirigidos por un grupo de expertos.
El lector crítico
reflexiona y se distancia del texto para poder analizarlo científicamente.
Primero necesita interpretarlo, meterse dentro de su lógica, captar las
intenciones del autor y encontrar el sentido profundo. Para lograrlo, debe
consultar fuentes diversas y contraponer múltiples perspectivas. El lector
crítico necesita relacionar las ideas expuestas con el contexto, tanto de la
obra como del autor y del lector. Es cierto que también llega a un juicio de
valor argumentado, pero fruto del ejercicio que ha realizado y no antes de
hacerlo. La verdad, como puede verse, no es el punto de partida en la lectura
crítica, sino el de llegada.
El lector criticón y
fanático, toma postura
antes de leer cualquier discurso. Su opinión no cambia con la lectura, porque
en sentido estricto no lee, sino que corrobora sus propios prejuicios. Esos son
los lectores que abundan en Colombia. Basta con echarle un vistazo a las redes.
El lector profundo,
antes de emitir su juicio, debe hacer una lectura pausada, reflexiva y
conceptual para interpretar mejor. Pero eso no lo puede hacer si no comprende
las ideas principales. Si no capta las intenciones del autor. Las explícitas y
las implícitas. Para llegar a esos núcleos de sentido, el lector tiene que
suprimir la mayor parte de las informaciones secundarias del texto. Solo
después de un proceso de generalización puede llegar a las ideas principales.
Incluso, muchas veces, debe construir una nueva idea que emerge durante la
lectura y que se transforma en la idea central. Es un proceso complejo que
exige habilidades de lectura consolidadas como la supresión, selección,
generalización y metacognición, que la gran mayoría de los jóvenes no pueden
hacer, porque nunca les enseñamos a hacerlo. Desafortunadamente, en clase de
lenguaje están dedicados a otras cosas que tienen muy poco ver con la
comprensión lectora y la consolidación de las competencias comunicativas: están
aprendiendo reglas gramaticales desconectadas del sentido, ortografía o
particularidades de la historia de la literatura. Están concentrados en
estudiar las formas y descuidan el sentido. Por eso leen tan superficialmente
y, por eso mismo, opinan tanto, pero argumentan tan poco.
La lectura crítica
exige mucho trabajo previo. Por esta razón Estanislao Zuleta hablaba de la
necesidad de formar lectores profundos llenos de preguntas y que se esforzaran
por captar el significado, para poder interpretar y valorar adecuadamente.
En sus términos: “Leer no es recibir, consumir,
adquirir. Leer es trabajar. (…)
Que leer es
trabajar quiere decir ante todo que no existe un código común al que hayan sido
traducidas las significaciones que luego vamos a descifrar”.
Por el contrario,
la opinión es inmediata. El cuento leído gusta o no gusta, y sobre él se pueden
decir varias cosas libremente y sin mucho esfuerzo. La opinión es abiertamente
interesada, subjetiva y personal. Como dice Bachelard, “la opinión piensa mal,
no piensa: traduce las necesidades en conocimientos”. Las opiniones son
prolíficas en comentarios sueltos que dialogan muy poco con el texto y suelen
estar cargadas de prejuicios y de ideas previas.
Como las opiniones,
los prejuicios son juicios de valor sin sustento. Cuando se dice, por ejemplo:
“los negros son perezosos”, “los pobres son pobres porque se han esforzado
poco”, o que “en Colombia no tenemos desplazados, sino migrantes”. Esas son
“lecturas” del mundo que ha realizado la clase política tradicional y que están
cargadas de opiniones, pero carecen de argumentos. Son parte de las ideologías
con las que ellos históricamente han “leído” la realidad nacional. Los
principales maestros que nos han enseñado a leer muy mal son los políticos
tradicionales acostumbrados a defender a perpetuidad sus privilegios. Confunden
la realidad con sus propios intereses.
La clase política
tradicional enseñó al país a hacer esas “lecturas” ideológicas de la realidad.
“Lecturas” que nos enseñaron a estigmatizar y excluir; en especial, a los
pobres y los olvidados de siempre.
Paradójicamente,
una buena parte de los maestros sigue enseñando estas maneras de leer los
textos, los discursos y la realidad. Al hacerlo, invitan a los alumnos a hacer
lecturas recargadas de ideología.
Promueven las
opiniones, pero no cultivan los argumentos. La lectura crítica, por el
contrario, exige que nos distanciemos de nuestras creencias, opiniones y
juicios de valor.
En Colombia hemos
formado muchos lectores ideologizados y criticones, pero muy pocos lectores
críticos. Por eso es tan importante una profunda transformación pedagógica. Lo
grave es que, en el gobierno del cambio, uno de los temas de los cuales todavía
no se ha comenzado a hablar es de la revolución pedagógica. Enseñar a leer de
manera crítica es un proceso muy largo y complejo, que tiene que iniciar por
enseñar a leer de manera profunda, contextual y crítica a los futuros docentes
en las facultades de educación y que debe conducir a sensibles transformaciones
curriculares. El problema es que sin esa transformación es impensable lograr
una revolución cultural, y sin una revolución cultural es imposible hacer una
revolución social. Es cierto, el camino es largo, pero es el único posible y
certero a mediano y largo plazo.
* Director del Instituto Alberto Merani -