jueves, febrero 13, 2025

Elogio de la dificultad

   

                                              

La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidadEntonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de cucaña. 

Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte; y, por tanto, también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. 

Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes. Todas estas fantasías serían inocentes e inocuas, si no fuera porque constituyen el modelo de nuestros anhelos en la vida práctica. Aquí mismo en los proyectos de la existencia cotidiana, más acá del reino de las mentiras eternas, introducimos también el ideal tonto de la seguridad garantizada; de las reconciliaciones totales; de las soluciones definitivas. Puede decirse que nuestro problema no consiste solamente ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos: que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear. 

Deseamos mal. En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo. En vez de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida. En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente sí han existido. 

Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelamos regresar a él. Desconfiemos de las mañanas radiantes en las que se inicia un reino milenario. Son muy conocidos en la historia, desde la Antigüedad hasta hoy, los horrores a los que pueden y suelen entregarse los partidos provistos de una verdad y de una meta absolutas, las iglesias cuyos miembros han sido alcanzados por la gracia –por la desgracia– de alguna revelación. El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña cuán próximos se encuentran una de otro la idealización y el terror.  La idealización del fin, de la meta y el terror de los medios que procurarán su conquista. Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide

de la verdad; en un sistema de pensamiento tal, que los que se atreverían a objetar algo quedan inmediatamente sometidos a la interpretación totalitaria sus argumentos, no son argumentos, sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de malignos propósitos. 

En lugar de discutir un razonamiento se le reduce a un juicio de pertenencia al otro –y el otro es, en este sistema, sinónimo de enemigo –, o se procede a un juicio de intenciones. Y este sistema se  desarrolla peligrosamente hasta el punto en que ya no solamente rechaza toda oposición, sino también toda diferencia: el que no está conmigo, está contra mí, y el que no está completamente conmigo, no está conmigo. Así como hay, según Kant, un verdadero abismo de la acción, que consiste en la exigencia de una entrega total a la “causa” absoluta y concibe toda duda y toda crítica como traición o como agresión. Ahora sabemos, por una amarga experiencia, que este abismo de la acción, con sus guerras santas y sus orgías de fraternidad no es una característica exclusiva de ciertas épocas del pasado o de civilizaciones atrasadas en el desarrollo científico y técnico; que puede funcionar muy bien y desplegar todos sus efectos sin abolir una gran capacidad de inventiva y una eficacia macabra. Sabemos que ningún origen filosóficamente elevado o supuestamente divino, inmuniza a una doctrina contra el riesgo de caer en la interpretación propia de la lógica paranoide que afirma un discurso particular –todos lo son– como la designación misma de la realidad y los otros como ceguera o mentira. 

El atractivo terrible que poseen las formaciones colectivas que se embriagan con la promesa de una comunidad humana no problemática, basada en una palabra infalible, consiste en que suprimen la indecisión y la duda, la necesidad de pensar por sí mismo, otorgan a sus miembros una identidad exaltada por la participación, separan un interior bueno –el grupo – y un exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda la angustia, se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio por lo extraño y se produce la más grande simplificación de la vida, la más espantosa facilidad. Y cuando digo aquí facilidad, no ignoro ni olvido que precisamente este tipo de formaciones colectivas, se caracterizan por una inaudita capacidad de entrega y sacrificios; que sus miembros aceptan y desean el heroísmo, cuando no aspiran a la palma del martirio. Facilidad, sin embargo, porque lo que el hombre teme por encima de todo no es la muerte y el sufrimiento, en los que tantas veces se refugia, sino la angustia que genera la necesidad de ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la crítica, el amor y el respeto. 

Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticas y de los grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que les fueron extrañas en su origen, es el descrédito en que cae el concepto de respeto. No se quiere saber nada del respeto, ni de la reciprocidad, ni de la vigencia de normas universales. Estos valores aparecen más bien como males menores propios de un resignado escepticismo, como signos de que se ha abdicado a las más caras esperanzas. 

Porque el respeto y las normas sólo adquieren vigencia allí donde el amor, el entusiasmo, la entrega total a la gran misión, ya no pueden aspirar a determinar las relaciones humanas. Y como el respeto es siempre el respeto a la diferencia, sólo puede afirmarse allí donde ya no se cree que la diferencia pueda disolverse en una comunidad exaltada, transparente y espontánea, o en una fusión amorosa.  

No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en consideración, someterlo a sus consecuencias, ejercer sobre él una crítica, válida también en principio para el pensamiento propio, cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe; y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra. Nuestro saber es el mapa de la realidad y toda línea que se separe de él sólo puede ser imaginaria o algo peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses. Desde la concepción apocalíptica de la historia las normas y las leyes de cualquier tipo, son vistas como algo demasiado abstracto y mezquino frente a la gran tarea de realizar el ideal y de encarnar la promesa; y por lo tanto sólo se reclaman y se valoran cuando ya no se cree en la misión incondicionada. 

Pero lo que ocurre cuando sobreviene la gran desidealización no es generalmente que se aprenda a valorar positivamente lo que tan alegremente se había desechado, estimado sólo negativamente; lo que se produce entonces, casi siempre, es una verdadera ola de pesimismo, escepticismo y realismo cínico. Se olvida entonces que la crítica a una sociedad injusta, basada en la explotación y en la dominación de clase, era fundamentalmente correcta y que el combate por una organización social racional e igualitaria sigue siendo necesario y urgente. 

A la desidealización sucede el arribismo individualista que además piensa que ha superado toda moral por el sólo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente superior. 

Lo más difícil, lo más importante. Lo más necesario, lo que a todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil, pero también lo esencial es valorar positivamente el respeto y la diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento, como aquello sin lo cual una imaginaria comunidad de los justos cantaría el eterno hosanna del aburrimiento satisfecho. Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil; no solamente sobre sus consecuencias, sino sobre la cosa misma, sobre la predilección por todo aquello que no exige de nosotros ninguna superación, ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar nuestras posibilidades. Hay que observar con cuánta desgraciada frecuencia nos otorgamos a nosotros mismos, en la vida personal y colectiva, la triste facilidad de ejercer lo que llamaré una no reciprocidad lógica: Es decir, el empleo de un método explicativo completamente diferente cuando se trata de dar cuenta de los problemas, los fracasaos y los errores propios y los del otro cuando es adversario o cuando disputamos con él. En el caso del otro aplicamos el esencialismo: lo que ha hecho, lo que le ha pasado es una manifestación de su ser más profundo; en nuestro caso aplicamos el circunstancialismo, de manera que aún los mismos fenómenos se explican por las circunstancias adversas, por alguna desgraciada coyuntura. Él es así; yo me vi obligado. Él cosechó lo que había sembrado; yo no pude evitar este resultado. El discurso del otro no es más que de su neurosis, de sus intereses egoístas; el mío es una simple constatación de los hechos y una deducción lógica de sus consecuencias. Preferiríamos que nuestra causa se juzgue por los propósitos y la adversaria por los resultados. 

Y cuando de este modo nos empeñamos en ejercer esa no reciprocidad lógica que es siempre una doble falsificación, no sólo irrespetamos al otro, sino también a nosotros mismos, puesto que nos negamos a pensar efectivamente el proceso que estamos viviendo. La difícil tarea de aplicar un mismo método explicativo y crítico a nuestra posición y a la opuesta no significa desde luego que consideremos equivalentes las doctrinas, las metas y los intereses de las personas, los partidos, las clases y las naciones en conflicto. Significa por el contrario que tenemos suficiente confianza en la superioridad de la causa que defendemos, como para estar seguros de que no necesita, ni le conviene esa doble falsificación con la cual, en verdad, podría defenderse cualquier cosa. 

En el carnaval de miseria y derroche propios del capitalismo tardío se oye a la vez lejana y urgente la voz de Goethe y Marx que nos convocaron a un trabajo creador, difícil, capaz de situar al individuo concreto a la altura de las conquistas de la humanidad. Dostoievski nos enseñó a mirar hasta donde van las tentaciones de tener una  fácil relación  interhumana: van sólo en el sentido de buscar el poder, ya que si no se puede lograr una amistad respetuosa en una empresa común se produce lo que Bahro llama intereses compensatorios: la búsqueda de amos, el deseo de ser vasallos, el anhelo de encontrar a alguien que nos libere de una vez por todas del cuidado de que nuestra vida tenga un sentido. Dostoievski entendió, hace más de un siglo, que la dificultad de nuestra liberación procede de nuestro amor a las cadenas. Amamos las cadenas, los amos, las seguridades porque nos evitan la angustia de la razón. Pero en medio del pesimismo de nuestra época se sigue desarrollando el pensamiento histórico, el psicoanálisis, la

antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio del pesimismo de nuestra época surge la lucha de los proletarios que ya saben que un trabajo insensato no se paga con nada, ni con automóviles ni con televisores; surge la rebelión magnífica de las mujeres que no aceptan una situación de inferioridad a cambio de halagos y protecciones; surge la insurrección desesperada de los jóvenes que no pueden aceptar el destino que se les ha fabricado. 

Este enfoque nuevo nos permite decir como Fausto:

“También esta noche, tierra, permaneciste firme.

Y ahora renaces de nuevo a mí alrededor.

Y alientas otra vez en mi la aspiración de luchar sin descanso por una altísima existencia”.

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Apunte  Complementario

Zuleta nació en Medellín en 1935 y murió en Cali en febrero de 1990. Fue profesor de las universidades Libre de Bogotá, Santiago de Cali, de Antioquia, y, en la U. del Valle, la cual le confirió el Doctorado Honoris Causa en Psicología en 1980. Fue Asesor en la Consejería de Derechos Humanos de la Presidencia de la República. 

Escribió los siguientes libros: Introducción a la Historia Económica

Económica de Colombia; Thomas Mann, La Montaña Mágica y la 

Llanura prosáica; Teoría de Freud al final de su vida; Comentarios a la ‘Introducción general a la crítica de la economía política’ de Carlos Marx; Comentarios a ‘Así habló Zaratustra’ de F. Nietzsche”; Lógica y crítica; La propiedad, el matrimonio y la muerte en Tolstoi; Sobre la idealización en la vida personal y colectiva y otros ensayos; El pensamiento psicoanalítico; Psicoanálisis y Criminología; Arte y Filosofía; Ensayos sobre Marx; La poesía de Luis Carlos López. Obras póstumas publicadas: Estudios sobre la psicosis, y Colombia: violencia, democracia y derechos humanos.

Zuleta abrió una brecha en la coraza que impusieron el hegemonismo conservador y posteriormente el Frente Nacional, para proteger la estrecha visión cultural católica de la vida, cerrada frente a las corrientes de pensamiento internacionales. 

Indujo un cambio de actitud en toda una generación  de jóvenes.              

Sacado tempranamente de los colegios que lo recibieron y lo hicieron partir porque era demasiado inteligente y un muy buen lector, como para resistir los métodos bárbaros del sistema pedagógico nacional. 

Logró sacudir los cimientos de una década y abrieron esas  vetustas instituciones a la cultura universal, dando el golpe de gracia a sus pretensiones parroquiales.    

     Preguntas para estudiantes del Grado Décimo

 Responder con argumentos, coherencia y acorde al texto en referencia 

1. Elabore un resumen 

2. ¿Cuál es la idea central del Texto? 

3. ¿Qué piensa de lo planteado por el autor? 

4. ¿Qué inquietudes le generó el texto de Zuleta?    

5. Busque el significado de los siguientes Términos Específicos       

cucaña

infalible

doctrina

angustia

neurosis

totalitario

paranoide

     psicoanálisis

antropología

escepticismo

6. ¿Es autocrítico y se exige así mismo para alcanzar sus metas? 

    Explique las siguientes seis frases seleccionadas del texto: 

7. “La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad”. 

8. “Deseamos mal. En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, y por lo tanto, en última instancia, un retorno al huevo”. 

9. “Adán y Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelamos regresar a él”. 

   10. “Lo más difícil, lo más importante. Lo más necesario, lo que a todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha”. 

   11. “Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil; no solamente sobre sus consecuencias, sino sobre la cosa misma, sobre la predilección por todo aquello que no exige de nosotros ninguna superación, ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar nuestras posibilidades”. 

  12. “Dostoievski entendió, hace más de un siglo, que la dificultad de nuestra liberación procede de nuestro amor a las cadenas. Amamos las cadenas, los amos, las seguridades porque nos evitan la angustia de la razón”. 

    Consulte las biografías de:     

    13. Goethe   

    14. Carlos Marx  

    15. Fedor Dostoievski

miércoles, febrero 12, 2025

¿Cómo y por qué surgió la filosofía?

 

Origen de la filosofía

El mito daba respuesta a las preguntas y preocupaciones del hombre de la antigüedad. Para todos los fenómenos y sucesos siempre tenía una explicación. Por ejemplo, los rayos durante una tormenta eran atribuidos a la furia de Zeus. Sin embargo, estas explicaciones no dejaban satisfecha a la curiosidad del hombre que seguía admirando la existencia de los eres y fenómenos.

Poco a poco el hombre dudó de las explicaciones que le daba la mitología, a pesar de que eran aceptadas por la comunidad. Ideó, entonces, otra forma de realidad, caracterizada por el conocimiento lógico, por la fuerza de la reflexión mental examinada, probaba lo que debía ser tenido como verdadero. Este nuevo camino para acercarse a la verdad de los seres constituyó un alejamiento del mito, o desmitificación de la sabiduría, y dio origen al que hacer filosófico.

La filosofía no nació en calmo retiro, sino en Mileto, el mercado del mundo antiguo en el que los pueblos del Mediterráneo procedían al cambio de sus mercancías; y los más antiguos pensadores no fueron ascetas alejados del mundo, sino hombres distinguidos, curiosos y abiertos al mundo, políticos en parte. W. Nestle: Historia del espíritu griego.

De esta manera apareció la ciudad-Estado o polis. En este contexto la forma de hacer política tenía como base la discusión y argumentación. El arte político se basó entonces en el discurso o logos; el mismo que dio origen a la filosofía.

La filosofía nace como una expresión de la vida del hombre griego, que consideraba las expresiones artísticas y culturales como un aspecto fundamental de su actividad diaria.
La cuna de la filosofía occidental se encuentra en las colonias griegas a orillas del mediterráneo, en el Asia Menor jónica y en el sur de Italia. El intenso comercio entre todo el mundo conocido por aquel entonces, predominante en las ciudades - colonias griegas, les aporta riqueza y conocimientos de otros pueblos.

La confrontación con culturas foráneas desafía los horizontes mentales. Las características de esta época son una incipiente transición de la oligarquía a otras formas políticas (democracia, tiranía) y los fenómenos de crisis en política que ello conlleva. En estos tiempos de una nueva orientación mental se produce el cambio que se ha denominado con el tópico del mito al logos”. En lugar de explicaciones por medio de dioses antropomórficos, a partir de ahora se buscan principios naturales y racionales que puedan interpretar el origen del mundo y la posición del hombre. Atlas de filosofía.

Condiciones que favorecieron el origen de la filosofía  

·   EconómicasDurante los siglos VII y VI a de C., Grecia pasó de ser un país fundamentalmente agrícola, a desarrollar actividades artesanales y comercio. Se hizo necesario, entonces, erigir centros de representación comercial, primero en las colonias de Asia menor, sobre todo en Mileto, y luego en otros lugares; y gracias a su actividad comercial, las colonias prosperaron y pudieron establecer instituciones independientes de la metrópoli. Este espíritu de libertad constituyó la base del fortalecimiento artístico, científico y filosófico.

·   Sociales. Aquí es importante resaltar el hecho de que el trabajo era realizado por los esclavos, mientras los ciudadanos dedicaban su tiempo a la política, al ocio y la cultura.

·   PolíticasMuy pronto la nueva clase de comerciantes se convirtió en un poder económico que se opuso a la nobleza. Se produjo entonces un cambio importante en las relaciones entre las clases sociales dando lugar a un sistema democrático de gobierno.

Realiza y Responde las Siguientes Preguntas y Actividades

1. Comenta la relación que puede haber entre el intercambio comercial y el origen de la filosofía.
2. Identifica el aspecto socio cultural de las colonias griegas en cuyo seno tuvo lugar el cambio denominado del mito al logos.
3. ¿Por qué la economía es un factor determinante en el progreso de los pueblos?
4. ¿Qué ventajas aportó el uso de la moneda o el dinero, al comercio en general?

La mayoría de los primeros filósofos creyeron en principios que se dan bajo la forma de la materia, pues afirmaron que el elemento y principio primero de todas las cosas es aquel a partir del cual todas las cosas existen y llegan por primera vez al ser… pues es necesario que haya alguna sustancia natural, una o múltiple, de la que nazcan las demás mientras ésta se conserva. Por lo que se refiere al número y a la especie de tal principio, no dicen todos lo mismo, sino que Tales, el introductor de este tipo de filosofía, dice que es el agua, tomando esta idea posiblemente de que veía que el alimento de todos los seres vivos es húmedo (…).

Anaxímenes y Diógenes afirman que al aire es anterior al agua y que, entre los cuerpos simples, él es principio por antonomasia Por su parte, Heráclito afirma que es el fuego, y Empédocles, a su vez, añadiendo la tierra como cuarto elemento a los ya mencionados, afirmando que son los cuatro.
                                                          Aristóteles, Metafísica.

5. ¿Cuáles características atribuye Aristóteles al arjé?

6 ¿Qué razones podrían tener los primeros filósofos para considerar el agua, el aire o el fuego como principio o arjé de todas las cosas?                                                                           
Los principios de todas las cosas son los átomos y el vacío; todas las otras cosas son (objeto de) opiniones…Las cualidades existen sólo por convención; por naturaleza, sólo hay átomos y vacío. Demócrito DK, 68 A 1
7¿Cómo interpretas a Demócrito cuando afirma que: “las cualidades sólo existen por convención?

Cualquier balance que se pretenda hacer de los logros de los presocráticos, pasa por resaltar en primer lugar su carácter de precursores. De ellos nos interesan mucho más las preguntas que las respuestas. Su forma innovadora de interrogar a la naturaleza, desde presupuestos estrictamente racionales, abre una nueva senda sobre la que transitará toda la filosofía occidental posterior.

En cuanto sus ideas, a pesar de la gran diversidad predominan- te, podemos encontrar algunos puntos en común. Destaquemos en primer lugar su concepción de la realidad como algo eterno, que no ha sido creado y que cambia de forma cíclica volviendo siempre al estadio inicial. Esta realidad es entendida siempre como un sustrato material, puesto que la distinción entre materia y espíritu les es por completo ajena.

Así mismo, su visión de la naturaleza como physis, es decir, como una totalidad ordenada, sujeta a leyes inmanentes que ya no provienen de la voluntad arbitraria de los dioses, sino que son inherentes a la naturaleza misma de las cosas, supone otra de las grandes aportaciones de estos primeros filósofos.

Todo ello sin olvidar la preocupación por el problema del cambio y del ser último de las cosas (esencia), así como, aunque de forma incipiente, la distinción entre razón y experiencia como formas de acceder al conocimiento.



  N°
Coloca (F)  si es Falso o  (V)  si es Verdadero
    F/V
1
La mayoría de los primeros filósofos creyeron en principios que se dan bajo la forma de la materia.

2
La filosofía nació en calmo retiro gracias a antiguos pensadores que vivieron alejados del mundo.

3
El mito daba respuesta a todas las preguntas y preocupaciones del hombre de la antigüedad.

4
La cuna de la filosofía occidental se encuentra en las colonias griegas a orillas del mediterráneo, en el Asia Menor jónica.

5
El hombre nunca dudó de las explicaciones que daba la mitología

6
EL espíritu de libertad constituyó la base del fortalecimiento artístico, científico y filosófico en Grecia

7
Se resalta como un logro de los presocráticos, su carácter de precursores.

8
Anaxímenes y Diógenes afirman que al aire es posterior al agua.

9
la ciudad-Estado o polis surgió en Asia Menor.

10
Los dioses griegos se alejaban de ser antropomórficos.



Preguntas SABER
Selección Múltiple con Única Respuesta

1. Los mitos son parte fundamental de las culturas y las religiones, sirven para justificar creencias y tradiciones de los grupos humanos. Por lo tanto, una de sus funciones es

A. revelar a los hombres el único origen del universo
B. narrar la causa de la existencia humana
C. ayudar en la construcción de sentido de la existencia humana
D. ofrecer una única moral a la comunidad 


2. Uno de los planteamientos más importantes de Parménides y a la vez uno de los más problemáticos y actuales, consiste en su concepción estática del ser. Cualidades del ser como único, eterno, inmutable, ilimitado e inmóvil que Parménides deriva del principio de identidad, son aplicadas a diario. Sin embargo, los avances de la ciencia contemporánea nos han demostrado las dificultades de aceptar tal determinación de la realidad al postular

A. la teoría atómica y el uso de la energía nuclear
B. el concepto de verdad fundamentado en las matemáticas
C. la ciencia física de la naturaleza                
D. modelos dinámicos que explican razonablemente la realidad 


3. Para Heráclito el ser es en su eterno movimiento y devenir infinito. De este modo, el ser es cambiante, no ser, y también es eterno, ser. A partir de esta teoría se puede deducir que

A. al ser general se le aplican los atributos de ser mutable, cambiante, particular y relativo.
B. el mundo es el mismo para todos, es eterno, infinito y sin principio ni fin.
C. son medios para acceder al conocimiento del ser todos los experimentos realizados en un laboratorio de física.
D. el ser puede entenderse desde un razonamiento deductivo que parte desde la experiencia.


4. Para los filósofos griegos anteriores a Platón, la materia era eterna, aunque estuviera compuesta de agua, aire, apeirón, tierra, fuego o átomos. De lo anterior se deduce que para los primeros filósofos griegos era imposible concebir la teoría según la cual los dioses

A. son inmortales y perfectos
B. crearon el mundo a partir de la Nada
C. tienen un sustrato material
D. son seres de naturaleza inmutable

Preguntas SABER tomadas de www.icfes.gov.co


Deshilando la trama cósmica







Física.

Einstein creía firmemente en la armonía de la naturaleza y durante toda su vida se esforzó, sin éxito, por encontrar una teoría unitaria de la física que reflejara dicha armonía. Tres cuartos de siglo después de que publicara su teoría general de la relatividad, la física contemporánea sigue sin poder ofrecer una visión unitaria del universo.
La física cuántica se ha convertido en una fuente de paradojas, ante las que Einstein -como los otros grandes físicos- tuvo que rendirse: como si la tierra se abriese debajo de uno, sin que haya por ninguna parte un cimiento firme sobre el que se pueda construir algo.

Sin embargo, hoy se está avanzando hacia una visión orgánica, en la que el cosmos aparece como una totalidad invisible y dinámica, interconectada en todas sus partes como una gigantesca tela sin costuras. Numerosas evidencias experimentales han llevado a abandonar el paradigma mecanicista newtoniano; hoy el modelo del universo físico ya no es la máquina, si no la mente. Como expreso sir James Hopwood Jeans, el físico inglés: “el universo empieza aparecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina”. 

La física newtoniana ya no es válida para explicar el mundo de lo muy pequeño (partículas subatómicas) ni de lo muy grande, pero su éxito en descubrir el ámbito de las cosas cotidianas llevo a que las demás ciencias la tomaran como modelo. La creencia en que la física tiene la última palabra sobre la realidad, y que por tanto todos los saberes humanos pueden reducirse a física, es tan fuerte que incluso muchos divulgadores de la nueva física han creído estar ante una demostración de la interdependencia de todo cuanto existe, cuanto la física nada puede decir sobre los procesos biológicos o los sentires humanos que de algún modo incluyen electrones, protones, pero no pueden reducirse a hechos-. Hecha esta salvedad, los descubrimientos de la física contemporánea son un desafío formidable a nuestra manera actual de ver las cosas.

Las sorpresas empezaron cuando se comprobó que los átomos no eran partículas sólidas y fijas, sino prácticamente vacías y en continua vibración, y que en los niveles íntimos de la materia se altera todo lo que se pretende observar. Si imaginamos que el minúsculo átomo fuera tan grande como la cúpula de San Pedro del Vaticano, su núcleo tendría el tamaño de un gramo de sal suspendido en su centro, y los electrones que danzan a su alrededor- a velocidades cercanas a la de la luz- serían menores que motas de polvo; todo el resto, vacío.

Además, estos electrones y los protones y los neutrones que componen el núcleo parecen ser a la vez partículas y ondas: si hacemos un experimento considerando que son ondas, actúan como ondas, si consideramos que son partículas, actúan como partículas. Las ondas son tan diferentes de las partículas como las piedras de las naranjas, pero ha habido que aceptar esta naturaleza doble.

Se vio también que todo intento de observar los niveles íntimos de la materia altera lo que se quería observar, con lo que se esfuma la supuesta objetividad de la ob­servación científica; como explica el prin­cipio de incertidumbre de Heisenberg, si queremos conocer la posición de una par­tícula, no podremos saber su velocidad, y si queremos conocer su velocidad habre­mos de ignorar su posición. Se derrumba el determinismo, y las leyes matemáticas, que pareció que habrían de explicarlo to­do, se quedan en meros cálculos de proba­bilidades.

La teoría cuántica se desarrolló en las tres primeras décadas de este siglo para intentar explicar estos paradójicos fe­nómenos, que sólo pueden entenderse viendo el mundo subatómico no como un conjunto de piezas sino como una red de relaciones. Como lo expresó uno de sus ar­tífices, Niels Bohr: «las partículas materia­les aisladas son abstracciones; sus propie­dades sólo se pueden definir y observar a través de su interacción con otros siste­mas».

La otra gran teoría de la física de este si­glo es la relatividad einsteniana. Así como la teoría cuántica penetró en las sorpresas del mundo subatómico, la relatividad en­contró paradojas en el mundo macroscó­pico. Descubrió que la masa -la materia-no es más que una forma de energía com­primida (como tristemente evidencian los usos bélicos y empresariales de la energía nuclear), y que el tiempo y el espacio son mutuamente interdependientes. Cuanto mayor es la velocidad, más lento transcu­rre el tiempo: si pudiéramos emprender un viaje de pocos días a una velocidad cer­cana a la de la luz, al regresar a la Tierra aquí habrían transcurrido años o siglos.

El espacio y el tiempo se veían como coorde­nadas separadas y absolutas; a partir de Einstein el absolutismo desaparece de la fí­sica: según cual sea nuestra posición y ve­locidad, nuestras mediciones darán resul­tados diferentes, y no existe en el universo ningún punto de referencia fijo. Todo se vuelve  (y del sentido común ordinario) era que una cosa no puede influir en otra si no hay algo que las una. Sin em­bargo, la interconexión descubierta por la física cuántica establecía la existencia de conexiones no-locales, es decir, que lo que le sucede a una partícula puede influir simultánea-mente en otras partículas, por muy alejadas que estén y sin que haya na­da que las una. Ni siquiera Einstein fue ca­paz de aceptar esta conclusión, y protago­nizó en los años veinte un histórico debate con Niels Bohr, en el que afirmó su convic­ción de que «Dios no juega a los dados».

Para demostrar que la teoría de Bohr era errónea, Einstein y otros dos físicos dise­ñaron en 1935 un experimento que se co­noce por sus iniciales: EPR. Tres décadas después, John Bell elaboró un teorema se­gún el cual el experimento de Einstein, Podolski y Rosen no habría de dar la razón a éstos, sino a Bohr. Y cuando finalmente se realizó el experimento, así ocurrió. En la versión del experimento que hizo David Bohm, consiste en separar dos partículas subatómicas y alterar el spin (o sentido de rotación) de una de ellas. Según la física cuántica, en un sistema de dos partículas su spin ha de ser opuesto: si una rota hacia la derecha, la otra rota hacia la izquierda. Si ahora llevamos a una de estas partículas a Nueva York y la otra a Madrid, y a la que rotaba a la derecha la hacemos rotar hacia la izquierdainstantáneamente la que rota­ba a la izquierda se pone a hacerlo hacia la derecha, por miles de kilómetros que las separen. El experimento se ha repetido va­rias veces, y siempre funciona: lo que le ocurre a una partícula afecta a la otra, y vi­ceversa.

Ello recuerda al concepto de sin-cronicidad postulado por Carl Gustav Jung y el físico Pauli, que trasciende las tra­dicionales relaciones de causa-efecto. El experimento EPR y el teorema de Bell sólo pueden explicarse aceptando, como Bohm, que todo sistema físico es una «tota­lidad indivisible».

La teoría del orden implicado de David Bohm es una forma de reconciliar la armonía de la naturaleza con los paradójicos descubrimientos de la física cuántica. Todos los fenómenos tendrían dos estados posibles: implicado (o plega­do) y explicado (o desplegado), que el pro­pio Bohm ilustra con un sencillo experi­mento:

«Consideremos 2 cilindros de cristal concéntricos, el interior fijo y el exterior capaz de girar lenta-mente. Llenamos el es­pacio entre los cilindros con un líquido viscoso, como la glicerina. Cuando se le da vueltas al cilindro exterior, éste arrastra consigo casi a la misma velocidad al fluido que tiene al lado, mientras que el fluido más próximo al cilindro interior permane­ce prácticamente en reposo. Así, el fluido de diferentes partes se mueve en propor­ciones diferentes, y de esta manera, cual­quier pequeño elemento de glicerina ter­mina finalmente alargándose en un hilo largo y fino. Si ponemos en el líquido una gota de tinta insoluble, podremos seguir el movimiento de algún pequeño elemento, obser-vando cómo la gota va siendo alarga­da en un hilillo que llega a hacerse tan fino que resulta invisible.

» A primera vista, uno tiende a pensar que la gota de tinta ha quedado totalmente mezclada en la glicerina, de modo que su orden inicial se ha perdido y es ahora alea­torio o caótico. Pero imaginemos que gira­mos ahora el cilindro exterior en la direc­ción contraria. Si el fluido es muy viscoso, como sucede con la glicerina, y no giramos el cilindro demasiado rápido, entonces el elemento del fluido volverá exactamente esencial es que el todo es más que la suma de sus parteslas propiedades de un siste­ma no pueden reducirse a las propiedades de los subsistemas que lo componen, al igual que un gato es algo más que la mera suma de los órganos que lo forman.

El paradigma mecanicista de Descartes y Newton se concentraba en las partes más pequeñas y a partir de ahí intentaba com­prender el todo; la visión sistémica recono­ce el absurdo de ese empeño y se concentra en las totalidades. Una persona es una per­sona, no la suma de los elementos químicos que la componen -los cuales, puestos en un saco, no valdrían más de cuarenta pesetas.

Todos los subsistemas que componen un sistema son interdependientes. Y todos los sistemas se integran en un orden «jerárqui­co»: las moléculas están compuestas de áto­mos y forman células, las células forman ór­ganos, los órganos individuos, y así hasta lle­gar al conjunto del universo, que sería el gran sistema que agrupa a todos los sistemas de sistemas. Y como lo que organiza a cada sistema puede ser llamado «mente» -más o menos rudimentaria según el nivel del siste­ma-, Jantsch concluyó que «Dios no es el creador, sino la mente del universo».

En todos los sistemas vivos existen dos tendencias complementarias: una los hace mantenerse - homeostasis, curación, rege­neración, adaptación-, y otra los impulsa más allá de sí mismos -crecimiento, apren­dizaje, evolución-. Por otro lado, todo sis­tema tiende a autoafirmarse, pero como parte de un sistema más amplio también tiende a colaborar en el equilibrio del conjunto.
La hipótesis Gaia nos muestra que so­mos subsistemas del sistema planetario, y que tenemos adormecida o subdesarrollada nuestra contribución al equilibrio global. Si, como pretendía Darwin, todos los organismos estuvieran en guerra unos contra otros, haría millones de años que alguna especie habría triunfado sobre las demás y sería la única superviviente. Y si así ocurriera, esa especie rápidamente se extinguiría, pues se quedaría pronto sin nutrientes y, rota la cadena alimenticia, no tendría forma de que sus productos de des­hecho se reconvirtieran en alimento. Pero la naturaleza no es un estruendo frenético, sino una orquesta bien afinada, una mara­villa de cooperación. Como escriben Augros y Stanciu:

«Las plantas usan el dióxido de carbono del aire y el agua del suelo para elaborar azúcares, liberando oxígeno como subpro­ducto. Los animales consumen los azúca­res de las plantas y los oxidan para produ­cir energía, devolviendo al aire dióxido de carbono mediante la respiración y retor­nando agua a la tierra en forma de orina. El ciclo es perfecto y nada se pierde.» Por otra parte, las plantas sirven de alimento a los herbívoros, que sirven de alimento a los carnívoros; los restos de todos ellos son descompuestos por bacterias y hongos, que enriquecen el suelo y devuelven así el alimento a las plantas. Sin estos ciclos per­fectamente coordinados la vida no podría existir.

La naturaleza recicla una y otra vez sus materiales sin generar ningún tipo de resi­duos. Dieter Teufel, del Umwelt und Prognoseinstitut de Heidelberg, ha calculado que «la totalidad del carbono que hay en nuestro cuerpo, en nuestros alimentos, en el dióxido de carbono del aire y en las rocas calizas, ya ha formado parte unas 600 veces de otros organismos en el proceso de pro­ducción de la vida». En el cuerpo de cada uno de nosotros hay alrededor de medio billón de átomos de carbono que formaron parte del organismo de cualquier persona que viviera hace 2.000 años, por ejemplo, Jesucristo. Del mismo modo, según los mo­delos de ordenador de Teufel, todo «el ni­trógeno que hay sobre la Tierra ya ha pasa­do a formar parte del organismo de los se­res vivos y ha sido eliminado de ellos unas 800 veces; el azufre 300 veces; el fósforo 8.000 veces; el potasio 2.000 veces», etc. Así, la naturaleza es la más limpia, eficaz, sor­prendente e instructiva de todas las fábri­cas imaginables, un ejemplo que el ser hu­mano ha de imitar si quiere sobrevivir.

Las especies que pudieran perjudicarse unas a otras suelen estar distribuidas en distintos continentes o diferentes hábitats (el hombre, al trasladarlas, a veces provoca desastres ecológicos, como cuando intro­dujo especies europeas en Australia). Y co­mo afirmaba Konrad Lorenz, cuando com­parten el mismo habitad no se estorban más de lo que «la práctica de un médico perjudica al negocio de un mecánico que viva en el mismo pueblo». El mismo Lorenz, después de varios años de estudiar los peces, seña­ló«Nunca he visto atacarse a peces de dife­rentes especies, aunque ambos fueran muy agresivos por naturaleza».

Está muy extendida la idea de que los animales de una misma especie compiten entre sí. Pero una mirada más atenta revela que lo que parece competición es en reali­dad una forma cooperativa de repartirse los recursos. Por ejemplo, se ha visto que las hienas abandonan la persecución de una presa ya prácticamente atrapada cuan­do ésta penetra en el territorio de la hiena vecina, aunque no haya ningún otro predador a la vista. Tales territorios no se adjudi­can con arreglo a criterios latifundistas; los animales ocupan siempre una extensión li­mitada, aun cuando sobre espacio para re­partir. Y los territorios no se defienden en una lucha a muerte, sino en lo que es más una contienda ritual que un verdadero combate, de la que el animal vencido se re­tira ileso. Curiosamente, no suele vencer el animal más fuerte, más grande o más agre­sivo, sino el animal que se encuentra en su propio territorio.

A su vez, explican Augros y Stanciu: «las plantas evitan la competencia entre sus propias semillas a través de numerosas téc­nicas de dispersión. Un único cultivo a lo largo de hectáreas de tierra sólo se encuen­tra en la agricultura artificial humana, nun­ca en la naturaleza». Entre los miembros de diversas manadas de animales existe una jerarquía de dominio -o un reparto de papeles- que evita que malgasten tiempo y energías luchando por la misma comida o la misma pareja. Por otro lado, como ha señalado Sheldrake, en los re­baños, manadas, bancos de peces y banda­das de aves existe una conducta colectiva asombrosamente coordinada Pueden des­plazarse a grandes velocidades sin que nin­gún animal dirija el movimiento y sin estor­barse unos a otros. Las bandadas de aves, por ejemplo, son capaces de despegar, girar o invertir el sentido del vuelo simultáneamente, como si todos los individuos que las componen formaran un único organismo. Dentro de estos grupos se dan, como es lógi­co, muchas otras formas de cooperación. En contadas ocasiones, las luchas terri­toriales o entre animales rivales pueden producir daños, pero a diferencia del caso humano, el objetivo de la agresión nunca es acabar con el contrario. Las luchas a muerte sólo se dan en circunstancias anti­naturales, como entre pájaros enjaulados o peces encerrados en un acuario.

Para convivir en un mismo hábitat, diferentes especies se espe­cializan -valga la redundan­cia- en distintos nichos ecoló­gicos. El nicho ecológico es el espacio que usa el animal o planta y su ma­nera de utilizar ese espacio: cuáles son sus predadores y sus presas, cuál es su período de actividad, cómo modifica el entorno, etc. Aunque coexistan, dos especies nunca ocupan un mismo nicho, ya sea, por ejem­plo, porque ingieren diferentes alimentos o porque actúan en momentos diferentes. Colinvaux explica cómo conviven tres herbívoros en la sabana africana:

«Las cebras comen los tallos largos y se­cos de los pastos, para lo cual sus equinos dientes incisivos les van a la perfección. Los ñúes toman los retoños laterales, recogien­do con sus lenguas al modo bovino y cor­tando el pasto con su único juego de incisi­vos. Las gacelas de Thompson pastan don­de los otros han estado, cogiendo plantas a ras de suelo y otros bocados.