lunes, noviembre 04, 2024

Resultados Puntaje Global Individual Prueba Saber 11 2024

 



   

ESTUDIANTE

PUNTAJE GLOBAL INDIVIDUAL

J. P. V.

344

K. N. J.

344

A. G. G.

333

V. V.

327

T. M.

325

J. P.

321

M. P. L.

321

S. L.

320

M. A. D.

311

E. G. R.

306

N. S.

307

A. M.  

305

L. F. G.

305

S. H.

305

N.  A. Q.  

300

A. F. G.

298

Y. A. O.  

297

D. M.

292

S. Q.

292

M. C.

288

M. A. G.

288

J. J. M.

288

S. T.

287

J. A. R.

286

E. H.

285

J. J. S.

285

M. J. G.

283

E. M.

274

M. S.

269

 

 

 

268

 

266

 

265

 

265

 

264

 

264

 

263

 

263

 

263

 

262

 

260

 

260

 

260

 

260

 

260

 

260

 

260

 

260

 

257

 

255

 

250

 

247

 

247

 

247

 

245

 

244

 

241

 

240

 

238

 

237

 

234

 

234

 

230

 

229

 

228

 

222

 

222

 

221

 

216

 

215

 

212

 

212

 

198

 

179

 

166



Se publican las iniciales de los nombres de los estudiantes que lograron el Puntaje Global Individual por encima de 268 puntos, que era el puntaje mínimo requerido, para igualar el puntaje obtenido en el año 2023. 


Los demás estudiantes que sacaron menos de 268 en su respectivo  Puntaje Global Individual, estarían en déficit, con relación al puntaje mínimo requerido.


Datos relevantes, referencias y anotaciones para tener en cuenta:

En el 2024 15 estudiantes obtuvieron puntajes por encima de 299,9. El promedio de estos fue de: 318.

En el puntaje global institucional, se proyecta un promedio (simple) para el presente año de 265 (significando 3 puntos menos con relación al año 2023). Podría variar, dependiendo de sí el ICFES realiza y aplica lo que plantea en algunas de sus resoluciones que regulan esta prueba.

En el 2023, 11 estudiantes obtuvieron puntajes por encima de 299,9. El promedio de estos fue de: 321.

Subimos 2 puntos en el puntaje global institucional, pasando de 266 a 268 puntos.

En el 2022, 10 estudiantes obtuvieron puntajes por encima de 300,1. El promedio de estos fue de: 328.

Subimos 5 puntos en el puntaje global institucional, pasando de 261 a 266 puntos.

Si analizamos estos puntajes globales institucionales, tenemos que venimos bajando en el promedio, al pasar de:


328 en el 2022 a 321 puntos en el 2023

es decir, bajamos 7 puntos.


De 2023 a 2024, 

bajamos 3 puntos, al pasar de 321 a 318 puntos. 


De 2022 al 2024, 

bajamos 10 puntos en los promedios de esta escala de puntaje.


Finalmente, dos estudiantes obtuvieron el mayor puntaje global individual 2024 con 344 puntos:

Juliana Posso Villa (11°2) siempre ocupó los primeros lugares en los simulacros internos aplicados.

Katherine Paola Nocua J. (11°1), se destacó por su permanente asistencia al curso sabatino.




domingo, agosto 18, 2024

¿Por qué es clave definir las reglas de juego en un aula de clase?

Profesores, ¿por qué es clave definir las reglas de juego en un aula de clase?

Lograr un ambiente disciplinado, ordenado y estructurado en el salón de clase, es uno de los grandes retos que hoy tienen los docentes en Colombia.

¿Cómo se puede superar ese desafío? | Opinión

Luz Karime Abadía*

  Es común que los y las docentes dediquen una parte importante de las clases a pedirle a sus estudiantes que hagan silencio, que se sienten, que no interrumpan a sus compañeros, que pongan atención y que inicien a tiempo sus actividades. Según los resultados de las últimas pruebas PISA, el 28% de los estudiantes de bachillerato colombianos, de 15 y 16 años, manifiestan que en la mayoría o en todas sus clases hay ruido o desorden; el 24% afirma que no escucha lo que los profesores dicen; el 22% que los estudiantes inician las actividades académicas mucho tiempo después de que comienza la clase, y el 23% manifiesta que las/los maestros deben esperar bastante tiempo hasta que los estudiantes hacen silencio. Lograr un ambiente disciplinado, ordenado y estructurado en el salón de clase, es un reto para los/las docentes.

Los/las docentes deben tener reglas de juego claras, darlas a conocer a sus estudiantes desde el inicio del año escolar, recordarlas con frecuencia y vincularlas a consecuencias positivas o negativas. Esto es crucial para crear un entorno educativo eficaz y respetuoso que favorezca el aprendizaje y el desarrollo integral de los estudiantes. Las reglas de juego ayudan a establecer un ambiente donde los alumnos saben qué se espera de ellos. Esto facilita la gestión del aula y reduce las interrupciones, permitiendo que tanto estudiantes como docentes se enfoquen más efectivamente en el aprendizaje. Además, las normas ayudan a promover la seguridad física y emocional de los estudiantes. Establecen límites y previenen comportamientos disruptivos o peligrosos, asegurando que el aula sea un espacio más seguro para todos. Cuando las reglas son consistentes y justamente aplicadas aseguran que los estudiantes sean tratados equitativamente. Lo anterior promueve el desarrollo de habilidades socioemocionales como el respeto, la justicia, la cooperación, la comunicación y en general la formación de buenos ciudadanos.

Tres aspectos son claves en la definición de reglas y consecuencias. Primero, las normas deben ser claras, sencillas y fáciles de monitorear; de lo contrario, es difícil que sean entendidas por todos y que su cumplimiento se haga efectivo. Segundo, en algunos casos, es recomendable involucrar a los estudiantes en la creación de las reglas y en la definición de los premios o sanciones para aumentar su compromiso y comprensión. Así, por ejemplo, acordar la hora de inicio de las actividades de clase y la consecuencia si un estudiante llega tarde, o si está permitido o no el uso del celular. Sin embargo, hay reglas que no son negociables, como tratar mal a una/un compañero o maestro; o hacer trampa en un examen.

Tercero, la economía del comportamiento sugiere tener una buena combinación entre medidas de “garrote” (sanciones) y “zanahoria” (incentivos). Los incentivos suelen ser más efectivos para promover comportamientos positivos a largo plazo, ya que fomentan una motivación intrínseca y la cooperación. Un ejemplo de medida “zanahoria” podría ser: los estudiantes que inicien sus actividades académicas inmediatamente después que se les asignan y trabajen diligentemente, al final de la semana podrán participar en una actividad como ver una película o una sesión de juegos. Mientras que la medida “garrote” podría ser: los estudiantes que retrasen más de dos veces el inicio de sus actividades académicas y no trabajen diligentemente tendrán que quedarse al final de la semana a culminar sus tareas bajo supervisión de un tutor.

El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento; es un principio introducido por Aristóteles que aplica en la legislación Colombia y en otros países. Sin embargo, en Estados Unidos, varios países europeos y asiáticos es común ver avisos en aeropuertos, en el transporte y, en general, en los espacios públicos, recordando las leyes y el comportamiento esperado por los ciudadanos, así como las sanciones en caso de incumplimiento. Hacer explícitas las normas, en lenguaje claro y sencillo es una condición necesaria para disuadir conductas inapropiadas, mantener el orden y aumentar la seguridad pública.

Poner avisos en lugares visibles e, incluso, dar mensajes por parlantes en estaciones de bus, metro, trenes y aeropuertos hace que las personas las lean y las escuchen una y otra vez, lo que ayuda a interiorizarlas y aumentar la consciencia individual y colectiva. En la ciudad de Sydney, incluso, se hacen explícitas normas básicas como: “prohibido tratar mal a los oficiales y personal de seguridad” en el aeropuerto, o “prohibido pisar las sillas” en el metro. Por supuesto, que no basta solamente con hacer explícitas las reglas de juego, también es clave que existan mecanismos efectivos para hacerlas cumplir. Desafortunadamente, este no es el caso de Colombia, donde hace mucha falta que las normas y leyes de convivencia se hagan explícitas en diversos ambientes.

*Decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas - Universidad Javeriana.https://www.elespectador.com/educacion/profesores-por-que-es-clave-definir-las-reglas-de-juego-en-un-aula-de-clase/

 

jueves, agosto 15, 2024

Más de 640 mil estudiantes presentarán las pruebas Saber 11 calendario A

 







Bogotá, 14 de agosto de 2024 - El Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación - Icfes, citó para este domingo 18 de agosto, a más de 640 mil estudiantes para la aplicación en sitio, de las pruebas Saber 11 calendario A, Pre Saber y Validación del Bachillerato Académico, que se realizarán en 1.553 puntos de aplicación ubicados en 546 municipios en todo el territorio nacional. 

«Desde el Icfes tenemos todo preparado para que más de 640 mil personas presenten su Examen de Estado desde las 7 de la mañana, todo en una sola jornada con dos sesiones, una en la mañana y otra en la tarde. Las personas citadas corresponden a 610 mil estudiantes que presentarán la Prueba Saber 11 calendario A. 

Más de 34 mil estudiantes de los grados 9° y 10° harán la prueba Pre Saber. 

Así mismo, 3.100 personas mayores de 18 años buscarán alcanzar el título de bachiller en Colombia con la prueba Validación del Bachillerato Académico», sostuvo la Directora General del Icfes, Elizabeth Blandón Bermúdez. 

Así mismo, se han dispuesto mecanismos para garantizar que 10.900 personas que tienen algún tipo de discapacidad puedan presentar la prueba en óptimas condiciones, con el apoyo requerido. Otra cifra para destacar es que 13.300 citados evaluados son extranjeros. Esto representa una gran oportunidad para que puedan acceder al sistema de educación en el país en condiciones de equidad. 

Es importante, recordar que se debe estar en el lugar de citación a tiempo, consultar la citación con anterioridad en www.icfes.gov.co y revisarla permanentemente. Al finalizar cada una de las sesiones de la jornada, los estudiantes deben salir del sitio para regresar a la aplicación en horas de la tarde. 

En la primera sesión, que iniciará desde las 7:00 a.m., y que finaliza hacia el mediodía, los estudiantes responderán 131 preguntas de las áreas de:

Matemáticas,

Lectura Crítica,

Competencias Sociales y Ciudadanas

y Ciencias Naturales. 

En la jornada de la tarde, donde los citados reiniciarán a la 1:30 p.m., las áreas son las mismas, excepto Lectura Crítica, que será reemplazada por preguntas de inglés y en la que los estudiantes tendrán que resolver 147 preguntas. 

Para tener en cuenta a la hora de la prueba: 

* Todos los citados deben llevar el documento de identidad, sea cédula de ciudadanía (física o digital), tarjeta de identidad, certificado de documento en trámite (física o digital), pasaporte vigente (para nacionales o extranjeros) o licencia de conducción nacional. Quien no tenga consigo una identificación válida, no podrá realizar el examen. 

* Cédula de extranjería para extranjeros residentes en Colombia o Permiso de Protección Temporal junto con el DNI del país. 

* Los documentos digitales autorizados por la Registraduría Nacional, deben ser presentados desde el aplicativo. No se aceptarán fotografías e impresiones. 

* Es necesario tener a la mano:

 - lápiz con mina N° 2

 - borrador de nata y

 - tajalápiz 

Estos no podrán intercambiarse, ni prestarse a otros examinandos.

* Está prohibido el uso de teléfonos celulares o cualquier otro dispositivo electrónico durante las pruebas, esto puede acarrear la anulación del examen.

Si los lleva, deberá dejarlos en una bolsa de seguridad, a la que tendrá acceso sólo al finalizar el examen.

 

* Es importante estar atentos en todo momento a las diferentes indicaciones que entregan los jefes de salón.

 

https://www.mineducacion.gov.co/portal/salaprensa/Comunicados/421647:Mas-de-640-mil-personas-presentaran-las-pruebas-Saber-11-calendario-A

miércoles, febrero 07, 2024

11° Guía 1 Filosofía 2024

 




Taller N° 1                   CIENCIA Y FILOSOFÍA -  El porqué de la filosofía

Quizá la filosofía interese a unos pocos, la cuestión es que tarde o temprano necesitarán descubrirla, en un sentido u otro. ¿Quién sabe de verdad lo que hay que saber sobre el mundo y la sociedad?

 

En el fondo los filósofos, se empeñan en hablar de lo que no saben: el propio Sócrates lo reconocía así, cuando dijo «sólo sé que no sé nada», Si no sabe nada, ¿para qué vamos a escucharlo? Lo que tenemos que hacer es aprender de los que saben, no de los que no saben; sobre todo hoy en día, cuando las ciencias han adelantado tanto y sabemos cómo funcionan la mayoría de las cosas. Así pues, en la época actual, la del microchip, del acelerador de partículas, el reino de Internet, la televisión digital... ¿Qué información podemos recibir de la filosofía? La única respuesta que nos resignaremos a dar es la que hubiera probablemente ofrecido el propio Sócrates: ninguna. Nos informan las ciencias de la naturaleza, los técnicos, los periódicos, algunos programas de televisión…, pero no hay información «filosófica», y la filosofía es incompatible con las noticias y la información está hecha de noticias. Pero ¿es información lo único que buscamos para entendemos mejor a nosotros mismos y lo que nos rodea? Supongamos que recibimos una noticia cualquiera, por ejemplo: x número de personas muere diariamente de hambre en el mundo; nosotros, recibida la información, nos preguntamos ¿Qué está ocurriendo?


Recabaremos opiniones, algunas nos dirán que tales muertes se deben a desajustes en el ciclo macroeconómico global, otras de la superpoblación del planeta, algunos clamarán contra el injusto reparto de los bienes entre posesores y desposeídos, o invocarán la voluntad de Dios, o la fatalidad del destino... Y no faltará quien cándidamente, comente: «¡En qué mundo vivimos!» Entonces, como un eco, nos preguntamos: ¿en qué mundo vivimos?»

 

No nos conformaremos con respuestas como «vivimos en el planeta Tierra», «vivimos precisamente en un mundo en el que x personas mueren diariamente de hambre», «vivimos en un mundo muy injusto» o «un mundo maldito por Dios a causa de los pecados humanos».  No queremos más información sobre lo que pasa sino saber qué significa la información que tenemos, cómo debemos interpretada y relacionarla con otras informaciones anteriores o simultáneas, qué supone toda ella en la consideración general de la realidad en que vivimos, cómo podemos o debemos comportarnos en la situación así establecida. Estas son, precisamente preguntas a las que atiende la filosofía. Digamos:

 

a) la información, que nos presenta los hechos y los mecanismos primarios de lo que sucede, b) el conocimiento, que reflexiona sobre la información recibida, jerarquiza su importancia significativa y busca principios generales para ordenarla c) la sabiduría, que vincula el conocimiento con las opciones vitales o valores que podemos elegir, intentando establecer cómo vivir mejor de acuerdo con lo que sabemos.  Creo que la ciencia se mueve entre el nivel a y el b de conocimiento, mientras la filosofía opera entre el b y el c. Así que no hay información propiamente filosófica, pero sí conocimiento filosófico, lo ideal sería llegar a la sabiduría filosófica ¿Es posible lograr y enseñar tal cosa?

 

Intentemos precisar la diferencia entre ciencia y filosofía. Lo primero que salta a la vista no es lo que las distingue sino lo que las asemeja: tanto la ciencia como la filosofía intentan contestar preguntas suscitadas por la realidad. De hecho, en sus orígenes, ciencia y filosofía estuvieron unidas y sólo a lo largo de los siglos la física, la química, la astronomía o la psicología se fueron independizando de su común matriz filosófica. En la actualidad, las ciencias pretenden explicar cómo están hechas las cosas y cómo funcionan, mientras que la filosofía se centra más bien en lo que significan para nosotros; la ciencia debe adoptar el punto de vista impersonal para hablar sobre todos los temas, mientras que la filosofía siempre permanece consciente de que el conocimiento tiene necesariamente un sujeto, un protagonista humano.

 

La ciencia aspira a conocer lo que hay y lo que sucede; la filosofía se pone a reflexionar sobre cómo cuenta para nosotros lo que sabemos que sucede y lo que hay. La ciencia multiplica las perspectivas y las áreas de conocimiento, es decir, fragmenta y especializa el saber; la filosofía se empeña en relacionarlo todo, con todo lo demás, intentando enmarcar los saberes en un panorama teórico que sobrevuele la diversidad desde esa aventura unitaria que es pensar, o sea, ser humanos. La ciencia desmonta las apariencias de lo real en elementos teóricos invisibles, ondulatorios o corpusculares, matematizables, en elementos abstractos inadvertidos; sin ignorar ni desdeñar ese análisis, la filosofía rescata la realidad humanamente vital de lo aparente, en la que transcurre la peripecia de nuestra existencia concreta (v. gr. la ciencia nos revela que los árboles y las mesas están compuestos de electrones, neutrones, etc., pero la filosofía, sin minimizar esa revelación, nos devuelve a una realidad humana entre árboles y mesas). La ciencia busca saberes y no meras suposiciones; la filosofía quiere saber lo que supone para nosotros el conjunto de nuestros saberes... y si son verdaderos saberes o ignorancias disfrazadas. Porque la filosofía suele preguntarse principalmente sobre cuestiones que los científicos (y por supuesto la gente corriente) dan ya por supuestas o evidentes.

 

Un historiador se preguntará qué sucedió en tal momento del pasado, un filósofo preguntará: ¿Qué es el tiempo? Un matemático investiga las relaciones entre los números, pero un filósofo indagará: ¿Qué es un número? Un físico se preguntará de qué están hechos los átomos o qué explica la gravedad, pero un filósofo preguntará: ¿Cómo podemos saber que hay algo fuera de nuestras mentes? Un psicólogo puede investigar cómo los niños aprenden un lenguaje, pero un filósofo preguntará: ¿por qué una palabra significa algo? Cualquiera puede preguntarse si está mal colarse en el cine sin pagar, pero un filósofo preguntará: ¿por qué una acción es buena o mala?

 

En cualquier caso, tanto las ciencias como la filosofía contestan a preguntas suscitadas por lo real. A tales preguntas las ciencias brindan soluciones, es decir, contestaciones que satisfacen de tal modo la cuestión planteada que la anulan y disuelven. Si una contestación científica funciona como tal ya no tiene sentido insistir en la pregunta, deja de ser interesante.

 

En cambio, la filosofía no brinda ‘soluciones’ sólo respuestas, que no anulan las preguntas, y nos permiten convivir racionalmente con ellas, aunque sigamos planteándolas una y otra vez; por muchas respuestas filosóficas que conozcamos a la pregunta que inquiere sobre qué es la justicia o qué es tiempo, nunca dejaremos de preguntamos por el tiempo y la justicia

 

Las respuestas filosóficas cultivan la pregunta, resaltan lo esencial de ese preguntar y nos ayudan a seguir preguntándonos, a preguntar cada vez mejor, humanizamos en la convivencia perpetua con la interrogación. Porque, ¿Qué es el hombre sino el animal que pregunta y que seguirá preguntando más allá de cualquier respuesta imaginable?

 

Hay preguntas que admiten solución satisfactoria y tales preguntas son las que se hace la ciencia; otras creemos imposible que lleguen a ser nunca totalmente solucionadas y responderlas -siempre insatisfactoriamente- es el empeño de la filosofía. Históricamente ha sucedido que algunas preguntas empezaron siendo competencia de la filosofía -la naturaleza, el movimiento de los astros, y luego pasaron a recibir solución científica, tratadas desde nuevas perspectivas científicas, estimuladas por dudas filosóficas (el paso de la geometría euclidiana a las geometrías no euclidianas, por ejemplo).

 

Deslindar qué preguntas parecen hoy pertenecer al primero y cuáles al segundo grupo es una de las tareas críticas más importantes de los filósofos... y de los científicos. De lo único que podemos estar ciertos es que jamás ni la ciencia ni la filosofía carecerán de preguntas a las que intentar responder...

Pero hay otra diferencia importante entre ciencia y filosofía. Un científico puede utilizar las soluciones halladas por científicos anteriores sin necesidad de recorrer por sí mismo todos los razonamientos, cálculos y experimentos que llevaron a descubrirlas; pero cuando alguien quiere filosofar no puede contentarse con aceptar las respuestas de otros filósofos o citar su autoridad como argumento incontrovertible: ninguna respuesta filosófica será válida para él si no vuelve a recorrer por sí mismo el camino trazado por sus antecesores o intenta otro nuevo apoyado en esas perspectivas ajenas que habrá debido considerar personalmente. En una palabra, el itinerario filosófico tiene que ser pensado individualmente por cada cual, aunque parta de una muy rica tradición intelectual. Los logros de la ciencia están a disposición de quien quiera consultarlos, leerlos de la filosofía sólo sirven a quien se decide a meditarlos por sí mismo.

 

Una vida sin examen, es decir la vida de quien no sopesa las respuestas que se le ofrecen para las preguntas esenciales ni trata de responderlas personalmente, no merece la pena de vivirse. O sea que la filosofía, antes de proponer teorías que resuelvan nuestras perplejidades, debe quedarse perpleja. Antes de ofrecer las respuestas verdaderas, debe dejar claro por qué no le convencen las respuestas falsas. Una cosa es saber después de haber pensado y discutido, otra muy distinta es adoptar los saberes que nadie discute para no tener que pensar. Aún más importante que establecer conocimientos es ser capaz de criticar con argumentos, antes de saber por qué afirma lo que afirma, el filósofo debe saber al menos por qué duda de lo que afirman los demás o por qué no se decide a afirmar a su vez. Y esta función negativa, defensiva, crítica, ya tiene un valor en sí misma, aunque no vayamos más allá y aunque en el mundo de los que creen que saben el filósofo sea el único que acepte no saber, pero conoce al menos su ignorancia.

¿Enseñar a filosofar aun cuando todo el mundo parece que no quiere más que soluciones inmediatas y prefabricadas, cuando las preguntas que se aventuran hacia lo insoluble resultan tan incómodas? Planteemos de otro modo la cuestión: ¿acaso no es humanizar de forma plena la principal tarea de la educación?, ¿hay otra dimensión más propiamente humana, más necesariamente humana que la inquietud que desde hace siglos lleva a filosofar?, ¿puede la educación prescindir de ella y seguir siendo humanizadora en el sentido libre y antidogmático que necesita la sociedad democrática en la que queremos vivir?

 

Aceptemos que hay que intentar enseñar filosofía o, mejor, a filosofar. ¿Cómo hacerlo? No puede ser sino una invitación a que cada cual filosofe por sí mismo.

 

Luego de la Lectura Responder lo Siguiente:

 

1. ¿Cuáles son los niveles de conocimiento que menciona el autor?

2. ¿Cree que la filosofía es valiosa en el mundo real contemporáneo?

3. De acuerdo al autor ¿Cuál es el papel de la filosofía en el mundo moderno?

4. ¿Cuál es la importancia de la filosofía para encontrarle sentido a la existencia?

5. ¿Cómo interpretar la expresión de Sócrates «Sólo sé que no sé nada»? Según el autor del texto.


Texto fundamentado en: “Las preguntas de la vida”, Fernando Savater.

Editorial Ariel. 1999. págs. 15 – 26.

 


Taller 2             Física Cuántica y Filosofía. Debate sobre la naturaleza de la realidad

La película documental ¿Y Tú qué sabes? plantea un interesante debate filosófico y científico.

 

Constituye un nuevo intento por acercarnos a los conocimientos sobre las partículas elementales, englobados en lo que ha dado en llamarse la Física Cuántica. Su campo de actuación es el de las partículas elementales, que se desenvuelven de manera misteriosa para la percepción ordinaria, ajenas a las leyes de los objetos físicos, dando lugar a diferentes interpretaciones.  

Dudas de realidad   
La revolución cultural que se deriva de estos conocimientos tiene que ver, sobre todo, con la naturaleza de la realidad. La tesis de la película es que la realidad se reduce a la percepción y que la percepción (a la que llamamos realidad) se forma por el efecto combinado de creencias, pensamientos y emociones.          La consecuencia de esta tesis es que el sujeto es el artífice último de lo real y que, cuando descubrimos la estrecha relación entre el mundo interno de las personas y lo que acontece en su entorno, alcanzamos la capacidad de alterar la realidad.      

El argumento sobre la estructura cuántica de la realidad se completa con recientes descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro, capaz de reaccionar de la misma forma tanto respecto a un objeto real como a otro imaginario, siempre que una emoción esté asociada a estos procesos.


La película se articula en torno al sentido de la vida, y las experiencias de una serie de expertos de diferentes disciplinas: física, neurología, psiquiatría, filosofía, medicina, biología, teología, explicando conocimientos relativos a la experiencia.     

La Física Cuántica, despierta interés por la ciencia. La película evoca un importante debate filosófico y científico que se remonta al Siglo IV antes de Cristo, cuando Platón señaló con el mito de la caverna que no conocemos la realidad, sino las sombras que el mundo refleja en las paredes de la caverna en la que estamos encerrados.   

En 1781 Kant especula con que sólo podemos conocer a través de modelos de realidad, innatos en nosotros, que son sólo una tenue representación del mundo real, por lo demás inaccesible al conocimiento.

A su vez, el filósofo alemán Arthur Schopenhauer llegó a la conclusión de que la realidad innata de todas las apariencias materiales es la voluntad y que la realidad última es una voluntad universal. Más de cien años después, Einstein descubre, ya sobre bases científicas, que el mundo real no coincide siempre con nuestras estructuras mentales, ya que, a partir del conocimiento de las partículas elementales, hemos descubierto que lo que sabemos del mundo objetivo es muy diferente de las ideas que tenemos sobre ese mismo mundo.      

La película recupera el papel del sujeto (observador en el lenguaje de la Física) en la construcción de la realidad planteado por la teoría cuántica: en 1984, John Wheeler y Wojcieck Zurek, en su obra Quantum Theory and Measurement, señalaron que son necesarios los observadores para dar existencia al mundo. Más tarde el físico alemán Dieter Zeh cuestionara esta hipótesis con su propuesta de los procesos de decoherencia para explicar los mecanismos de formación de la realidad, el debate sobre el papel del observador en el mundo no ha concluido.        

La neurología ha venido a arrojar nueva luz al señalar que el cerebro nos ofrece, no un reflejo de la realidad, sino una interpretación de señales, símbolos y signos a través de un complicado ejercicio vertiginoso de matemáticas complejas, lo que aparentemente reduce la naturaleza de la realidad a un conjunto de ondas electromagnéticas que se concretan en objetos por mediación del cerebro.

 

1. ¿Es la realidad una construcción de la mente?

 

    Exprese sus ideas sobre el artículo y la anterior pregunta en un texto de 15 renglones mínimo.

 

 

Taller N° 3     Taller 3         DESHILANDO LA TRAMA CÓSMICA

 

Einstein creía firmemente en la armonía de la naturaleza y durante toda su vida se esforzó, sin éxito, por encontrar una teoría unitaria de la física que reflejara dicha armonía. Tres cuartos de siglo después de que publicara su teoría general de la relatividad, la física contemporánea sigue sin poder ofrecer una visión unitaria del universo.

 

La física cuántica se ha convertido en una fuente de paradojas, ante las que Einstein -como los otros grandes físicos- tuvo que rendirse: como si la tierra se abriese debajo de uno, sin que haya por ninguna parte un cimiento firme sobre el que se pueda construir algo. Sin embargo, hoy se está avanzando hacia una visión orgánica, en la que el cosmos aparece como una totalidad invisible y dinámica, interconectada en todas sus partes como una gigantesca tela sin costuras. Numerosas evidencias experimentales han llevado a abandonar el paradigma mecanicista newtoniano; hoy el modelo del universo físico ya no es la máquina, si no la mente. Como expreso sir James Hopwood Jeans, el físico inglés: “el universo empieza aparecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina”. 

 

La física newtoniana ya no es válida para explicar el mundo de lo muy pequeño (partículas subatómicas) ni de lo muy grande, pero su éxito en descubrir el ámbito de las cosas cotidianas llevo a que las demás ciencias la tomaran como modelo. La creencia en que la física tiene la última palabra sobre la realidad, y que por tanto todos los saberes humanos pueden reducirse a física, es tan fuerte que incluso muchos divulgadores de la nueva física han creído estar ante una demostración de la interdependencia de todo cuanto existe, cuanto la física nada puede decir sobre los procesos biológicos o los sentires humanos que de algún modo incluyen electrones, protones, pero no pueden reducirse a hechos-. Hecha esta salvedad, los descubrimientos de la física contemporánea son un desafío formidable a nuestra manera actual de ver las cosas.

 

Las sorpresas empezaron cuando se comprobó que los átomos no eran partículas sólidas y fijas, sino prácticamente vacías y en continua vibración, y que en los niveles íntimos de la materia se altera todo lo que se pretende observar. Si imaginamos que el minúsculo átomo fuera tan grande como la cúpula de San Pedro del Vaticano, su núcleo tendría el tamaño de un gramo de sal suspendido en su centro, y los electrones que danzan a su alrededor- a velocidades cercanas a la de la luz- serían menores que motas de polvo; todo el resto, vacío.

 

Además, estos electrones y los protones y los neutrones que componen el núcleo parecen ser a la vez partículas y ondas: si hacemos un experimento considerando que son ondas, actúan como ondas, si consideramos que son partículas, actúan como partículas. Las ondas son tan diferentes de las partículas como las piedras de las naranjas, pero ha habido que aceptar esta naturaleza doble.

 

Se vio también que todo intento de observar los niveles íntimos de la materia altera lo que se quería observar, con lo que se esfuma la supuesta objetividad de la ob­servación científica; como explica el prin­cipio de incertidumbre de Heisenberg, si queremos conocer la posición de una par­tícula, no podremos saber su velocidad, y si queremos conocer su velocidad habre­mos de ignorar su posición. Se derrumba el determinismo, y las leyes matemáticas, que pareció que habrían de explicarlo to­do, se quedan en meros cálculos de proba­bilidades.

 

La teoría cuántica se desarrolló en las tres primeras décadas de este siglo para intentar explicar estos paradójicos fe­nómenos, que sólo pueden entenderse viendo el mundo subatómico no como un conjunto de piezas sino como una red de relaciones. Como lo expresó uno de sus ar­tífices, Niels Bohr: «las partículas materia­les aisladas son abstracciones; sus propie­dades sólo se pueden definir y observar a través de su interacción con otros siste­mas».

 

La otra gran teoría de la física de este si­glo es la relatividad einsteniana. Así como la teoría cuántica penetró en las sorpresas del mundo subatómico, la relatividad en­contró paradojas en el mundo macroscó­pico. Descubrió que la masa -la materia-no es más que una forma de energía com­primida (como tristemente evidencian los usos bélicos y empresariales de la energía nuclear), y que el tiempo y el espacio son mutuamente interdependientes. Cuanto mayor es la velocidad, más lento transcu­rre el tiempo: si pudiéramos emprender un viaje de pocos días a una velocidad cer­cana a la de la luz, al regresar a la Tierra aquí habrían transcurrido años o siglos.

 

El espacio y el tiempo se veían como coorde­nadas separadas y absolutas; a partir de Einstein el absolutismo desaparece de la fí­sica: según cual sea nuestra posición y ve­locidad, nuestras mediciones darán resul­tados diferentes, y no existe en el universo ningún punto de referencia fijo. Todo se vuelve (y del sentido común ordinario) era que una cosa no puede influir en otra si no hay algo que las una. Sin em­bargo, la interconexión descubierta por la física cuántica establecía la existencia de conexiones no-locales, es decir, que lo que le sucede a una partícula puede influir simultáneamente en otras partículas, por muy alejadas que estén y sin que haya na­da que las una. Ni siquiera Einstein fue ca­paz de aceptar esta conclusión, y protago­nizó en los años veinte un histórico debate con Niels Bohr, en el que afirmó su convic­ción de que «Dios no juega a los dados».

 

Para demostrar que la teoría de Bohr era errónea, Einstein y otros dos físicos dise­ñaron en 1935 un experimento que se co­noce por sus iniciales: EPR. Tres décadas después, John Bell elaboró un teorema se­gún el cual el experimento de Einstein, Podolski y Rosen no habría de dar la razón a éstos, sino a Bohr. Y cuando finalmente se realizó el experimento, así ocurrió. En la versión del experimento que hizo David Bohm, consiste en separar dos partículas subatómicas y alterar el spin (o sentido de rotación) de una de ellas.

 

Según la física cuántica, en un sistema de dos partículas su spin ha de ser opuesto: si una rota hacia la derecha, la otra rota hacia la izquierda. Si ahora llevamos a una de estas partículas a Nueva York y la otra a Madrid, y a la que rotaba a la derecha la hacemos rotar hacia la izquierda, instantáneamente la que rota­ba a la izquierda se pone a hacerlo hacia la derecha, por miles de kilómetros que las separen. El experimento se ha repetido va­rias veces, y siempre funciona: lo que le ocurre a una partícula afecta a la otra, y vi­ceversa.

 

Ello recuerda al concepto de sin-cronicidad postulado por Carl Gustav Jung y el físico Pauli, que trasciende las tra­dicionales relaciones de causa-efecto. El experimento EPR y el teorema de Bell sólo pueden explicarse aceptando, como Bohm, que todo sistema físico es una «tota­lidad indivisible».

 

La teoría del orden implicado de David Bohm es una forma de reconciliar la armonía de la naturaleza con los paradójicos descubrimientos de la física cuántica. Todos los fenómenos tendrían dos estados posibles: implicado (o plega­do) y explicado (o desplegado), que el pro­pio Bohm ilustra con un sencillo experi­mento: «Consideremos 2 cilindros de cristal concéntricos, el interior fijo y el exterior capaz de girar lentamente. Llenamos el es­pacio entre los cilindros con un líquido viscoso, como la glicerina. Cuando se le da vueltas al cilindro exterior, éste arrastra consigo

casi a la misma velocidad al fluido que tiene al lado, mientras que el fluido más próximo al cilindro interior permane­ce prácticamente en reposo. Así, el fluido de diferentes partes se mueve en propor­ciones diferentes, y de esta manera, cual­quier pequeño elemento de glicerina ter­mina finalmente alargándose en un hilo largo y fino. Si ponemos en el líquido una gota de tinta insoluble, podremos seguir el movimiento de algún pequeño elemento, observando cómo la gota va siendo alarga­da en un hilillo que llega a hacerse tan fino que resulta invisible.

 

A primera vista, uno tiende a pensar que la gota de tinta ha quedado totalmente mezclada en la glicerina, de modo que su orden inicial se ha perdido y es ahora alea­torio o caótico. Pero imaginemos que gira­mos ahora el cilindro exterior en la direc­ción contraria. Si el fluido es muy viscoso, como sucede con la glicerina, y no giramos el cilindro demasiado rápido, entonces el elemento del fluido volverá exactamente esencial es que el todo es más que la suma de sus partes; las propiedades de un siste­ma no pueden reducirse a las propiedades de los subsistemas que lo componen, al igual que un gato es algo más que la mera suma de los órganos que lo forman.

 

 

El paradigma mecanicista de Descartes y Newton se concentraba en las partes más pequeñas y a partir de ahí intentaba com­prender el todo; la visión sistémica recono­ce el absurdo de ese empeño y se concentra en las totalidades. Una persona es una per­sona, no la suma de los elementos químicos que la componen -los cuales, puestos en un saco, no valdrían más de cuarenta pesetas.

 

 

Todos los subsistemas que componen un sistema son interdependientes. Y todos los sistemas se integran en un orden «jerárqui­co»: las moléculas están compuestas de áto­mos y forman células, las células forman ór­ganos, los órganos individuos, y así hasta lle­gar al conjunto del universo, que sería el gran sistema que agrupa a todos los sistemas de sistemas. Y como lo que organiza a cada sistema puede ser llamado «mente» -más o menos rudimentaria según el nivel del siste­ma-, Jantsch concluyó que «Dios no es el creador, sino la mente del universo».

 

En todos los sistemas vivos existen dos tendencias complementarias: una los hace mantenerse - homeostasis, curación, rege­neración, adaptación-, y otra los impulsa más allá de sí mismos -crecimiento, apren­dizaje, evolución-. Por otro lado, todo sis­tema tiende a autoafirmarse, pero como parte de un sistema más amplio también tiende a colaborar en el equilibrio del conjunto. La hipótesis Gaia nos muestra que so­mos subsistemas del sistema planetario, y que tenemos adormecida o subdesarrollada nuestra contribución al equilibrio global.

 

Si, como pretendía Darwin, todos los organismos estuvieran en guerra unos contra otros, haría millones de años que alguna especie habría triunfado sobre las demás y sería la única superviviente. Y si así ocurriera, esa especie rápidamente se extinguiría, pues se quedaría pronto sin nutrientes y, rota la cadena alimenticia, no tendría forma de que sus productos de des­hecho se reconvirtieran en alimento.

 

Pero la naturaleza no es un estruendo frenético, sino una orquesta bien afinada, una mara­villa de cooperación. Como escriben Augros y Stanciu: «Las plantas usan el dióxido de carbono del aire y el agua del suelo para elaborar azúcares, liberando oxígeno como subpro­ducto. Los animales consumen los azúca­res de las plantas y los oxidan para produ­cir energía, devolviendo al aire dióxido de carbono mediante la respiración y retor­nando agua a la tierra en forma de orina. El ciclo es perfecto y nada se pierde.»

 

Por otra parte, las plantas sirven de alimento a los herbívoros, que sirven de alimento a los carnívoros; los restos de todos ellos son descompuestos por bacterias y hongos, que enriquecen el suelo y devuelven así el alimento a las plantas. Sin estos ciclos per­fectamente coordinados la vida no podría existir.

 

La naturaleza recicla una y otra vez sus materiales sin generar ningún tipo de resi­duos. Dieter Teufel, del Umwelt und Prognose institut de Heidelberg, ha calculado que «la totalidad del carbono que hay en nuestro cuerpo, en nuestros alimentos, en el dióxido de carbono del aire y en las rocas calizas, ya ha formado parte unas 600 veces de otros organismos en el proceso de pro­ducción de la vida».

 

En el cuerpo de cada uno de nosotros hay alrededor de medio billón de átomos de carbono que formaron parte del organismo de cualquier persona que viviera hace 2.000 años, por ejemplo, Jesucristo. Del mismo modo, según los mo­delos de ordenador de Teufel, todo «el ni­trógeno que hay sobre la Tierra ya ha pasa­do a formar parte del organismo de los se­res vivos y ha sido eliminado de ellos unas 800 veces; el azufre 300 veces; el fósforo 8.000 veces; el potasio 2.000 veces», etc. Así, la naturaleza es la más limpia, eficaz, sor­prendente e instructiva de todas las fábri­cas imaginables, un ejemplo que el ser hu­mano ha de imitar si quiere sobrevivir.

 

Las especies que pudieran perjudicarse unas a otras suelen estar distribuidas en distintos continentes o diferentes hábitats (el hombre, al trasladarlas, a veces provoca desastres ecológicos, como cuando intro­dujo especies europeas en Australia). Y co­mo afirmaba Konrad Lorenz, cuando com­parten el mismo habitad no se estorban más de lo que «la práctica de un médico perjudica al negocio de un mecánico que viva en el mismo pueblo». El mismo Lorenz, después de varios años de estudiar los peces, seña­ló: «Nunca he visto atacarse a peces de dife­rentes especies, aunque ambos fueran muy agresivos por naturaleza».

 

Está muy extendida la idea de que los animales de una misma especie compiten entre sí. Pero una mirada más atenta revela que lo que parece competición es en reali­dad una forma cooperativa de repartirse los recursos. Por ejemplo, se ha visto que las hienas abandonan la persecución de una presa ya prácticamente atrapada cuan­do ésta penetra en el territorio de la hiena vecina, aunque no haya ningún otro predador a la vista. Tales territorios no se adjudi­can con arreglo a criterios latifundistas; los animales ocupan siempre una extensión li­mitada, aun cuando sobre espacio para re­partir. Y los territorios no se defienden en una lucha a muerte, sino en lo que es más una contienda ritual que un verdadero combate, de la que el animal vencido se re­tira ileso. Curiosamente, no suele vencer el animal más fuerte, más grande o más agre­sivo, sino el animal que se encuentra en su propio territorio.

 

A su vez, explican Augros y Stanciu: «las plantas evitan la competencia entre sus propias semillas a través de numerosas téc­nicas de dispersión. Un único cultivo a lo largo de hectáreas de tierra sólo se encuen­tra en la agricultura artificial humana, nun­ca en la naturaleza». Entre los miembros de diversas manadas de animales existe una jerarquía de dominio -o un reparto de papeles- que evita que malgasten tiempo y energías luchando por la misma comida o la misma pareja.

 

Por otro lado, como ha señalado Sheldrake, en los re­baños, manadas, bancos de peces y banda­das de aves existe una conducta colectiva asombrosamente coordinada pueden des­plazarse a grandes velocidades sin que nin­gún animal dirija el movimiento y sin estor­barse unos a otros.

Las bandadas de aves, por ejemplo, son capaces de despegar, girar o invertir el sentido del vuelo simultáneamente, como si todos los individuos que las componen formaran un único organismo.

 

Dentro de estos grupos se dan, como es lógi­co, muchas otras formas de cooperación. En contadas ocasiones, las luchas terri­toriales o entre animales rivales pueden producir daños, pero a diferencia del caso humano, el objetivo de la agresión nunca es acabar con el contrario. Las luchas a muerte sólo se dan en circunstancias anti­naturales, como entre pájaros enjaulados o peces encerrados en un acuario.

 

Para convivir en un mismo hábitat, diferentes especies se espe­cializan -valga la redundan­cia- en distintos nichos ecoló­gicos. El nicho ecológico es el espacio que usa el animal o planta y su ma­nera de utilizar ese espacio: cuáles son sus predadores y sus presas, cuál es su período de actividad, cómo modifica el entorno, etc. Aunque coexistan, dos especies nunca ocupan un mismo nicho, ya sea, por ejem­plo, porque ingieren diferentes alimentos o porque actúan en momentos diferentes. Colinvaux explica cómo conviven tres herbívoros en la sabana africana: «Las cebras comen los tallos largos y se­cos de los pastos, para lo cual sus equinos dientes incisivos les van a la perfección. Los ñúes toman los retoños laterales, recogien­do con sus lenguas al modo bovino y cor­tando el pasto con su único juego de incisi­vos. Las gacelas de Thompson pastan don­de los otros han estado, cogiendo plantas a ras de suelo y otros bocados.

 


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Es decir, que las respuestas no sean literales, sino que deben inferirse de lo argumentado y planteado en el texto.

Las Preguntas son sin Respuesta.