La máquina se detiene
Edward Morgan Forster
I
La aeronave
Imagine, si usted puede, una habitación pequeña, de
forma hexagonal, como la celda de una abeja. No está iluminada ni por ventanas
ni por lámparas, sin embargo la inunda un suave resplandor. No tiene aberturas
para ventilarla, aun así el aire es fresco. No hay instrumentos musicales, pese
a esto, al momento de comenzar mi relato, el cuarto vibraba con una música
melodiosa. Hay un sillón en el centro, junto a este una mesa de lectura - esos
son los únicos muebles. Y en este sillón se sienta un bulto arropado de carne -
una mujer, de un metro y medio de alto, con la cara pálida como un hongo.
A ella es a quien le pertenece esta habitación.
Sonó un timbre eléctrico.
La mujer presionó un interruptor y la música se
detuvo.
‘Supongo que
debo ver quien es’, pensó, y puso su silla en movimiento. La silla, como
la música, era accionada por una máquina que la desplazo hacia el otro lado de
la habitación donde el timbre todavía sonaba de forma inoportuna.
‘¿Quién es?’
exclamó. Su voz estaba crispada, había sido interrumpida en varias ocasiones
desde que la música había comenzado. Ella conocía a varios miles de personas,
en algunos sentidos, la interacción humana había avanzado mucho.
Pero cuando escuchó por el receptor, su rostro
blanco dejó dibujar una sonrisa entre sus arrugas, y dijo:
‘Muy bien. Hablemos. Voy a ponerme en aislamiento.
No espero que ocurra nada importante por los próximos cinco minutos, así que
puedo darte cinco minutos completos, Kuno. Luego debo impartir mi conferencia
sobre “La música en el periodo australiano”.’
Accionó la perilla de aislamiento, para que nadie
más pudiera hablarle. Luego tocó el aparato de iluminación, y la pequeña
habitación se hundió en la oscuridad.
‘Date prisa’ exclamó, otra vez con irritación.
´Date prisa Kuno, aquí estoy en la oscuridad perdiendo mi tiempo´.
Pero transcurrieron 15 largos segundos antes de que
la placa redonda que sostenía en sus manos comenzara a brillar. Una tenue luz
azul se disparó a través de la misma, oscureciéndose hasta ponerse violeta, y
entonces la mujer vio la imagen de su hijo, que vivía al otro lado de la
tierra, y él podía verla a ella.
‘Kuno, que lento eres’
Ella sonrió severamente.
‘Te he llamado antes, madre, pero siempre
estabas ocupada o en aislamiento. Tengo algo especial que contarte.’
‘¿De qué se trata, querido niño? Apresúrate.
¿Por qué no lo has enviado por correo neumático?’
‘Porque prefiero decir estas cosas. Quiero…’
‘¿y bien?
‘Quiero que vengas a verme’
Vashti contempló su rostro en la placa azul.
‘¡Pero puedo verte!’ exclamó. ’¿Qué más quieres?’
‘Quiero verte, no a través de la máquina’,
respondió Kuno.
‘Quiero hablarte, no a través de esta triste
máquina.’
‘¡Oh, cállate! Dijo su madre, levemente
azorada. ‘No debes decir nada en contra de la Máquina.’
‘¿Por qué no?’
‘Uno no debe.’
‘Hablas como si Dios hubiera hecho la Máquina’,
exclamó el otro. ‘Creo que le rezas cuando estas triste.
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https://lecturasinsomnio.blogspot.com/2020/06/blog-post.html
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