domingo, noviembre 11, 2018

HISTORIA  DE LA ECONOMÍA y DE LAS IDEAS ECONÓMICAS 

INTRODUCCIÓN

Lo que hoy llamamos economía ha sido una actividad desarrollada por los hombres en todo lugar y época. Sus orígenes se remontan a los períodos de los cazadores y recolectores, quienes, para sobrevivir a los períodos de escasez, ya fuera por invierno o sequías, debían guardar un excedente de sus actividades. Con el tiempo, cuando las sociedades lograron organizarse con más complejidad, se buscó asegurar estos recursos o intercambiarlos por productos que ellos no poseían. Así nació el comercio y con ello la economía.

Sin embargo, cada civilización tuvo formas diferentes de organizar la producción de sus recursos. Aunque entre las diversas culturas se llevaba a cabo el intercambio de productos y se influían en las formas de organizar la economía, cada una mantuvo su independencia. En el siglo XVI todo comenzó a cambiar. En aquella época, Europa inició un proceso de expansión de forma paralela al nacimiento del capitalismo, lo que la convirtió en el centro del mundo. Por esta misma época, nacían los primeros tratados de economía. Veamos, entonces, las principales etapas de esta historia.

LA ECONOMÍA EN LA HISTORIA ANTIGUA

EL CONTROL DE LOS RÍOS: MESOPOTAMIA Y EGIPTO
La región que está entre el río Tigris y Éufrates se denomina Mesopotamia. Allí se desarrollaron las primeras civilizaciones alrededor del 3500 a.C., entre las que se cuentan Sumer, Acad, Babilonia y Asiria. Muchas de estas sociedades estaban organizadas bajo la figura de ciudades-Estado que controlaban la producción económica de la región adyacente. Poco a poco se fueron unificando políticamente hasta que organizaron imperios.

Los dos grandes ríos en medio de los cuales se encontraban, se desbordaban frecuentemente causando grandes inundaciones, y consecuentemente, destrozos. Como la región era bastante desértica, el primer reto para sus pobladores fue canalizar los ríos. De esta manera, lograron explotar la agricultura irrigando los campos. La base de la vida económica la constituía el cultivo de cereales, hortalizas y frutas, pero también desarrollaron ganadería de cabras, corderos y camellos en las zonas montañosas, poco aptas para el cultivo. También, la caza proporcionaba importantes ingresos mientras que la riqueza minera fue escasa.

El centro de la vida económica era la ciudad-Estado, cuyos centros eran el palacio real y el templo. Las ganancias derivadas de la agricultura servían para sostener al rey y los sacerdotes, y dependientes de estos, como siervos, artesanos, administradores, artistas, escribas, etc. Estos últimos eran muy importantes porque llevaban el registro de la recolección de los impuestos. De hecho, en esta región se inventó la escritura, en sus orígenes, muy necesaria para llevar las cuentas.

La ubicación geográfica de Mesopotamia, en la mitad de muchas civilizaciones, permitió que se desarrollara el comercio interior y exterior. Incluso desarrollaron actividades de préstamo a interés, depósito, arrendamiento, comisión, etc., para lo cual fue necesario inventar la moneda. Al rey le correspondía el papel de administrar los recursos económicos y la fuerza laboral, la cual era empleada para la construcción y reparación de canales de riego, templos, y grandes edificios.

LA CIVILIZACIÓN EGIPCIA
Sus vecinos, los egipcios, desarrollaron una economía similar a las orillas de un río, el Nilo. Pero a diferencia de los anteriores, el río crecía con mucha regularidad y cuando se retiraba, dejaba un limo que fertilizaba la tierra. De este modo, la agricultura de los cereales, las hortalizas y los frutos fue el recurso básico de la vida de Egipto. También desarrollaron ganadería de bueyes, asnos, cerdos, corderos, cabras y aves de corral. En las épocas que no cultivaban la tierra, la mano de obra disponible se utilizaba para la construcción de los grandes edificios, templos, pirámides y canales de riego.

Como el faraón tenía carácter divino, se consideraba que él era el propietario directo de toda la tierra, por lo que asignaba a cada uno su trabajo, su forma de vida y sus recursos.
Como la mayor parte de la región era desértica, se desarrolló una importante actividad comercial de importación de materias que no producía Egipto, especialmente hierro y maderas para la construcción. Explotaron oro, cobre, plata y piedras preciosas en los desiertos de Nubia y Sinaí; sin embargo, la moneda apareció relativamente tarde: al principio en forma de lingotes no acuñados y mucho más tarde en forma de moneda acuñada.

EL EXTREMO ORIENTE: INDIA Y CHINA
Mientras esto sucedía en las civilizaciones de Mesopotamia y Egipto, en el Extremo Oriente se llevaba a cabo un proceso similar a orillas de otros ríos.

Hacia el 2000 a.C, en la actual India, la civilización que surgió en el valle del río Indo desarrolló una economía basada en la agricultura. La mayor parte de la población vivía en aldeas distribuidas en torno a las ciudades, la cual empleaba sistemas de riego que permitían la producción de trigo, cebada, vegetales, frutas, ajonjolí, así como mostaza para conseguir aceite.

Al igual que en Mesopotamia, el curso de los ríos y las inundaciones ocasionaba problemas, lo que se solucionó haciendo silos para almacenar el cereal. Los agricultores debían entregar gran parte de sus cosechas a los graneros públicos porque el acceso a la propiedad de la tierra estaba muy limitado. También hubo un gran desarrollo de la manufactura, la cual se intercambiaba en mercados locales y exteriores, lo que permitió una intensa actividad comercial basada en materias primas y pequeños productos de lujo. Los barcos mercantes llegaban hasta Mesopotamia a través del golfo Pérsico.

Al igual que en la India y Mesopotamia, la China se desarrolló entre dos ríos, el Yang-tse y el Hoan-ho. Las obras para el control del agua fueron fundamentales para esta civilización, función que recayó en manos del rey, quien decidía la política, fijaba el tributo y mandaba el ejército. Existía una obligación de prestar servicios personales al rey, lo que permitió ampliar el sistema de riego y de prevención de las inundaciones. Los cultivos principales eran mijo, trigo y arroz, cuyo excedente, resultado de la irrigación y del trabajo intensivo, servía para mantener a la nobleza y a sus servidores.

ECONOMÍAS DE COMERCIANTES Y ESCLAVISTAS: GRECIA Y ROMA
Grecia tuvo su apogeo en el siglo V a.C., aunque estaba dividida en muchos Estados, lo que no favorecía que su economía estuviera unificada. Mientras Etolia era una región pastoril; Tesalia, Beocia y el Peloponeso se dedicaban al cultivo de trigo y a la crianza del ganado. Las regiones pastoriles y agrícolas permanecían con cierto atraso, lo que contrastaba con la economía que se desarrollaba en ciudades como Atenas, Corinto y Mileto, las cuales eran grandes centros comerciales y de elaboración artesanal. Esta situación generó la necesidad de exportar sus productos e importar víveres como materias primas y esclavos.

La producción de artesanías se hallaba muy desarrollada en las polis. En las grandes ciudades existían barrios enteros habitados por gente de la misma profesión, y en algunas de estas eran famosos algunos productos específicos. Atenas y Corinto, por ejemplo, lo eran en objetos de metal, muebles y alfarería. Para satisfacer la demanda, esta economía artesanal requirió mano de obra esclava, especialmente a partir del siglo V a.C. Los esclavos no sólo fueron empleados en la manufactura, también en la explotación de minas.

El desarrollo de las manufacturas y la minería corría parejo con el comercio. Este se desarrolló a nivel interno en mercados que se llamaban ágoras, que constituían el centro de las ciudades alrededor de la cual se agrupaban los edificios públicos y los templos. Había una sección especial para cada mercancía, incluyendo la de la venta de esclavos. En el ágora también habían comerciantes que se dedicaban a las transacciones: recibían dinero en depósito y se encargaban de enviarlo al punto de destino deseado, efectuaban pagos, etc.

El desarrollo del comercio no sólo era interno, también se hacía con las regiones vecinas. Los grandes centros mercantiles y artesanales de la antigua Grecia participaban en el comercio marítimo exterior porque les faltaba trigo, madera para la construcción y mano de obra esclava. Tras haber vencido a los persas, los griegos controlaron el mar Egeo, lo que debilitó a los fenicios, permitiendo el intercambio comercial con sus colonias de Asia Menor, Oriente, Egipto y con las ciudades del mar Negro. Atenas, por ejemplo, recibía trigo, ganado, pieles, lana, bronce, papiros y las telas de lino. A cambio, exportaba aceite de oliva, higos, miel, mármol, plomo, plata, objetos de metal, tejidos y cerámica.

Las colonias griegas llegaron hasta la península Itálica, donde aportaron sus procedimientos técnicos, sus gustos y sus costumbres. Por esta razón, Roma heredó buena parte de la tradición griega, como la agricultura, la ganadería, la manufactura artesanal y el comercio, la cual diseminó por el Mediterráneo en la medida en que avanzaron sus conquistas. A partir del siglo III, cuando empezó a expandirse de manera más amplia, debió fortalecer sus guerras de conquista.

El ganado, las tierras, los bienes, las personas y los animales de las regiones que conquistó se convirtieron en el objeto esencial de su economía. En cuanto a los romanos se adueñaban de una región, esta era sometida a un pillaje sistemático, a la vez que sus habitantes debían entregar al Estado romano todo el oro y la plata que poseían. A continuación, todas las propiedades, tales como minas, canteras, salinas, astilleros, fincas del campo, eran confiscadas. Estos bienes eran subastados a los ciudadanos del Imperio, quienes pagaban un tributo que representaba cerca de la décima parte de sus ingresos. Los nobles gastaban el excedente de sus recursos monetarios y de su mano de obra esclava en la adquisición de grandes propiedades rurales o ‘’villas’’, cultivadas por esclavos. Mientras tanto, las mercancías eran fabricadas en pequeños talleres y vendidas en los mercados más cercanos.

El comercio romano tenía únicamente carácter de intermediario porque no podía competir con los pueblos del Mediterráneo oriental. La adquisición de tierra era considerada como el medio más cómodo, más seguro e incluso más noble de proporcionarse ingresos.

LAS IDEAS ECONÓMICAS DE PLATÓN Y ARISTÓTELES
La constitución de Solón, en el siglo VI a.C., ya contenía algunas ideas que trataban de la economía, con las cuales se trataba de buscar una adaptación entre las instituciones políticas y los comerciantes. Por ejemplo, se prohibió esclavizar a los deudores; también se modificó el mecanismo del gobierno dividiendo a los ciudadanos libres en cuatro clases, según la propiedad que poseían. Pero fue Platón el primero que intentó exponer sistemáticamente los principios de la sociedad ideal. Sus ideas económicas las expuso en La República y en Las Leyes, en las que básicamente explicaba la división del trabajo. Para él, las múltiples necesidades humanas generaron la división del trabajo, de lo cual se originó la ciudad. El proceso natural condujo a que de esta especialización se formara el comercio y de allí, una clase dominante, de quienes dependía la imposición de normas rigurosas de conducta económica. El Estado centralizaba la propiedad y, como tal, la administraba.

Su discípulo Aristóteles fue el primer analista de economía, porque tenía un profundo conocimiento de los principios en que estaba basada su propia sociedad. Esto le permitió poner los cimientos de la economía como ciencia y plantear los problemas económicos que han estudiado todos los pensadores posteriores. Sus ideas partían del análisis del Estado ideal, en el cual se oponía al principio platónico de la propiedad en común. Para Aristóteles, a los individuos les interesaba más la propiedad privada, por lo que era necesario darle un uso inteligente, que debía ser administrado por el Estado.

Para Aristóteles la economía se dividía en dos partes: la economía propiamente dicha, que era la ciencia de la administración doméstica; y la ciencia del abastecimiento, el arte de la adquisición.

Esta última le permitió analizar la circulación de la economía, que permitía la satisfacción de las necesidades del hogar. Así mismo, desarrolló una teoría del dinero, no sólo como símbolo para fines de cambio, sino como un arte de acumulación. Para él, el dinero actúa en el proceso económico como medio de cambio para adquirir bienes que satisfacían necesidades, pero también reconocía el capital-dinero, que conducía a los hombres al deseo de una acumulación ilimitada. Estos postulados influyeron mucho en los posteriores teóricos de la economía.

ECONOMÍA EN LA EDAD MEDIA

EUROPA: COMERCIO Y FEUDALISMO
En el siglo IV d.C., el Imperio romano entró en una fase de crisis. La difícil situación que generó su excesiva extensión territorial, junto con los problemas económicos y la entrada masiva de pueblos germanos, llevaron a que el Imperio se dividiera en dos: Oriente y Occidente. Este último no soportó la presión y en el 476 dejó de existir como Imperio. A partir de entonces, muchos elementos de la cultura romana se fundieron con las culturas germánicas y el cristianismo. El resultado fue la aparición de muchos reinos germánicos, los cuales basaron su economía en una cultura agrícola y rural. Esta situación se acentuó con el ascenso de los carolingios. Bajo su poder se desarrollaron dos instituciones económico-políticas que más tarde darían lugar al feudalismo: el vasallaje y el feudo.

Durante esta época, el vasallaje era acto que hacían todos los hombres, ricos y pobres, de encomendarse a un señor poderoso para que los protegiera, pero a su vez quedaban comprometidos con su protector. Por su parte, el feudo era un ‘’beneficio’’ que entregaba el soberano a una persona de su corte. Este podía ser tierra o ganado.

A partir del año 1000 se generó una profunda transformación en las relaciones sociales y en consecuencia una nueva relación entre sociedad y medio natural. Esto se ha llamado el cambio feudal, que cuenta con los siguientes precedentes:

    El imperio carolingio se caracterizó por una expansión de su territorio, pero las invasiones de los vikingos y eslavos puso al descubierto la debilidad del poder central. El poder pasó de los monarcas a las aristocracias regionales, quienes comenzaron a administrar justicia y a explotar las tierras en beneficio propio.

    Para asegurar la transmisión del poder dentro de su misma familia, las aristocracias se organizaron en linajes y los hijos mayores obtenían la herencia de las propiedades.

    Con estos factores, se generalizó la estructura fundamental de explotación de la tierra llamada señorío o también dominio rural.
Esta era una propiedad rural que se dividía en muchas unidades de cultivo.


De esta manera se formó el sistema económico, político y social llamado feudalismo. Este consistía en las obligaciones de obediencia y servicio -principalmente militar- por parte de un hombre libre llamado ‘’vasallo’’ hacia otro hombre libre llamado ‘’señor’’, quien le entregaba un feudo para su explotación. El señor tenía obligación de proteger y sostener al vasallo. Cada señor era a su vez, vasallo de otro más poderoso, pero cada uno era soberano de su propio feudo. Entre estas instituciones feudales cabe destacar:

    El feudo. Generalmente se trataba de un terreno que entregaba el señor a un vasallo para que lo explotara pero sin convertirse en su dueño. El vasallo debía entregar una renta anual a su señor y se comprometía a obedecerlo y servirlo. El vasallo explotaba la tierra formando centros de trabajo agrícola llamados villas o dominios. Estos centros se dividían en mansos, que eran parcelas entregadas a los siervos.

    El homenaje. Era el juramento de fidelidad, es decir, el vasallo no podía traicionar a su señor. La fidelidad fue el valor más importante de la Edad Media.

    La investidura. Se trataba de un rito muy importante mediante el cual un señor le entregaba un feudo al vasallo. El rito se componía de varios actos que simbolizaban el sometimiento al señor.

El feudalismo se desarrolló en casi todas las regiones de Europa, aunque con diferencias entre una y otra. Sin embargo, hubo una característica similar en toda Europa: el paisaje natural se transformó. La acción del hombre sobre el medio natural se hizo más visible en la medida en que los bosques, pantanos y marismas se convirtieron en tierras de cultivo. El crecimiento de la producción agrícola permitió el incremento de la población, con lo cual también aumentaron las expectativas de vida. En doscientos años, la población de Europa se duplicó. Esto influyó en la formación de nuevos asentamientos humanos, tales como las villas y las ciudades.

Así mismo, el éxito de la producción agrícola se debió a que se descubrieron mejores técnicas para que la tierra fuera más productiva. Entre ellas fue importante la roturación trienal, mediante la cual se dejaba descansar durante un año un tercio de la superficie cultivable. Además, se intensificó y se perfeccionó el uso del arado; se multiplicó el empleo del molino de agua que sustituyó la molienda manual.

LAS IDEAS ECONÓMICAS MEDIEVALES
En este contexto, la Edad Media también desarrolló algunas ideas acerca de la economía, pero estas eran más bien un cuerpo de preceptos morales encaminados a conseguir la buena administración de la actividad económica. Las ideas de Aristóteles fueron seguidas muy de cerca, pero se apoyaban en una base de teología cristiana. Fundamentalmente, el pensamiento medieval condenó la avaricia y la codicia, porque buscaban el mejoramiento material individual y no tenían en cuenta a los semejantes. La Iglesia condenó las prácticas económicas que aumentaban la explotación y la desigualdad. A finales de la Edad Media las opiniones sobre la propiedad y el comercio se oponían al sistema económico basado en la propiedad privada y en el comercio.

En el siglo XIII se desarrolló la teoría económica más influyente de la época, la de santo Tomás de Aquino, quien buscó reconciliar el dogma teológico con las condiciones de la vida económica. Un aspecto sobresaliente de su visión fue la propiedad. Distinguía en ella el poder de adquisición y administración, lo que obligaba a que su poseedor tuviera en cuenta los intereses de la comunidad. De este modo pretendía demostrar el carácter moral de la economía, en la medida en que determinaba la bondad o la maldad de la posesión. Para santo Tomás la riqueza estaba clasificada entre las imperfecciones de la vida terrena del hombre, casi de la misma manera como estaba el comercio. Tomás de Aquino defendía el carácter de justicia que debía tener el intercambio, es decir, lo que se daba y lo que se recibía debían tener igual valor.

Pero lo que más causó discusiones fue el préstamo de dinero con interés alto, es decir, la usura, que fue considerada como la peor forma de obtener ganancias. Se condenaba porque se consideraba un cambio injusto. Esto dio lugar a una discusión que se prolongó hasta el siglo XVI. Durante la Reforma, Lutero también se refirió al ‘’justo precio’’ y condenó la usura. Pero otro reformador, Calvino, negó que el cobro de intereses fuera pecaminoso, por el contrario, sostuvo que podía utilizarse en cosas que produjeran renta. Sin embargo, distinguía casos en los que cobrar intereses era usura pecaminosa, como el del necesitado que tenía que pedir dinero debido a una calamidad.

EL COMERCIO Y EL NACIMIENTO DE LA BURGUESÍA
Cuando el feudalismo se encontraba en su apogeo se comenzó a desarrollar la economía comercial en las ciudades. En el Mediterráneo prosperaron Venecia, Pisa y Génova, entre otras; mientras que en el norte de Europa, en la región del mar Báltico, lo hicieron las ciudades alemanas de Lübeck, Hamburgo y Bremen. En los Países Bajos se desarrolló una próspera industria textil de exportación. Entre estos focos de renacimiento económico se intensificaron las relaciones comerciales.

En este contexto y como resultado de estas condiciones económicas, se fortaleció la figura de los comerciantes. Estas personas procedían del campo, donde lograron reunir algunos recursos; otras veces eran judíos enriquecidos gracias al comercio, o artesanos rurales que habían logrado reunir algún capital. Los mercaderes de esta época actuaban asociados en hermandades o gremios, que les permitía ejercer la profesión de manera más segura y lucrativa. La condición necesaria para que el comercio fuera lucrativo era el transporte de mercancías a distancia, para obtener una mayor diferencia entre los precios de compra y venta. El desarrollo mercantil favoreció la formación de numerosos mercados. De estos había tres tipos:

    Las ferias. Eran reuniones de mercaderes que procedían de lugares distantes. Se celebraban en un lugar determinado una o dos veces al año y coincidían con una festividad religiosa.

    El mercado semanal. Para asegurar el aprovisionamiento de la población urbana, las autoridades municipales obligaban a los campesinos a vender sus productos únicamente en el mercado semanal, en el cual se excluían a los intermediarios.

    El mercado diario. Se trataba de tiendas instaladas en un barrio o plaza con carácter más o menos provisional, y servía para el abastecimiento de productos de consumo diario.

La agricultura y la ganadería experimentaron un gran auge porque ya no sólo se pensaba en recoger para consumir, sino en producir para vender. Las ciudades abrían mercados y muchas aldeas pagaban en dinero a su señor y vendían los productos sobrantes en la ciudad. Otro tanto sucedió con la producción artesanal. Este cambio en la organización comercial trajo consigo el cambio de las formas de pago, de modo que aparecieron los prestamistas, los cambistas y los banqueros, lo mismo que el cambio, los depósitos, los cheques y el crédito.
 
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EL DESARROLLO ECONÓMICO EN AMÉRICA

AZTECAS E INCAS
Al mismo tiempo que estas civilizaciones del Viejo Continente desarrollaban sus procesos, en América las experiencias eran diferentes. Los aztecas, por ejemplo, se caracterizaban por la gran extensión y complejidad de su imperio. Parte de su éxito se debió al desarrollo que alcanzaron sus instituciones económicas.

En el mundo azteca existían tres grandes sistemas económicos: el mercado, tanto a nivel local como regional; el sistema de tributo-impuesto, local e imperial; y el ‘’comercio exterior’’. Todos estos se integraban en el mercado que había en las ciudades y pueblos. El más importante se encontraba en Tlatelolco, que según el conquistador Hernán Cortés, lo visitaban cada día 60.000 personas. Allí se encontraban disponibles prácticamente todas las mercancías del mundo Azteca. Existían comerciantes profesionales, llamados pochtecaloztomecas, quienes se organizaban en gremios. Vivían en sus propios barrios y con sus propios dirigentes, adoraban a sus propios dioses y hacían largas expediciones por todo el Imperio e incluso más allá de sus límites, llegando en ocasiones hasta Panamá.

Aunque por lo general se practicaba el sistema de trueque, muchas veces se utilizaban los granos de cacao y las túnicas de algodón como una especie de moneda para las transacciones comerciales.

En los Andes centrales, los incas construyeron un gran imperio. Su economía se basaba en un sistema de prestación de servicios personales, es decir, todo adulto estaba obligado a trabajar un tiempo determinado cada año para el Estado. Este trabajo era supervisado por funcionarios, quienes vigilaban las obligaciones conjuntas entre el Estado y el contribuyente. A cambio, el trabajador debía ser alimentado, alojado y equipado durante el tiempo en que realizaba el servicio. Las obligaciones de los contribuyentes eran de distintos tipos:

    El cultivo de las propiedades del Estado.

    La mita o servicio en la realización de las obras públicas, como terrazas de cultivo, canales, caminos, puentes, almacenes, etc.

    El servicio militar, que garantizaba la cohesión del Imperio. El Imperio conseguía sus victorias gracias a que poseía contingentes numerosos de soldados.

Oficialmente toda la tierra era propiedad del emperador, quien la distribuía entre los incas. Sin embargo, para que esta resultara productiva, la población estaba organizada en ayllus, unidad familiar autosuficiente. Cada ayllu poseía una parcela de tierra adecuada a su tamaño y cultivaba lo necesario para su sustento. Los ayllus sólo recibían alimentos del Estado en las épocas de malas cosechas u otros desastres.

EL MUNDO MODERNO: EL CAPITALISMO MERCANTIL

APARICIÓN DEL CAPITALISMO
En la época de esplendor de la economía medieval aparecieron diversas manifestaciones típicas de la actual economía capitalista, como el desarrollo del crédito, la separación entre el capital y el trabajo, la competencia, las operaciones comerciales de gran envergadura y el afán de lucro. Sin embargo, estas manifestaciones fueron fenómenos aislados que sólo afectaron a un sector reducido de la economía medieval. Con el tiempo, muchas familias capitalistas abandonaron la actividad comercial en la que se habían enriquecido y pasaron a vivir de las rentas, formando una aristocracia económicamente pasiva.

El desarrollo del comercio y la necesidad de invertir grandes sumas para financiarlo trajo consigo, en el siglo XIV, la aparición de diversas formas de sociedades mercantiles. En las ciudades italianas, que tenían un activo comercio marítimo con Oriente, nació la ‘’compañía’’, mercaderes asociados por largo plazo para llevar a cabo expediciones comunes. Cada socio aportaba su capital y su industria y participaba de los beneficios. Para evitar las desventajas de los continuos desplazamientos y para lograr una mayor continuidad de empresa se formaron sociedades comerciales que poseían numerosas sucursales. Con frecuencia, formaban también asociaciones monopolísticas para controlar el mercado de determinados productos. El crédito tuvo una función importante.

EL CAPITALISMO MERCANTIL
De esta forma, el comercio que se había originado en la Edad Media se intensificó en el siglo XV. El resultado fue una acumulación de la riqueza, de la cual no sólo participaban los mercaderes sino también los recién formados Estados de Inglaterra, Francia y España. Especialmente esta última monarquía se enriqueció rápidamente gracias a su crecimiento territorial y a las riquezas que llegaban desde sus colonias. En este contexto, el siglo XVI hacía transición de una economía de mercaderes a un capitalismo mercantilista.

Este nuevo proceso económico se basó en la acumulación de las riquezas de oro y plata que tenían las potencias. La economía se incrementó a través de los bancos y los préstamos. Entre las características más importantes de este proceso encontramos las siguientes:

    El desarrollo del capitalismo mercantil estuvo estrechamente relacionado con los progresos de la burguesía, la nueva clase social que apareció con el comercio desde la Edad media. Desde el siglo XV se aceleró su participación dentro de las monarquías, al punto que llegaron a influir económicamente para que se consolidaran los Estados.

    Para lograr este fortalecimiento, los nuevos Estados sustituyeron el poder soberano que tenían las ciudades y ejercieron políticas destinadas a aumentar su poder económico. Esta situación permitió que a finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI se estrecharan los lazos entre los banqueros y los Estados. Los banqueros financiaban las guerras, las exploraciones y los lujos.

    El oro y la plata que España traía de sus colonias en América circuló por toda Europa. Con esta acumulación de minerales preciosos y el incremento del comercio apareció la idea del mercantilismo. El capitalismo mercantil se basó en la acumulación de estos metales, de lo cual dependía la riqueza porque la prosperidad se midió por la cantidad que poseían los Estados.

    De esta manera, la principal preocupación del mercantilismo fue obtener una balanza comercial favorable, para lo cual el Estado debía regular el comercio internacional. Se trataba de vender por mucho y comprar por poco, para acumular los metales.

El capitalismo mercantil tuvo dos ventajas: acumuló metálico y protegió la industria artesanal, a la que trató de aprovisionar con materias primas baratas. Así se buscó un mayor beneficio en el capital comercial respaldado por la consolidación de la banca y la creación de las primeras bolsas de valores. El mercantilismo dependió del Estado, el cual reglamentaba y estimulaba la acumulación de capital. Por ejemplo, otorgaban subsidios para fomentar las empresas; creaban tarifas y altos aranceles para restringir el comercio con otros países; incentivaron los salarios bajos.

LA CRISIS DEL SIGLO XVII
Pero no todo fue prosperidad, pues durante este siglo convivió el mercantilismo con la antigua economía ajustada a la producción de la tierra. El ajuste social, económico y político entre estos dos sistemas tan diferentes crearon una serie de consecuencias que afectaron el proceso de crecimiento de Europa. Sus características más importantes fueron:

    Uno de los primeros factores en entrar en crisis fue la población, cuyo descenso fue muy notorio en casi todos los países debido a las epidemias, hambrunas y malas cosechas.

    El descenso demográfico afectó la producción económica porque escaseó la mano de obra para la agricultura, por lo tanto los alimentos y las manufacturas subieron de precio. La situación se agravó cuando el oro y plata que venía de las colonias escaseó, luego no había monedas para los intercambios del comercio.

    Esta situación aceleró una constante inflación que se manifestó en la disminución del desarrollo económico. Los beneficios fueron más limitados y coartaron la capacidad económica de los empresarios capitalistas. Por tanto, no hubo dinero para invertir.

LAS IDEAS ECONÓMICAS DE LA ÉPOCA
En la medida en que el capitalismo mercantil comenzó su expansión, aparecieron las primeras reflexiones sobre la economía, las cuales estaban estrechamente vinculadas a las ideas políticas de la época y, especialmente, al Estado y al absolutismo. Un primer representante de estas nuevas tendencias fue Jean Bodino, quien postuló sus ideas en Los seis libros de la República (1576), en donde desarrolló la teoría de la necesidad de una autoridad soberana central que organizara la propiedad privada. Su teoría justificaba el Estado soberano moderno, que iba a ser fuente de todo derecho y orden. Le concedió mucha importancia al derecho de la propiedad privada, así como a la utilidad de la libertad de comercio. Fue un precursor del liberalismo.

Otro pensador importante fue Thomas Hobbes. Su análisis se fundamentaba en la idea de la asociación voluntaria de individuos que aceptaban que uno o más entre ellos representara la voluntad común. Daba gran importancia a la coerción como elemento esencial de la organización del Estado, pues una vez que este se formaba, contenía una soberanía absoluta a la cual se le debía obediencia completa, en la que las fuerzas económicas estaban presionando para el establecimiento de una autoridad central. El Estado absoluto debía regular la práctica de la vida económica. Sus ideas fueron continuadas por John Locke, quien desarrolló una nueva formulación de la doctrina del derecho natural.

LA ECONOMÍA DEL SIGLO XVIII
Durante el siglo XVIII, y a pesar de los avances del capitalismo mercantil, la economía seguía obteniendo la mayor parte de sus beneficios de la tierra. La mayor parte de las áreas cultivables estaban en manos de grandes terratenientes que arrendaban porciones de tierra de manera temporal a los campesinos  arrendatarios. De los ingresos se pagaba el costo del arriendo y lo demás se destinaba a la compra de bienes manufacturados en las ciudades, lo que estimuló la producción de la industria, porque cada vez había más personas con capacidad de comprar artículos. Entre los actores que permitieron este empuje en la economía encontramos los siguientes:

    Se produjo una revolución agrícola, la cual se vio favorecida por la introducción de nuevas técnicas de labranza, la selección de semillas y la rotación de los cultivos.

    A finales del siglo se dieron los primeros pasos de la revolución industrial en Inglaterra. La utilización de máquinas de hilar y de nuevos telares revolucionó la industria textil. La invención de la máquina de vapor para tejer, impulsó la industrialización en Inglaterra.

    Otro factor decisivo fueron las nuevas doctrinas económicas. En el siglo XVIII se formularon dos importantes doctrinas o teorías económicas: la fisiocracia, según la cual la agricultura era la principal fuente de riqueza de una nación, y a su desarrollo debían destinarse todos los esfuerzos. La segunda fue el librecambismo, doctrina formulada por el inglés Adam Smith, que proponía la libertad absoluta en el comercio para permitir que todas las actividades económicas se rigieran por la ley de la oferta y la demanda.


LAS IDEAS ECONÓMICAS DEL INDIVIDUALISMO Y DEL MERCANTILISMO
Las políticas mercantilistas tendían a que los intereses del individuo quedaran sujetos a los del Estado, pero a fines del siglo XVIII la filosofía del individualismo se volvió cada vez más fuerte. Escritores y pensadores como Rousseau, Godwin y Proudhon destacaron la importancia del individuo. Godwin, particularmente, era partidario del poder de la razón humana y postuló que los individuos debían estar libres del control opresivo del Estado. Para él, el desarrollo de la ciencia y la tecnología y la producción a gran escala, le había proporcionado a los comerciantes la posibilidad de obtener grandes ganancias, lo que era factible si se eliminaban las restricciones gubernamentales. Pero los existentes en aquel momento eran limitados e ineficaces. Sus ideas estaban a favor de un gobierno con política de laissez-faire -dejar hacer-, el librecambio.

En este período, economistas como Adam Smith y John Stuart Mill, desarrollaron los argumentos mediante los cuales apoyaban la política de la laissez-faire, e incorporaron esta doctrina en sus escritos. Aceptaron el concepto de laissez-faire, por razones prácticas y utilitarias, es decir, creyeron que daría como resultado mayor cantidad de bienes para el mayor número de personas.

La difusión del protestantismo, que era menos doctrinario, también contribuyó a forjar el espíritu del individualismo. Los conceptos de ahorro y acumulación fácilmente se acomodaron a la ética protestante, en contraste con la actitud católica que condenaba el acto de acumular riquezas.

LA ECONOMÍA COLONIAL EN AMÉRICA
Con el descubrimiento y conquista de América, la mayor parte del territorio americano quedó bajo el poder de España. A partir de mediados del siglo XVI los españoles se dieron a la tarea de organizar administrativa y económicamente sus posesiones. Entre las necesidades más importantes se buscó una efectiva productividad económica, la cual se organizó alrededor de cuatro grandes ejes: la minería, el comercio, la ganadería y la agricultura.

Las necesidades del capitalismo europeo llevaron a que España centrara su atención en la minería. Entre 1545 y 1565 se descubrieron los principales yacimientos en los virreinatos de Perú y Nueva España. La agricultura, que se desarrolló notablemente con la introducción de técnicas europeas y el cultivo de nuevos productos, como el trigo, la cebada y la caña de azúcar, servía básicamente para abastecer las necesidades de la gran cantidad de mano de obra que requerían las minas. Posteriormente, con la decadencia de la explotación minera, la producción agrícola basada en haciendas y plantaciones sustituyó la riqueza que antes generaban el oro y la plata. Por su parte, la ganadería se desarrolló en las regiones donde no había una producción minera o agrícola, mientras que el comercio también estuvo relacionado con la economía minera porque se necesitaba abastecer de productos los centros de explotación. Generalmente estuvo monopolizado por España bajo el control de la Casa de la Contratación.

Un aspecto común a todos estos ejes de desarrollo económico fue su explotación con mano de obra barata. Encontramos tres sistemas importantes:

-      La encomienda o entrega de un grupo de indígenas a un español para que los evangelizara. En realidad fueron utilizados como mano de obra.

-      La mita, donde cada grupo indígena aportaba a la Corona con un número determinado de trabajadores durante varios meses al año.

-      La esclavitud. Aplicada de manera exclusiva a los negros traídos de África.

LA ERA DEL CAPITALISMO
A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX se dio la Revolución Industrial, la cual dio lugar a un proceso económico y social que cambió todas las formas de relación entre las personas. Aunque había comenzado en Europa, sus efectos pronto se extendieron por todas las regiones del mundo aunque de maneras diferentes, dando lugar a toda una cultura -el sistema capitalista- que llega hasta nuestros días.

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Los acontecimientos que favorecieron la Revolución Industrial fueron los siguientes:

    El desarrollo mercantil. Aceleró la disolución del sistema feudal que aún funcionaba en algunas partes de Europa, como Inglaterra. La tierra fue ocupada por personas libres y comenzaron a desaparecer viejas instituciones como la servidumbre y el pago en especie al señor. De esta forma, la posesión de la tierra implicó un salario para el campesino, quien lo podía gastar en los artículos de uso cotidiano.

    El desarrollo del transporte. La apertura de caminos, la diligencia y la navegación fluvial abarataron los costos de transporte y por consiguiente el comercio.

    El desarrollo técnico. Fue incentivado por la producción en serie de las manufacturas, lo que permitía venderlas a precios más bajos. Los empresarios recibieron la protección del Estado para para que la gente consumiera lo que ellos producían y no lo que se importaba de otros lugares.

    El liderazgo de Inglaterra. Este país consiguió afianzarse en el siglo XVIII como la gran potencia exportadora en el mercado mundial, porque había monopolizado la producción de telas y manufacturas.

La Revolución Industrial se dio en dos fases: la primera comenzó a finales del siglo XVIII y se prolongó hasta la década de 1840. La segunda se dio desde 1840 hasta 1885.
Hasta mediados del siglo XVIII la fabricación de las telas se hacía en telares manuales cuyo proceso de elaboración era muy lento. Por la misma época se pusieron en marcha los primeros telares que funcionaban con fuerza hidráulica, pero tenían que estar ubicados a orillas de los ríos. Todo cambió cuando James Watt inventó la máquina de vapor en 1765. Cuatro años después se estaba empleando en la naciente industria textil, convirtiéndose en uno de los primeros pasos para el desarrollo industrial. El telar buscaba sustituir la fuerza del obrero para que la producción fuera más rentable.

Las dos preocupaciones sobre las que se cimentó la nueva sociedad industrial fueron el desarrollo de la máquina de vapor y el empleo de la mano de obra. La producción textil en Inglaterra fue cada día mayor, tanto que a este país se le llamó el ‘’taller del mundo’’. El triunfo y el rendimiento de la máquina sobre el trabajo manual produjo resultados rápidos: floreció el comercio y la industria, creció el capital y la riqueza, se buscaron nuevos mercados para exportar. Así mismo creció la ambición de los empresarios y la pobreza de los trabajadores cuyos salarios eran muy bajos.

Los avances técnicos logrados durante la primera fase se perfeccionaron a partir de la década de 1840. Superada la etapa de experimentación, lo que más colaboró para que se pudiera dar la segunda etapa fue la revolución en los transportes y las comunicaciones. La creciente circulación de bienes abarató el precio de los productos, en lo cual tuvieron gran influencia los nuevos medios de transporte masivo en la medida en que el tiempo y las distancias se redujeron considerablemente. La gran revolución en los transportes se dio a causa de la invención de la locomotora que comenzó a sustituir a la diligencia que era tirada por caballos.

La aparición del ferrocarril le dio una nueva cara a la Revolución industrial. Este era el resultado del desarrollo de la industria pesada, llamada así porque implicaba una tecnología más avanzada que la simple máquina de vapor. El ferrocarril también era símbolo de la gran cantidad de capital que se había acumulado durante la primera etapa.

Para entonces, la riqueza de los empresarios era muy grande, quienes debido a la acumulación comenzaron a invertir su dinero dentro y fuera del país. De esta manera la industrialización se extendió por el resto de Europa.

Para entonces la economía mundial se dividió en países dedicados a producir materia prima, y otros, a generar manufacturas. Esto es lo que ha sido llamado división internacional del trabajo, lo que generó una dependencia de Europa en lo económico, lo político y lo cultural. Con el correr del tiempo esta división se hizo más profunda.

LAS IDEAS DE LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS
Con los avances de la Revolución industrial, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, se difundieron ideas sobre el desarrollo económico, cuyos artífices son conocidos como los economistas clásicos. Estos apoyaron las doctrinas del laissez-faire, pero tuvieron un punto de vista más bien pesimista del futuro. Entre los más representativos podemos mencionar a:

    Thomas Malthus. Escribió el Ensayo sobre los Principios de la Población, donde desarrolló la tesis de que la población tendería a aumentar hasta que la contuvieran los medios de subsistencia. Malthus sostenía que la falta de control sobre el crecimiento de la población, permitía que esta aumentara pero no al mismo ritmo de los medios de subsistencia. Malthus era pesimista sobre el futuro del progreso del hombre, porque pensaba que el único control sobre el crecimiento de la población era la miseria. Este autor escribió durante el período de la Revolución industrial en Inglaterra, cuando los trabajadores vivían y trabajaban en circunstancias particularmente desfavorables.

    David Ricardo. Desarrolló la teoría de la renta, según la cual, cuando los bienes escasean y tienen utilidad, tienden a tener valores de cambio que reflejan las cantidades relativas de trabajo utilizadas en su producción. En este sentido, sostenía que a medida que la demanda de alimentos aumenta hasta el nivel requerido para el cultivo de la tierra, surgiría una participación de ingresos en forma de renta, a favor de los propietarios de las tierras. También eliminó al capital como factor en la determinación de los valores de cambio. El capital podía pasarse por alto y las diferencias en el tiempo de trabajo empleado en el proceso de producción serían suficientes para establecer valores relativos en el mercado.

    John Stuart Mill. Este autor trató de encontrar una respuesta a la pregunta acerca de cuál es el mejor tipo de sistema económico. Mill aceptó la ley natural de crecimiento de la población que Malthus elaboró y la teoría ricardiana de la renta. La conclusión pesimista de Mill fue que, a medida que la población aumentara, las utilidades del capital tenderían a bajar, por lo que no interesaría la acumulación de capital, por lo que la economía tendía a estancarse. Mill creía que una política de libre comercio en Inglaterra, especialmente la importación de productos agrícolas de primera necesidad, agotaría el capital, razón por la cual su visión del futuro económico era muy oscuro.Sin embargo, trató de encontrar alguna solución que diera resultados más favorables a largo plazo, lo que lo llevó a interesarse por el socialismo, idea que finalmente abandonó.

EL CAPITALISMO FINANCIERO
Hacia 1880 el indicativo de poder de un país no sólo estaba en su industrialización, sino también en su capacidad para fabricar y exportar maquinaria. Para entonces, Inglaterra estaba experimentando una nueva forma de desarrollo capitalista: el financiero. El capitalismo financiero se basaba en el dinero que estaba a disposición de los bancos y que utilizaban los industriales para nuevas inversiones. Este capital se formó por el aumento de las ganancias de la producción. Los que tenían dinero para prestar, lo colocaron en manos de corredores de bolsa quienes proveían las ganancias. El capitalismo financiero favoreció la unión de la industria y la banca, así como la aparición de las sociedades por acciones de carácter monopolístico, también llamadas trust, cartel y pool.

La banca, los seguros, las inversiones en el extranjero y los préstamos, dieron tan buenos resultados y ganancias a Inglaterra, que la mantuvieron a la cabeza de las potencias. Este factor permitió el avance de una conciencia imperialista inglesa en la medida en que la exportación de capitales se hizo hacia naciones débiles políticamente y atrasadas económicamente. Así se dio origen al fenómeno de la deuda externa.

LAS IDEAS DE LA ECONOMÍA SOCIALISTA
En la medida que el capitalismo fue creciendo, se desarrolló una propuesta económica que se le oponía: el socialismo. Muchas de sus propuestas se habían desarrollado en la antigüedad, heredadas algunas del cristianismo primitivo.

EL SOCIALISMO UTÓPICO
Las ideas de la economía socialista, que se desarrollaron entre los siglos XVI y XIX, reciben el nombre de utópicas porque sus pensadores tendían a considerar los problemas sociales y la difícil condición del pueblo como resultado de las deficiencias de las sociedades imperfectas. Pensaban que el individuo era bueno por naturaleza, pero los efectos dañinos de su contacto con la sociedad daban como resultado su degradación. Para abolir la codicia, la explotación, el crimen y otros aspectos indeseables, los utópicos pensaron en reformar la sociedad, modificando las instituciones políticas y económicas. Entre los pensadores más sobresalientes en esta línea de pensamiento económico encontramos:

    William Godwin. Explicó sus ideas en el libro Justicia Política. Fue un firme partidario de la teoría del medio ambiente, según la cual el hombre no es por naturaleza ni bueno ni malo, y que su carácter se forma totalmente con su medio ambiente. Al ver las condiciones sociales existentes, llegó a la conclusión de que las instituciones legales y políticas sólo servían para salvaguardar los intereses de los ricos, a expensas de los pobres, que constituían el grueso de la población. Opinaba que la propiedad pertenecía a quienes más la necesitaban, por lo que desarrolló la teoría de la distribución equitativa de la propiedad.

    Henri-Claude de Saint-Simon. Pertenecía a la nobleza francesa. A partir de la reflexión sobre el orden feudal, que había dejado de ser útil, desarrolló sus ideas acerca de las nuevas condiciones económicas y sociales que provocaron la industrialización. El objetivo de Saint-Simon era proporcionar pautas apropiadas a la nueva etapa de desarrollo económico. Además consideraba que la ociosidad era abominable y que todos los hombres tenían la obligación de trabajar por el bienestar general. Creía en la igualdad total, pero en la igualdad de oportunidades, más que en la socialización de la propiedad. Al tiempo que toleraba la propiedad privada, pedía que la propiedad y la riqueza se utilizaran para beneficio de toda la sociedad.

    Robert Owen. Hizo fortuna como industrial, pero también desarrolló experimentos más radicales de reforma social, con los que no tuvo buen éxito. Se opuso por completo al concepto del individualismo, que creyó era la fuente de la mayoría de los problemas. condenó además la institución de la propiedad privada, pues había llegado a creer que esta daba origen a muchos males en la sociedad. Owen apoyó el concepto de cooperación y un sistema de propiedad comunal para lo cual creó pequeñas comunidades cooperativas que combinaban la agricultura y la industria con la propiedad comunal de la tierra y el capital. Los experimentos que realizó con sus paralelogramos, como llamaba a sus comunidades ideales, en New Harmony, Indiana, y en otros sitios, fracasaron. Owen se encontró así con el dilema que siempre tuvieron los socialistas utópicos que esperan perfeccionar al hombre por medio del mejoramiento del medio social.

LA ECONOMÍA MARXISTA
Un gran cambio en las ideas económicas tuvo lugar con Carlos Marx quien, a diferencia de los socialistas utópicos, creó el socialismo científico, basado en una sólida reflexión económica. Su interés por estudiar la estructura económica se debió a la necesidad de explicar las característica de las diferentes formas del Estado y de las instituciones jurídicas. Su análisis lo llevó a cabo desde la economía política, lo que le permitió llegar a la conclusión que las raíces de las diferencias se encontraban en lo que llamó la suma total de las condiciones materiales de la vida social. De esta conclusión derivaron los dos aspectos que constituyen la base de su análisis económico: la interpretación económica de la historia y la teoría de la lucha de clases.

Para Marx, el motor de la historia es la economía. El principio que permite su desarrollo son las relaciones sociales y su constante lucha por el control de los medios de producción. Divide la sociedad en clases sociales de acuerdo con la división del trabajo, donde la masa obrera o proletariado es el grupo social que pone en marcha la economía y genera riqueza en beneficio de la clase capitalista, pero sin recibir el valor real de su trabajo, es decir, la plusvalía.

Según Marx, es por medio de la lucha de clases que el capitalismo se auto-destruirá, dando paso al socialismo, donde el Estado detenta el control de los medios de producción y desaparece la propiedad privada, antes de alcanzar la última etapa, el comunismo, donde el Estado desaparece para dar paso a la dictadura del proletariado.

Marx considera al capitalismo como una parte de la historia de la humanidad, cuya desaparición conduciría a una última etapa que es la sociedad comunista, donde desaparece la propiedad privada, la familia y el Estado. Esta condición, más que ninguna otra cosa, es el rasgo más importante del análisis económico marxista. Marx procuró constantemente relacionar los conceptos económicos elementales, tales como los del valor, trabajo, dinero, etc., con las condiciones de la producción capitalista.

LA ECONOMÍA EN EL SIGLO XX

LA CRISIS DEL CAPITALISMO EUROPEO
La Primera Guerra Mundial, que comenzó en 1914, cambió la dinámica del capitalismo. Hasta entonces, el comercio mundial estaba basado en el intercambio de productos de origen europeo elaborados con materias primas del mundo no europeo. La guerra frenó este desarrollo porque durante el conflicto la industria europea empleó todas sus fuerzas en la producción de material bélico. Al finalizar la guerra ocurrieron cambios sorprendentes en la economía mundial: los países europeos necesitaron materia prima y alimentos para activar de nuevo el ritmo de su industria y debieron recurrir a países que durante este tiempo se habían fortalecido económicamente. De modo que cuando Europa intentó recuperar sus mercados tradicionales, encontró que estos estaban fabricando por sí mismos lo que antes importaban, o estaban copados por Japón y Estados Unidos.

Por esta razón, recuperar la economía fue la principal prioridad de Europa de la posguerra. Los primeros años fueron difíciles, pero a partir de 1920, la economía capitalista empezó a adquirir los antiguos márgenes de productividad. La recuperación se favoreció por un nuevo impulso de la revolución industrial con la perfección del motor de combustión y la expansión del uso de la electricidad, lo que incrementó la productividad en las industrias y la aparición de nuevos productos y procedimientos de fabricación, como la estandarización y modernización del trabajo en cadena.

UNA NUEVA ECONOMÍA: LA UNIÓN SOVIÉTICA
La Revolución rusa de 1917 llevó a los soviets al poder. Los años que siguieron fueron difíciles debido al lento proceso de unificación y consolidación de la Unión Soviética, pero también a la resistencia de las potencias europeas. Cuando los comunistas asumieron el poder Rusia era uno de los países más atrasados con una economía fuertemente agrícola. Por esta razón, Lenin proyectó un vasto programa económico que se inició con la implantación de un ‘’comunismo de guerra’’, que consistía en un acelerado proceso de colectivización de tierras y organización de la industria a través de la nacionalización.

El caos económico se frenó cuando Lenin propuso la Nueva Política Económica, NEP, en 1921. La NEP consistía en una especie de ‘’desarrollo capitalista’’ de la producción privada agrícola e industrial, de modo que se pudiera restablecer el mercado. Se declaró libre el comercio y la pequeña producción industrial; pero también se utilizaron los tratados comerciales y las inversiones extranjeras. En otras palabras se creó un ‘’capitalismo de Estado’’ planificado. A la muerte de Lenin lo sucedió Stalin, quien creó los ‘’planes quinquenales’’, los cuales en períodos de cinco años trataban de activar un sector específico de la economía. Estos fueron un éxito, pues lograron una rápida industrialización en la Unión Soviética.

EL IMPACTO DE LA POSGUERRA EN EL MUNDO
En América Latina el efecto más importante de la Primera guerra Mundial fue la confirmación del liderazgo económico de los Estados Unidos. Estrechamente relacionada con este proceso, la economía se caracterizó por el auge de la exportación y la inversión norteamericana en ferrocarriles, comunicaciones y puertos.

El resultado fue la tendencia a que cada país se especializara en algún tipo de producción económica, lo que obedecía a la división internacional del trabajo. Por aquella época aparecieron las llamadas ‘’economías de enclave’’, es decir, regiones controladas por una compañía extranjera, como la United Fruit, que no sólo manejaba la producción sino también la política regional. Esta situación fortaleció una estricta dependencia financiera, vínculo que sirvió como punto de partida para una dependencia política y militar asumida por los Estados Unidos.

Por su parte, la situación en las colonias europeas de Asia y África fue muy distinta. Después de la guerra, Europa buscó darles mayor autonomía, pero la economía en estas colonias se mantuvo prácticamente en los mismos parámetros. Los recursos continuaron siendo explotados de acuerdo con los intereses del capitalismo, dependiendo de los mercados y de los requerimientos de las metrópolis. La orientación de su economía estaba dirigida hacia la excesiva exportación, lo que provocó la decadencia de los cultivos alimenticios y el descenso de los niveles de vida en las regiones colonizadas.

LA CRISIS DE 1929
Estados Unidos había gozado de holgura económica desde 1918, cuando comenzó su ascenso en el panorama mundial. Su actividad había sido muy próspera durante los años veinte, aunque a partir de 1926 se veía venir la crisis especialmente en el sector agrícola, pues Europa se recuperaba de los malestares de la guerra y poco necesitaba de Estados Unidos. la prosperidad norteamericana creó una mentalidad de rápido enriquecimiento con poco trabajo, lo que favoreció el auge de la Bolsa de valores de Nueva York, lugar donde se compraban y se vendían las acciones de las empresas. Todo el mundo compraba y vendía con estos valores, desde los financistas hasta la gente común y corriente. Debido a las ganancias que dejaba el comercio de estos títulos, pronto se comenzó a especular con ellos, lo que llevó a que algunos los acapararan. Las transacciones llegaron a ser tan grandes que ninguno de los bancos importantes se responsabilizó de su valor real.

Además de que estaban circulando títulos que no tenían un respaldo económico efectivo, también los precios de la Bolsa no estaban en relación con el alza de la actividad económica real que representaban los títulos. Esto llevó a que la producción económica bajara, por lo que la Bolsa entró en crisis en octubre de 1929. Las acciones se convirtieron en simples papeles, ya no había dinero ni siquiera en los bancos. Todo el sistema financiero entró en crisis y los bancos suspendieron los préstamos. Al no haber dinero, la producción industrial disminuyó, lo que a su vez generó los despidos masivos de trabajadores porque no había cómo pagarles los salarios.

La recuperación de esta crisis se llevó a cabo de manera lenta a lo largo de la década de los treinta, gracias a un complejo sistema de disposiciones económicas, como el ‘’Nira’’ (National Industry Recovery Act).




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