martes, enero 04, 2022

Qué es la teoría del cisne negro

 Cómo nos puede ayudar a prevenir grandes crisis en el futuro


Por Analía Llorente

BBC News Mundo

¿Qué tienen en común el surgimiento de internet, los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la crisis económica de 2008?

Fueron hechos extremadamente raros, sorpresivos y que causaron un impacto severo en la historia.

A este tipo de eventos se las suele llamar "cisnes negros".

Algunos sostienen que la reciente pandemia de covid-19 también podría ser considerada uno de ellos, pero no todos están de acuerdo.

La "teoría del cisne negro" fue desarrollada por el profesor, escritor y exoperador de bolsa libanés-estadounidense Nassim Taleb en 2007.

Y tiene tres componentes, según explicó el propio Taleb en un artículo de The New York Times ese mismo año:

Primero es algo atípico, ya que se encuentra fuera del ámbito de las expectativas habituales, porque nada en el pasado puede apuntar de manera convincente a su posibilidad.

En segundo lugar, tiene un impacto extremo.

En tercer lugar, a pesar de su estatus atípico, la naturaleza humana nos hace inventar explicaciones para su ocurrencia después del hecho, haciéndolo explicable y predecible.

La tesis de Taleb está generalmente asociada a la economía, pero se aplica a cualquier área.

Y como las consecuencias suelen ser catastróficas, es importante asumir que la aparición de un evento "cisne negro" es posible, por lo que hay que tener un plan para hacerle frente.

En resumen, el "cisne negro" representa una metáfora de algo

impredecible y muy extraño, pero no imposible.

¿Por qué se los llama así?

A finales del siglo XVII, barcos europeos se lanzaron a la aventura de explorar Australia.

En 1697, mientras navegaba por las aguas de un río desconocido del suroeste de Australia Occidental, el capitán holandés Willem de Vlamingh avistó varios cisnes negros, siendo posiblemente el primer europeo en observarlos.

Como consecuencia, Vlamingh bautizó el río como Zwaanenrivier (río de los Cisnes, en holandés) por el gran número de cisnes negros que había allí.

Se trató de un hecho inesperado, novedoso. Hasta ese momento la ciencia solo había registrado cisnes blancos.

La primera referencia que se conoce sobre el término "cisne negro" asociado al significado de rareza surge de una frase del poeta romano Décimo Junio Juvenal (60-128).

Desesperado por encontrar una esposa con todas las "cualidades adecuadas" de ese entonces, escribió en latín que esa mujer es rara avis in terris, nigroque simillima cygno ("un ave rara en estas tierras, como un cisne negro"), detalla el diccionario de Oxford.

Porque en esa época y hasta unos 1.600 años después, para los europeos los cisnes negros no existían.

Predecir los "cisnes negros"

Un grupo de científicos de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, está trabajando para predecir lo impredecible.

Es decir, para anticiparse a los "cisnes negros". No a las aves, sino a esos extraños acontecimientos que suceden en la historia.

Si bien su análisis primario se basó en tres entornos distintos de la naturaleza, el método computacional que crearon podría aplicarse a cualquier área, incluso a la economía y la política.

"Al analizar datos a largo plazo de tres ecosistemas, pudimos demostrar que las fluctuaciones que ocurren en diferentes especies biológicas son estadísticamente iguales en distintos ecosistemas", aseguró Samuel Bray, asistente de investigación en el laboratorio de Bo Wang, profesor de bioingeniería en la Universidad de Stanford.

"Esto sugiere que existen ciertos procesos universales que podemos aprovechar para pronosticar este tipo de comportamiento extremo", agregó Bray según publicó la universidad en su sitio web.

Para desarrollar el método de pronóstico, los investigadores buscaron sistemas biológicos que experimentaron eventos de "cisne negro" y cómo fueron los contextos en donde ocurrieron.

Se basaron entonces en ecosistemas monitoreados de cerca durante muchos años.

Los ejemplos incluyeron: un estudio de 8 años del plancton del mar Báltico con niveles de especies medidos dos veces por semana; mediciones de carbono neto de un bosque de la Universidad de Harvard que fueron recopiladas cada 30 minutos desde 1991; y mediciones de percebes (mariscos), algas y mejillones en la costa de Nueva Zelanda, tomadas mensualmente durante más de 20 años, detalla el estudio publicado en la revista científica Plos Computational Biology.

Los investigadores aplicaron a estas bases de datos la teoría física detrás de avalanchas y terremotos que, como los "cisnes negros", muestran un comportamiento extremo, repentino y a corto plazo.

A partir de este análisis, los expertos desarrollaron un método para predecir eventos de "cisne negro" que fuera flexible entre especies y períodos de tiempo y también fuera capaz de trabajar con datos que son mucho menos detallados y más complejos.

Posteriormente pudieron pronosticar con precisión eventos extremos que ocurrieron en esos sistemas.

Hasta ahora, "los métodos se basaban en lo que hemos visto para predecir lo que podría suceder en el futuro y es por eso que no suelen identificar los eventos del 'cisne negro'", aseguró Wang.

Pero este nuevo mecanismo es diferente, afirmó el profesor de Stanford, "porque asume que solo estamos viendo una parte del mundo. Extrapola un poco de lo que nos falta y ayuda enormemente en términos de predicción", añadió.

Entonces, ¿podrían detectarse "cisnes negros" en otras áreas como las finanzas o la economía?

"Hemos aplicado nuestro método a las fluctuaciones del mercado de valores y funcionó bastante bien", le dijo a BBC Mundo Wang en un correo electrónico.

Los investigadores analizaron los índices bursátiles Nasdaq, Dow Jones Industrial Average y S&P 500.

"Si bien la tendencia principal en el mercado es el crecimiento exponencial a largo plazo, las fluctuaciones en torno a esa tendencia siguen las mismas trayectorias y escalas promedio que hemos visto en los sistemas ecológicos", afirmó.

Pero "aunque las similitudes entre las variaciones bursátiles y ecológicas son interesantes, nuestro método de pronóstico es más útil en los casos en que los datos son escasos y las fluctuaciones a menudo van más allá de los registros históricos (que no es el caso del mercado de valores)", señaló Wang.

Así que ahora, habrá que estar atentos a si el próximo "cisne negro" nos toma por sorpresa... o tal vez no.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-58482832


El Cisne Negro. El impacto de lo altamente improbable

 

Orlando Arroyave Álvarez
Profesor de Psicología de la U. de Antioquia.
Revista de Psicología. Vol. 1. No. 2. Julio - Diciembre de 2009
Facultad de Ciencias Sociales y Humanas.
Departamento de Psicología

La psicología ha carecido en las últimas décadas de una adecuación conceptual y metodológica, a lo que el escritor John Brockman ha denominado la “tercera cultura”. Para Brockman esta “filosofía natural” la conforman dos campos de saber; uno, un nuevo humanismo que concibe la cultura, el lenguaje y al hombre dentro de una explicación naturalista, y que además hace uso de la sabiduría, la literatura o el arte para la comprensión del hombre y el Universo. 

Para esta nueva concepción epistémica, también denominada “nuevo humanismo científico”, el hombre de ciencia no es enemigo de la tradición literaria, filosófica o de sabiduría; la ciencia ilumina su ejercicio de comprensión con otros saberes. Por lo demás, este nuevo humanismo no se opone a la ciencia y a la tecnología contemporáneas. Estas nuevas ciencias y estas nuevas tecnologías son el segundo campo propio de la “tercera cultura”.

La ciencia moderna fue renovada en el s. XX con especializaciones y campos de investigación, que han pluralizado los objetos de indagación científica, las tecnologías y sus aplicaciones, y que se expresan en disciplinas, técnicas, hipótesis o ciencias como la astrofísica, la nanotecnología, la física cuántica, la informática, la incertidumbre, el caos, la complejidad, los fractales, la ingeniería genética, los sistemas emergentes. Uno de los objetos renovados, por la ciencia contemporánea, es la “mente”; un concepto ahora dentro de un marco postmetafísico, esto es, una explicación evolucionista o naturalista de la mente. 

El ensayo El Cisne Negro, de Nassim Nicholas Taleb, está concebido dentro de esta nueva visión epistemológica. Taleb se presenta a sí mismo como un pensador de la incertidumbre más que un hombre de ciencia, un matemático o un científico. Su libro, lo afirma, trata de la incertidumbre. Una de las fortunas de la “tercera cultura”, o esta nueva cultura tecno-científica que surgió en el siglo XX, es la habilidad de estos científicos para divulgar sus ideas, más allá de las fronteras aldeanas en que habitan los expertos. 

Taleb, de origen libanés (o levantino, como gusta a este pensador ser nombrado), y residente en EU, es profesor de la U. de Massachussets en Ambherst; sus especialidades son las probabilidades y la incertidumbre. A diferencia de una epistemología “anarquista”, como la de Paul Feyerabend, la oveja negra del popperismo, o de la epistemología “postestructuralista”, en que todo es historia o lenguaje, Taleb, como matemático “empírico” se ha ocupado de investigar las reglas y la lógica del juego, la suerte, las probabilidades, la incertidumbre y las estructuras mentales humanas que la niegan, entre otros fenómenos conexos, desde una orientación naturalista o práctica. 

En este ensayo se ocupa de explorar la incertidumbre. Para su investigación recurre a una metáfora; “El Cisne Negro” es su metáfora sobre la incertidumbre. Nuestro mundo está gobernado por lo imprevisto: “[…] el mundo en que vivimos tiene un número creciente de bucles de retro-alimentación que hacen que los sucesos sean la causa de más sucesos”, lo que genera un efecto de bola de nieve, que “afecta todo el planeta” (p. 28). 

El concepto de “cisne negro” fue empollado por Karl Popper. Era el corazón de su demarcacionismo científico; para discernir entre una teoría científica, siempre conjetural, de las no ciencias, tales como el psicoanálisis o el marxismo, tenemos que aplicar el “falsacionismo”.

Su propuesta se resumía así: lo que podemos hacer, con una teoría científica, no es verificar si “todos los cisnes son blancos”, sino si hay al menos un cisne negro. Si encontramos un cisne negro, una hipótesis predominante quedará “falseada” o “refutada”. 

O en el sentido de la sentencia de Taleb, “falsar es demostrar que se está equivocado”. La hipótesis (“todos los cisnes son blancos”) que resista un cisne negro, merece el adjetivo de “científica”. Por otro lado, y es su horizonte filosófico, Taleb considera a Popper como el único filósofo de la ciencia que se lee y quien escribe para los hombres reales del mundo. Taleb busca, al igual que Popper, ser tomado como un filósofo de la ciencia (o un “filósofo científico de la historia”) con su concepto del Cisne Negro: “lo desconocido, lo abstracto y lo incierto impreciso”, que se manifiesta en lo que llamamos con tanta impresión, pero con cierta confianza, como realidad. 

Su investigación se ocupa, en sus palabras, de los sucesos trascendentales, altamente improbables. No sería la primera vez que un economista se convierte en filósofo. La zoología ha comprobado, por su parte, la existencia de estas aves, en apariencia seres fantásticos de la epistemología popperiana. Los cisnes negros existen; su hábitat es Australia. Pero más allá de este descubrimiento empírico, una consecuencia para el pensamiento contemporáneo de estos eventos es la importancia vital de entender la incertidumbre. 

La idea del Cisne Negro se basa en la estructura aleatoria de la realidad empírica. Nassim Nicholas Taleb, explora la noción de incertidumbre aun en las estructuras mentales que hacen posible que siempre ideemos explicaciones “después del hecho [un cisne negro, por ejemplo], con lo que se hace explicable y predecible”. Tenemos la tendencia natural (“el empirismo ingenuo”) a fijarnos sólo en los casos que confirman nuestra historia y nuestra visión del mundo. Cuando nuestra mente se habitúa a una determinada visión del mundo considera únicamente los casos que la confirman. A esta tendencia es posible contraponerle el “empirismo negativo”: los hechos corroborativos no constituyen “necesariamente una prueba”. Ver cisnes blancos no confirma la inexistencia de cisnes negros. 

Nuestro bagaje, contrario a lo que se piensa, no aumenta a partir de una serie de hechos confirmativos. 

El ejemplo del pavo es ilustrativo para Taleb

El filósofo Bertrand Russell había refutado al “empirismo confirmativo” con un pollo. El problema de la Inducción o el Problema del Conocimiento Inductivo, la “madre de todos los problemas de la vida”, es la tragedia del pavo antes del día de la Acción de Gracias. Una tarde el pavo tiene que revisar su creencia; su generoso alimentador, en los últimos 999 días, se convierte en verdugo. Entre mayor grado de confianza del pavo, más altas son las probabilidades de riesgo. 

Esta generalización ingenua nos acosa en cada forma de leer el mundo. Poner en duda nuestras interpretaciones sobre la realidad, agota. Nuestras obras artísticas y científicas son productos de nuestra necesidad de “reducir las dimensiones e imponer cierto orden en las cosas”. Tanto una novela, un mito o una teoría científica nos ahorran la complejidad del mundo, y nos protegen de su aleatoriedad. Tendemos a utilizar el conocimiento como terapia, como estrategia curativa contra la incertidumbre. 

La biología confirma esta tendencia humana a reducir las dimensiones del mundo para darle un orden. En los estudios sobre neurotransmisores se ha descubierto la relación entre la dopamina, por ejemplo, y la búsqueda innata de patrones. 

Nuestra mente está presa de nuestra biología. Una porción extra de dopamina disminuye el escepticismo, que se “traduce en una mayor vulnerabilidad” para la detección de patrones. 

La aplicación de L-dopa (droga que se emplea para el tratamiento del Parkinson) puede producir una mayor propensión hacia “la astrología, las supersticiones, la economía y la lectura del tarot” (p. 121). Entre los efectos secundarios de la L-dopa, está la compulsión al juego (pacientes que creen ver patrones claros en números aleatorios). Taleb advierte al lector que no pretende reducir la dopamina como la explicación de nuestra interpretación exagerada o sesgada del mundo, sino mostrar una correlación física y neural en el funcionamiento cognitivo. Esa misma tendencia a simplificar (somos primates “ávidos de reglas […] [y necesitado de] reducir la dimensión de las cosas”) nos empuja a creer que el mundo es menos aleatorio de lo que es. Nuestro cerebro está diseñado para aprender lo preciso y lo general, no aprende reglas sino hechos y sólo hechos. Por eso preferimos más lo anecdótico que lo experimental. Desdeñamos con pasión lo abstracto. Cada prueba experimental muestra que pensamos mucho menos de lo que creemos, “a excepción, quizá, de cuando pensamos en esta misma realidad”. 

La realidad la abordamos con la “platonicidad”, o el “deseo de dividir la realidad en piezas nítidas”. Nuestro cerebro-mente confunde el “mapa con el territorio”, y nos centramos en ‘formas’ puras y bien definidas, sean objetos, como los  triángulos o las ideas sociales. La platonicidad es el sesgo mental que nos hace pensar que entendemos más de lo que en realidad entendemos. Confiamos demasiado en lo que sabemos más que en lo que no sabemos. 

La historia es un ejemplo de esos “trastornos” o “sesgos” cognitivos: (a) La ilusión de comprender cuando el mundo es más aleatorio de lo que aspiramos o creemos; (b) “la distorsión retrospectiva”, que permite evaluar los hechos después de ocurridos, y luego, con retrovisor, organizarlos y explicarlos con una coherencia que asombra; (c) la “valoración exagerada de la información factual, y la desventaja de los eruditos” que “platonifican” la realidad sobre los hombre de la calle. A esa tendencia natural de prestar atención a los casos que confirman nuestra historia y visión del mundo, Taleb la denomina “empirismo ingenuo”: 

confirmamos con facilidad, desconociendo que “una serie de hechos corroborativos no constituye necesariamente una prueba” (p. 107; las cursivas son del autor.). Por paradójico que parezca, escribe Taleb: 

[…] sé qué afirmación es falsa, pero no necesariamente qué afirmación es correcta. Si veo un cisne negro puedo certificar que todos los cisnes no son blancos. Si veo a alguien matar, puedo estar seguro de que es un criminal. Si no lo veo matar, no puedo estar seguro de que es un criminal (p. 107). 

Taleb lleva el falsacionismo popperiano hasta su límite: nos acercamos más a la verdad mediante ejemplos negativos, que mediante la verificación. Podemos aprender de los datos, pero no tanto como anhelamos. 

Esos “sesgos” (errores sistemáticos “que de forma coherente muestra un efecto positivo, o negativo del fenómeno”) hacen que nuestra mente tienda a considerar como más predecible algunos hechos de lo que en realidad son. El cerebro, esa hermosa máquina de explicar, hábil para hilar sentidos y encadenar explicaciones, está incapacitada para la idea de lo impredecible. Una de las frases favoritas de Taleb refleja esa impredictibilidad: “La historia y las sociedades no gatean: avanzan a saltos”. La historia no tiene un progreso instrumental y planeado; está bajo la sombra del Cisne Negro. 

Esa “platonicidad” se apoya en nuestra memoria limitada y filtrada; recordamos lo que coincide con los hechos. Sin embargo, el conocimiento puede tener un valor dudoso al igual que la información. Esa tendencia a la reducción para interpretar el mundo, puede hacernos olvidar fuentes de incertidumbre que pueden tener consecuencias que quizá no podamos ni quiera especular (una catástrofe nuclear o estelar, las guerras, la mayor crisis bursátil de la historia moderna, etc.). 

En una media, Mediocristán, el reino utópico del promedio, lo importante es la regla que afirma que “Cuando la muestra es grande, ningún elemento singular cambiará de forma significativa el total”. En el otro reino, de las singularidades, Extremistán, la regla es: “las desigualdades son tales que una única observación puede influir de forma desproporcionada en el total” (por ejemplo, promediar las fortunas de 999 hombres comunes y un multimillonario como Bill Gates). 

Casi todos los fenómenos sociales habitan en Extremistán. Taleb propone una lista de esos fenómenos: la riqueza, los ingresos, las ventas de libro por autor, las citas bibliográfica por autor, el reconocimiento de nombres como “famosos”, el número de referencias en Google, la población de las ciudades, el uso de las palabras de un idioma, el número de hablantes de una lengua, las guerras civiles, entre otros imprevistos que inciden en nuestras vidas, individuales y como especie. 

En el reino del promedio, confundimos la afirmación de “casi todos los terroristas son musulmanes”, con el aserto de “casi todos los musulmanes son terroristas”. O la aclaración de John Stuart Mill, citada por Taleb: “Nunca quise decir que los conservadores en general sean estúpidos. Me refería a que la gente conservadora normalmente es estúpida (p. 102). 

La idea de Taleb es más radical de lo que en apariencia postula. En una de sus páginas leemos: “Una pequeña cantidad de Cisnes Negros explica casi todo lo concerniente a nuestro mundo, desde el éxito de las ideas y las religiones hasta la dinámica de los acontecimientos históricos y los elementos de nuestra propia vida personal”. Pero el libro de Taleb no merecería tal importancia si solo explorara estos sesgos cognitivos (o conceptos como “la especificidad de dominio”, “la falacia narrativa”, “el sesgo de confirmación”, la información, “las pruebas silenciosas”, entre otros), con sus plurales ejemplos, o la radicalidad filosófica en que el arjé o principio del universo es la incertidumbre; el libro tiene una pretensión epistémica y política, que Taleb nombra como “libertarismo académico”. 

Entre sus múltiples dianas de su militancia, podemos tomar dos: la “ciencia económica” y la aplicación de la estadística a las ciencias sociales, como divisa de rigor. 

En estas ciencias los expertos se sienten obligados a dar una razón. Taleb ha indicado previamente que “tenemos profesiones en que los expertos desempeñan un papel, y otras donde no hay pruebas de la existencia de destrezas”. Su lista, ampliada, la toma del psicólogo James Shanteau. 

“Expertos que tiende a ser expertos”: “los tasadores de ganado, los astrónomos, los pilotos de prueba, los tasadores del suelo, los maestros de ajedrez, lo físicos, los matemáticos […], los contables, los inspectores de grano, los intérpretes de fotografía, los analistas de seguro […]”. 

Expertos que tienden a ser no expertos: “los agentes de Bolsa, los psicólogos clínicos, los psiquiatras, los responsables de admisión en las universidades, los jueces, los concejales, los selectores de personal, los analistas de inteligencia [v.g. la CIA], […], los economistas, los analistas financieros, los profesores de economía, los politólogos, los ‘expertos en riesgo’”, entre otros. En este campo abundan, sin embargo, los “másteres del universo”.

Como asesor financiero Taleb ha aplicado sus investigaciones a los comportamientos económicos. Su sentencia es perturbadora: predomina lo aleatorio. 

Los organismos multinacionales como el Fondo Monetario Internacional FMI, en que se encuentran algunos de los más renombrados economistas del mundo, tienen tan pocos aciertos que parece más una logia de adivinos que de científicos. Los economistas ganan fortunas, son estrellas mediáticas y los asesoran equipos que mascan números y proyecciones, y sin embargo no predicen nada; hacen previsiones después del acontecimiento económico (un “crack” financiero, la bonanza económica, el futuro de los intereses, etc.). De un millón de artículos en economía, análisis de inversión y política, pocos tienen comprobaciones sobre las cualidades predictivas de sus conocimientos, sentencia Taleb. 

Predicen poco, pero cada uno de estos expertos gana cada vez mayor confianza en sus propias destrezas más que en sus vaticinios. Los economistas ignoran cualquier información por fuera de su mundo (leen demasiado periódicos financieros, olvidando, según Taleb, que “la lectura del periódico disminuye nuestro conocimiento del mundo”). 

Los expertos cuentan, no obstante, con el recurso de la erudición y el buen decir para simular ese conocimiento profundo en el reino de lo imprevisto como son la economía y la política. 

Para este matemático la predicción es la auténtica prueba de nuestra comprensión del mundo; sólo que esa comprensión es limitada, y casi inexistente en los fenómenos que investigan las ciencias sociales. Tenemos una tendencia natural a escuchar a los expertos, aun “en campos en los que es posible que éstos no existan” como en la política y la economía. 

De igual modo, Taleb nos recuerda, de paso, que atribuimos nuestros éxitos a nuestras destrezas, y nuestros fracasos a la aleatoriedad. Los homo sapiens somos máquinas de autoengaño. En las ciencias sociales proliferan los métodos estadísticos complejos y sofisticados que no dan necesariamente previsiones más acertadas que cuando se utilizan métodos sencillos en los mismos fenómenos. El uso de la curva de campana (la marmórea “campana de Gauss”) es uno de esos refinamientos metodológicos inútiles para predecir sucesos políticos, sociales, económicos o climáticos. 

Estos fenómenos tienen demasiado ruido aleatorio (ruido que se confunde con la información). 

Taleb, con este libro tan provocador como sabio, pretende continuar con la labor de los filósofos, a los que considera como los “perros guardianes del pensamiento crítico”. Para este matemático de probabilidades, la filosofía debe transcender la academia o la propia filosofía; la raíz de la filosofía, según esta concepción popperiana que toma como suya Taleb, son problemas por fuera de su dominio de pensamiento. Los problemas filosóficos mueren si esas raíces se secan. 

Frente a la tendencia “platónica” de la mente, Taleb exalta las virtudes de las mentes “aplatónicas” (contrarias a las mentes “platónicas”); son abiertas, escépticas y empíricas. Hacen parte de las estirpes del filósofo Sexto Empírico, quien quizá fue el primer en descubrir el Cisne Negro en el siglo II de nuestra era. Si algo pretende esta filosofía sería, casi como una fórmula de vida, es “aprender a vivir sin una teoría general” (p. 265). 

Por otro lado, este libro es tan sensato que es casi impracticable. O para tomar en préstamo una expresión de Taleb, es un libro contrario al “redil platónico”, que es impune a la presencia de los Cisnes Negros. 

Los expertos de las matemáticas podrán encontrar este libro frívolo. A ese comentario falsamente aristocrático de una élite experta, Taleb responde que su ensayo es una “meditación compulsiva, no un informe científico”.

Él también se lamenta, al igual que sus detractores, que las metáforas y las narraciones tienen más fuerza que las ideas. 

El libro frívolo o no, es una introducción divertida y filosóficamente sana para adiestrar a nuestra mente a la presencia, cada vez mayor, de Cisnes Negros. 

Este libro combina tan sabiamente metáforas, historias e ideas, que quizá sus críticos o sus detractores pierdan poco si se lo toman en serio. Además, para expertos y no expertos, el libro tiene un capítulo técnico (“La curva de campana, ese gran fraude intelectual”) y un breve “glosario” y “notas” que explican los conceptos de uso propios de la incertidumbre, así como autores y comentarios que los soportan. 

No sobra advertir que el libro de Taleb es ya un Cisne Negro.



Orlando Arroyave Álvarez
Profesor de Psicología de la U. de Antioquia.
Revista de Psicología. Vol. 1. No. 2. Julio - Diciembre de 2009
Facultad de Ciencias Sociales y Humanas.
Departamento de Psicología

Arroyave Álvarez, O. (2011). El Cisne Negro. El impacto de lo altamente improbable. Revista De Psicología Universidad De Antioquia, 1(2), 97–105. 

Recuperado a partir de

https://revistas.udea.edu.co/index.php/psicologia/article/view/10023



Cisnes negros

 

¿Cómo gobiernan eventos altamente improbables cada faceta de nuestras vidas? 

REVISTA DINERO.COM

Aquella imagen perturbó sus sentidos. Cuando en 1606 los europeos descubrieron Australia, sin pensarlo, también se toparon con un animal nunca visto. Antes de esta fecha existía la certeza de que todos los cisnes eran blancos, pero entonces, un cisne negro se alzó frente a sus ojos. 

Esta es la historia de los cisnes negros; aves que representan hechos sin precedentes, cuyo plumaje desafía lo que damos por cierto. 

Ahora bien, suponga que un hombre del pasado tiene la oportunidad de visitarnos. ¿Qué podría pensar de eventos como internet, el ascenso de China, la caída de la Unión Soviética, la evolución del precio del petróleo, el descalabro económico de 1929, o el Tsunami en el Océano Índico? Para el autor libanés Nassim Nicholas Taleb, estos son ejemplos perfectos de cisnes negros que han transformado nuestra historia.  

[…] Pero ¿cómo lucen estas aves negras? Según Nassim Taleb es posible identificar un cisne negro como un evento con tres características: nadie en el pasado pudo imaginar que fuera posible, acarrea un impacto enorme y solo lo podemos explicar luego de que ha acontecido. Frente a tal rareza de animal, cualquiera pensaría que nace esporádicamente. Pero los cisnes negros emergen más frecuentemente de lo que creemos. "Epidemias, ataques terroristas, religiones, artes, escuelas, desastres naturales o desarrollos tecnológicos, todo lo que tiene significado en este mundo, hace parte de la dinámica de los cisnes negros", explica Taleb. 

Si lo piensa, su propia vida también transcurre a partir de hechos impredecibles como lo es conocer a su futura(o) esposa(o), días claves en su carrera profesional o la muerte.             

El cisne negro hecho hombre 
Taleb profeta de la incertidumbre. Y como muy pocos hombres, tiene la capacidad de hacernos transitar por sus callejones.

Para este autor es mucho más importante aquello que no conocemos que lo que creemos conocer. 

En carne propia ha experimentado la presencia de un cisne negro […] creció leyendo filosofía. Su fluidez en distintos idiomas solo se compara con su amplio conocimiento de autores como Popper, Montaigne, Hegel y Schopenhauer. Su juventud transcurrió en completa calma hasta que estalló una guerra sin precedentes entre cristianos y musulmanes en el Líbano que lo obligó a trasladarse a Estados Unidos. 

"Tengo en mi memoria cómo los expertos de la época quisieron tratar de entender la guerra. Entre más inteligente era el experto, más convincente su teoría. Sin embargo, nadie pudo nunca explicar un hecho de tal magnitud", recuerda. Ya en EU, Taleb toma la decisión inesperada de estudiar negocios en Wharton School. La vida es caprichosa, pues siendo un estudioso de la suerte, la probabilidad y el conocimiento, al graduarse decide trabajar como corredor de bolsa. Pero entonces el llamado lunes negro, octubre 19 de 1987, hace caer la bolsa de Nueva York más de 40% en un solo día. 

"Las ganancias de muchas instituciones financieras durante más de 50 años se perdieron en horas. Esa noche muchos de mis compañeros se suicidaron", cuenta Taleb. 

Este fue el momento crítico en la vida del autor. "Fue una sensación extraña presenciar esta crisis y en el fondo pensar ¿tal vez tengo razón? El hombre es lo suficiente-mente arrogante para creer entender un mundo totalmente impredecible", expresa. A partir de entonces dedicó su vida a estudiar los cisnes negros.    

Sin embargo, si bien a Taleb le interesa comprender la dinámica de los cisnes negros, una pregunta cautiva aún con mayor fuerza su atención: ¿por qué los seres humanos permanecemos ciegos frente a su presencia? Es decir, ¿por qué nos enfocamos en los centavos y no en los pesos, sin predecir las grandes tendencias por venir? Su libro es una fuerte crítica a los "científicos sociales", que, en su opinión, operan bajo la falsa creencia de poder medir la incertidumbre con estadísticas. Y, por sobre todo, en sus palabras pretende "mostrar cómo leer el periódico en realidad es la mejor forma de reducir su conocimiento del mundo".  

La biblioteca de Umberto Eco
Sus visitantes quedan perplejos. Al parecer la biblioteca personal del escritor y filósofo italiano Umberto Eco cuenta con más de 30.000 títulos. Al respecto Eco ha manifestado que su biblioteca le permite distinguir a sus visitantes en dos grupos.
 

A la gran mayoría de la gente la agrupa por la típica pregunta ¿y los has leído todos? Pero también algunas personas entienden el verdadero significado de una biblioteca personal con estas características.    

"Estos libros no son para lucir sino para investigar", diría Eco. Según Nassim Taleb, Umberto Eco es de los pocos autores para quienes los libros sin leer tienen más valor que los que ya se han leído. El mensaje de esta simple anécdota es que el mundo se podría visualizar como los visitantes a la biblioteca de Eco. 

"El ser humano siempre se va a sentir más cómodo con lo que siente conocer. Y desechar lo que es desconocido", asegura Taleb. Este afán del hombre por la certidumbre proviene de tiempos remotos. Dicha influencia se acentuó desde los griegos particularmente gracias a Platón, quien pensaba que el conocimiento debe estar basado en verdades justificadas. 

A esto es lo que Nassim Taleb llama arrogancia epistemológica. "El platonismo nos ha empujado a creer que entendemos más de lo que creemos", argumenta. La idea es que para sobrevivir en un mundo terriblemente complejo, el ser humano ha aprendido a simplificar las cosas, pero esto, sostiene Taleb, es lo que nos ciega ante los cisnes negros. Incluso este es el origen de las profesiones. "Todo hace parte de nuestro propio ego. ¿Cuántas veces le ha escuchado decir a un experto decir ¡no sé!?", se pregunta el autor. 

La trampa del pavo 
Tenga en cuenta el siguiente titular del 13 de diciembre de 2003 de la cadena de noticias Bloomberg News, "La bolsa sube, el terrorismo sucumbirá gracias a la captura de Hussein". Ahora revise este apenas unas cuantas horas más tarde, "La bolsa cae, la captura de Hussein pone nerviosos los mercados".  
 

Esto por su puesto no tiene ningún sentido. Pero aun así aquello que no conocemos solemos dejarlo en manos de expertos. Sin embargo, ¿no ha pensado que para escribir noticias como esta los periodistas tienen apenas pocos minutos? 

Esta arrogancia la comparten todas las ciencias sociales y naturales. "El ser humano tiene gran capacidad de echar y creerse sus propios cuentos", dice Taleb. Piense por ejemplo cómo hace unas décadas en las zonas rurales de Colombia se pensaba que era saludable quitar todos los dientes y remplazarlos por una caja.

¡Muchas personas hoy en día no tienen sus dientes gracias al consenso de los odontólogos de la época!       

Ahora suponga que un pavo pudiera ir midiendo su bienestar. Son unas cuantas semanas antes de año nuevo. El pavo se levanta día a día y percibe cómo lo alimentan mejor y mejor. ¡Hasta que un día pasa a ser el banquete de alguien! Para Nassim Taleb esta visión del pavo sacrificado antes de año nuevo es lo que muchas veces nos sucede frente a los cisnes negros. Estamos acostumbrados a revisar en el pasado el desempeño futuro. Por ejemplo, a finales del siglo pasado, revisando las tasas de crecimiento del país, nadie hubiera pronosticado que caeríamos un 4 por ciento. Los grandes proyectos de inversión de la época se realizaron con estimaciones de economistas según los promedios anteriores. ¿Alguna similitud con el pavo?

Bill Gates, Chávez y un mundo extremo

En 2004 el Departamento de Estadísticas de EU estimó que el precio del petróleo llegaría si mucho a US$27 el barril luego de 25 años. Tan solo seis meses más tarde el precio rondaba los US$ 54 y luego tocó un máximo de US$ 83. ¿Cómo puede un cisne negro ser tan potente? Taleb explica que cada vez estaremos más expuestos a cisnes negros. Y su impacto crecerá ampliamente con los años. Todo esto porque el mundo está cada vez más interconectado y, se conforma por extremos.             

Si lo piensa, las desviaciones estándares características de una campana de Gauss son precisas para medir variables entre los seres humanos, como el peso o la estatura. 

Considere variables como el nivel de ingresos, el éxito profesional, el poder político o el conocimiento. 

¡No hay nada estándar! "Vivimos en un mundo cada vez más desigual, lo cual amplifica el poder de los cisnes negros", explica Taleb. 

Esta tendencia se puede ver en todo. Tan solo los cinco hombres más ricos del planeta, incluido Bill Gates, pueden representar un buen porcentaje de la riqueza mundial.   

Pocos éxitos editoriales, por ejemplo, representan más del 80% de los libros vendidos en distintos países. El éxito de los artistas o los futbolistas son casos similares. Apenas unos cuantos seres humanos, entre ellos los presidentes Chávez y Bush, pueden tener un impacto directo en el precio de un commodity como el petróleo. Hoy como nunca, nuestro destino está en manos de unos pocos. ¿Ya capta la idea?           

Los economistas: exceso de dopamina

En los años 60 se descubrió que la enfermedad de Parkinson se debe tratar suministrando directamente a los pacientes dopamina, un neurotransmisor que no pueden producir por ellos mismos. Al parecer, la dopamina corresponde a la parte biológica en nuestro cerebro que incide en el nivel de certeza que tenemos del mundo. Incluso, son crecientes los casos de demandas interpuestas por pacientes que luego de grandes dosis pierden grandes cantidades de dinero apostando en casinos. La dopamina los convierte en adictos a las apuestas. Bien, para Taleb, de las distintas profesiones los economistas son quienes presentan mayores niveles de dopamina.  

El caso de la firma Long-Term Capital Management LTCM que en 1998 perdió US$ 4,6 billones en pocos meses y ocasionó una fuerte crisis financiera es apenas un ejemplo de esta idea. Uno de los fundadores de LTCM, Robert Merton, ganó el premio Nobel en economía apenas un año antes de la crisis, precisamente por el desarrollo de modelos gaussianos de equilibro general en los que se basa la economía neoclásica hoy en día. 

Los economistas contemporáneos parten de un supuesto difícil de aceptar bajo la óptica de los cisnes negros: que los seres humanos somos racionales en nuestras decisiones "Las matemáticas de los economistas solo tienen un efecto. Elevan las barreras de entrada a otros pensamientos. 

Aquellos que no son buenos matemáticos no tienen cómo demostrarles a los demás que lo que dicen no tiene sentido", opina Taleb. El autor cree que en este proceso la historia ha dejado de lado excelentes economistas que no son tan arrogantes. Tan solo revise los pronósticos de los llamados "expertos" sobre las distintas variables económicas y encontrará una importante tasa de fracasos. Esta historia se repite en todas las profesiones que miran el futuro como si lo entendieran, los analistas de riesgos, los militares, o los corredores de bolsa. 

"Si algún mensaje quiero dejar con mi libro es el valor de aprender a decir: no sé", dice Taleb. ¿Qué para dónde va el dólar? ¿Cuál va a ser el efecto del TLC? ¡No sé!     

Otras disciplinas como psicología, mercadeo, publicidad o sociología, entre otras, también operan bajo el paradigma de la campana de Gauss. Para Taleb, un "fraude intelectual" que les hace daño a las ciencias sociales. ¿Qué puede decir una desviación estándar de la riqueza de Carlos Slim, sobre las crisis inmobiliarias, los ataques del 11 de septiembre o la concentración del poder en el mundo?       

¡Cada vida! Un cisne negro

Además de sencillez, el principal mensaje que podemos extraer de los cisnes negros es aprender a reemplazar parte del tiempo que dedicamos a tratar de pronosticar para empezar a prever un futuro cada vez más complejo. El énfasis debe estar en la prevención. 

Por otra parte, como lo resaltó el autor Ori Brafman, en entrevista con Dinero, debemos desarrollar nuestra capacidad para convivir y trabajar en un mundo ambiguo. Desafío que se le suma a las nuevas generaciones. Ya no es posible tener en la cabeza todas las variables y actividades en una empresa como pasaba con los gerentes de antaño. Esto implica aprender a confiar en los demás.

Si usted es escéptico sobre la existencia de cisnes negros piense en su propia vida. Cada ser humano sobre este planeta es en realidad un hecho con probabilidades bajísimas de ocurrencia. 

Como un grano de arena en un inmenso mar. Genuinamente el universo tuvo que conspirar para que usted naciera tal como es. Es por esto por lo que los cisnes negros son reales. Usted está leyendo este artículo. 

Texto adaptado de: http://www.dinero.com/edicion-impresa/management/articulo/cisnes-negros/51812

Teoría del cisne negro

 

La teoría del Cisne Negro o teoría de los sucesos del Cisne Negro es una metáfora que desarrolló Nassim Nicholas Taleb, que encierra el concepto de que cuando un suceso es una sorpresa (para el observador), con un gran impacto después del hecho, suceso sorpresivo que es racionalizado por retrospección, y en la cual explica:

§El desproporcionado papel de alto impacto, difícil de predecir, y los sucesos extraños que están fuera del ámbito de las expectativas normales de la historia, la ciencia, las finanzas y la tecnología.

 

§La no computabilidad de la probabilidad de los sucesos raros consecuenciales utilizando métodos científicos (debido a la naturaleza misma de las probabilidades pequeñas).

 

§Los sesgos psicológicos que hacen a las personas individual y colectivamente ciegas a la incertidumbre e inconscientes al rol masivo del suceso extraño en los asuntos históricos.

 

La Teoría Cisne Negro se refiere a sucesos inesperados de gran magnitud, consecuencia y su papel dominante en la historia. Estos hechos, considerados atípicos extremos, colectivamente juegan roles mucho más grandes que los sucesos regulares. Los sucesos tipo Cisne Negro fueron descritos por Nassim Nicholas Taleb en su libro El Cisne Negro, donde se refiere a casi todos los grandes descubrimientos científicos, hechos históricos, y logros artísticos como cisnes negros, -sin dirección e inesperados. Señala como ejemplos de sucesos Cisne Negro: Internet, la computadora personal, la Primera Guerra Mundial, y los ataques del 11 de septiembre de 2001. 

El término cisne negro fue una expresión latina, cuya referencia conocida más antigua proviene de la descripción de algo que hizo el poeta Juvenal, que es: rara avis in terris nigroque simillima cygno, frase en latín significa un ave rara en la tierra, y muy parecida a un cisne negro. Cuando la frase fue acuñada, se presumía que el cisne negro nunca existió. La importancia del símil radica en su analogía con la fragilidad de cualquier sistema de pensamiento. 

La frase de Juvenal era una expresión común en el Londres del siglo XVI como una declaración de imposibilidad. La expresión de Londres deriva de la presunción del Viejo Mundo de que todos los cisnes deben ser blancos, porque todos los registros históricos de los cisnes informaron que tenían plumas blancas. En ese contexto, un cisne negro era imposible o por lo menos inexistente.

Después que una expedición holandesa, dirigida por el explorador Willem de Vlamingh en el río Swan en 1697, descubrió cisnes negros en Australia Occidental, el término se transformó para denotar que una imposibilidad percibida podría ser refutada más tarde. Taleb señala que en el siglo XIX John Stuart Mill utilizó la falacia lógica del cisne negro como un nuevo término para identificar la falsificación.

En concreto, afirma Taleb en el New York Times: Lo que aquí llamamos un Cisne Negro (y con mayúscula) es un suceso con los tres atributos siguientes. En primer lugar, es un caso atípico, ya que se encuentra fuera del ámbito de las expectativas regulares, porque no hay nada en el pasado que puede apuntar de manera convincente a su posibilidad. En segundo lugar, conlleva a un impacto extremo. En tercer lugar, a pesar de su condición de rareza, la naturaleza humana nos hace inventar explicaciones de su presencia después de los hechos, por lo que es explicable y predecible. Me detengo y resumo el triplete: rareza, impacto extremo y retrospectiva (aunque no prospectiva).

Una pequeña cantidad de Cisnes Negros explica casi todo en nuestro mundo, desde el éxito de las ideas y las religiones, a la dinámica de los acontecimientos históricos, hasta los elementos de nuestra vida personal.

La identificación de un suceso de cisne negro 

Basado en los criterios del autor:

- El suceso es una sorpresa -para el observador

- El suceso tiene un gran impacto.

- Después de su primer registro, el suceso se racionaliza en retrospectiva, como si pudiera haber sido esperado (p. e. datos pertinentes estaban disponibles, pero no se contabilizan). 

Hacer frente a los sucesos cisne negro

La idea principal en el libro de Taleb no es tratar de predecir sucesos Cisne Negro, sino construir robustez frente a las actitudes negativas que se producen y poder aprovechar las positivas. Taleb sostiene que los bancos y empresas comerciales son muy vulnerables a sucesos peligrosos Cisne Negro y están expuestos a pérdidas superiores a los pronosticadas por los modelos estadísticos y matemáticos, que él considera defectuosos. 

Enfoque epistemológico

El Cisne Negro de Taleb es diferente de las primeras versiones filosóficas del problema, específicamente en la epistemología, ya que se trata de un fenómeno con propiedades específicas empíricos y estadísticas que él llama el cuarto cuadrante.

Taleb señala que otras distribuciones no se pueden utilizar con precisión, pero a menudo son más descriptivas, como fractales, leyes de potencias o distribución escalable; y que el conocimiento de estas podría ayudar a moderar las expectativas.

Más allá de esto, se hace énfasis en que muchos acontecimientos simplemente no tienen precedentes, precedentes, socavando la base de este tipo de razonamiento completo. Taleb también aboga por el uso del razona-miento contra-fáctico al evaluar el riesgo. 

https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_del_cisne_negro