El ser de la Nacional
El campus universitario es el lugar de encuentros, el lugar de amores; es el lugar de descubrir intereses compartidos, un sitio de confrontación de ideas, del diálogo racional. Es un espacio donde
se descubre que el otro puede tener razón. Donde se asume el reto de que no
solo debo convencer con mis ideas sino también ser convencido y esto lejos de
ser un fracaso se convierte en una nueva y valiosa experiencia. El afianzamiento de nuevos conocimientos, generalmente se produce en las
cafeterías y los prados del campus.
Hay casos extremos: Stanislav Ulam gran
matemático del siglo XX, siempre estuvo matriculado en el Instituto Politécnico
de Lwow, nunca asistió a una clase, su desarrollo como estudiante y profesor se
realizó en las cafeterías. Caso similar se encuentra en la Nacional, con el
estudiante de matemáticas Von Oostran quien tuvo calificación perfecta, poco
asistió al aula. El campus abierto de la Nacional impide que a los jóvenes,
cuando están en la edad en que se es más fuerte, más motivado, más inquieto, se
les encierre entre cuatro paredes.
En la UN se enseña a escribir, es decir,
a encontrar la palabra adecuada, ordenar el pensamiento, las ideas, teniendo en
cuenta el auditorio. Se enseña a leer, buscando el justo medio entre el placer
y la dificultad, en el sentido de Steiner “una arista áspera de la belleza que
se llamaba dificultad”. Siguiendo a Estanislao Zuleta se busca que el lector
sea un buen camello, se cargue con el texto; un buen león que se enfrenta al
texto con sentido critico y, que sea un niño que cree, transforme y fantasee a
partir del texto. Que sepa que un libro es un buen amigo al que muchas veces se
lo lleva a la casa y la incendia o produce un terremoto que obliga a replantear
las ideas preexistentes.
La Nacional es el lugar donde se
entregan las nuevas generaciones lo más valioso de la cultura. Es el sitio
donde los maestros, hacen hablar a los sabios muertos, se descubre la
posibilidad de dejar huella y de burlarse de la muerte pues las ideas seguirán
transmitiéndose y la voz escuchándose.
Los maestros son guías que conducen a la
autonomía, al placer del conocimiento, a hacer las preguntas adecuadas y de
saber que cada nuevo descubrimiento genera más preguntas, que el análisis
profundo que busca una solución, sabe que se multiplicarán más los
interrogantes. Puede decirse que la Universidad es el lugar de los proyectos
sobre el futuro, del las utopías del sentido de la vida. Donde se enseña, tal
vez, lo más importante: aprender, aprender.
La formación humanística y científica de
la Universidad estimula al estudiante y luego al profesional a ampliar de forma
notable los conceptos de tiempo y espacio. La profundidad histórica no se
limita a una generación. Se busca indagar épocas anteriores de la aparición de
la escritura y de los utensilios, llegando a épocas geológicas más antiguas. Su
espacio no es solo el barrio y la ciudad, es el mundo, el universo. Se estimaba
a que el tiempo se conciba desde la ruptura del átomo primitivo hasta un
incierto futuro cósmico.
La Nacional satisface los requerimientos
fundamentales que debe orientar la formación de sus estudiantes, como lo
advirtió el exrector Guillermo Páramo.
a) Preocupación por los intereses
particulares, pero con énfasis en el interés general.
b) Se interesa por los aspectos privados
de la sociedad, pero su prioridad es lo público.
c) Se preocupa por el corto plazo pero
esta más interesada por el largo plazo.
En su modelo educativo, la Nacional
busca que al realizar un proyecto (sea este social, científico o artístico) se
prefigure, es decir, se piense de antemano, se reorganice y se reoriente; que
al diseñarlo se debe estar dispuesto a modificar el diseño. Se busca comprender
los hechos y las técnicas no solo utilizar los resultados.
Podría pensarse que la formación
holística ofrecida por la Universidad Nacional, no crea profesionales de las
características que “demandan el país y los sectores productivos”. Los
resultados de Saber Pro, que miden en buena parte competencias de pertinencia,
innovación, manejo de la coyuntura, habilidades técnicas, etcétera, muestran,
por el contrario, que los resultados obtenidos por los estudiantes de la
Nacional son los mejores de todo el universo de las universidades públicas.
Esto es fácilmente entendible. Es más
sencillo pasar de lo abstracto a lo concreto, de lo general a lo particular, lo
complejo a lo simple. A esto debe añadirse, que día a día se comprueba que una
educación humanística genera mejores resultados en los saberes “prácticos”. Lo
contrario no es necesariamente cierto.
En las pruebas Saber Pro de 2016, la UN
alcanzó el primer lugar entre las universidades públicas en: Administración,
Ciencias Naturales y Exactas, Contaduría y Afines, Derecho, Economía, Ingeniería,
Ciencias Sociales, Humanidades. Igualmente obtuvo la primera posición entre
todas las universidades en: Educación, Ciencias Agropecuarias, Bellas Artes y
Diseño, Arquitectura y Urbanismo. En Medicina obtuvo el segundo lugar entre las
universidades públicas.
La Nacional cumple la política de dar
una educación superior de alta calidad a la población que, por vulnerabilidad
económica, deben ser objeto de subsidios estatales. En 2016, el 86 por ciento
de los estudiantes provenían de hogares de estratos socioeconómicos 1, 2 y 3.
Es interesante mencionar que 2010, los estudiantes de los anteriores estratos
eran el 78 por ciento del total de la matrícula, lo que muestra que los
subsidios van dirigidos a quienes lo requieren, jóvenes con alta capacidad
académica pero de recursos limitados, quienes gracias a la Universidad tienen
un espacio para desarrollar su potencial. Es una contribución a la distribución
del ingreso y la movilidad social.
Javier Solana, quien se desempeñó con
éxito en la dirección de la Comunidad Europea, contestaba a quienes le
preguntaban, cómo él siendo un físico teórico manejaba tan acertadamente los
laberintos de la política. Respondía: “Una buena educación consiste en haber
leído lo que se debe leerse antes de los 20 años y antes de los 23 haber
estudiado en profundidad un problema y escribir sobre lo que se entendió y
ojalá la solución encontrada”. Puede afirmarse que este es modelo educativo de
la U. Nacional.
El objetivo de la formación académica no
se limita a satisfacer el lugar común, “capacitar para el trabajo”. Se educa
para la vida, para que sus profesionales tengan altos niveles de solidaridad;
de responsabilidad, de respeto al ambiente, a las diferentes culturas, a las
variadas opciones políticas y religiosas y las diferentes opciones sexuales. Se
ofrece una educación que les permita a sus egresados adquirir nuevos
conocimientos y destrezas en su discurrir laboral, el cual tendrá cambios que
hoy no se pueden predecir con exactitud, pero que obligan a las actualizaciones
permanentes. Esto lo podrá alcanzar con la formación humanística, profesional y
holística que recibieron.
Cuando la Universidad conmemoró el
centenario de su creación, yo estaba allí como estudiante. Conocí maestros,
sabios, profesores; me enamoré y me casé en su capilla, aprendí que el mundo
estaba globalizado y presencié los primeros intentos de la separación de la
educación laica y la orientada por las jerarquías eclesiásticas. Celebré el
regreso de Lovaina del cura Camilo Torres; apoyé la modificación del estatuto
que suprimían una declaración del tipo: la Universidad debe defender y difundir
los valores de la cultura occidental, en momentos en que China, Japón y Corea
con su población, tecnología y cultura permeaban a Occidente. Se amplió el
ámbito a la difusión de los valores de todas las culturas. Otro cambio fue la
modificación del Consejo Superior Universitario suprimiendo la participación
del delegado de la Curia. Esto era una consecuencia evidente de una Universidad
definida como multicultural y no dogmática. Compartí la utopía de buscar una
sociedad más justa, aplicando las teorías socialistas.
Esta utopía se derrumbó con la violenta
represión a la Primavera de Praga, con los crímenes de Pol Pot en Camboya, con
el desenlace sanguinario de la Revolución Cultural China y un doloroso hecho,
más cercano, el asesinato de nuestros compañeros Julio Cesar Cortés y Hermidas
Ruiz y el juicio con pena de muerte a Fernando Chacón, por parte de los
dirigentes de una guerrilla-ELN; que mostraba proclividad al asesinato.
Pensábamos que la revolución era una fiesta, cuando vimos que era tan o más
sanguinaria que los sistemas que pretendían derrocar. No pudimos continuar con
la utopía, nos convertimos en una generación sin una meta definida. El
transcurrir de la vida nos permitió hallar alternativas.
Creíamos poder cambiar el mundo y como
en la película Nos amamos tanto tuvimos que reconocer que el mundo nos cambió a
nosotros. La calidad la medimos en función en nuestro desarrollo como personas
y en nuestro papel en la sociedad.
Agradezco el apoyo de Carlos Augusto
Hernández en la elaboración de este texto.
http://www.semana.com/nacion/articulo/jose-fernando-isaza-habla-sobre-ser-de-la-universidad-nacional/541339
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