El intelectual, el pensador, el
educador, creía que la educación era una de las mayores tragedias colombianas.
Su pregunta siempre fue
¿por qué nuestra educación no enseña a pensar?
Las 2Orillas Por: Hernán Suárez
Estanislao Zuleta es quizá el intelectual de izquierda
que más ha influido en la vida cultural e intelectual de nuestro país. Su
prolífica obra y su agudo pensamiento siguen teniendo plena vigencia 30 años
después de su muerte (febrero 17 de
1990) y 85 de su nacimiento (febrero 3 de 1935).
Zuleta fue ante todo un pensador y un educador que
ejercicio notable influencia en la vida intelectual y política desde los años
70 hasta su muerte, tiempo durante el cual ejercicio la docencia universitaria
de manera ininterrumpida. Sus “clases” en la Universidad Nacional, de Antioquia o del Valle, en
sindicatos o en campamentos guerrilleros, eran la negación de la educación
tradicional y formal. A ellas asistían centenares de estudiantes motivados por
el afán de aprender a pensar, antes que por cumplir un requisito
académico. El salón de clase resultaba
insuficiente siempre para acoger a los estudiantes interesados en escuchar
ávida y placenteramente su palabra y sus agudas reflexiones sobre diversos
tópicos de la vida nacional.
En sus clases, que en realidad eran una suerte de
ágora o foro del pensamiento, se ocupó de aspectos como la lectura del Quijote,
el análisis de la obra de Tomas Mann,
Shakespeare y Dostoievski, el psicoanálisis de Simón Freud, el
pensamiento económico y social de Marx, la obra de Nietzsche,
la pintura de Van Gogh, el
proceso de paz con el M-19, la democracia y los derechos humanos, entre otros.
Conferencias que fueron el origen de las
decenas de libros que conforman su obra “escrita”, gracias al trabajo de
transcripción, edición y compilación de sus “charlas” que realizaron profesores
universitarios y aplicados estudiantes.
La educación fue una de sus grandes preocupaciones y
el centro de sus más agudas críticas al establecimiento político y cultural del
país.
Tuve la fortuna de entrevistarlo en 1985, una larga,
fructífera e inolvidable conversación en la cual quedaron plasmadas en extenso
sus inquietudes y preocupaciones por lo que él
llamó “una de las mayores tragedias colombianas”. La entrevista fue
publicada, junto con otros artículos, en el libro Educación y democracia: un
campo de combate.
Su vida estuvo consagrada a la noble tarea de enseñar a pensar. Un
maestro en el sentido más clásico y significativo del término, dedicado a
despertar la pasión por el conocimiento,
nada que ver con el saber libresco, enciclopédico, para pasar en el examen del
Icfes, o “para formar cajeros”.
Para Zuleta la educación era una de las mayores
tragedias colombianas. Su gran pregunta
siempre fue ¿por qué nuestra educación
no enseña a pensar? Entre las múltiples respuestas al interrogante que lo
obsesionaba se destacan:
Desde la primaria al estudiante se le educa en función de un examen, sin que la enseñanza y el saber le interesen o se relacionen con sus expectativas personales. Esta situación se repite una vez terminados los estudios ya que es lo que la persona encuentra en la vida.
Cuando termina los estudios, el individuo no sale a expresar sus
inquietudes, sus tendencias o sus aspiraciones, sino a engancharse en un
aparato o sistema burocrático que ya tiene su propio movimiento, y que le exige
la realización de determinadas tareas o actividades sin preguntarle si está de
acuerdo o no con los fines que se persiguen. En nuestro sistema educativo la
gente adquiere la disciplina desgraciada de hacer lo que no le interesa; de
competir por una nota, de estudiar por miedo a perder el año. Más adelante
trabaja por miedo a perder el puesto. Desde la niñez el individuo aprende
a estudiar por miedo, a resolver problemas que a él no le interesan. El capital
ha puesto bajo su servicio y control la iniciativa, la creatividad y la
voluntad de los individuos. Puede que el tipo de educación actual sea muy mala
desde el punto de vista del conocimiento, pero es ideal para producir un
"buen estudiante", al que no le interesa aprender pero sí sacar
cinco, y que solo estudia por el miedo a perder el año. Una educación así es
ideal para el sistema y sus intereses.
La educación, tal como ella
existe en la actualidad (1985), reprime el pensamiento, trasmite datos,
conocimientos, saberes y resultados de procesos que otros pensaron, pero no
enseña ni permite pensar. A ello se debe que el estudiante adquiere un respeto
por el maestro y la educación que procede simplemente de la intimidación. Por
eso el maestro con frecuencia subraya: "usted no sabe nada";
"todavía no hemos llegado a ese punto"; "eso lo entenderá o se
verá más adelante o el año entrante, mientras tanto tome nota"; "esto
es así porque lo dijeron gentes que saben más que usted, etc.
El bachillerato es la cosa más vaga, confusa y profusa de la educación colombiana. Es una ensalada extraordinaria de materias diversas (geografía, geometría, "leyenda patria", etc.) que el estudiante consume durante seis años hasta que en el examen de Estado o del ICFES, se libera por fortuna de toda aquella pesada carga de información y confusión”.
“Paradójicamente, el bachillerato es una educación al mismo tiempo muy elemental y muy especializada. Lo que se enseña en matemáticas o en geografía es, por una parte, tan elemental, que cuando el estudiante termina sus estudios los conocimientos
supuestamente adquiridos ya no le sirven para nada práctico en la vida, ni en sus actividades educativas posteriores cuando posteriores cuando no ele ocurrir que olvide todo lo visto.
El fracaso de nuestra
educación que advirtió Zuleta hace cuarenta años, enseñar a pensar y despertar
el interés y la pasión por el conocimiento, quedó en evidencia con las
pruebas PISA 2019, donde obtuvimos
entre malos y pésimos resultados en lectura, matemáticas y ciencias. Como lo ha
señalado la pedagoga e investigadora Yolanda Reyes, los jóvenes examinados por
PISA nacieron, se educaron y fueron evaluados durante los gobiernos de Uribe y
Santos (2003-2019). La evidencia de un fracaso manifiesto.
Zuleta fue un gran
pedagogo porque descubrió un especial sujeto de la educación, el joven. Sus
lecciones y su enseñanza se dirigieron al joven, Zuleta no le habló al adulto,
al hombre entrado en razón, a los hombres y mujeres que han aprendido
algo en la vida.
Su preocupación fue por ese ser que todavía
no es.
Ese paso, quizás el más difícil de la vida, fue el objeto de sus inquietudes y a ella le dedicó sus mayores esfuerzos, como profesor y educador.
Pensar
era para Zuleta aprender a dejar la infancia, superar la
minoría de edad que proponía Kant a los individuos y a las sociedades, aprender
a ser joven.
Hoy recordamos esa inquietud de Zuleta y nos asombra que haya advertido, muy
temprano, que en
Colombia el joven no ha existido o ha sido
desconocido, como lo
pudimos ver en las movilizaciones del año pasado. Si Zuleta hubiera
presenciado las marchas de finales del año, se habría dado cuenta que en sus
palabras estaban no solo esas luchas, sino ese ser, la mujer joven y el
hombre joven. Que su pensamiento sigue teniendo vigencia y actualidad. Que
sigue siendo un maestro que nos enseña a pensar con cabeza propia.
Colofón: “En medio del pesimismo de nuestra época surge la lucha de los
proletarios que ya saben que un trabajo insensato no se paga con nada, ni con
automóviles ni con televisores; surge la rebelión magnífica de las mujeres que
no aceptan una situación de inferioridad a cambio de halagos y protecciones;
surge la insurrección desesperada de los jóvenes que no pueden aceptar el
destino que se les ha fabricado.” (El
elogio de la dificultad, Estanislao Zuleta, 1980).
https://www.las2orillas.co/el-pensamiento-educativo-de-zuleta-vive-30-anos-despues/
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